—Espero con ansias tu respuesta, Rui— con una expresión relajada y una mirada tierna volvió a preguntar—. ¿Serás mi mujer?
—Sí, Shiro— no puedo evitarlo, mi cuerpo estaba a la merced de él y no solo mi cuerpo… creo que mi corazón también está en juego.
—No podrás retractarte de esa decisión que tomaste. Sabes lo que eso implica, ¿Cierto?
—Estoy dispuesta a entrar a tu mundo y en tu vida. Eso no quita las ganas que siento cada vez de golpearte o de matarte.
—Si se diera el caso de que quieres hacerlo, te daré la oportunidad. Lo que te haga sentir tranquila, lo acepto. ¿Ahora quieres golpearme?
—Mientras me hables así cómo lo estás haciendo, no creo que me moleste.
—Tengo un temperamento algo jodido, pero trabajaré con ello. Al igual que espero que tu orgullo vaya disminuyendo con el tiempo.
—¿Y ahora te das cuenta? Demasiado jodido diría — rio por mi respuesta, y luego retomó la seriedad.
—Ahora entiendo porqué debo ser muy paciente — volvió a sonreír como si nada hubiera pasado.
—Eso fue tierno de tu parte. Me pregunto, ¿qué pensabas hacer hace un instante cuando dije eso? ¿Qué pasó por tu mente?
—Será mejor no hablar de eso — sonrió—. ¿Quieres comer algo?
—Sí, ¿Por qué no?
—¿Vamos a la cocina? — sugirió.
—¿Hay comida aquí?
—Hay que prepararla. Ya me había adelantado a los hechos, así que hice una pequeña compra.
—¿Todo lo planificas así?
—La mayoría de las cosas — me dio un beso en la frente y se levantó de la cama, luego me pasó su camisa para que me la pusiera.
—¿Haces esto para alimentar tus fantasias?
—Puedes llegar a ser inteligente en ocasiones, me sorprendes.
—Debería matarte, Shiro.
—Estas muy tarde para hacerlo— me puse su camisa y él se puso el pantalón.
Nos dirigimos a la cocina y sacamos los ingredientes que habían.
—¿Sabes cocinar?— le pregunté.
—Un carajo. ¿No me digas que tú tampoco?
—Eres un imbécil, Shiro. ¿Algo tan simple y no sabes hacerlo?
—Sé quemar el agua, me atrevería a decir que soy un experto en eso.
—Eres sorprendente.
Busqué preparar algo con los ingredientes que habían, y Shiro me ayudó al menos a cortarlos.
—Eres bueno con las navajas. ¿Estás imaginándote cortando el cuello de alguien con ella?
—Se puede decir que sí. Lo importante es el resultado, ¿No crees?
—Quiero que me enseñes todo lo que sabes.
—¿Todo de todo?
—Para ser tu mujer debo ser alguien fuerte como tu, ¿no?
—Aceptaste muy fácil ese papel. Me gusta tu actitud. Sabía que no me había equivocado contigo.
—Es la verdad. Debo buscar la forma de ser la mejor y poder defenderme. No puedo depender de ti todo el tiempo.
—Me gustaría que dependas de mi. No me molestaría en lo más mínimo.
—No, quiero defenderme por mi cuenta.
—Me gusta como eres, Rui. Eso me gustó de ti desde un principio. Esa determinación y esa manera en que cambias tú forma de ser mientras te defiendes. Pareces otra persona y eso me encanta. Si no fueras tan orgullosa e imprudente, podrías ser la mujer perfecta.
—¿Eso fue lo más que te atrajo de mí?
—Sí, y somos un buen equipo. ¿No te has dado cuenta? Estamos tu y yo más sincronizados, que cuando estoy con mis hombres. Eso me gusta.
—Es por eso que quiero ser mejor, Shiro. ¿Cuento contigo?
—Para todo y contra todo — nos dimos un apretón de manos y me haló hacía él —. Así se debe cerrar un trato — me besó apasionadamente y colocó mi mano en su pecho—. ¿Lo sientes?
—No siento nada— mi respuesta lo llevó a descender mi mano hacia su pantalón.
—¿Este lo sientes?— rio descaradamente, y le di un sutil golpe en el hombro.
—Eres un estúpido— reí.
—Es la segunda vez que ríes sinceramente conmigo. ¿Estás feliz?
—De alguna manera lo estoy.
—Lo serás aún más. Siempre cumplo con lo que digo — me avergonzó lo que dijo y quise cambiar el tema.
—Terminemos de preparar la comida, ¿Sí?
Terminamos de cocinar y nos sentamos a comer. Ahora parecíamos una pareja normal, nos vemos más unidos y a gusto, como si nos conociéramos de toda la vida.
—Mañana mismo comenzamos las clases y en una semana nos iremos para Hong Kong, ¿Te gusta la idea?
—¿Negocios?
—Sí, voy adentrarte más en el negocio. Vas a ser mi mano derecha ahora que Shu no está. Aparte de ser mi mujer, por supuesto. Y no te preocupes, te llevaré de la mano.
—¿Puedo hacerte una pregunta. ¿Por qué enviaste a Shu con tu tío?
—Varias razones. Tenemos un acuerdo, él me ayudará a desenmascarar a mi tío y yo dejaré en paz a su familia. La otra razón fue personal; puso los ojos en mí mujer y eso no lo perdono.
—¿Lo dices cuando hiciste que se acostara conmigo?
—Nadie te mandó a decir lo que dijiste. Eso me molestó mucho.
—¿Por celos o molestia, lo volverías a hacer?
—Jamás. Fue un error que pagué caro. Aún tengo que mejorar esos impulsos y orgullo. Esa vez los celos me cegaron.
—¿Tú admitiendo que estabas celoso?
—No es algo que me haga sentir orgulloso, ¿sabes? — desvío la mirada.
—¿Ahora te avergüenzas? Entonces sí tienes un lado amable y tierno. Yo que creí que eras la peor escoria sin corazón que existía.
—No sé si debería tomarlo como un halago o como insulto.
—Como mejor te convenga.
—Eres desesperante, linda. Cada vez que digas una necedad de esas, creo que voy a besarte para que se me pase.
—Aún no lo has hecho. Supongo que no estás tan molesto.
—Vaya, parece que estás más directa ahora. ¿Mueres de que te bese? ¿Es eso lo que estás tratando de decir?
—No sé de qué hablas.
—Vamos, sé más honesta. Me gusta que me callen la boca.
—¿De esta manera?— lo besé sin avisar, esperando ver su reacción.
—Eso no se vale — puso su mano en la cara y miró a otra parte.
—¿No eras tú quien lo pidió?
—Estúpida, vamos a la cama — se levantó de la mesa y caminó al cuarto.
¿Así que ese realmente era su mecanismo de defensa para no mostrar cómo es en realidad? Reí internamente y me fui a la habitación con él.