—¡¿Lisa está muerta?! —exclamó Clarissa sorprendida al leer las noticias en redes sociales. De inmediato comenzó a escribirle a sus amigos para saber si estaban enterados. Justo antes de que apretara el botón de "Enter" para enviar su mensaje, los dos detectives entraron a la habitación.
César notó que Clarissa estaba alterada, y antes de que ella los atacara con sus preguntas, él tomó la iniciativa:
—Si sabemos lo que le pasó a Lisa, pero no te preocupes, está bien.
—¿Cómo que está bien? Es una testigo y si ella está muerta, no tenemos forma de saber quién la raptó —señaló Clarissa en un tono histérico.
—No está muerta —respondió Marcos, tratando de calmar a su amiga—. Ten por seguro que hicimos esto para protegerla. Ahora no podemos confiar en la policía y es necesario que ellos crean que ya no está viva para evitar que la maten.
Al escuchar esto, Clarisa quedó con la boca abierta y por unos minutos no pudo decir ni una palabra. Lo que acababa de escuchar le parecía increíble. César se acercó hacia ella y golpeó levemente la cabeza de su amiga para que reaccionara.
—¡Aah! —exclamó—. ¿Acaso están locos? No puedo creer que ustedes raptaran a una chica y la hicieran pasar por muerta. Eso es otro nivel...
—Antes de explicar todo eso, ¿hiciste lo que te pedí? —preguntó César.
—Sí, fue difícil rastrear todos los dispositivos. La mayoría eran micrófonos que fueron colocados en la oficina del alcalde y en su habitación. También intervine el sistema de videovigilancia de la casa y gracias al software que compré el año pasado, pude detectar que alguien más tenía acceso a las cámaras.
—Como era de esperarse —dijo César mientras revisaba el programa informático— Nuestro sospechoso no parecía un simple asesino de mujeres, alguien más lo protege y es preciso encontrar la conexión entre las víctimas.
—Yo encontré una conexión, pero es bastante rebuscada, incluso no tiene sentido —expuso Marcos, que también estaba revisando entre sus apuntes.
—Hay que decirle al alcalde... —señaló Clarissa antes de ser interrumpida por el alcalde que entró justo en ese momento.
—¿Qué me tienen que decir? —preguntó.
—¡Alcalde! —exclamaron Clarissa y Marcos.
—Señor, estábamos sacando algunas conclusiones de nuestra investigación antes de informárselo a usted —respondió serio César.
—Está bien, vamos a mi oficina.
—No podemos ir, las cámaras de vigilancia de su casa son monitoreadas por el asesino y hallamos micrófonos en su oficina —señaló César.
—Por todos los cielos, ¿quién podía espiarme?
—Lo estamos averiguando, es preciso que nos entregue su teléfono móvil. Es probable que también esté intervenido —explicó Marcos.
—Entiendo —aceptó don Andrés con mirada triste—. Toma, ojalá y no sea necesario que lo formateen, ahí tengo muchas fotos de mi hijo —señaló mientras entregaba el dispositivo a Marcos.
Luego de que éste recibió el aparato, de inmediato se sentó a analizarlo, mientras que César se acercó al alcalde para comenzar con su explicación.
—Señor, hemos aplicado el "Protocolo M" para Lisa. Ahora ella está bajo resguardo en su finca. Pero lamentablemente ella ya no puede ser nuestro testigo.
—¡Por Dios! ¿Cómo es eso posible? —cuestionó Andrés.
César no respondió y sólo le entregó algunos documentos al alcalde, en los que se mostraban algunos rostros de sujetos. El funcionario comenzó a revisar las hojas y se sorprendió al ver una cara conocida.
—¿Qué significa esto? Acaso me estás diciendo que él también es sospechoso.
—Sí y es probable que alguien poderoso lo protege.
—No lo puedo creer, él ha sido mi brazo derecho todo este tiempo.
—Don Andrés —interrumpió Clarissa— lamento decirle que todo apunta a que él es el asesino o lo encubre, ya que al rastrear el IP de la computadora que había intervenido las cámaras de seguridad, encontré que provenía de una casa propiedad de esa persona. Es más, la señal se dividía en tres puntos y uno de ellos se encontraba en las oficinas de la Policía.
—¿Quieres decir que mi director de seguridad me espía y está detrás del ataque de mi hijo? —preguntó el alcalde incrédulo.