—Llamada telefónica—
—¿Terminaste de preparar los documentos? Si me llega a pasar algo ya sabes que hacer.
—Como ordené, Sr. Shiro.
—Necesito que hagas dos originales y le envies uno a mi madre y la copia para que la envíes a la villa.
—Si, señor.
......
—¿Cuánto tiempo llevan saliendo?— me preguntó.
—Muy poco tiempo.
—Quisiera haber visto la reacción de mi hijo al saber la noticia de tu embarazo.
—La realidad es que ni yo misma la ví. Las circunstancias no fueron las mejores realmente.
—¿Qué fue lo que sucedió?— le expliqué por encima sin tanto detalle.— Entiendo. Cuida mucho de ese bebé. Estoy segura que Shiro también lo hará.
—Estoy segura que si.
—¿Me ayudas?
—Si. — la madre de Shiro es maravillosa. Todo lo que ha pasado y sigue siendo alguien fuerte. Quisiera ser como ella. Tener la misma fuerza que tiene. Es realmente admirable.
Nos quedamos cocinando y compartiendo en la cocina. Hasta que Shiro llegó.
—¿Ya terminaste de criticarme, madre?
—No, aún no. ¿No pensarás llevártela todavía, cierto?
—Si, tenemos otras cosas que hacer.
—Pero, ¿Por qué no se quedan por esta noche?
—Tiene una amiga que nos está esperando en la casa y no queremos dejarla sola. La traeré otro día. Estaremos por aquí por unos meses.
—Siempre dices que volverás y no regresas. Al menos quédense a comer.
—Esta bien. — Shiro accedió y nos fuimos a la mesa.
—La comida está muy deliciosa.— comenté.
Shiro está actuando extraño. No me gusta para nada. No sé si se siente incómodo al estar con su mamá o es algo más. No dejé de mirarlo en la mesa, lucía como pensativo. Según terminamos de comer Shiro se levantó de la mesa.
—Gracias por haber venido, hijo. Espero lo hagas más a menudo.
—Lo haré, madre. Ahora más porque estaré por aquí.
—Cuídate mucho, hijo. Eres lo único que me queda. No te perdonaría que me dejes sola. ¿Me oíste, cabrón?
—No te preocupes, madre. Todo estará bien. — ambos se dieron una mirada extraña, sin hablar ambos asintieron con la cabeza como si estuvieran de acuerdo en algo.
—Toma mi número. Puedes llamarme cuando quieras. Ahora eres parte de la familia. Fue un gusto conocerte, dulzura.— con una sonrisa dulce me pasó una tarjeta con su número y me abrazó. De alguna forma me hace sentir nostalgia. Quizás por los abrazos de mi madre.
—Gracias por hacerme sentir como en casa. Fue un gusto conocerla. Espero pueda verla más a menudo, Sra. Fumiko.
—Gracias por recibirnos, madre. Ya me retiro.— dijo Shiro.
—Dios te cuide y te proteja.
—Ella lo hará. — Shiro me miró a mi y sonrió. Hice reverencia antes de irme con Shiro.
—Maneja tu. — me pasó las llaves del auto.
—¿Por qué? Yo le tengo miedo.
—Maneja. Es una orden. Estoy cansado de conducir yo. —se subió al asiento del pasajero. Estaba nerviosa es la primera vez que manejo un auto así. Me subí al auto y no encontraba cómo encender el motor. — Mírame. — miré a Shiro y me robó un beso. — Dejá ese miedo a un lado, linda. No puedes vivir con ese miedo. Lo que haya pasado en tu pasado no tiene que ocasionarte miedo. Tienes que buscar la forma de superarlo. No puedes dejar que el miedo te controle, tú controlas al miedo. Graba eso en tu cabeza. Ahora maneja.
—Si, Shiro. — sus palabras me ayudaron mucho. Encendí el motor del auto y el miedo que tenía se me fue en un instante al pensar en ellas. Al manejar me sentía algo tranquila. La velocidad ya no era algo que me ocasionará miedo. Estar con Shiro me hace sentir que puedo contra todo. Si algún día me llega a faltar no se que haría. Pensar en las palabras de su madre hizo que una lágrima bajará por mi mejilla. No sé porque sentía una tristeza dentro de mi.
—¿Qué te pasa?— Shiro me miró y no encontraba qué decir.
—No sucede nada, Shiro.
—¿Te sientes forzada?
—No.
—¿Y por qué lloras?
—¿Tienes algún miedo, Shiro?
—Detén el auto.— me pidió y eso hice. —¿A qué se debe esa pregunta?
—Quiero saber.
—Si, tengo mis miedo y preocupaciones como todo el mundo las tiene. ¿Por qué piensas en eso ahora?
—¿No nos dejarás solos nunca, verdad?
—¿Qué tipo de pregunta es esa? Estás preocupada por mi.
—Si. — admitirlo hizo que más lágrimas salieran.
—Eres una tonta.— comenzó a reír despreocupado. — En vez de preocuparte por ti, andas preocupándote por mi. Eres tan extraña. Creo que esa es una de las cosas que me gusta de ti.— Shiro sujetó mi mentón entre sus dedos y me hizo mirarlo.— No puedo prometerte que estaré contigo para siempre, porque como bien sabes estaría mintiendo. Más que nadie sabes que en este negocio lo único seguro es la muerte, pero hay algo que sí puedo prometer.
—¿Qué sería?
—El tiempo que tenga o que me quede estaré contigo y nuestro hijo. Si algún día me sucede algo, quiero me prometas que no vas a poner esa cara que tienes ahora. No quiero ver una lágrima en tu cara. Cuando aceptaste salir conmigo tenías que estar preparada mentalmente a que algo malo puede pasar en cualquier momento. Ambos tenemos la muerte detrás, solo tenemos que saber luchar contra ella y mantenerla lo más lejos posible. Dejá de estar pensar en cosas insignificantes y tristes. No dejaré que me maten fácilmente, ya sabes lo cabrón que puedo llegar a ser.— sonrió relajado.— No puedo morirme hasta que conozca al menos a mi hijo y me casé contigo.
—¿Casarte conmigo?
—¿No te gustaría algún día hacerlo?
—No lo había imaginado.
—Ve haciéndolo. Cuando termine con el trabajito que tengo pendiente lo haremos. Ahora quita esa cara y vamos a otro lugar. — Shiro pasó su pulgar en mis labios y lo besé.—No me provoques, hermosa.
—¿Por qué no? — sonreí maliciosa de la misma forma que el me hizo.
—Será mejor irnos de aquí ya. — me besó de la nada y me hizo escapar un suave gemido. —¿Quién gana ahora? — sonrió pícaro y se acomodó en la silla.
—Maldito seas.
Seguí manejando y me fue dirigiendo. Llegamos a una casa diferente. No era a la que llegamos con mi amiga.
—Habías dicho que no dejaríamos a mi amiga sola.
—¿Y tú me crees? Te dije que pasaríamos tiempo a solas tu y yo y este sera nuestro lugar para hacer recuerdos juntos. — sonrió y se bajó del auto.
Me bajé del auto y caminé con el.
—Cierra los ojos y los abrirás cuando te diga.
—¿Por qué?
—Solo hazlo.— hice lo que dijo. Me ayudó a caminar hasta una parte. Estaba nerviosa al tener que caminar con los ojos cerrados.— Ábrelos.
—¿Y esto?— me quedé fría al ver un auto deportivo de mi color favorito. El azul. No tenía palabras para decir. Nunca había visto un auto tan fino y tan perfecto.
—¿Te gusta? Es un Techrules AT96 TREV. Es tu nuevo bebe. Haz buen uso de él. — me dió las llaves.
—Si, me gusta, pero ¿por qué hiciste esto? Este auto debe valer una fortuna.
—El dinero no es un problema para mi. Es un regalo adelantado de todos los que te tengo mi princesa. No se te olvide que tú cumpleaños es en dos días. — Shiro sonrió. —¿No lo vas a estrenar?
—Por supuesto que sí. ¿Vienes conmigo?— le pregunté.
—Si, haremos algo divertido. — Shiro me quitó las llaves del otro auto y me dió un beso en la mejilla.
—¿A dónde vas?
—Jugaremos un poco con tu nuevo juguete. — sonrió malicioso antes de subirse al otro auto.
Así que jugaremos… esto será divertido.
La pantalla de lo que creí que era una radio salió sonando. Salió un recuadro de una llamada en la pantalla y respondí. Ví a Shiro en la pantalla.
—¿Cómo has hecho eso?
—Mandé a integrar un teléfono en el auto, para poder hacer videollamadas entre los dos. Nos va a servir de mucho para cuando estemos en algún momento de peligro. Vamos a poder tener contacto. ¿Te gusta?
—No pensé que incluso eso se podía hacer.
—Con dinero todo se puede hacer, princesa.
—Eres increíble, Shiro.
—Lo sé. Tengamos una carrera, hermosa. Quiero que te familiarices con tu nuevo auto.
—No sé si pueda hacer eso.
—Estaré aquí contigo. No seas cobarde.
—No soy cobarde.
—Entonces detén el auto. — me detuve en medio de la calle y Shiro hizo lo mismo. Me miró por la ventana del auto y siguió hablando por la llamada.
—Esta calle es recta y no es tan transitada. No será un problema para nosotros. Puedes hacer todo tranquila, recuerda es solo diversión. — Shiro sonrió.
—Esta bien.
Nunca he corrido en un auto, siempre he tenido miedo de esto, pero shiro siempre calma mis miedos y preocupaciones. Según terminó la cuenta ambos aceleramos el auto. No había casi nada de autos y los que habían les pasamos a máxima velocidad. Shiro se metió por el paseo ya que el carril estaba ocupado y hice lo mismo. Luego nos cuadramos para seguir nuestro camino. Ya habíamos llegando al final de la calle.
—Wow. Ahora me siento vivo.— Shiro estaba divirtiéndose y yo también. Este auto no permite que se sienta la velocidad en la que realmente estás, si no miras las millas no sabrás hasta dónde llegaste.—Para ser la primera vez que lo haces, estuviste de maravilla. Deberíamos hacer esto más a menudo.— parecemos dos adolescentes entre risas. No pensé que podría divertirme tanto con el. — Te marqué en el GPS nuestra siguiente parada. Llegaremos ahí.
—Entendido.
Llegamos a un restaurante que también cuenta con un acuario. Ambos nos bajamos y entramos juntos de la mano al lugar. Tal parece que ya había preparado esto con anticipación.
—Sé que ya comiste algo en la casa de mi madre, pero el postre lo pongo yo. ¿Qué deseas?— miré el menú y había de mi helado favorito, pero alcancé a ver crepé. Sé que es el preferido de Shiro y siempre anda complaciendo mis antojos.
—Dos Crepé de chocolate y fresa, por favor. — le pedí al mesero. Shiro me miró y comenzó a reír.
—Añade un helado de Té verde, que sea en cono.
—Enseguida. — la mesera se fue y me quedé a solas con Shiro.
—Quiero darte este teléfono.
—¿No me estás dando demasiado privilegio, Shiro?
—¿Lo usarás en mi contra?
—No.
—Pues no hay ningún problema con eso. Tómalo. — me lo dió en la mano.— Te servirá de mucho.
—Estás actuando extraño, Shiro.
—Solamente quiero que lo tengas. No hablemos más sobre eso. Disfrutemos nuestra noche, preciosa.
—Será lo mejor.
Compartimos juntos en el acuario y nos comimos cada quien su postre. Shiro parece un niño cuando se trata de dulces. Nos divertimos mucho. No hablamos nada de negocios ni nada parecido. Parecíamos más una pareja como cualquier otra. Nos tomaron dos fotos a los dos juntos, Shiro se quedó con una y me quedé con la otra. Es la primera foto que nos tomamos juntos. Sin contar las que nos tomaron y publicaron en el periódico. Reí internamente.
—¿Quieres ir a la casa? Debes estar cansada. Mañana vamos a salir otra vez. Te mostraré todo este lugar, ¿Te parece?
—Si, claro. — me besó en la frente y se fue a su auto.
Entré al mío y nos fuimos juntos. Llamó de nuevo por la videollamada.
—¿Rui?
—¿Si?— se quedó en silencio. Su voz se escuchaba extraña.
—¿Realmente quieres estar conmigo?
—¿Qué pregunta es esa?
—Responde.
—Claro que si. Más ahora que vamos a tener un hijo.
—¿No vas a tratar de huir nunca?— no entiendo porque otra vez la misma pregunta.
—No, Shiro. ¿Por qué estás dudando ahora?
—Quiero asegurarme o más bien escucharlo de ti.
—Te he dicho que no. ¿Cómo te lo hago entender, hombre? Me has dado todas las herramientas para escapar. Incluso ahora mismo estoy segura que hiciste lo del auto y lo del celular para eso. Aún así no voy hacerlo. Si querías probarme para asegurarte de que no me fuera, lamento decirte que acabas de perder.
—Ya lo sabía. Estaba preparado para todo.
—¿Eso qué significa?
—Abre la guantera y sabrás. — abrí la guantera aún manejando y ví un artefacto extraño con unos números en color rojo.
—¿Esto qué significa? ¿Es esto una bomba, Shiro?— Shiro sonrió en la cámara y me invadió algo de miedo.
—Aún sabiendo mis verdaderas intenciones, ¿Tratarías de irte?
—Eres demasiado desconfiado, mi cielo. ¿Pensabas volar el auto realmente?— me mostró un pequeño control en la cámara.
—Ya veo. — comencé a reír descaradamente. Estoy segura que lo hace para ponerme nerviosa y que dude de él.— ¿Así que este es tu juego? ¿Eso es todo lo que tienes?
—No, no es todo. Busca bien.
—¿Qué debo buscar?— miré de reojo y llevé mi mano a la guantera de vuelta. Toqué algo detrás de el artefacto y lo saqué.
—Pasaste la prueba, princesa. — traté de mantener la vista mayormente en la carretera. Ya que no podía detener el auto. Abrí la caja y había un anillo en ella.
—Shiro, tu… — no podía hablar.
—Si, ya estás cualificada para ser mi esposa. Haz pasado la prueba, muñeca. — me quedé petrificada. Me sentía muy feliz, eran mucha las emociones que sentía que me impedían hablar. Todo fue tan repentino.