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Chapter 15 - 15

Corrí por las escaleras lo más que pude, hasta llegar al segundo piso. No vi a nadie por todo esto, pero se escuchaban disparos afuera, así que pienso que deben estar corriendo a la salida. Ojalá lo maten. Tengo que buscar una forma de salir aquí, ahora que él no puede vigilarme y está corriendo por su vida, puedo escapar por mi cuenta.

Caminé al cuarto donde mataron a Juro, y cogí dos cuchillos para guardarlos en mi pantalón. Esto me puede servir para defenderme, y tengo el arma que me puede ayudar mucho más.

Me asomé por la ventana, y vi que había mucho movimiento de personas abajo. Ninguno parecía de los nuestros. Caminé por todo el segundo piso, buscando alguna forma de salir. Entré a unos de los cuartos y abrí la ventana. La altura era mucha, si me arriesgo a tirarme terminaré peor. Tengo que buscar algo que me ayude para bajar por aquí. Miré a mi alrededor en el cuarto, pero nada podía ayudarme, y no vi nada tampoco en los demás cuartos. Quizá puedo usar las sogas que usaron para amarrar a Juro.

Cuando abrí la puerta del cuarto donde estaba, me apuntaron tres hombres. Mierda, ¿Cómo pude pensar que no vendrían aquí? Los tres hombres estaban vestidos con camisillas blancas, se podía ver que todos estaban cubiertos de los mismos tatuajes, tanto en la espalda, como pecho. ¿Acaso son miembros de la Yakuza? Esto es peor de lo que pensaba. Solo al pendejo de Shiro se le ocurre meterse con este tipo de gente.

—Voy a bajar el arma, no soy yo a quien buscan — fui bajando el arma lentamente, hasta ponerla en el suelo.

No creo poder salir viva de aquí, ahora que estoy desarmada contra tres hombres y apuntándome de esa forma. Es imposible que pueda intentar algo o salir ilesa. Que fastidio.

Uno de ellos se acercó, y me apuntó el arma en la cabeza, mientras que otro de ellos me agarró el brazo.

—¿Dónde está tu jefe?— preguntó seriamente, el hombre que estaba aún en la puerta.

—No lo sé.

—¿Vas a ocultarlo?

—Realmente no sé, nos separamos en el camino.

—Entonces no me sirves — ¿Acaso está dando la orden para que me maten?

—Oye, puedo pedirle algo— tenía que buscar una forma de salir de ahí, no quiero morir todavía. No sé si funcione, pero nada pierdo intentando —. ¿Cómo puedo unirme a ustedes?— el hombre arqueó una ceja, mirándome seriamente de arriba abajo.

—Mátenla— en el instante que dio esa orden, vi que le volaron la cabeza.

Los dos hombres me empujaron al suelo, y se fueron a asomar a la puerta. Me arrastré lentamente al arma, y le disparé a uno de ellos; al girarse el otro, me disparó en el brazo izquierdo. Dolía mucho, era una especie de calor y ardor a la vez.

Cogí el arma para volver apuntarle, pero el hombre la pateó. Me apuntó de nuevo, y no tuve de otra que tratar de engañarlo. Señalé a la puerta e hice creer como si alguien estuviera ahí, a lo que miró y me levanté rápidamente dándole una patada en la pierna. Intenté quitarle el arma, pero no pude. Estaba cerca de la ventana, y busqué la forma de llevarlo más cerca para empujarlo. Mi brazo dolía demasiado y cada movimiento hacía que empeorara. Estaba forcejeando con su mano intentando quitarle el arma, cuando sentí que el arma se disparó, y sentí un fuerte dolor en mi barriga. Por suerte llevaba el chaleco, pero el dolor era inaguantable.

Caí en el suelo por el dolor, y volvió a apuntarme. Es un maldito fastidio tener que morir aquí. Escuché un disparo, y vi que el hombre cayó al suelo. Una voz fastidiosa y odiosa escuché en la habitación.

—¿Te estabas divirtiendo, salvaje?

—Ya te hacía huyendo como lo cobarde que eres — presioné mi brazo fuertemente ya que me estaba doliendo demasiado. Tenía el uniforme lleno de sangre.

Me levanté para ir a donde uno de los hombres y coger parte de la camisa, para así amarrarla en mi brazo.

—No podía dejar que la pequeña salvaje se saliera con la suya de escaparse. ¿Me ves cara de pendejo?

—Si te la veo, pero ese no es el punto. ¿Cómo podría escapar? —  respondí, y señaló a la ventana.

—¿No era para eso que abriste la ventana, perrita?

—No sé de qué hablas— fingí no saber nada.

—Ya localicé la salida, y vienen a buscarnos. Solo tenemos que sobrevivir hasta que lleguen. Este lugar es perfecto para quedarnos.

—¿Dónde está el otro hombre?

—Muerto— la forma tan despreocupada que habla sobre la muerte de un empleado me molesta, pero no lo quise demostrar.

Cogí el arma, y caminé a una parte del cuarto para sentarme pegada a la pared. El dolor en la barriga no era nada, comparado al de mi brazo. Solo necesitaba calmarme un poco. Shiro se sentó al lado mío para fastidiarme.

—¿Qué se siente que te disparen?

—Igual de horrible que ver tu cara en este momento.

—Lastima por ti, pero tendrás que hacerlo. No se te olvide que cuando lleguemos, tenemos que saldar unas cuentas pendientes.

—Si vas a matarme, házlo desde ahora — no terminé de decirlo, cuando acercó su mano a mi cuello.

—No precisamente, tengo otras cosas mejores que hacer.

—Quita tus sucias manos de encima de mí— bajó su mano a mi brazo, y lastimó mi herida—. ¡Maldito cabrón!— gruñí molesta, y presioné mi brazo.

—No me hagas enojar. Tu actitud me está colmando la poca paciencia que tengo.

—No me importa si te molesta, idiota.

—¿Quieres que te deje aquí?— agarró mi cuello de la nada.

—Haz lo que quieras— respondí indiferente.

—Si no hubiera sido por mi, estarías muerta hace rato.

—No te pedí que me ayudaras— agarró más fuerte mi cuello, y era poco lo que podía respirar.

—Parece que la perrita tiene ganas de seguir hablando en ese tono — con mi otra mano agarré su muñeca, no era mucha la fuerza que podía hacer, pero lo intenté.

—Suéltame, idiota— le dije casi sin voz.

—Entonces serás una niña obediente y dejarás esos malditos comentarios— soltó mi cuello, y comencé a toser—. Cuando lleguemos a la casa, me voy a encargar de callar esa boquita.

¡Maldito hijo de puta! ¡Como quisiera matarlo en este momento!

Se escucharon varios disparos, supuse que habían llegado los hombres que este idiota esperaba.

—Muévete, tenemos que bajar— ordenó.

Me levanté y cogí mi arma del suelo. Si llego a la casa con este imbécil, estoy segura que tratará de hacerme daño.

Caminamos a las escaleras, los disparos cada vez se escuchaban más cerca. Subieron por las escaleras dos hombres que no eran de los nuestros, y Shiro les disparó.

—¿No vas a hacer una mierda, pendeja?

—¿Y yo cómo voy a saber si son enemigos o amigos? No tuve tiempo de preguntarles.

—¡Eres una inútil!

Si lo mataran sería un alivio. Si bajo con este idiota, lo más probable me hagan polvo; en cambio si aprovecho que este despistado puedo tratar de huir. Si me ven junto a él, van a matarme también. Si logro llegar con él y su gente, me será difícil huir.

Bajamos lentamente las escaleras y miramos alrededor. Estaban peleando abajo. Lo único que se escuchaba era el eco de los disparos. Shiro se acercó a la pared para cubrirse, mientras se asomaba; aproveché ese momento para escapar. Corrí al segundo piso nuevamente, estaba dispuesta a lanzarme por la ventana, era la única forma de bajar más rápido y poder escapar para otra parte; si es que quedo viva luego de la caída.

Me asomé por la ventana y me subí para tratar de tirarme, pero escuché un disparo que me hizo mirar detrás de mi.

—¿Creíste que te iba a dejar ir así, perrita? Bájate, o disparo— prefiero morir, antes que irme con él.

—Dispara, cabrón— me tiré de la ventana, no tenía tiempo para pensarlo.

Caí de costado, pero lo más que me lastimé fue la pierna, al menos estaba viva; razón suficiente para seguir luchando por mi libertad. Vi a Shiro por la ventana apuntándome, así que me levanté rápido y corrí como pude hacia el bosque que había. Escuché los disparos de Shiro detrás de mí, y aún así no me detuve.

—¡Maldita seas, puta! ¡Te voy a matar! —gritó molesto.