Descubrir que Mario Castillo estaba vivo dejó a Clarissa tan impactada, que por un momento no supo qué decir. Trataba de entender cómo había sucedido esto, si ella estuvo presente cuando ocurrió su muerte y acompañó a don Andrés a todos los trámites. Sintiéndose traicionada porque le ocultaron este hecho, se dirigió a sus compañeros para exigirles una explicación.
—Ma... Mario es... tá ¡¿vivo?! ¡¿Por qué no sabía esto?! —reclamó irritada.
—Disculpa que no te dijimos antes —se adelantó Marcos, juntando las manos suplicando el perdón de su amiga—. Era necesario mantener todo esto en secreto para salvar su vida...
Este argumento no fue suficiente para Clarissa, estaba tan molesta, que levantó la mano con el objetivo de propinarle una bofetada a Marcos.
Éste al ver la intención de Clarissa, cerró los ojos en espera del golpe, pero como no sintió el impacto, los abrió y se sorprendió al ver que lloraba de ira.
—Hija —intervino don Andrés, que se acercó para ofrecerle un pañuelo—, me siento mal por haberte hecho pasar por esto, pero tampoco sabía que mi hijo estaba vivo, hasta que tus amigos sacaron a Lisa del hospital.
Esta revelación dejó pasmada a Clarissa, ya que nunca imaginó lo lejos que habían llegado sus compañeros.
—¡Son unos insensibles! ¡Se atrevieron a jugar con los sentimientos del alcalde y engañar a toda una ciudad! —exclamó furiosa.
Al ver que su compañera estaba demasiado alterada, César dijo gravemente.
—No pienses que desconfiamos de ti, realmente era necesario que pocas personas supieran de este plan.
—Pero... —titubeó Clarissa.
—Calma hija, no te molestes —añadió el alcalde— realmente agradezco a tus compañeros por salvar la vida de mi hijo y la de Lisa.
El agradecimiento del alcalde calmó los ánimos de Clarissa, aunque en el fondo seguía enfadada por lo que sus amigos habían hecho, así que decidió esperar a que estuvieran solos para reclamarles. Además, no quería armar un escándalo, ya que estaba en la habitación donde reposaba Mario.
Entonces dirigió su vista a Lisa, quien miraba a todos con una expresión de extrañeza, ya que no sabía lo que estaba pasando. Clarissa se apartó del grupo para ir con Lisa y hablar con ella.
—Hola Lisa, soy Clarissa, ¿cómo estás? —dijo mientras extendía su mano hacia la joven.
Lisa se levantó rápidamente y correspondió el saludo.
—Buen día, bien, gracias por preguntar.
Don Andrés se acercó también y la abrazó emocionado.
—Querida Lisa, ¡gracias al cielo que estás bien! Estaba muy preocupado por ti —luego dirigió su vista hacia Mario—. Dime, ¿cómo está mi hijo?
—Gracias don Andrés —contestó apenada—. Los médicos me dicen que es un milagro que esté viva, la verdad no sé exactamente qué me pasó, no puedo recordar nada —se quejó.
—Calma hija, no te fuerces —la consoló dándole unas palmaditas en el hombro— es mejor que descanses para que puedas recuperarte.
—Pero don Andrés, estoy muy preocupada por Mario, ¿qué le pasó? ¿por qué está en coma?
La expresión del alcalde se tornó sombría ante tales cuestionamientos, ya que dudaba en contarle a Lisa lo que había sucedido. Por su parte, Clarissa notó que Lisa parecía bastante afectada como para asimilar la noticia, así que lanzó una mirada a sus compañeros para que evitaran mencionar algo al respecto.
—¿Por qué no hablan? —insistió Lisa al ver que nadie decía nada— ¡¿Me pueden decir qué ocurrió y por qué Mario está así?!
Ignorando las miradas de su compañera, César se acercó a Lisa para presentarse y responder a sus dudas.
—Hola Lisa, no nos conocemos, soy César y ellos son mis colegas Clarissa y Marcos.
—Mucho gusto —Lisa correspondió el saludo bastante aturdida— pero aún no responden a mi pregunta.
Clarissa y Marcos miraron angustiados a César, ya que temían que él dijera algo que afectara la estabilidad mental de Lisa. Pero el joven detective ignoró las miradas de sus amigos y continuó hablando con su habitual rostro serio.
—Estuviste a punto de convertirte en una víctima más del asesino. El alcalde solicitó nuestros servicios para encontrarte, ya que habías desaparecido en los días siguientes en los que fueron hallados los cuerpos de dos jóvenes. Mi compañero y yo te hallamos inconsciente en la orilla de la carretera, el mismo día en que Mario fue atacado por un grupo armado.
Lisa se llevó la mano a la boca, ya que lo que acababa de escuchar era tan impactante, que apenas podía asimilarlo. Clarissa y el alcalde la sostuvieron para evitar que colapsara de la impresión.
—No lo puedo creer —dijo en un tono nervioso—, yo… yo…
—Tranquila Lisa —Clarissa trató de consolarla— ya todo pasó, estás a salvo.
—Yo… yo… —Lisa llevó sus manos a la cabeza, respirando agitadamente.
Todos, excepto César, se asustaron al ver que Lisa sufría de una crisis.
—Lisa... Lisa ¿qué te pasa? —dijo Clarissa.
—¡Hija! ¿Qué tienes? —gritó don Andrés desesperado— ¡Llamen al médico! ¡Por favor, que venga el médico!
Marcos reaccionó a la orden y salió apresurado de la habitación, mientras que Clarissa y don Andrés llevaban a Lisa para que tomara asiento.