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Chapter 17 - 17

Rui

Al día siguiente desperté con mucho dolor, me sentía muy débil y cansada. Miré a mi alrededor y vi a Shu recostando su cabeza sobre la cama. Miré mi brazo y estaba lleno de vendas. Me sentía muy mareada para levantarme.

—Señorita... — vi que entró la empleada con una bandeja a la habitación, y Shu se despertó al escucharla —. Le he traído algo caliente para que coma— me dio el plato de comida, y me lo comí rápidamente, como que no me he estado alimentando bien.

Shu se quedó mirándome sin decir una sola palabra, hasta terminar de comer. Estaba muerta de hambre. Creí que iba a morir anoche.

—¿Estás mejor?

—Sí, mejor.

—Casi te mueres, debiste haberte quejado.

—¿Para qué? Aquí a todos les da lo mismo lo que pase conmigo.

—Tienes razón, malagradecida— escuché la voz de Shiro, y entró a la habitación —. ¿Y tú qué mierda haces aquí?— le preguntó a Shu.

—Estaba viendo que todo estuviera en orden, señor. Ya me retiro— Shu salió del cuarto junto a la empleada, dejándome a solas con Shiro.

—¿Qué quieres?— pregunté molesta.

—Ya veo que estás mejor— se sentó en el borde de la cama —. Me has costado mucho dinero.

—¿Por qué dejaste que me ayudaran? ¿No era más fácil deshacerte de mí?

—Como te dije, no puedo dejarte morir tan fácilmente. Sé que lo deseas para evitar seguir en mis manos, pero no te daré ese privilegio.

—Ya veo que estás disfrutando mucho.

—No tienes idea. Te veías tan patética y débil anoche. Recupérate rápido, porque tienes trabajo que hacer.

—¿Vas a ponerme a entrenar así para que me maten?

—Lo estoy pensando seriamente.

—¡Vete a la mierda!— agarró mi cuello, acercándome a él—. Eres un desgraciado.

—¿Debería cogerte otra vez? Tal parece que eso estás buscando con tu estúpida actitud.

—Méteselo a tu madre.

—Ese insulto te va a salir caro— apretó mi cuello, pero no tan fuerte. Podía respirar aún con su mano haciendo fuerza.

—¿Qué vas a hacer?— lo encaré.

Arrancó de un tirón la sábana, y me empujó fuertemente contra la cama.

—Voy enseñarte a respetar — metió sus manos debajo de mi ropa interior, y metió sus dedos bruscamente dentro de mi—. ¿Así te gusta, perrita? Vamos grita. Déjame escucharte disfrutándolo — le di un puño en la cara, y se molestó dándome un bofetón de vuelta—. Te gustan las cosas a la fuerza, mira como te humedeces— le di golpes en los hombros intentando sacarlo de encima, pero entre más lo hacía, más rápido metía sus dedos.

—¡Basta, infeliz!— mi voz se escuchaba ronca, era difícil pronunciar una solo palabra.

—¿Te vas a correr?— le daba en golpes en la cara, y no se detenía.

Dolía, pero a la misma vez sentía una corriente dentro de mi, una sensación despreciable. Me acerqué a su hombro y lo mordí.

—Oh, ¿te gusta morder? A mi también me gusta —me mordió de vuelta en el cuello, pero no con mucha fuerza. Creí que iba a arrancarme la piel cuando lo hiciera, pero no fue así.

—Vamos, deja de hacerte la difícil y admite que te gusta— lamió mi oreja, mientras la mordía y una sensación de hormigueo, junto a un calor incontrolable, sentí dentro de mi—. Esa es la perrita de la que hablo. Mira — sacó sus dedos y estaban muy húmedos—. Luego dices que no te gusta. ¡Que patética! Avanza y recupérate, que tienes trabajo que hacer — salió del cuarto sin decir mas.

¿Todos mis días deben ser así? ¿Qué hice para merecer esto?

Al rato Shu entró a la habitación de nuevo, trajo consigo unos paños y un pequeño balde.

—Esto te ayudará — lo puso sobre la mesa de noche.

—¿Por qué haces esto? ¿Él te mandó?

—No, lo hago por mi cuenta y porque quiero.

—No entiendo por qué de la nada me ayudas.

—No quería tener un cargo de conciencia innecesario.

—No tienes que sentir nada de eso por mi. ¿Qué fue lo que te hizo ese cabrón ese día que interferiste?

—No interferí por ti. No soportaba a ese viejo, y quise aprovechar la oportunidad de sacarlo del medio.

—No me importa la razón por la cual lo hayas hecho, pero no vuelvas a hacerlo mientras esté yo de por medio. Ese pendejo piensa que es por mi que lo haces, así que evita hacerlo.

—¿Y si lo hiciera por ti qué?— me encaró.

—Evita hacerlo, o nos van a matar a los dos.

—¿No querías que te dejara morir hace un momento?

—Prefiero morir desangrada, a que me mate ese tipo.

—No se va a cansar hasta hacerlo, además le estás dando muchas razones, estúpida.

—Tu también se las estás dando. Te van a matar de una si sigues haciendo tonterías como esa, Shu.

—¿Quién te permitió llamarme por mi nombre?

—No necesito autorización para hacerlo. Si eres igual de bipolar que el cabrón ese, será mejor que te vayas. No los soporto a ninguno de los dos.

—Ni yo a ti, tonta.

—¿Qué esperas para irte entonces?— sujetó mi cuello obligándome a mirarlo.

—No me des órdenes, niña estúpida. Será mejor que te vayas de aquí, o que te maten de una vez.

—Les haría muy feliz a los dos, pero lamento decirte que no voy a morir hasta salir de aquí.

—¿Y crees que podrás hacerlo?

—Nada es imposible si te lo propones, Shu. ¿Puedes soltar mi cuello?— se quedó mirándome fijamente, y me soltó.

—No hagas más tonterías o te van a matar, niña tonta. Estás en la mira de Shiro y no te dejará escapar fácilmente.

—Pues ayúdame.

—¿Por qué tendría que ayudarte? Dijiste que no me soportas.

—Todo sea por mi libertad.

—Eres muy honesta, niña— rio—. Y si te ayudo, ¿qué voy a recibir a cambio?

—Lo que quieras. Conoces más esté lugar que yo. Eres empleado de confianza de esa rata, y sé que no debo confiar en ti, pero ya me he dado cuenta de que te cae muy mal Shiro.

—No sé de qué hablas, y cuidado con lo que dices; las paredes aquí tienen oídos — se alejó de mí, y caminó a la puerta—. No te pienso ayudar. ¿Quieres salir de este lugar? Házlo, pero por tu cuenta— sonrió malicioso, antes de irse.

Ya sabía que era imposible convencerlo, de igual forma no necesito de nadie. Me encargaré de hacerlo por mi cuenta, y espero esta vez no fallar.

Pasaron dos semanas desde entonces. Recibía las desagradable visitas de Shiro y Shu. Shiro me ha estado presionando para que me recupere, su actitud no ha cambiado ni un poco. Quiere a toda costa que siga trabajando para él. Sigo sin entender por qué tanta presión para eso. Por suerte, me he sentido mejor de salud.

—Hoy tenemos un trabajo. El jefe te mandó esto — dijo Shu, acercándome una bolsa con un traje y maquillaje.

—¿Y esto a qué viene?

—Tenemos que trabajar en equipo, niña tonta.

—¿Puede decirme de qué se trata?

—Se trata de las carreras.

—¿Qué tipo de carreras?

—¿Eres tonta? De autos por supuesto. Esta noche nos reuniremos con los demás. Si vas a entrar a este mundo, debes conocer todo lo que hacemos.

—¿Carreras clandestinas?

—Shiro maneja una parte del negocio junto a dos socios más. A finales de cada mes se programan unas carreras, solo los mejores pueden participar. Siempre apuestan bastante dinero. De hecho, para eso es lo único que le sirvo a Shiro. Shiro maneja la mejor banda de corredores de Tokio.

—¿Tú eres uno de los que maneja?

—¿Qué creías? No soy un matón como los demás.

—Pensaba que eso era lo que hacías. Pareces más un matón que otra cosa con esa pinta.

—¿Te gustaría que lo fuera?

—No me interesa lo que seas. ¿Qué tengo que hacer?

—Ser la acompañante de Shiro. Siempre lleva varias mujeres con él.

—¿No que yo contaba como un hombre?

—Tendrías que hablarlo con él, son órdenes suyas.

—Ya sé que lo hace para vigilarme.

—Procura no hacer una estupidez o te buscará por cielo, mar y tierra.

—No hace falta que me adviertas.

—Sé una buena chica entonces— salió de la habitación.

Es que no los soporto a ninguno de los dos. Me molesta tener que hacer todo lo que digan, pero al fin podré salir de estas cuatro paredes, así sea para un lugar peligroso y tener que soportar a ese tipo.

El traje era negro, pero demasiado corto. Pensó en todos los detalles, hasta en los tacones. Tener que seguir las reglas de este pendejo, es irritante.

Me fui a bañar y me arreglé lo mejor que pude para salir.

—¿Hiciste todo lo que te pedí? Muy obediente la salvaje. Ahora te puedes hacer pasar por una mujer.

—¿Es eso un halago?

—¿Qué te parece mi nuevo gabán? Lo compré exclusivamente para esta ocasión.

—Te estafaron. Se ve anticuado y horrible, igual a quien lo lleva puesto.

—Estas de buen humor. Ya que estás recuperada completamente, vas a ser tú quien me lo quite luego. Camina, te daré instrucciones por el camino.

Caminé hacia al auto, y me subí con él.

—No quiero recordarte que tendrás que estar junto a mi en todo momento, y no quiero que hagas una tontería, o tu amiguita sufrirá las consecuencias.

—¿Aún sigues con lo mismo? ¿No tienes otro cosa con que amenazarme?

—Intenta algo y verás. Habrán muchas personas importantes cerca de mi, procura no decir una sola palabra, ni mucho menos hacer enojar a ninguno con tus actitudes. ¿He sido claro?

—No me importa quienes estén, no necesito hablar con nadie.

—¿Te gustan las carreras? ¿Has estado en alguna?

—No, no me gustan. Es una pérdida de tiempo; además ocurren muchos accidentes en ellas, pero todo sea por salir de las cuatro paredes en las que me tienes.

—Tendrán que gustarte, porque de ahora en adelante vas a ser parte de ellas. Verás que uno de mis corredores necesitará una acompañante. ¿Entiendes a lo que me refiero?

—Yo no me subiré a ningún auto, si a eso te refieres.

—¿Tanto miedo le tienes? Para eso te traje, así que vas a tener que ponerte para tu número y hacer todo lo que te digo sin protesta. Solo tendrás que acompañarlo, no vas a manejar tu.

—¿Por qué tendría que hacer algo como eso?

—Porque es una puta orden, y quien manda soy yo. Te traje con ese propósito. Yo me encargaré de cerrar unos negocios, mientras que tú te vas asegurar de tratar bien al corredor dándole una ayudita y motivación. ¿Entiendes a lo que me refiero?

—¡Eres un cerdo!

—No es tan difícil, ¿Cierto?— posó su mano en mi muslo y la saqué con asco.