—Nuestra meta es bajar al primer piso, y reunirnos con los demás hombres. Tuvieron que haber tomado la iniciativa al escuchar los disparos, además tienen prohibido entrar, así que de aquí hay que salir como podamos.
—Solo a ti se te ocurre provocarlo estando en su cueva.
—¿Qué vas a entender tu, estúpida? Vamos a correr todos a la puerta.
Se escucharon varios disparos, pero no quise detenerme para disparar, sería una completa estupidez; aunque Shiro les disparó aún corriendo. Nos encontramos con los dos hombres que estaban en la puerta, y le dispararon a uno de los nuestros. Disparé a los dos sin pensarlo dos veces, esta arma era demasiado potente, y la presión que ejercía era mucha.
—Gracias— me dijo el otro hombre que quedaba.
Cogió el arma de uno de los hombres que le disparé, y corrimos por el pasillo del edificio.
—Ese pendejo no está más ahí. Debe estar en alguna parte. Manténgase alerta— diciendo esto Shiro, escuché dos disparos a nuestras espaldas.
Sentí un dolor horrible en mi espalda, un ardor junto a un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo. Caí de rodillas intentando respirar, ya que sentía que me faltaba el aire. Vi que el otro hombre cayó al suelo, y salió sangre de su boca.
—¡Oye, despierta! — acerqué mi mano a su rostro esperando respuesta. ¿Acaso no tenía chaleco?
—¿Ibas a alguna parte, Shiro?— escuché la voz de Juro a nuestra espalda, y Shiro se quedó mirando a esa dirección.
—Iba a pasear un poco, hace mucha calor por aquí. ¿No lo crees? —Shiro me miró, y me guiñó un ojo. Sabía que algo estaba tratando de decirme, pero no comprendía qué era.
—Tengo algo que decirle, viejo— dije en voz alta, levantándome lentamente del suelo. El dolor en mi espalda era insoportable.
—Oh, ¿no estás muerta todavía?— dijo riendo, mientras me apuntaba con el arma.
—Creo que mi abuela tiene mejor puntería que tú, cabrón— diciendo esto, Shiro me agarró el brazo de la nada, y me empujó por las escaleras.
Ambos caímos, y me quejé. Él se levantó como si nada hubiera ocurrido.
—¿Planeabas matarme, infeliz?— otro golpe más para mí espalda.
—¡Cállate, y corre, perra! — me agarró el brazo, haciéndome levantar del suelo de un halón, y salimos corriendo por la puerta principal.
Efectivamente ya se habían encargado de los hombres que estaban en la entrada.
—Si esa era tu forma de bajar tan rápido, al menos debiste avisarme, idiota— protesté.
—Te acabo de salvar de que te hicieran mierda, ¿y solo sabes quejarte? ¡Eres una estúpida insoportable! — gruñó molesto—. El viejo aún está adentro y armado. Entren, y búsquenlo, lo quiero vivo — ordenó Shiro.
No tardaron mucho en entrar, y salir con el viejo. Lo trajeron por las piernas arrastrado.
—Vamos a otro lugar para hablar mejor. ¡Llévenlo al auto! — ordenó Shiro.
Por el camino quería quitarme el chaleco para ver lo que había pasado en mi espalda, pero Shiro lo impidió.
—No te lo quites, aún no hemos terminado.
—Lo que digas — respondí indiferente.
—Vas a encargarte del viejo, ese va a ser tu entrenamiento hoy, salvaje.
—¿A qué te refieres con encargarme?
—Cuando lleguemos sabrás.
Llegamos a un edificio abandonado de 3 pisos. Subimos al segundo con Juro; lo sentaron en una silla y lo amarraron.
—Esas serán tus herramientas, pequeña salvaje. Escoge la que más te guste.
Había una mesa con varias cuchillas de diferentes tamaños, un bate, una manopla y unos guantes. Es muy claro lo que pretende que haga. No quería que se adelantara a darme órdenes, así que me puse los guantes y cogí la manopla y la puse entre mis dedos, esperando que me dijera cuándo comenzar.
—Hablemos, Juro. Comencemos de nuevo nuestra conversación, pero ahora más cómodos. ¿Te parece?
—Ya te lo dije, no voy a decirte nada — respondió calmado.
Shiro retrocedió, asumí que fue para abrirme paso, así que me acerqué a Juro. Le di un puño en la cara con todas mis fuerzas, fue tanto, que de tan solo un golpe, ya se podía apreciar su labio partido y la sangre bajando de su boca.
—¿Me dirás lo que necesito saber, Juro? — volvió a preguntar.
—¡No!— al instante que respondió, le di otro golpe en la cara, y escupió sangre en el suelo.
Estaba intentando no darle mucha importancia a lo que estaba haciendo, a pesar de estar consciente de que estaba mal hacerlo.
—Haré la pregunta otra vez. ¿Me dirás lo que necesito saber? — Juro intentó escupir a Shiro, así que tuve que golpearlo otra vez —. Ya veo — me miró, y lo que pude interpretar fue que buscara otra cosa, así que busqué el bate.
—No te diré nada, más que nadie lo sabes.
—Entiendo, supongo que por más que pregunte no lo harás— se alejó un poco de la silla.
Nunca he golpeado a nadie con un bate, pero no me quedaba de otra. Si Juro hablara me ahorraría tener que pasar por esto. Alcé el bate y le pegué fuertemente en el brazo. Se quejó del dolor; aunque no creo que haya sido suficiente como para hablar. Le pegué por segunda vez, esta vez en el hombro, pero tampoco quiso hablar, solo se quejaba del dolor. Creo que estoy más ansiosa de que hable el viejo, que el mismo imbécil de Shiro.
—¿Aún nada?— preguntó Shiro.
—No— respondió entre dientes.
Si no piensa hablar por las buenas, entonces tendré que hacer algo más. Puse la punta del bate en su entrepierna, y lo miré fijamente con una sonrisa; quizás al verme de esa forma diga algo, pero él solo me miró. Alcé el bate para darle en los genitales, y salió gritando bastante fuerte, aunque no fue lo suficientemente para dejarlo sin huevos, ni para que hablara tampoco. Se retorcía en la silla del dolor, sin poder tocarse el área, ya que sus manos estaban bien atadas a la silla.
—¿Ninguna palabra todavía?— volvió a preguntar, y Juro negó con la cabeza.
Shiro salió del pequeño cuarto, y buscó a otro de sus hombres.
—Aguanta su boca así— le dijo al hombre, y luego me miró a mi—. Dame la manopla— se la di, y la colocó entre sus dedos—. Ya que no vas hablar, pasaré a la siguiente fase, espero no te moleste— lo golpeó con fuerza en la boca, que de un solo golpe le tumbó un diente, o diría más bien que varios; toda la sangre que bajaba de su boca recorría todo su cuello. Solo se podían escuchar los gritos de Juro en todo el lugar —. Vamos con el otro lado. Presiona aquí— pidió, antes de dar otro golpe en su boca.
Los gritos se ahogaban en lo más profundo de su garganta, debido a la sangre que debía estar tragando. La desesperación que tenía Juro era mucha, que al parecer no le quedó de otra que rendirse.
—¡Ya!— gritó en lágrimas—. Te diré todo— escupía sangre de la boca para poder hablar—. Hay una caja fuerte que tiene toda la información que necesitas, pero debes ir a Miramar primero. La combinación está detrás del cuadro de la reina.
—¿Me ves cara de pendejo?
—No estoy mintiendo, te lo juro. Puedes ir por ti mismo y comprobarlo.
Se escucharon varios disparos, y Shiro se alarmó. Me asomé junto a él por la ventana, y tal parecía que había llegado gente no invitada.
—Gracias por la información— Shiro sacó el arma, y le disparó en la cabeza a Juro —. Tenemos que irnos ya, tenemos visita. Vamos a salir por la puerta trasera del edificio. Ambos vendrán conmigo.
Cogí de la mesa el arma, y seguí a Shiro, quien nos iba a mostrar el camino de salida. Salimos al pasillo, y llegamos a las escaleras.
—No podemos bajar por ahí.
—Señor, yo me adelanto para abrirles paso— el hombre bajó las escaleras hasta el primer piso con cuidado, y le hizo seña a Shiro.
—Camina— me hizo ir delante de él, pero no puse resistencia.
No me agrada la idea, pero no tengo tiempo para perder con este idiota. Bajé al frente hasta llegar al hombre que había bajado.
—En esa habitación hay alguien—dijo Shiro, apuntando hacia uno de los cuartos del edificio. ¿Cómo puede saber eso?
Según dijo eso, se escucharon unos disparos que provenían precisamente de ese cuarto. Los dos comenzaron a disparar, y Shiro se movió a uno de los cuartos en el primer piso. Corrí detrás de él, pues no veía quién podría estar disparando.
—La puerta de la salida está a nuestra izquierda. Lo mas probable haya gente esperándonos ahí fuera, y no precisamente de los nuestros— dijo en voz baja—. Y tu despierta, perra salvaje. No estás sirviendo de nada.
—¿No fue suficiente con lo de allá arriba?
—Solo estás demostrando que no sirves para nada.
—¿Para qué mierda me trajiste entonces?
—Para que dejes de ser tan pendeja y aprendas a hacer tu trabajo.
—Al que buscan matar es a ti. ¿Por qué no te entregas, cobarde? Así se arregla el problema.
—Esto lo vamos arreglar luego.
—Oye... — no terminó de hablar el empleado, cuando los dos respondimos de mala gana.
—¡¿Qué?!— ambos preguntamos a la par, y lo miramos.
Se asomó a la puerta un hombre, y Shiro le disparó.
—Vámonos de aquí de una puta vez — caminó a la puerta y se asomó.
Sacó el teléfono e hizo una llamada, pero lucía molesto al hacerlo; tal parece que no pudo contactar a nadie.
—Vamos a tener que enfrentarlos, espero esta vez sirvas de algo.
—Lo que digas — dije indiferente.
Caminé a la puerta, y Shiro me miró.
—Vas a salir corriendo y llamar su atención a esa otra dirección, mientras que nosotros iremos a la salida.
—Que plan tan interesante. ¿Vas a usarme de carnada? Digno de ti.
—Para eso me sirves, pendeja. Cállate, y haz lo que te digo.
No conozco este edificio, pero si dijo que la salida está a nuestra mano izquierda, es que debo ir al otro lado, a donde precisamente están ellos. Lo mejor será subir las escaleras, allá arriba es más seguro que correr hacia ellos. No lo pensé dos veces para correr a las escaleras.
—¿Qué mierda está haciendo esta perra?— gritó Shiro.