El viejo gordo fue el primero que dio un paso al frente. No pensé que el entrenamiento sería así de injusto. Ese maldito no dudó en abalanzarse sobre mí, y me vi en la obligación de darle una patada para empujarlo. No quería dar ningún puño a menos de tener seguro que le pegaría. Solo estaba retrocediendo, mientras que él solo quería acercarse más a mi a base de puños.
—Si sigues huyendo no podré matarte. ¿Tanto miedo me tienes? — soltó con arrogancia.
—Si tanto insistes — frené de golpe y corrí hacia él con la intención de darle un puño, pero no contaba con que él tal Shu lo aguantaría.
—Muy débil— dijo antes de empujarme contra el suelo.
—¡No te metas! —le grité molesta.
—¿Eres pendeja? Se supone que ataquemos los tres juntos, y tú ni siquiera le has dado un solo golpe a este idiota. Lo único que haces es huir como toda una cobarde. Es muy aburrido pelear contra una chica tan débil. Solicito permiso para retirarme— le dijo a Shiro.
—Sal de ahí — le ordenó Shiro.
Me despisté por lo que estaba sucediendo, y el gordo me dio un rodillazo en la barriga. Caí al suelo presionando mi barriga por el fuerte golpe. Ese hijo de puta tiene mucha fuerza. Casi vomito del malestar y la presión que sentí en la misma boca del estómago.
No podía permanecer mucho rato en el suelo o ellos se iban a aprovechar de eso, así que me levanté como pude.
El otro hombre me agarró los brazos aprovechando mi debilidad para que el gordo tuviera la oportunidad de golpearme. Entre la desesperación de sentirme adolorida y querer evitar lo que estaba sucediendo, le tiré una patada a su pierna, pero como era de esperarse, eso no le hizo nada. Al contrario, lo llevó a molestarse y me dio otro rodillazo en la barriga. Creí que moriría por ese dolor tan horripilante que sentí. No pude aguantar el malestar y terminé vomitando en el suelo, pero mientras lo hacía, el gordo me cogió por el pelo y me levantó. Le tiré varios golpes, pero estaba muy lejos de alcanzarlo. No tuve más remedio que darle una patada a donde si lo alcanzaba, que era en sus genitales, pero no surgió ninguna reacción favorable. Se molestó mucho más y me agarró el cuello para tirarme contra el suelo. Por desgracia, el golpe lo recibí en la espalda. Me arrastré buscando fuerza para levantarme, pero el otro hombre me pisó la mano. Si no me defiendo me matarán.
Traté con la otra mano sacar su pierna de encima de mi mano y lo logré; aunque no por mucho. Sentí que me dieron una patada en el costado derecho, tan fuerte, que pensé que me había fracturado algo. El gordo puso su pierna en mi cabeza, haciendo presión contra el suelo; luego alzó la pierna con intenciones de hacerla caer en mi cabeza, pero antes de que eso sucediera, se escuchó un disparo. Vi cuando el gordo se desplomó al suelo, y el otro hombre se detuvo de darme golpes en el costado.
Busqué levantarme, aprovechando que no me estaban golpeando y que el otro hombre estaba despistado. No se había dado cuenta de que me levanté y cogí una piedra que había en el suelo para pegarle en la cabeza, lo hice con las últimas fuerzas que me quedaban. El hombre se cayó al suelo tras el golpe. No sé si estaba muerto, pero eso era algo que ya no me importaba.
Puse mi mano en la barriga y costado presionando fuertemente para aliviar un poco el dolor. Miré hacia Shiro, y estaba con el arma en la mano. ¿Así que fue él? La tiró a un lado y caminó hacia mí.
—No te vayas a morir todavía. No hemos terminado, salvaje — vi que estiró sus manos, y me miró fijamente—. ¿No tienes ganas de desquitarte conmigo?
—Eres un maldito. Sabes que me golpearon.
—Aquí todo se vale. Si no te defiendes y me das resultados, le enviaré un regalo muy especial a esa amiga que tienes en la cárcel.
—¡A ella no la metas en esto!
—Pelea, y habla menos.
De la ira, traté de darle un puño, pero se adelantó y me dio otro en la barriga. Él ya sabía mis puntos débiles y no dudó en atacarme en uno de ellos. Caí al suelo tosiendo, mientras que él solo se quedó viéndome.
—¿No te piensas levantar?— esbozó una media sonrisa.
—¡Eres un maldito!— no había terminado de gritarle, cuando me agarró por el brazo y me levantó de un halón.
—¿Eso era lo que ibas a demostrarme?— su provocación me tenía furiosa, pero me dolía mucho la barriga.
—Te voy a matar, hijo de puta — intenté tirarle un puño en la barriga, pero lo esquivó. Ni siquiera he podido tocarlo, solo se está burlando de mi. Si no estuviera tan lastimada, tal vez pudiera hacerle algo.
—¿Quieres más?— me dio un puño en la cara que me hizo caer al suelo.
Me dolía mucho la nariz y la cara la sentía muy caliente. Estaba sangrando de la nariz, el dolor era insoportable, pero no quería dejar las cosas así.
Me quedé en el suelo fingiendo estar demasiado adolorida y él intentó levantarme, pero esta vez al momento que me agarró un brazo, le di un golpe en la cara.
—¿Eso es todo lo que tienes?— dijo en un tono de burla soltándome —. Te vez mucho más linda con esa sangre en tu rostro. Eres demasiado débil, ¿Así planeas ayudar a tu amiguita?
—¡A ella no la menciones, idiota!— me levanté e intenté concentrarme de que el dolor era mental, era casi imposible porque me dolía mucho, pero necesitaba sacar fuerza de dónde quiera que estuviera. No voy a dejarme pisotear de un cabrón como este.
Cerré los puños y me cuadré. Podía escuchar la burla de los hombres de él alrededor, pero intenté concentrarme en él, ya que no ha había hecho gesto de cuadrarse también. Busca atacarme desprevenida. El problema es que no puedo interpretar lo que piensa o predecir sus movimientos.
Le intenté dar otro puño, iba dirigido a la cara, pero parece que ya sabía que eso haría, y aguantó mi puño otra vez. Al no encontrar la forma de soltarme de su agarre, le di una patada en los genitales, pero eso no funcionó tampoco con él. ¿Cómo puede ser tan fuerte? Se supone que a cualquier hombre eso lo inmovilice por completo y muestre dolor. Shiro no hizo nada, solo sonrió antes de darme otro puño en la barriga. He recibido tantos golpes en la barriga, que no sé cómo he podido soportar tanto. Estaba vomitando y escupiendo sangre en el suelo.
—Yo que creí que había encontrado lo que buscaba, pero tal parece que no. ¡Que patética te ves!
—Eres un maldito abusador. Sabías que estaba herida y aún así quisiste pelear.
—¿Crees que los enemigos con quienes te encuentres les va a importar eso? Te van a golpear y matar igual. Me sorprendes. Una perrita como tú debía estar muerta de solo recibir la patada en la barriga de aquél cabrón, pero aún estás dando problemas para morirte.
—¡Te odio, infeliz!
—Demuéstralo y levántate.
Me levanté del suelo y escupí la sangre de mi boca; ese sabor metálico era asqueroso.
Cerré mis puños y continué tratando de golpearlo a donde le diera, ya que si lo hago en un lugar en específico, él ya lo estaría esperando. Él los esquivó todos, no logré darle ninguno.
—¿Te crees muy hombre, cobarde?— le grité, y me dio una patada en la pierna que me hizo caer al suelo de rodillas.
—En este negocio el sexo no importa, no se te va a tratar como una mujer. Aquí eres un hombre más y no tenemos que tener compasión de ti, así que levántate y pelea.
Vi la piedra que usé con el otro hombre en el suelo, y la cogí en las manos, pero él me dio una patada en la mano e hizo que la soltara.
—Si vas a jugar sucio, yo también puedo hacerlo, salvaje — sacó una cuchilla y me señaló con ella; puso su pierna en mi pecho y me empujó contra el suelo.
Forcejeaba para sacar su maldita pierna de mi pecho. Lo arañaba y le daba golpes, pero no hacía ningún gesto de dolor o de sacarlo.
—Eres tan débil que ni siquiera tus golpes pueden ayudarte. ¡Que patética eres! — se agachó agarrando mis brazos con fuerza y se arrodilló poniendo mis manos debajo de sus rodillas; luego se sentó sobre mí y no dejaba de mirarme.
Su maldita cara de hijo de puta me molestaba. Si pudiera soltarme y golpearlo me podría sentir bien, pero la impotencia de no poder hacerlo me estaba matando.
Movía bruscamente mis piernas, ya que mis manos no podía soltarlas por más fuerza que hacía.
—De nada te va a servir. Por más que intentes no vas a poder soltarte. Te dejaste atrapar muy rápido. ¿Qué debería hacer contigo ahora?— acercó el cuchillo a mi cuello y sentí su frialdad—. Si quiero matarte puedo hacerlo, ¿Lo sabes?
—¡Házlo de una puta vez!
Alzó el cuchillo con una mano, y sonrió. Pensé que me mataría, pero escuché el sonido del cuchillo cuando lo enterró fuertemente en el suelo.
—¿Por qué no hacemos algo más entretenido? ¿Por qué no nos divertimos un rato frente a los demás?
—¿Qué estás tramando, desgraciado? — pregunté casi sin voz.
—Ya que no puedes moverte, supongo que puedo hacer todo lo que yo quiera, ¿No es así?
—Eres un enfermo de mierda — gruñí molesta, mientras forcejeaba y tiraba patadas debajo de él. Mis manos estaban dormidas por la presión que hacían sus rodillas en ellas.
Puso sus manos en mis senos y los frotó.
—¡Quita tus asquerosas manos de mi!— le grité, a lo que solo sonrió.
—¿Qué pasa, salvaje? ¿Te gusta?
—Me das asco. Jamás podría gustarme algo como esto. Mátame de una vez, porque no dejaré que hagas nada más.
—¿Cómo vas a evitarlo estando así de indefensa? — apretó mis pezones por encima de la ropa, y rechiné los dientes.
—¡Te mataré, maldito desgraciado!
Se acercó a mi oído, mientras continuaba tocándome.
—¿A quién se le ocurre ponerse ropa sin un sostén? ¿No era esto lo que buscabas?— lamió mi oreja, y moví bruscamente mi cara.
—¡Cretino! ¡Tú no me diste ninguno porque tenias la intención de hacer esto para humillarme! — intenté morderlo al tener su cara cerca, pero se alejó.
—Dejemos el entrenamiento hasta aquí, salvaje. Espero que mañana me brindes resultados, o de lo contrario, no creo que puedas durar otro entrenamiento — se levantó de encima de mí, y pude al fin tener algo de tiempo para respirar.
¡Maldita sea! Mi cuerpo estaba muy adolorido, ¿Cómo podría entrenar así mañana también? No puedo dejar que me maten, yo tengo que matarlo.
—Levántate— me ordenó.
—¿Vas a golpearme otra vez?
—Ganas no me faltan — me cogió por el brazo y me levantó.
Me llevó caminando hacia la casa y me hizo entrar al baño. La empleada me trajo una muda de ropa y me la extendió. Pude darme cuenta que esta vez si había un sostén entre la ropa.
—Y no se te olvide ponerte el sostén — se acercó repentinamente —, o mañana te dejaré desnuda frente a todos — lo empujé molesta, y cerré la puerta del baño. Ese maldito me las va a pagar.
Me bañé y vi toda la sangre que bajaba por mi cuerpo. Mi cuerpo estaba hecho un desastre y dolía. Tanto que habla de yo ser una salvaje, cuando él es mucho peor. Ni siquiera he tenido cabeza de pensar en que me he convertido en una verdadera criminal. He matado a más de dos personas y todo ha sido en defensa propia. ¿Qué diría mi hermano si sabe sobre esto? Tengo que mentalizarme que no importa lo que tenga que hacer, todo es por salir de aquí. Jamás deseé convertirme en una asesina, pero tampoco tuve opción. Para la policía soy una criminal y prófuga de la justicia; aún si salgo de aquí, sería difícil para mí estar allá fuera. De algo estoy segura, y es que no quiero volver a ese infierno nunca más. Tengo que aguantar un poco para poder sacar a mi compañera de ahí. Espero no sea demasiado tarde para eso.