A la mañana siguiente, despertamos al escuchar el sonido de la celda y el altavoz anunciando el aseo y el desayuno. Bajamos juntas y desayunamos en la misma esquina de ayer; luego nos encargaron una área, donde teníamos que lavar la ropa. Las dos hicimos la tarea, junto a un par de chicas más, quienes no dejaron de mirarnos en ningún momento. Me sentía incómoda con sus miradas. Presentía que algo estaban tramando, pero hice de cuenta que nada estaba ocurriendo.
Al salir del área, se escuchó la puerta cerrarse, y vi que la guardia nos encerró con ellas. Una mujer alta y de pelo teñido se acercó a nosotras, y me haló del pelo. No esperaba su ataque tan pronto, aún así me las arreglé para darle una patada para que me soltara, pero se metieron otras dos a golpearme también. Mi compañera de celda se metió en medio para ayudarme, pero recibió uno que otro golpe también. Eso hizo que me molestara y las siguiera golpeando a todas, sin importante nada más que destruirlas. Vi que le halaron el pelo y la tiraron contra la pared, eso me hizo enojar mucho más y me tiré sobre la mujer que lo hizo. La golpeé con todas mis fuerzas en la cara, hasta que vi que salió bastante sangre de su nariz y boca; casi la mato en el suelo.
Una de ellas me dio una patada en la cara, lo que me hizo caer a un lado. En ese momento llegaron las guardias y me llevaron a la enfermería junto a mi compañera. Luego que nos atendieron me llevaron a un cuarto aislado. Dijeron que fui yo quien empezó la pelea; obviamente eso no era cierto, pero aún así fue mejor que me dieran este castigo a mí y no a mí compañera de celda. Claramente por eso no puse resistencia. Me dolía todo el cuerpo, pero esperaba que ella estuviera bien. Fue un golpe muy fuerte el que recibió. Esa mujer ha sido la única persona que me ha ayudado mucho desde que llegué.
Al rato llegaron las guardias otra vez, las mismas que me hicieron lo del baño. Dejaron una comida por debajo de la puerta y me la comí con las manos. No trajeron cubiertos ni nada.
Cuando terminé de comer, abrieron el pequeño cuarto y me llevaron a la fuerza al baño. Se trataba de las mismas guardias. Lo mismo se volvió a repetir. Tal parece que no se cansaban y disfrutaban de hacerlo. No pude hacer nada para defenderme, solo me dejaron tirada otra vez, mientras se burlaban y me golpeaban entre ellas.
Cuando la pesadilla terminó, me llevaron a ese cuarto otra vez, que era mucho más frío que el mismo baño. No podía parar de toser, el frío era tanto, que no podía sentir mi cuerpo. Si esto continúa así, terminarán matándome.
Ha pasado una semana desde que me trajeron aquí. Es cierto que parece un infierno en la tierra. Todos los días sufro de varios maltratos. Me golpean, me patean entre varias, me bañan en agua helada, me han privado de comer en varias ocasiones, incluso me hacen bromas pesadas como poner gusanos en la comida. Estoy cansada de estos abusos. Por otro lado, mi compañera de celda ha estado muy asustada, ya que han intentando en varias ocasiones hacerle algo a ella también, pero he podido evitarlo por ahora. No hemos sabido nada de la cerda desde ese día que me atacó, algo que a decir verdad, es un alivio. Las otras chicas son las que se pasan buscando a mi compañera para molestarla.
Debido a los abusos, tengo muchos moretones en mi cuerpo y una tos que no se me quita. Me he sentido muy mareada y con dolor de barriga desde esta mañana, pero no sé si sea por el hambre o porque comí algo que me cayó mal.
—Acércate, tienes visita— dijo la guardia, señalándome con la macana.
Me levanté lentamente, mi cuerpo dolía demasiado. Mientras caminaba, la guardia me empujaba. No sé quien pueda ser, no tengo a nadie y mi hermano no sabe que estoy aquí.
Al llegar al pequeño cuarto, abrieron la puerta y me empujaron dentro. Pude ver al maldito desgraciado que me metió en este lugar.
—¡¿Qué mierdas haces aquí?! ¡¿Has venido a burlarte de mi, maldito hijo de puta?! — intenté acercarme para golpearlo, pero me sujetó ambas manos.
—Si haces algo como eso en este lugar, vas a terminar más jodida de lo que estás. Vas a complicar las cosas, salvaje. Si quieres puedo mandar a preparar una visita conyugal y así te desquitas.
—¿Has venido a burlarte?
—Sí, y para hablar unas cosas contigo.
—¡Te mataré!— le grité molesta.
—No creo que estás en condiciones para eso. ¿No te hace feliz verme?— dejó ir mis manos, y caminé a la silla para sentarme.
—¿No te fue suficiente?
—Te ves muy mal, parece que se han divertido contigo.
—Tu las mandaste, ¿Verdad?
—No sé de qué hablas. Si quiero hacer algo vengo y lo hago yo mismo, como ahora.
—¿Qué quieres?
—Vengo a ofrecerte un trato.
—Yo no quiero hacer ningún trato contigo.
—¿No quieres salir de aquí?
—¿Por qué habría de confiar en una sola palabra de lo que dices?
—Porque no te queda de otra, perrita.
—¿Qué quieres?
—Quiero que trabajes para mí.
—¿Qué dijiste?— no podía parar de toser, me dolía mucho el pecho cuando lo hacía.
—Creo que cumples con todo lo que necesito en una persona, aparte de lo salvaje. ¿Estás enferma?
—¿Qué te importa?
—Entonces dime, ¿Trabajarás para mí?
No tengo más opciones para salir de aquí, y si quiero vengarme, tengo que buscar la forma de hacer que me saque.
—¿De qué podría servirte?
—Eres una salvaje, eres fuerte, sabes usar un arma y me odias. Eso me sirve de mucho.
—¿De qué sirve?
—Lealtad, querida.
—No entiendo una sola palabra. ¿Qué debo hacer?
—Me ayudarás a conseguir lo que quiero, mas vas a ser mi empleada especial.
—¿Especial qué significa?
—Que puedes meterte a mi cama si quieres.
—¿Estás de broma?
—No, no estoy bromeando. De igual forma, si me ayudas a lo que quiero y eres leal a mi, puedo sacarte de este lugar; solo tienes que aceptar— extendió su mano hacía mi, y me le quedé mirando seriamente.
Es una decisión compleja. Trabajar para el hombre que me ha hecho vivir todo esto, es algo estúpido, pero quisiera salir de aquí. Tengo la oportunidad que esperaba frente a mis ojos, pero no sé si sea buena idea. Si me quedo me terminarán matando, pero si me voy con él, no sé qué esté planeando para mí.
—Tengo una petición.
—Aparte de tu libertad, no estás en posición de pedir nada.
—Entonces no puedo aceptar— me levanté de la silla.
Me dolía mucho el pecho, casi no podía respirar y no podía parar de toser. Vi que él se levantó y caminó hacía mi, en instantes sentí su cálida mano en mi frente.
—Estás hirviendo en fiebre— me sujetó en sus brazos, y me sacó de la habitación.
No puse resistencia, porque mi cuerpo estaba muy débil y adolorido. Verdaderamente no recuerdo nada más. Lo único que sé, es que sentía que iba a morirme. La presión en el pecho me estaba torturando, mas esa tos incontrolable. No es justo que me ocurra esto frente a él.