Mientras estaba bañándome, escuché la puerta abrirse y me asomé.
—¿No piensas salir?— preguntó Shiro, frente a la bañera.
—¿Qué mierda haces aquí?— me tapé con la cortina.
—Ya vi todo, no tienes que taparte. No me interesa ver tu cuerpo. Quería asegurarme de que no hubieras intentado escaparte.
—Como si pudiera.
—Ya lo hiciste varias veces. Afuera está el médico para que te atienda y espero que te sirva de algo. Me has costado demasiado dinero. Poco a poco me lo irás pagando — arrancó la cortina de un tirón —. Termina— ordenó, antes de salir del baño.
No te preocupes, ya veré tu cara cuando vaya a vengarme de ti. Voy asegurarme de cobrarte todas las que me has hecho y con creces.
Salí del baño y me vestí. Me ayudó mucho estar debajo del agua un rato. El médico me evaluó y al parecer no tengo ninguna fractura, pero de igual forma dolía mi cuerpo demasiado. Me dio unas medicinas para el dolor y se marchó. Ese cabrón ha estado al pendiente de todo.
—¿Ya ves? No es tan grave. Creo que fuimos muy suave contigo. Mañana seré un poco más rudo. Espero puedas pasar el entrenamiento— salió del cuarto riéndose.
La empleada llegó con uno plato de comida y lo puso sobre la pequeña cama.
—Que le aproveche, señorita — bajó la cabeza antes de salir. Todas le tienen miedo a ese pendejo.
Me puse a comer y estaba delicioso. Había pasado demasiada hambre todo este tiempo. Cuando terminé vi que se acercó Shu; siempre tan serio y amargado como siempre. No quise dirigirle palabra alguna, hice de cuenta que no lo vi entrar.
—No entiendo la razón por la cual el jefe insiste en que te quedes. Una chica no es para estar en este negocio. Eres demasiado débil y no sirves para nada.
—Es un comentario muy machista de tu parte. Ahora quizá soy débil y no sé cómo defenderme, pero nadie nace sabiendo. Es algo que puedo aprender con el pasar del tiempo.
—Si hoy pudiste salir viva, fue porque el jefe tuvo lastima de ti, de no haber sido así, ya estarías tres metros bajo tierra.
—No importa, lo importante es que aún estoy viva; y mientras siga respirando voy a luchar por mejorar, y poder patearte el trasero a ti, y a ese pendejo de jefe que tienes— él se abalanzó sobre mí y me sujetó ambas manos, podía sentir el calor de sus manos en mis muñecas. No me vi amenazada a pesar de lo que hizo.
—¿Qué te hace pensar que una debilucha como tú puede patearme el trasero? ¿Te viste en un espejo?— arqueó una ceja —. Agradece que no quise jugar el mismo juego que los demás, o no estarías aquí ahora mismo.
—¿Se supone que te agradezca? Fue una decisión que tomaste por tu cuenta.
—Pero mañana será diferente. Veremos si logras salir viva de esta. No tendré compasión de ti. No suelo golpear mujeres, pero si el jefe dice que te tratemos como un hombre, eso haré — se levantó de encima de mí y antes de salir sonrió.
Veo que en este lugar todos son iguales a ese perro. No dejaré que me subestimen por ser mujer. Tengo que pensar claramente en qué haré mañana. Tengo que recuperarme esta noche y dar todo de mi. Necesito descansar.
A la mañana siguiente me despertaron de la misma manera. Hice el mismo procedimiento, me alisté y salí para empezar por la rutina de ejercicios. Tenían una mesa con varias armas, entre cuchillos y palos en madera. Por lo que veo hablaban en serio con lo de matarme hoy. Mi cuerpo se sentía un poco mejor, aunque aún me dolía un poco la barriga, pero no puedo dejar que eso me afecte. Si esta vez será de esta forma, tengo menos probabilidades de salir viva de esta, pero no se las pondré fácil.
—¿Estás lista?— preguntó Shiro con una sonrisa maliciosa.
—¿Esas armas las podré usar, o solamente ellos? Conociendo lo cabrón que eres, no dudo que pretendas que no use alguna.
—Debería considerarlo, pero no. Podrás usar lo que quieras. Se trata de vivir o morir. ¿Qué vas a decidir, salvaje?
—Quiero salir de esto de una vez — respondí decidida, y resignada a lo que venga.
Las probabilidades son muy pocas, pero no dejaré que ese cabrón se salga con la suya. Buscaré la manera de atacar directamente a Shiro en alguna oportunidad que tenga. Si voy a morir aquí, ese cabrón se viene conmigo.
—Escoge el arma que quieras — me dijo.
Había tres hombres alrededor de la mesa, incluyendo a Shu. No me confío de ninguno de ellos, a la que me acerque a la mesa estoy segura que me atacaran.
—Estoy bien por ahora.
—¿No usarás ninguna?— preguntó Shiro.
—No— quise concentrarme en mi alrededor, a que nadie se acercara a atacarme por la espalda.
—Perfecto. Empezaremos de uno en uno, y al final tendrás la dicha de luchar contra mi; así que procura no morir por ahora— me guiño un ojo —. Se vale todo— dijo, antes de alejarse de la zona de combate.
Arranqué una parte de mi camisilla por dentro, para así lograr amarrar mi cabello. Si lo dejo suelto se les hará más fácil agarrarme. Vi que uno de ellos se alejó de la mesa, y caminó hacia el medio con una cuchilla larga y puntiaguda. Aún no he podido coger un arma, pero intentaré mantenerme intacta, al menos hasta que logre acercarme a la mesa.
El hombre se acercó a una distancia módica y me mantuve observándolo. Era un hombre delgado y alto, al menos no es como el gordo de ayer.
—Juguemos, niña — dijo, antes de tirar un navajazo que cortó un pedazo de mi uniforme.
Por suerte, no me cortó a mi, pero sin duda estaba muy filosa. Un corte de eso en mi piel, y me haría mierda. Tiene buena movilidad en su brazo, y es rápido.
Me cuadré e hice como si le fuera a dar un puño, y tiró otro navajazo en el aire, que me hizo retroceder y tratar de atacarlo con una patada en su brazo. No soltó la navaja, la tenía sujetada firmemente. Corrió hacia mí con la navaja directa para apuñalarme, pero brinqué a un lado evitando que lo hiciera.
—¿Vas a seguir huyendo?— preguntó molesto.
La única habilidad que tengo es la de brincar y tirar patadas, es por eso que no puedo desconcentrarme, un movimiento en falso y me va a cortar. Es lo menos que quiero.
—No— respondí.
Caminé hacia él, y tiró otro navajazo. Le tiré una patada que iba dirigida a su cuello, pero él puso su antebrazo para cubrirse. Si no la hubiera puesto, hubiera podido darle. Nada de lo que quería estaba funcionando. Será mejor que me busque acercar a la mesa.
—Ya me tienes cansado, niña— corrió para encima de mí, y retrocedí demasiado, tropezando con mi propio pie. Caí al suelo y él trató de tirarse encima de mí con la navaja, pero di una vuelta en el suelo saliendo de su vista, a lo que él cayó en el suelo también; quise aprovechar para levantarme, pero me agarró la pierna y me haló.
—¿No te cansas? — pregunté molesta, dándole una patada con la otra pierna en la mano.
Me levanté para correr a la mesa, agarré una navaja y corrí para el centro, antes de que él se levantara. Cuando se levantó comenzó a reír escandalosamente.
—Ahora si estamos hablando — corrió para cortarme, y esperé a que estuviera cerca para caer de rodillas y poder cortarlo.
Logré cortar su muslo, y a su vez me hizo una cortada en el brazo. Me ardía, pero ahora no podía pensar en eso. Di una vuelta en el piso para salir de ahí, antes de que se recuperara de la cortada.
Me levanté y quise aprovechar que estaba agarrando su muslo para atacarlo por la espalda, pero se giró rápidamente y se movió. Quise reaccionar rápido y detenerme, pero él me dio una patada en la pierna. Caí de rodillas, mientras que él tiró un navajazo de forma horizontal, que abrió parte de mi hombro. Puse mi mano para aguantar la herida; a pesar de tener un uniforme militar, traspasó un poco a mi brazo.
—Date por vencida, niña —alzó la cuchilla, y sonrió.
—Ni lo creas— sujeté el cuchillo firmemente otra vez, y me levanté.
Me alejé un poco, señalándolo con el cuchillo.
—¿El mismo juego?— rio.
Corrió hacia mí con el cuchillo, y me quedé quieta esperando a que llegara. Quise calcular por dónde venía su brazo y arriesgarme a doblarlo. No contaba con que tiraría el cuchillo de lejos a mi dirección. Sentí el dolor en mi muslo, el cuchilla la enterró en mi muslo derecho. El dolor era inaguantable, me tiré al suelo sujetando mi muslo, mientras que removía de un tirón el cuchillo, y lo puse a mi lado. Dolía más de lo que pueda describir. Me presioné la herida, y dejé en mi mano el otro cuchillo. El hombre se acercó a mí, y me dio una patada en la mano tirando el cuchillo lejos. Necesitaba entretenerlo, o terminará matándome Ya me cansé de este maldito juego. Me sentía furiosa e impotente. Comencé a reír a carcajadas, y me senté.
—¿Es todo lo que harás?— quería llamar su atención, para que se acercara.
Se acercó y me dio una patada en la cara, haciéndome caer acostada. Su patada era nada comparada a la del gordo.
Seguí riendo como una demente en el suelo, y puso su pierna en mi pecho.
—Ven con mami, cabrón—le dije, antes de enterrar la cuchilla que me tiró en su pierna y la removí de un halón.
Cayó sentado en el suelo, sujetándose la pierna. Aún con dolor en la mía, me levanté, y con la otra pierna le di una patada en la cara. Intentó pararse nuevamente, pero puse mi pierna a la altura de su cara para dejarla caer.
—¿Qué se siente, pendejo?— él se tocó la cara, y aproveché para poner mis piernas en sus dos brazos ejerciendo toda la fuerza posible en ellos. Hice exactamente lo mismo que ese cretino me hizo ayer.
Me senté sobre él, mientras cogía el cuchillo, y lo levanté. Miré al cabrón de Shiro, y enterré el cuchillo en el mismo centro del pecho. Quería asegurarme de que de ahí no se levantara. Lo hice una, y otra vez hasta cansarme.
Me levanté de encima del hombre, y corté parte de la tela de su ropa para amarrarla en mi muslo. Me dolía como un demonio, pero aún no puedo rendirme, ni mucho menos tengo tiempo de quejarme.
—¿Quién sigue? — pregunté en voz alta, a lo que Shiro sonrió.
No dieron tiempo a que tomara un respiro, el otro hombre pasó al frente con dos palos en madera. Estoy segura de que este pendejo será una patada en los ovarios. Se ve muy dispuesto a destruirme, pero no puedo tener esos pensamientos ahora.
—No soy ese otro cabrón, niñita. Espero estés preparada para morir ahora.
—Lo siento, pero no te puedo dar el gusto— saqué el cuchillo del pecho del hombre, era lo único que tenía para defenderme.
Se acercó, y tiró varios golpes corridos con los palos, mientras que puse mis manos en la cara para cubrirla. Los golpes los recibí en mi antebrazo. Mis brazos estaban en fuego del dolor, pero no tengo tiempo de pensar en eso.
Agarré el cuchillo firmemente, y tiré un navajazo a su mano. No fue mucho lo que le hice, pero sirvió para evitar que me fuera a dar de vuelta. Intenté rodearlo, buscando alguna oportunidad para atacarlo. Me tiró uno de los palos encima y con el otro corrió hacia mí, y me dio en la cintura.
Tiré un navajazo a su cara, y le corté muy poco en la mejilla. Sangre bajó de su herida, y eso lo hizo molestar mucho.
—¿Cómo te atreves a dañar mi cara, perra?— soltó el palo al suelo, y me dio un puño en la cara que me tiró a un lado.
El golpe lo recibí en mi nariz, estaba saliendo sangre de un solo golpe. Ese maldito cabrón sí que da muy duro.
Me levanté y limpié mi cara con la mano. Me estoy cansando de los malditos golpes en la cara. Tiré la cuchilla a un lado, y me cuadré. A puños es muy poca la probabilidad de ganar, pero no pierdo nada intentando.
Tiró otro puño hacia mi cara, y lo pude esquivar, aunque el otro no lo pude hacer. Le tiré una patada en la barriga, y un puño a la cara a la vez, a lo que él se protegió la cara.
—¿Te gusta dar patadas?— preguntó, antes de darme una patada en la barriga.
Me hizo caer al suelo, y me presioné la barriga del dolor. Esa área recibió demasiados golpes ayer.
Perdí la cuenta de cuántas patadas recibí de su parte; tanto en la espalda, pierna, cara y cabeza. Estaba escupiendo sangre en el suelo. Si permitía que me siguiera golpeando, no podré matar a ese cabrón. Intenté levantarme, pero me dio otra patada aún más fuerte en la espalda. Sentí un dolor que recorrió todo mi cuerpo. El dolor de mi muslo era nada, comparado al de la espalda.
Me quedé en el suelo intentando retomar la fuerza para poder levantarme, cuando vi que el hombre caminó a la mesa, y me arrastré para alcanzar el cuchillo.
—Nuestro juego llegó a su final— fue lo último que dijo, antes de escuchar varios murmullos.
Miré a su dirección, y había sido Shu quien apuñaló al viejo, haciéndolo caer al suelo.
—¡¿Quién te dio la orden de interferir?! — preguntó Shiro, caminando hacia Shu.
—Usted dijo que se valía todo. Jamás dijo que nadie podía interferir— Shiro le dio un puño a Shu, haciéndolo caer al suelo.
—No quieras hacerte el listo, cabrón. No juegues con tu suerte, si quieres seguir respirando. Que no se te olvide quién manda aquí. ¡Llévenselo! — le ordenó a varios hombres, quienes agarraron a Shu y se lo llevaron.
—¿A dónde lo llevas, maldito? — murmuré en el suelo, intentando levantarme.
—A recibir su castigo por interferir en mis planes. Tal parece que le tiraste el ojo a mi hombre de confianza. Mira que defender una perrita como tú, es algo realmente estúpido. ¡Levántate! —¿Así que planea pelear conmigo ahora?
Me levanté lentamente del suelo buscando el aire, limpié mi cara con la mano, y lo miré fijamente.
—¿Qué vas a hacer?— le pregunté.
—Toma— me extendió su mano con un arma.
—¿Y esto a qué viene?
—Te daré una oportunidad de correr por tu vida. Ambas armas tienen cargada solo una bala. Tienes 10 minutos para entrar a ese bosque, y desaparecer de mi vista; luego saldré a cazarte. ¿Te suena divertido?
—¿Estás demente? Tú conoces este bosque mejor que yo.
—¿Prefieres que te golpeé hasta morir? Te estoy dando la única oportunidad de ser libre— sonrió.
Supongo que tengo un poco más de probabilidades si acepto. No podría recibir más golpes. Diez minutos es más que suficiente. Podría tener chance de matarlo, y eso sería perfecto. Esta oportunidad no la tendré dos veces.
—Acepto.
—Procura no fallar, salvaje. Si lo haces, no querrás saber lo que haré contigo.