—Ya descubrí quienes estuvieron detrás del ataque de Mario —dijo César y Andrés sintió que la sangre le hervía. Aunque quería preguntar más, trató de mantenerse ecuánime y seguir con la actuación.
Después de esto, César se soltó de Andrés y se sentó a lado de Clarissa para continuar con el acto.
Como los aplausos continuaban, el alcalde respiró profundo y caminó al centro. Su acción hizo que los presentes comenzaran a guardar silencio en espera de su mensaje. El rostro de Andrés se veía totalmente demacrado, pero aún así mantenía la calma en la situación. Antes de decir algunas palabras, una de sus asistentes se acercó para decirle algo al oído. Tras escucharlo, él asintió con la cabeza y tomó el micrófono que ella le había traído.
—Buenas tardes, no tengo palabras. Parece que estoy viviendo una terrible pesadilla que quisiera despertar. Ustedes saben que Mario era mi orgullo, mi vida, mi motivación. No había comenzado mi vida política si no hubiera sido por él. Cuando él nació, estaba finalizando mi campaña para convertirme en diputado de esta maravillosa ciudad. Incluso no fui a las votaciones, porque para mi eran más importantes mi hijo y mi esposa.
Al escucharlo, los presentes se conmovieron aún más, ya que conocían esa parte de la historia de Andrés. El ambiente se volvió más triste, pero para César, las lágrimas y sollozos eran una farsa.
Desde su lugar, el joven detective comenzó a escanear el lugar en busca de los sujetos que habían atacado al hijo del alcalde, sin embargo no los encontró. En el lugar todos vestían de negro y con lentes oscuros, lo cual impedía distinguir los rostros de las personas. Entonces decidió mandarle un mensaje a Marcos.
"¿Pudiste captar a los sujetos que salían del pasillo?", escribió.
"Sí, casi no lo logro, pero pude capturar imágenes de sus rostros y ahora estoy buscando sus identidades en el sistema, en 15 minutos te mando más información", contestó su amigo, quien estaba analizando con el programa de identificación de rostros de la Policía Nacional.
"Excelente, espero tus resultados", tecleó César, que respiró de alivio y siguió observando a su alrededor.
Clarissa, impulsada por su curiosidad ante el reciente acto de su amigo, se acercó al oído de César para preguntarle qué estaba pasando.
—Oye, ¿qué fue eso? ¿Por qué te paraste a hablar en el público?
César se ruborizó al tener tan cerca a Clarissa, e incluso sintió cosquillas. Realmente no le gustaba el contacto íntimo con las personas y siempre se mantenía alejado de ellas, ya que eso le impedía concentrarse en sus deducciones.
—Cof, cof, —tosió y trató de aclarar su voz— cariño, ¿acaso no debí hablar ante todos sobre la bonita relación que tuve con mi primo? —preguntó en voz baja, ya que no quería acercarse a Clarissa tanto.
Clarissa se molestó por el sarcasmo de César y resopló de ira, ya que no aguantaba la curiosidad y estaba ansiosa por saber qué habían descubierto él y Marcos. Ante la negativa de su amigo, decidió cruzar los brazos y ya no preguntar más.
Mientras el alcalde continuaba con su mensaje, al lugar llegaron seis guardaespaldas para inspeccionar el lugar rápidamente y comenzaron a decir: "el águila está entrando".
Seguido de ellos entró un hombre alto y de complexión rolliza, quien estaba completamente vestido de negro. Su sola presencia bastó para enfriar el lugar y hacer que los presentes comenzaran a temblar.
Andrés dejó de hablar y abrió los ojos como dos enormes platos al reconocer al sujeto que acababa de llegar. Sus labios se abrieron como para pronunciar su nombre, pero de su boca no salió ningún ruido.
Al ver la expresión del alcalde, César intentó leer sus labios y también se sorprendió de que esa persona hubiera tenido el valor haber venido. Clarissa que también captó la situación pero aún desconocía la identidad de ese sujeto, preguntó:
—¿Quién es él? ��dijo mientras golpeaba el brazo de su amigo con su codo.
—Alguien peligroso, de quien nos tenemos de cuidar —contestó César seriamente.