Abraham "Águila" Guzmán era conocido el hombre que controlaba todo en Montecristo. En la ciudad sabían que él tenía múltiples negocios turbios, pero ni la policía había podido hallar pistas claras que lo relacionaran. Todos tenían deudas con él, incluso Andrés era uno de los que había pedido un favor.
Cuando entró a la sala, todos comenzaron a temblar de miedo y la habitación quedó completamente fría ante su presencia. Estaban tan congelados, que ni siquiera se atrevían a hablar o mirarlo a la cara.
—Mi estimado Andrés, lamento tu pérdida —dijo el imponente hombre abriendo los brazos hacia el alcalde.
—Gracias por venir —contestó Andrés tratando de mantener la compostura para responder el abrazo que le ofrecía el "Águila".
Cuando ambos hombres se unieron en el abrazo, el "Águila" le dijo al oído.
—Conozco al desgraciado que te quitó a tu hijo. Puedo entregártelo a cambio de que me hagas un favor.
Al escucharlo, el alcalde sintió que la furia lo invadía. Antes de decir alguna palabra, el "Águila" continuó.
—Si estás interesado, sabes dónde buscarme. Con gusto te ayudaré a atraparlo.
—Entonces espera mi llamada —respondió Andrés tratando de controlarse.
Tras el abrazo, el "Águila" se dirigió a los asistentes.
—Hoy he venido como amigo y para acompañar a nuestro querido alcalde en su dolor. Sé que la justicia prevalecerá y frente a ustedes reafirmo mi compromiso de colaborar en lo posible para hallar a los responsables. Andrés, cuentas con mi apoyo —expuso mientras agarraba del hombro al alcalde, mostrando en su rostro aparente tristeza.
Después de esto, los guardaespaldas comenzaron a aplaudir. Esto hizo que los presentes también hicieran lo mismo, ya que temían que el "Águila" los mandara a asesinar si no le rendían pleitesía.
César observó detenidamente cada movimiento de el "Águila". En sus investigaciones figuraba como uno de los sospechosos y al verlo actuar de esa manera tan soberbia y fingiendo dolor por la muerte de Mario, le hizo sospechar que él no estaría relacionado en el caso de las jóvenes asesinadas.
Luego de llegar a esta conclusión, le envió un mensaje a Marcos para que estuviera al tanto de lo que ocurra alrededor del rollizo hombre.
"No pierdas la vista de los guardaespaldas que protegen al sujeto que acaba de llegar, Abraham "Águila".
"Entendido, estoy capturando imágenes de sus rostros", contestó Marcos.
"Excelente, es posible que ellos hagan un movimiento sin que nadie se de cuenta, hay que estar atentos", señaló César.
"Creo que ellos fueron la causa por la que ya no estén los sujetos que me pediste que buscara. Ya encontré sus perfiles, son agentes encubiertos que trabajan para la policía de Montecristo", reveló Marcos en su mensaje, lo cual no sorprendió a César, ya que ello confirmaba sus sospechas iniciales.
El funeral de Mario se llevó con calma, sin otros incidentes. Por la tarde, el féretro fue trasladado al crematorio. César y Clarissa estaban solos en la sala de espera, mientras se realizaba el proceso de incineración. Entonces la chica rompió el silencio.
—¿Ahora me puedes explicar qué está pasando?
—Clarissa, no debes saber nada por ahora. Es muy importante que acompañes al alcalde y te mantengas a su lado — respondió César tratando de ignorarla.
—¿Pero quiero saber por qué llegaron a este extremo? —insistió Clarissa, que estaba a punto de explotar de ira, ya que sus amigos actuaban de forma extraña y ella quería saber las conclusiones a las que habían llegado.
—Puedes esperar a que lleguemos a la casa, no es un buen lugar para hablar de esas cosas —contestó César en un tono molesto, por lo que tomó el celular y comenzó a escribir, lo cual dejó más intrigada a Clarissa.
Entonces sonó el teléfono móvil de Clarissa. Al revisar la notificación que le había llegado, se sorprendió que era un mensaje de César que decía:
"Hay micrófonos en casa del alcalde y espías por todos lados. No podemos decir nada hasta encontrar un sitio donde estar seguros".