Mi pierna dolía demasiado, pero no tenía tiempo de detenerme. Al menos debían estar despistados matándose entre ellos, que en buscar a alguien como yo. Es la oportunidad que tanto estaba esperando. Si me dejo atrapar de ese cabrón me va a matar, tengo que seguir corriendo.
Me adentré bastante en el bosque, necesitaba buscar la manera de salir y llegar a la carretera. Luego de correr por un largo tiempo, tuve que detenerme. No podía más con el dolor en la pierna. Me senté detrás de un árbol en dirección contraria a la que vine, y subí parte del pantalón hasta la rodilla para mirar lo que me había pasado. No se ve fracturada, pero dolía como un demonio. Tener que mover tanto mi brazo también dolía. Estaba muy ajustado el torniquete que hice. No sé cuán grave o profunda sea la herida. Siempre tengo que tener una maldita herida en mi cuerpo y estoy cansada de esto.
Me quedé por unos minutos en el árbol, intentando descansar un poco para seguir corriendo. Ya los disparos no se escuchaban, debo estar bastante lejos o ya terminaron. Ojalá esté muerto ese cabrón, sería la mejor solución para mis problemas.
Al cabo del rato, seguí corriendo sin um rumbo fijo y encontré la carretera. Por aquí es imposible que nadie pase, ni siquiera sé dónde estoy. Estaba anocheciendo, y mucho menos va a pasar alguien por aquí. Estoy muerta de sed y de hambre. ¿Ahora toda mi vida tendrá que ser huyendo?
Me quedé dentro del bosque, no muy lejos de la carretera por si escuchaba o veía algún auto. No puedo ir más lejos sin descansar un poco, mi pierna seguía doliendo. No puedo morir aquí, necesito fuerzas. Escuché el sonido de un auto, y me asomé lentamente, cuando vi que se bajaron varios hombres armados, y venían a mi dirección. ¿Cómo mierdas me encontraron tan rápido?
Corrí dentro del bosque casi sin fuerza, tenía la pierna mucho más lastimada por todo lo que había corrido. Adentrarme al bosque era muy arriesgado, ya que estaba oscuro y corría el riesgo de perderme, pero peor es que me maten.
Mientras corría escuché las voces de esos hombres, y un silbido. No quería detenerme, solo seguí corriendo hasta que tropecé con algo y caí al suelo.
—¿A dónde carajos ibas, perra?— escuché la voz de Shiro, y vi cuando salió detrás de un árbol —. Me tienes cansado con esta mierda de estar huyendo. ¡Eres un maldito problema! — me dio una patada en la pierna, y me revolqué del dolor en el suelo.
—¡Maldita seas, te odio! ¡Te voy a matar!— quise apuntarle con el arma, pero le dio una patada a mi mano y logró desarmarme por completo.
—Voy a mostrarte quién manda aquí, salvaje— me agarró por el pelo, y me arrastró.
—¡Suéltame, maldito imbécil!— estaba forcejeando para que dejara ir mi pelo. No era mucho lo que podía hacer, mi brazo dolía demasiado.
Me soltó, y al hacerlo, me di en la cabeza.
—Si vas a matarme, ¡házlo de una puta vez! No voy a ir de vuelta a ese infierno de casa. ¡No te soporto!— quería obligarlo a matarme, pero él solo sonrió.
—No voy a matarte todavía, y menos si me lo pides. Aún tienes trabajo que hacer para mí. Quiero que sepas que esta pendejada que hiciste te va a salir caro. El regalo que le mandaré a tu amiga a la cárcel, será muy entretenido.
—¡No te atrevas, infeliz!
—Vas a respetarme quieras o no— llegaron los hombres de él, y me llevaron arrastrada al auto.
—¡Te odio, maldito desgraciado! — le grité, pero él solo me miró con esa maldita sonrisa maliciosa que tanto odio.
Llegamos a la maldita casa. Shiro me sacó del auto, y me tiró al suelo.
—Bienvenido, señor— dijo una de las empleadas.
—Llévenla al baño para que se bañe, y luego la llevas a mi habitación desnuda.
—Sí, señor.
—¡Maldito asqueroso!— gruñí molesta.
—Venga, señorita— la empleada me intentó ayudar a levantarme.
—Yo puedo sola— me levanté como pude, y caminé junto a ella al baño.
—Me quedaré aquí, espero entienda que tengo que vigilarla.
—Haz lo que quieras— me metí al baño, y me bañé.
Mi cuerpo dolía mucho, la bañera estaba llena de la sangre que salían de mis heridas. Las limpié como pude. La herida de bala de mi brazo se veía bastante mal. Creo que tengo aún medicinas en mi habitación para el dolor. Mi pierna dolía, estaba llena de moretones. Tengo la marca de la quemadura de bala que recibí en la barriga; aún con el chaleco puesto, eso arde y se marca igual. La idea de tener que ir al cuarto con ese cabrón no la soporto, ya sé lo que piensa hacer. Si pudiera largarme de esta maldita casa, sería la mujer mas feliz del universo.
Salí del baño y me sequé, en especial la herida del brazo, porque estaba sangrando mucho todavía.
—Tenga, señorita— me dio una toalla blanca pequeña, para que la pusiera en la herida.
—Gracias — salí del baño, y me llevó a la habitación del pendejo ese.
—Tardaste mucho — se había terminado de bañar también.
Estaba en toalla tapando su parte baja. Lo menos que quiero es verlo desnudo, me da asco.
—¿Qué esperas para acostarte? — caminé a la cama, y me acosté como dijo.
¿Ni siquiera va a perdonar que esté herida de esta forma?
—¿Tienes miedo?— preguntó en un tono de burla.
—Haz lo que vayas hacer, y déjame ir — miré a otro lado de la habitación.
Quería ignorar su existencia, hasta que sentí cuando se metió a la cama, y puso su rodilla en mi entrepierna.
—Mírame— no le hice caso, e ignoré lo que dijo —. Entonces, ¿no vas a mirarme?— haló la toalla de mi brazo de un tirón, y me lastimó la herida.
—¡Hijo de puta!— intenté aguantar el dolor para no gritar y demostrarle que logró lo que quería.
—¿Duele?
—¿Quieres que te agarre los huevos y los apriete a ver si dolerá?— lo miré mal, y sonrió.
—Estás ensuciando mi cama, perrita salvaje. Luego tendrás que quitar tu asquerosa sangre de ella.
—Nadie te mandó a quitarme la toalla.
Haló mi brazo, poniéndolo por arriba de mi cabeza. Sentí un dolor horrible, creí que se me iba a salir el alma por la herida. La sangre no paraba de salir de mi brazo.
—Aún no has entendido que nadie me habla de esa forma.
—Hablo como quiera, y si no te gusta, ya sabes qué hacer — puso su otra mano en mi cuello sin ejercer fuerza.
—¿Qué debo hacer? ¿Matarte? Sería de mucha ayuda no tener que escucharte, pero todavía tengo cosas que hacer contigo— sacó su mano de mi cuello, y quitó su toalla. Podía sentir su asqueroso pene en mi vagina —. Tienes mucho para darme todavía, aunque seas tan inservible peleando e incluso huyendo— metió su pene profundamente en mí, haciéndome escapar un gemido involuntario.
—Que manera tan asquerosa y despreciable de hacer las cosas. Los cerdos como tú solamente pueden hacer esto para tener mujeres en su cama, porque de otra forma, nadie se metería contigo.
Soltó mi brazo y acercó su boca a mi herida, pasando su lengua alrededor. Eso ardía, pero no había forma de que admitiera que estaba logrando lo que quería.
—¡Maldito cerdo!— solté furiosa.
Su mano apretó la herida, y casi gritó del dolor. Si sigue haciendo esto, seguiré sangrando.
—Eres la única perrita que tiene el honor de meterse a esta cama conmigo. No deberías quejarte tanto — lo metía cada vez más fuerte y profundo. Me dolía mucho cada vez que lo hacía, pero sentía algo de alivio al sacarlo. Tal parece que no se cansa de hacer esto.
Alzó mi pierna, y la movió a un lado para acomodarse entre ellas. Podía sentir cada movimiento repetitivo que hacía. Mi cuerpo estaba temblando mucho.
—¡Me das asco!— le grité.
Me besó metiendo su lengua en mi boca. Con mi otra mano intenté empujarlo, lo hacía con tanta brusquedad, que no había forma de evitar su asqueroso beso. Jamás había besado un hombre, y si esto es lo que se siente, es de lo peor.
Agarró mi mano y la sacó del medio, mientras bajaba su boca a mi cuello. Provocó un gemido involuntario, y cerré los ojos al sentirme tan humillada y avergonzada, por no haber controlado algo como eso. Pensará que lo estoy disfrutando, y no es así. Dejó de hacerlo y me miró fijamente.
—Oh, ¿te estás sintiendo mejor? De la nada te sentí más húmeda y ajustada— sonrió.
—¡Estas enfermo! Jamás podría sentirme bien contigo. Termina de una maldita vez, y déjame en paz.
—¿Me estás dando permiso a venirme dentro de ti? — arqueó una ceja.
—Ni se te ocurra.
—No me des órdenes. Te callas y lo recibes. Sé agradecida, es a la primera perra que le doy semejante recompensa— intenté forcejear para evitarlo, pero dejó caer todo su peso sobre mi, y presionó mis brazos más fuerte contra la cama.
—¡Te voy a matar, desgraciado!
—Estoy esperando para ver eso — sentí su calor dentro de mí, y eso provocó un escalofrío por todo mi cuerpo. ¡Esto era desesperante y repugante!—. Y ahora, ¿cómo vas a matarme?— se quedó dentro de mi, mientras hacia la pregunta.
Forcejeaba con mis piernas, pero no podía golpearlo como quería.
—Quien diría que una perra salvaje y fea, podría hacerme venir de esta forma. Me sorprende hasta dónde he llegado— rio.
—Si soy tan fea, ¿Por qué simplemente no dejas de cogerme y te coges a tu puta madre?
—Disfruto viendo tu cara intentando fingir que no te gusta, cuando tú interior dice lo contrario — me besó en la boca, y lo mordí.
—¡Jamás podría gustarme lo que haces! ¡Eres un violador, asqueroso y repugante! — esbozó una sonrisa maliciosa, y se levantó de encima de mí.
Me levanté de la cama, y cogí la toalla del suelo para ponerla alrededor de mi herida. Necesitaba detener el sangrado, ya que me estaba sintiendo muy mareada. No sé si la bala aún esté ahí dentro, pero me dolían mucho.
—¿No podrás llamar al médico?
—Las cosas no se piden así, salvaje. Busca la forma de que no se infecte, porque no llamaré al doctor. Imagina que aún estás en el bosque huyendo. Ahí no hay médico que te ayude, ¿Cierto?
—¿Esté es tu desquite, infeliz?
—Y aún falta la sorpresa para tu amiga.
—No se te ocurra, maldito.
—Pórtate bonito, y sal de aquí — me ordenó salir del cuarto, y fue lo mejor.
Tengo que bañarme otra vez. No quiero tener su asqueroso olor encima, ni mucho menos su semen dentro de mi. Sentía mucho asco de mi cuerpo. Al llegar a mi habitación busqué las medicinas, pero no las encontré por ninguna parte, tal parece que alguien se encargó de llevárselas. Supongo que me toca seguir soportando esto.
Me acosté en la cama del lado contrario al brazo, intentando aguantar el dolor que estaba sintiendo. Así no voy a poder dormir. Me sentía muy mareada, y estaba perdiendo mucha sangre; a pesar de tener la toalla puesta. Intenté guardar la calma, y aguantar todo lo que podía hasta lograr quedarme dormida.
—Oye— escuché la voz de Shu, pero sentía los ojos muy pesados como para abrirlos, y estaba muy débil para hablar. Su cálida mano se posó en mi frente. Estas ardiendo en fiebre, mujer — escuché sus pasos alejándose, luego se eso, no recuerdo nada más.
Shiro
Estaba tomando una pequeña siesta, cuando tocaron la puerta de mi habitación.
—¿Quién demonios está interrumpiendo mi sueño? — abrí la puerta y vi a la empleada.
—Discúlpeme por interrumpirlo a esta hora, pero es urgente, señor.
—Habla.
—Se trata de la señorita. Manda a decir Shu que está ardiendo en fiebre y ha perdido mucha sangre.
—¿Y qué quieres que haga?
—¿La va a dejar morir, señor?
Esa mujer es tan jodidamente débil, no sé para qué demonios la sigo manteniendo aquí.
—Llama al médico.
—De inmediato, señor.