Corrí hacia la ciudad, al menos ya no tenía las esposas en mis manos. Ese demonio debe estar detrás de mí. Tengo que esconderme antes de que me mate. No es justo dejarme encerrar o matar por alguien como él.
Miré a mi alrededor algún lugar donde pudiera ir. A pesar de tener las manos libres, estoy desarmada. Tengo que buscar algo con que defenderme por el camino, para luego regresar por las dos armas que dejé en el auto. Si no tengo un arma, no podré defenderme en contra de él y sus hombres.
He corrido tanto que me dolían las piernas, y las personas a mi alrededor me miraban como si estuviera loca. La ropa mía era un desastre, puedo comprenderlo.
Pasé por un callejón donde habían unos vagones de basura, ahí entré a buscar si encontraba algo con que defenderme. En estos lugares puede que encontre algo que me ayude en mi defensa.
Busqué en el primer vagón, pero no encontré nada. Al buscar en el segundo, encontré la mitad de un palo en madera. No era mucho en lo que podría ayudarme, pero es algo. Seguí buscando y encontré un pedazo de palo más grande y puntiagudo. Ese era perfecto, así que descarté el primero.
Salí de esa área corriendo a otro lugar. Debo encontrar un sitio donde haya mucha gente, y él no se atreva a disparar o llevarme a la fuerza. A estas horas es difícil encontrar mucha gente en la calle, al menos que entre a algún negocio, pero con esta apariencia, es imposible que me dejen entrar.
Pasé por enfrente de una patrulla de la policía y sentí miedo de que me vieran. Intenté esconder el palo por el lado contrario de dónde estaban y caminé normal para no levantar sospechas. ¿Cuándo esta pesadilla acabará?
Había pasado un largo tiempo, y estaba amaneciendo. Aún he estado en movimiento y alerta. No sé si sea el momento de volver, pero no tengo otra opción. Tenía mucha hambre y sed, mas me dolían las piernas de tanto caminar. Ese auto era el único que me podría sacar de aquí, no podría robar otro; además dentro de el está el arma, si es que ese desgraciado no la cogió. Tendré que arriesgarme.
Me encaminé de vuelta al área. Me quedé desde lejos observando cómo estaban las cosas, pero el auto no estaba. Ese maldito se lo llevó, ¿Ahora qué se supone que haga? Mis esperanzas de salir de aquí ahora son menos. Pensando en esto, sentí un pinchazo en mi brazo e intenté moverme para defenderme, pero mi cuerpo se sintió muy pesado.
En mi viaje, vi a ese sujeto delante de mí, acompañado de dos hombres.
—No vas a seguir huyendo ahora.
—¡Maldito seas!— murmuré casi sin voz.
Intenté caminar lentamente, pero no podía. Me invadió un cansancio y mi visión se tornó borrosa. Sentí que me alzaron y me metieron a un auto.
—Eso les pasa a las mujeres desobedientes y salvajes.
—No me hagas esto— fueron las últimas palabras que pude pronunciar, antes de perder por completo el conocimiento.
Al despertar me encontraba en una celda amarrada peor que un perro, tanto mis manos como piernas. Mi cuerpo aún se sentía muy cansado pesado.
Me levanté de la pequeña cama donde estaba, y me acerqué a las rejas. Vi varias celdas más con varias mujeres dentro.
—Despertó la bella durmiente— dijo una guardia, acercándose a la reja.
—¿Por qué estoy aquí? Esto es un error. ¡Sácame, por favor!
—Eso dicen todos los criminales.
—¡Estoy hablando en serio! ¡Yo no hice nada para estar aquí!
—En unos minutos van a trasladarte a una cárcel de máxima seguridad, espero tengas un buen viaje— entre risas se marchó.
¿Cómo pude ser tan tonta? No debí haber regresado. Ese maldito desgraciado me las vas a pagar.
Shiro
Me estaba tomando una copa de Whisky en mi despacho, mientras conversaba con Rou.
—Ya tienes lo que tanto querías, ahora sola falta esperar a que te suban de rango. Ahí podrás ayudarme y servirme más. No sabes lo que me costó traer esa perrita, así que espero que de algo te sirva. De no ser así, no solo te jodes tu, se va a joder tu familia también; no lo olvides.
—No se preocupe, Sr. Shiro. Con esto, estoy casi seguro que van a considerarme esta vez.
—No quiero suposiciones, quiero hechos.
—Espere y verá.
Rui
Luego de un tiempo, llegaron dos guardias dispuestas a llevarme con ellas.
—¡Esto es una injusticia! ¡Yo soy inocente, ese hombre me tendió un trampa! ¡Ese tipo tiene un complot con la policía! — grité todo lo que pude, pero por más que puse resistencia y dije la verdad, solo me llevaron arrastrada.
Me subieron a una guagua blindada y me tiraron en el asiento bruscamente. Había varias mujeres en la misma guagua con el mismo destino que yo. De nada sirve que siga diciendo la verdad, al final, nadie me creerá.
Ese hombre tiene mucho poder y sé que me mandará a matar allá dentro si tiene oportunidad. Debe estar burlándose de mí en este momento.
Me trajeron a la cárcel; era un lugar muy grande, había muchas guardias por todas partes y varios perros acompañándolas. Sería imposible escapar de un lugar como este.
Fuimos entrando de una en una, acompañadas de una guardia. Nos mandaron a quitarnos toda la ropa para cambiarnos; luego me quitaron las esposas de las manos y piernas para que me vistiera. Nos tomaron una foto a todas y nos rebuscaron una vez más antes de llevarnos dentro.
Ni siquiera he tenido oportunidad de defenderme, solo me trajeron a este lugar sin más. Me sentía molesta y frustrada por no poder hacer nada y evitar toda esta situación.
Caminamos alrededor de varias celdas y solo se podía escuchar gritos y murmullos de todas las demás que estaban. Me sentía algo nerviosa, nunca había estado en la cárcel, pero todo lo que he escuchado, es que es el infierno en la tierra.
Me llevaron a una celda y me empujaron dentro, haciéndome caer directamente al suelo.
—Oh, tenemos una nueva compañera — escuché una voz gruesa de alguien en la misma celda.
Me levanté del suelo y la miré. Era una mujer alta, en sobrepeso, pelo negro corto, ojos color azabache y tenía un tatuaje debajo del ojo. El rostro daba la impresión de ser un hombre encerrado en el cuerpo de una mujer. Había otra chica en una de las camas, sentada con sus rodillas en el pecho y su cabeza entre ellas. No quería responderle a la otra porque sabía que buscaría problemas.
—¿No vas a hablar?— se acercó, y retrocedí hasta pegarme a las rejas.
—¿Qué puedo decir?— respondí lo más tranquila posible.
—¿Eres estúpida? —me sujetó por el cuello fuertemente.
—No quiero problemas contigo— murmuré casi sin aire. No puedo hacer enemistades ahora, o terminarán matándome y tengo que salir de aquí para matar a ese cabrón.
—Muy bien, ya nos estamos entendiendo— dejó ir mi cuello, y comencé a toser buscando aire.
Luego de ese suceso, me quedé en una esquina de la celda y me senté en el piso recostada de la pared. Tengo que pensar en una forma de salir de aquí. No quiero estar un segundo más en este lugar.
¿Por qué tuvo que pasar esto? Tenía una vida normal y ese maldito hijo de puta vino a acabar conmigo. Extraño tanto a mi hermano. Si hubiera estado conmigo, estoy segura que no hubiera ocurrido esto.
Mientras pensaba en todo esto, se escucharon muchos ruidos. Pasó una de las guardias dando golpes en las rejas y anunciando que era la hora de la comida. No sé cuánto tiempo llevo sin comer bien.
Abrieron las rejas y nos escoltaron al comedor. Caminé junto a las dos compañeras de celda. La otra chica parecía muy tímida, supongo que esa cerda le ha estado mortificando la vida.
Al llegar a la fila, luego de coger la bandeja, no sabía dónde sentarme. Fui a una esquina donde no había nadie y empecé a comer. La comida no era para nada buena, pero peor es nada.
Sentí que se me sentaron al lado y vi a la cerda.
—¿Tienes mucha hambre?— derramó el vaso de la leche encima de mi comida.
En otras circunstancias la hubiera arrastrado por el suelo y la hubiera hecho comer mierda, pero ahora no puedo dejarme alterar por estas cosas.
—Gracias— sonreí como si nada estuviera pasando y me levanté de la mesa.
—¿A dónde vas? No te he ordenado a que te levantes.
—Lo siento, no sabía que tu eras la dueña de este lugar — respondí sarcástica.
Realmente respondí automáticamente, es por eso que no pensé.
Me agarró del brazo y me tiró al suelo, mientras ponía su pesada pierna en mi barriga.
—Estas bien pendeja si crees que a mí me hablas de esa forma— de una patada en la barriga, casi me hace vomitar.
Llegaron las guardias y se la llevaron. La chica tímida se acercó a mi, y sin hablar, me agarró del brazo y me ayudó a levantarme.
—Gracias— me estaba doliendo la barriga, pero no quería quejarme por algo tan simple. Esa cerda me las va a pagar también.
La chica tímida se sentó en la mesa conmigo, sin decir una sola palabra, pero con su expresión podía notar que estaba preocupada. ¿Por qué no habla? ¿Acaso tiene miedo?
—¿Estás bien?— le pregunté, pero desvió la mirada. Supongo que no debí preguntar.
Me quedé sujetando mi barriga hasta que dieron la orden de subir a la celda. Fui junto a ella, y por suerte, la cerda no estaba.
Me senté en el frío suelo, ya que me sentía más cómoda ahí. Ella se quedó mirándome e hizo un gesto con su mano para que me sentara a su lado. No quise preguntar nada, solo me levanté y me senté; luego hizo un gesto con su mano, tratando de decirme algo.
—¿Qué sucede? ¿Por qué no hablas?— se quedó en silencio e hizo otro gesto con sus manos. Acercó su dedo a la boca y sacudió la cabeza. ¿Acaso no puede hablar?—. ¿No puedes hablar? — al preguntarle, asintió con la cabeza.
Dios mío, ha debido ser realmente doloroso para ella estar aquí sin poder hablar.
—Debe ser difícil, ¿Cierto?— asintió con la cabeza, y vi que brotaron lágrimas de sus ojos. Debe sentirse muy mal y sola. Sentí lástima y la abracé, realmente sentí la necesidad de hacerlo.
—La nueva, ven conmigo — dijo una guardia en la reja.
Dejé ir a la chica, y caminé donde la guardia y la seguí. Me llevó a un baño y me puso las esposas.
—¿Por qué me pones las esposas?— le pregunté, y sentí que alguien me golpeó con algo fuerte en mi brazo.
Miré detrás de mí y había otra guardia que me dio con la macana que traía consigo.
—¿Y esto a qué viene?— me dolía el brazo por el golpe —. ¿Fue ese cabrón quien las mandó a hacerme esto?— pregunté directamente.
—Es la fiesta de bienvenida— respondió, antes de darme otro golpe en la pierna.
Me dieron en repetidas ocasiones en los brazos, espalda y piernas. Caí al suelo, pues no podía aguantar más de pie. Creí que me pegarían en la cara, pero no lo hicieron.
Vi que una de ellas buscó una manguera negra, y salió el fuerte golpe de agua. La tiró por encima de mí en repetidas ocasiones y estaba helada; creí que moriría del frío. Mi cuerpo estaba temblando demasiado, quería que esto ya terminara.
Me dejaron en la habitación sola por un rato; mi cuerpo estaba helado y mi respiración estaba muy agitada. Me puse en posición fetal esperando que me ayudara a aliviar un poco el frío, pero de nada sirvió. Me dejaron ahí no sé por cuánto tiempo; luego llegaron y me trataron de secar con una pequeña toalla para sacarme arrastrada y llevarme de nuevo a mi celda. Estaba ida, mi cuerpo estaba frío y no dejaba de temblar.
Sentí unas cálidas manos en mi rostro y al abrir mis ojos, me encontré con la compañera de celda. Estaba llorando y se veía desesperada. Se recostó al lado mío y me abrazó, intentando calentar mi cuerpo, ya que no habían sábanas en la cama.
No encontraba palabras para agradecerle, es la segunda vez que me ayuda en un mismo día.