Tardó en regresar al cuarto, en otra circunstancia hubiera tratado de irme. Es irónico, porque ahora no siento esa necesidad de hacerlo. Antes daba lo que no tenía para salir de sus manos y ahora muero por estar en ellos.
Toqué mi barriga y aún no puedo creer que aquí está mi bebé. Me sentía algo afligida. No sé si pueda ser una buena madre como lo fue mi mamá. Aunque solo recuerdo de ella sus caricias, sus dulces palabras antes de dormir, muero por escuchar su voz de nuevo. Escuchar esas palabras que calmaban cualquier miedo, angustia o tristeza que tuviera; o sentir esos cálidos brazos que me envolvían contra su pecho. Sin darme cuenta mi rostro se llenó de lágrimas. Hace mucho no lloro, creí que ya lo había olvidado. Ya no soy esa niña, mamá. Estoy segura que no estarías orgullosa de ver a tu hija en este momento. Buscada por la policía, embarazada y enamorada del hombre que me hizo vivir las peores desgracias. Estarías avergonzada y decepcionada de mi. Ya no puedo cambiar nada, así como tampoco puedo cambiar el hecho de que no estas. Ya no vas a regresar. Así que tengo que aprender a vivir sin ti, como hasta ahora lo he hecho. No sé si pueda ser como tú, pero juro que me esforzaré para que mi bebé se sienta orgulloso de mí, al igual que me siento yo de ti.
Shiro entró al cuarto y caminó hacia mí.
—¿Te sientes bien?
—Si. — sonreí relajada.
—Mentirosa. — Shiro me abrazó de la nada, no se porque al sentir su cálido abrazo hizo como si el nudo que se había formado en mi garganta y la fuerte presión en el pecho fuera más fuerte; es como si hubiera acabado de desbordar las lágrimas que aún quedaban dentro de mi. Terminé llorando en su pecho. Entre más trataba de controlarme, más lágrimas salían. Lloré hasta que descargué todo de mi. Shiro no se despegó ni un solo momento. Es irónico… porque de la persona que jamás pensé que estaría haciendo esto, es la que lo esta haciendo. Antes me hubiera sentido molesta, frustrada, hasta avergonzada si hubiera mostrado este momento de debilidad a alguien como él, pero ahora las cosas han cambiado.
—Lo siento.
—No digas tonterías. Tienes prohibido volver a llorar de esa forma, ¿Me entendiste? — Shiro se veía extraño, ni siquiera podía mirarme a la cara. No se veía molesto, pero tampoco se veía feliz.
—No lo volveré hacer. No debí haberlo hecho. — Shiro llevó su mano al pecho y suspiró. Supongo que se molesto, aunque no entiendo el porqué.
Tocaron la puerta del cuarto y pensé que sería el doctor o una enfermera, pero era uno de los hombres de Shiro. Trajo consigo una bolsa y se la entregó a Shiro.
—Toma. Esto te hará sentir bien. — sacó de la bolsa un helado de té verde y desvío la mirada para dármelo.
—Deberías ver tus orejas, Shiro. Se te caerán de la vergüenza. — sonreí al ver su rostro de esa forma; cuando intenta hacerse el fuerte, pero sus acciones y en especial su cara lo delata.
—Al menos sonreíste, así haya sido por burlarte de mi.
—¿Por qué no me das el helado? — le pregunté.
—¿Eh?
—Ahora te toca a ti cuidar de mi, así como hice contigo. — sonreí inocente y Shiro no sabía dónde meter la cara.
—No hay remedio.— sacó el helado y busco la cuchara para dármelo.
—¿Está bueno?
—Si.— Shiro se acercó cara a cara a mi y me besó.
—¿Y ahora?— me tomó con la guardia baja.
—Idiota.
—No iba a quedarme con la vergüenza solo. — sonrió pícaro.
—¿Cómo salieron tus planes?— le pregunté.
—Bien, tendremos unos tres días para que descanses. Luego vamos hacer la propuesta y pasaremos por su base.
—¿Cómo harás eso? ¿No te harán nada por ir ahí directamente?
—Ahí puede entrar quien sea, el único requisito es tener dinero.
—Entiendo. ¿Iré contigo?
—Si, por supuesto que irás conmigo. Ya alquile un lugar para quedarnos estos días por aquí. Es muy cómodo y seguro. Tengo a mis hombres custodiando todo el hospital por esta noche. No quiero sorpresas. Últimamente me están buscando para matarme más a menudo. No quiero ponerte en riesgo.
—No te preocupes. Nos encargaremos de quién sea.
—Así será, linda.
Shiro durmió en la camilla junto a mi. Haberlo tenido tan cerca toda la noche me hizo sentirme tranquila. En la mañana el teléfono no paró de sonar desde muy temprano. Shiro se despertó a contestar ya que habían insistido más de cuatro veces. Se fue afuera del cuarto para hablar y al rato regresó.
—¿Está todo bien? — le pregunté.
—Mis hombres sacaron a tu amiga de la casa. Al parecer mis enemigos fueron directamente atacar nuestra casa. Tuvimos suerte de que no estábamos allá. La mandé a la otra cosa que compre, la que te mostré la otra vez.
—Pero ¿Y quién sabe tu dirección?
—Hajime y Haru. Tal parece que declararon la guerra abiertamente, esto será interesante.— Shiro sonrió con malicia.
—Si que lo será mi cielo.
Pasaron tres días luego de que me dieron de alta del hospital. Hoy estaría acompañando a Shiro hacer la propuesta. Si todo sale bien en este lugar, luego estaríamos regresando a Tokio para encargarnos de Hajime y Haru.
—¿Estás nerviosa?— preguntó Shiro.
—No, me siento tranquila.
—Si las cosas se ponen calientes allá dentro vamos a salir juntos por esta puerta, queda justo detrás de la barra. ¿Está claro? — me mostró una foto del lugar.
—Entendido.
—Vas a estar en todo momento cerca de mi. Llevarás este maletín ya que lo más probable el Sr. Raito se muestre incrédulo, ahí será cuando pondrás el maletín sobre la mesa y vas abrirlo. Será más fácil negociar así.
—Bien.
—No bajes la cabeza ni la mirada en ningún momento, tampoco muestres desconfianza o miedo. ¿Quedó claro?
—Si, Shiro. ¿Siempre estás tan tranquilo cuando vas hacer este tipo de negocios?
—Mostrar nervios solo afectaría mi credibilidad, además el que estés conmigo me hace sentir tranquilo. Siento que puedo contra todo.
—Vaya, veo que estás muy directo hoy.
—Siempre, hermosa. — Shiro me besó antes de bajarnos del auto.
—¿Estás lista?
—Siempre.
—Así me gusta. — sonrió y caminamos juntos a la entrada. Shiro sacó de su bolsillo unos billetes y se lo entregó al guardia para que nos dejarán pasar. No nos rebuscaron ni nada. Me mantuve lo más tranquila posible. Al estar con Shiro me sentía muy tranquila, no parecía que estuviéramos corriendo peligro en esta vuelta. Más bien me sentía como si estuviéramos en cualquier otro lugar caminando juntos.
Al entrar al lugar todo se veía como si fuera un bar común y corriente.
—Mira disimuladamente, ¿Ves a los que están en la mesa al fondo?— habló en un tono bajo.
—Si, ¿Son ellos?
—Así es. Voy a ir directamente allá. Quédate aquí. Te haré seña para que te acerques.
—Suerte, Shiro.
—Siempre la tengo.— Shiro se fue a la mesa donde estaba esos hombres y al rato me hizo seña para que me acercará. Caminé hasta la mesa y Shiro me ayudó a sentarme.
—Iré directo al asunto, no me gustan los rodeos. Un pajarito me contó que estabas en busca de una buena propuesta para poder salir de la miseria en la que te encuentras, ¿Estoy en lo cierto?
—¿Quién eres para hablarme de esa forma?
—No importa quién soy. Tengo exactamente lo que buscas, Sr. Raito. Tú quieres resultados y generar billete y yo quiero lo mismo. Ese es el único interés que tenemos en común.
—No hago negocios con personas fantasmas como tú. — vi el movimiento de sus guardaespaldas y puse el maletín rápidamente sobre la mesa para abrirlo.
—¿Qué piensas ahora? Esto es solo un pequeño adelanto de lo que te espera si escuchas mi propuesta y más si hacemos negocios.— dijo Shiro a lo que Raito se quedó mirando el maletín.
—¿Y qué me garantiza que ese dinero es real?
—Estas en todo tu derecho de confirmarlo por tu cuenta. Puede ser tuyo solamente con colaborar conmigo.—El Sr. Raito se quedó en silencio escuchando lo que Shiro tenía que decir. —Si te conviertes en uno de mis distribuidores tendrías no un 50% si no un 85% de ganancias y todos felices y contentos.
—¿No estás perdiendo demasiado? Un 85% no es cualquier cosa. Quedarte con un 15% no es demasiado poco para ti.
—No, no es poco. Para mí lo más importante son mis clientes. Mientras esten satisfechos yo estoy feliz. Me hace falta alguien que cubra ese puesto. Alguien de confianza. Soy muy generoso mientras sean leales a mi. ¿Qué mejor prueba que está?
—Me gusta tu valentía, pero en especial tu actitud, jovencito. Nadie sería capaz de entrar con aires de saberlo todo a este lugar y venir directamente a mí hacer una propuesta tan interesante. Tienes los huevos. Me gustan las personas como tú.— hizo una pausa.— Es por eso que aceptaré tu negocio. Nos reuniremos más adelante para que me des más detalles.
—Así será, Sr. Raito. Es un placer hacer negocios con usted. — ambos se levantaron y se dieron un apretón de mano. Creí que duraría más. Ahora entiendo porque Shiro estaba tan confiado.
—Será un placer hacer negocios contigo. — Shiro le dió una tarjeta con su número de teléfono.
—¿No te vas a quedar un rato más?— preguntó Raito.
—Tengo otros negocios que atender, pero en otra ocasión me quedo. — Shiro sonrió relajado y me ayudó a levantarme.
—Espero valga la pena. — comentó Raito dándose un trago. Shiro sonrió y caminamos a la salida. Al llegar al auto nos subimos para irnos al aeropuerto.
—Eres increíble, Shiro. Tienes tanta seguridad que puedas transmitirla solo con una sonrisa.
—¿Es un halago, preciosa? Me siento como un niño cuando me felicitan por hacer algo bueno.
—Tengo que admitirlo, Shiro. Te veías demasiado genial allá dentro.
—No me acostumbro a que digas esas cosas sobre mí.
—Lo olvidaba. — sonreí inocente.
—¿Te diste cuenta? Entre menos palabras utilices mejor te salen los negocios, a nadie le gusta los rodeos.
��Luego de las pérdidas que tuvo, no le quedaba de otra que aceptar. Eres buen negociante, Shiro. Quiero aprender más de tí.
—Ahora que lo pienso te he tenido algo desatendida.—puso sus manos alrededor de mis mejillas.— Que me halagues de esa forma me está afectando mucho, linda.
—¿Afectando de qué forma? ¿Te molesta?
—Se activan mis hormonas y no solo ellas.
—¿De eso se trata?
—Ha pasado tiempo desde la última vez que estuvimos juntos. Estuvimos tan concentrados en los negocios que no hemos tenido tiempo de darnos cariñito.— besó mi cuello.
—Si, tienes razón. Me has descuidado mucho.
—¿Así que lo extrañas?— Shiro llevó mi mano a su pantalón.
—Ahem, no quiero interrumpir su momento pero hemos llegado al aereopuerto. — dijo el chófer nervioso.
—No es el lugar ni el momento, Shiro. — olvidamos por completo que estábamos acompañados. Ambos comenzamos a reír, más bien creo que de la vergüenza.