Al salir del rancho, César pidió ser llevado al centro de la ciudad. Cuando llegó al parque principal, se subió a un taxi para dirigirse hacia la finca "Los Reyes". En el camino se mantuvo alerta, ya que tenía la leve sospecha de que alguien lo estaba siguiendo. El taxista continuó su recorrido hasta las afueras de la ciudad, sin embargo cambió la ruta.
En ese momento, César se dio cuenta del movimiento y envió un mensaje que sólo Marcos podía descifrar, así si su teléfono móvil era interceptado, sus captores no sabrían que él había puesto de en alerta a alguien más.
Como César mantenía un rostro impasible, el chofer del vehículo no sospechó que su víctima se había dado cuenta de su treta, así que continuó con el trayecto hasta llegar a una especie de casa amurallada.
Cuando llegaron, César fingió sorpresa.
—¿Dónde me trajo?
—¡Cállese si quiere seguir con vida! —ordenó el chofer, en un tono bastante agrio.
En ese momento un grupo de hombres vestidos de negro rodearon el vehículo y uno de ellos abrió la puerta para sacar a César por la fuerza. Éste decidió no oponer resistencia y se mantuvo callado mientras era arrastrado al interior del complejo.
Ya adentro, César pudo observar que había un enorme jardín lleno de arbustos con flores y en medio una enorme fuente. Los sujetos lo llevaron hasta una especie de kiosko, donde lo esperaba Abraham "Águila" Guzmán.
El enorme hombre, que vestía un traje de alta costura, estaba sentado en una mesita degustando de un café recién hecho. Alrededor del kiosko se hallaban desplegados varios de sus guardaespaldas.
Cuando llegó hasta el "Águila", éste saludó con una falsa sonrisa.
—Buen día Raúl Zavala, o te gustaría que te llame por César Ruiz.
César se mantuvo inexpresivo ante tal señalamiento, ya que esperaba que el mafioso hubiera descubierto su identidad. Así que respondió cortésmente.
—Buen día señor, usted puede llamarme como quiera.
Esto irritó a uno de los guardias, que de inmediato lo abofeteó y comenzó a regañarlo.
—¡No te quieras pasar de listo niño lindo! ¡No sabes con quién te estas metiendo!
—¡Basta! —regañó Abraham y después se dirigió a César—. Disculpa a mis hombres, no tienen modales para tratar a los invitados —alzó la mano para que soltaran a César.
Los sujetos de negro soltaron a César y éste al verse liberado, se limpió con la mano la sangre de su labio partido. Abraham volvió a hablar..
—Veo que eres bastante rudo, chico.
—Esa no es mi mejor cualidad —replicó César encogiendo los hombros.
Esto último hizo que Abraham se riera a carcajadas, y sus hombres lo imitaron. Cuando su jefe calló, ellos también guardaron silencio.
—Me agradas chico —tomó un sorbo de café— ven, toma asiento. ¿Qué te gustaría beber?
César caminó tranquilamente hacia la mesa y se sentó obedientemente. Después contestó.
—Me gustaría un café sin azúcar.
—¡Ja! Vaya, sí que eres de los míos —luego se dirigió a uno de sus hombres— Tú, anda y trae lo que te pide.
El sujeto asintió con la cabeza y se fue corriendo. Después de esto Abraham observó con curiosidad a César.
—Recuerdo que te vi en el funeral de Mario, me dijeron que eras sobrino del alcalde, pero la verdad dudé que lo fueras.
—No puedo ocultarle nada a usted, creo que ya sabe todo acerca de mí.
—¿No tienes miedo de que use eso en tu contra? —preguntó el capo.
—Al contrario, me gusta ser honesto con personas como usted —César planeaba mostrarse sereno, ya que necesitaba acercarse a "El Águila" para que éste le revelara lo que necesitaba saber.
Por su parte, Abraham estaba intrigado ante el hecho de que el chico que tenía en frente no se sentía intimidado, así que decidió ser más rudo con tal de saber hasta dónde podía quebrarse.
—Bueno, me gusta que sean honestos conmigo, sólo que no me gustan los chicos que se meten en donde no deben.
—Lo siento, no comprendo.
La expresión de Abraham se tornó oscura y aporreó la mesa con tal de intimidar a César, provocando que la taza de café que estaba tomando se derramara.
—¿Acaso juegas al detective? ¿Por qué te atreves a venir aquí sabiendo que puedes salir muerto de aquí? ¿Eh?
El joven detective limpió tranquilamente el café que se había derramado en su ropa. Después contestó con el rostro de póker.
—Sí soy un detective, pero vine aquí porque tengo algo que le podría servir.
"El Águila" se burló de César, ya que era imposible que ese soberbio detective supiera algo que él no.
—¡Ja! ¿Qué puedes ofrecerme? Yo sé todo.
—¿Está muy seguro de que es así? —cuestionó César en un tono de intriga.
—¡Muy seguro!
—Bueno, pues supongo que sabe que Claudia tiene el dinero que usted perdió hace unos años. ¿Lo recuerda?