Me tomó con la guardia baja. No sabía qué responderle, tampoco sabía si debía creer una sola palabra de lo que dijo. Nadie nunca me había dicho algo así, y de esa manera tan directa. Yo no sé lo que siento por él, pero creo que sí siento algo, algo que no debo.
—Olvida la pregunta que te hice. Hagamos de cuenta que nada pasó.
—No, no voy a hacer de cuenta que nada pasó. ¿Qué me asegura que me estés diciendo la verdad y que no sea un juego sucio de los tuyos?
—¿Crees que echaría mi orgullo a un lado para decírtelo si no fuera verdad? Enamorarme de una salvaje, necia y orgullosa como tú, jamás estuvo en mis planes.
—Ni en los míos tampoco.
—¿Qué dijiste?— caí en cuenta tarde de lo que dije, y presioné mis labios —. ¿Quieres decir que también lo estás?
—No sé lo que siento.
—Te haré descubrirlo. Vamos a otra parte— continuó manejando y estaba tratando de controlar mis emociones.
Es extraño que se haya abierto a mi de esa manera. De alguna forma me hizo feliz. Luego de unos minutos manejando, Shiro se veía un poco ansioso.
—¿Te sucede algo?
—Nos están siguiendo.
—¿Qué?— miré detrás nuestro y había dos autos, uno color negro y otro rojo.
—Tranquila, yo me encargo.
—¿Qué vas a hacer?
—Llamar a mis hombres— sacó su teléfono y marcó, mientras continuaba manejando—. Quiero que vayan a la calle Shijunku, tengo dos autos siguiéndome. Necesito que los distraigan ahí. Me estoy dirigiendo al almacén Odakyu. Haremos lo mismo de siempre— colgó la llamada, y me pasó su teléfono—. Todo estará bien.
—¿Quién te puede estar siguiendo?
—Creo tener en mente quién puede ser. Son demasiado imbéciles. Tal parece que piensan que aún no los he visto. No han tratado de hacer nada. Están esperando a que nos detengamos y eso vamos a hacer en unos minutos.
—¿No estás armado?
—Sí, pero no hay necesidad de usarla. Mis hombres se van a encargar de ellos, te dije que no te preocupes — dimos varias vueltas, pero seguían ahí detrás, hasta que aumentaron la velocidad.
—Están aumentando la velocidad, Shiro.
—Que impacientes. Eso demuestra lo inexpertos que son — él se veía relajado, en cambio yo estaba muy nerviosa.
Entró por una calle desolada, no se veía ni un alma. Cuando salió de la calle aceleró hasta entrar a algún tipo de fábrica. Estaban los portones abiertos, y se dirigió a otro lugar donde habían unos vagones de colores. Supongo que es el almacén del que habló por teléfono. Los autos se veían un poco distantes. Había una entrada con un portón corredizo que se estaba cerrando, Shiro aceleró el auto hasta lograr entrar. El portón se cerró justo cuando ya habíamos entrado y el detuvo el auto para bajarse.
—Quédate aquí en el auto, linda.
Justo después de que Shiro caminó hacia el portón, se escuchó el sonido de las llantas de ambos autos al detenerse y, en ese preciso momento, se escucharon varios disparos de un rifle a la par. No fue mucho lo que duraron los sonidos, me atrevería a decir que no duró más de veinte segundos.
—¿Qué pasó?— le pregunté a Shiro desde el auto, quería saber si ya se había solucionado el problema.
—Ven aquí — me pidió.
Fui hacia él y abrieron el portón desde afuera y pude ver los dos autos que nos estaban siguiendo, junto a cuatro camionetas que pertenecían a los hombres de Shiro. Los dos autos tenían los cristales rotos y los impactos de bala.
—¿Estás más tranquila? — acarició mi mejilla, y sonrió; luego caminó hacia sus hombres y me fui detrás de él.
—¿No quedó nada?— preguntó a uno de sus hombres.
—Este aún está respirando.
—Bien, ya saben a donde llevarlo. Sácale toda la información y lo desaparecen, luego limpien todo.
—Sí, señor.
—Esto le pasa a las personas que quieren cagar mis planes. Aún tu y yo tenemos algo pendiente. Siento que se haya retrasado todo por esos imbéciles.
—Al menos estamos bien — suspiré aliviada.
—¿Te sientes bien ahora?
—Sí.
Me llevó al auto y me ayudó a subirme, me puso el cinturón, pero estaba muy cerca.
—¿Por qué me miras así?— se quedó mirándome fijamente y llevó su mano a mi mentón para luego besarme. Realmente no esperaba que hiciera eso en un momento como este, pero no me desagradó del todo.
—Ahora si podemos irnos — sonrió antes de cerrar la puerta del auto.