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Chapter 8 - 8

Desperté en la camilla de un hospital. Me sentía muy adolorida y mis ojos se sentían pesados. Miré alrededor y pude ver mis manos esposadas a la baranda de la camilla.

No había transcurrido mucho tiempo, cuando corrieron la cortina, y vi a ese hombre.

—¿Por qué estoy aquí?—pregunté con mi voz entrecortada.

—Han pasado dos días, creí que tendría que buscar a alguien más para el trabajo.

—Lo debiste haber hecho.

—Cállate, pendeja. Escúchame con atención. Necesito dos cosas de ti.

—¿Qué quieres?

—Que me hagas caso y sigas al pie de la letra mis indicaciones. Digo, si es que quieres salir verdaderamente de aquí. Ahí fuera de la puerta hay dos guardias y abajo hay aproximadamente unos diez. Están custodiando el hospital, por tal razón, necesito de tu cooperación.

—¿Piensas sacarme de aquí?

—¿Y tú qué crees, estúpida?

—¿Qué tengo que hacer?

—Deberás fingir que te estás sintiendo muy mal para que te saquen de la habitación. Te llevarán a otro lugar, y ahí podré interferir; luego que nos encontremos nos encargamos del resto. Abajo tengo a mis hombres esperándonos. Le pagué a uno de los guardias para poder pasar a decirte esto. No me hagas esperar mucho, y si quieres salir de aquí, procura hacer las cosas bien.

No tengo de otra que aceptar. Quiero salir de aquí. Pienso que es muy arriesgado, aún no entiendo por qué tanto interés en sacarme. Supongo que solo quiere fastidiarme más la vida de lo que ya lo ha hecho.

—Tienes aproximadamente 15 minutos antes de que haya un cambio de personal en el hospital.

—Esta bien.

—Estaré vigilando cada paso que des. Espero no intentes una necedad, ¿Te quedó claro?

—No lo haré — le dije, y salió de la habitación sin decir nada más.

¿Qué podría hacer para que parezca algo de vida o muerte? Estar amarrada se me hace muy difícil. El timbre de la enfermera estaba cerca y podía alcanzarlo si quisiera, pero aún no sé qué puedo hacer.

Luego de un tiempo pensando, me atreví a tocar el timbre.

—¿Diga?—escuché que respondieron.

—¡Me duele! ¡Alguien que me ayude! — grité fingiendo estar llanto y adolorida, cuando escuché que colgaron la comunicación.

En instantes abrieron la puerta de la habitación, y me revolqué en la camilla, mientras fingía que mi estómago ardía.

—¿Qué sientes?— la enfermera se acercó.

—Mi barriga duele, duele demasiado — seguí retorciéndome en la camilla, hasta fingir desmayarme. No quería alterar mucho la actuación y que se pudiera dar cuenta.

—Necesitamos al doctor de urgencia. Hay que sacarla de aquí — dijo la enfermera moviendo la camilla.

El sonido de la máquina del suero estaba sonando, tal parece que al mover tanto mis brazos ayudó de algo.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó un guardia de los que se encontraba en la puerta.

—Hay que llevarla con el doctor, señor. Permiso— sentí que se movió rápidamente la camilla, pero no podía saber dónde estaba, ya que seguía con mis ojos cerrados.

—Buena actuación, señora —escuché la voz de la enfermera, y toda mi piel se erizó.

Abrí lentamente los ojos y me di cuenta de que estaba en otro cuarto. No imaginé que sería descubierta tan pronto, o eso creí.

Alcancé a ver al desgraciado detrás de ella y le disparó en la cabeza. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Las salpicaduras de sangre empañaron la sábana, y estaba segura que también mi rostro. Estaba asqueada, aún no salía del impacto de la escena.

—Buen trabajo— con una llave me quitó las esposas, y me extendió una muda de ropa—. Cámbiate.

—¿Puedes mirar a otra parte?

—¿Cuál es tu problema, pendeja? Muévete, no tenemos todo el día.

No me agradaba la idea de desnudarme frente a él, pero no tenía de otra. Me las arreglé para hacerlo, y él no dejaba de mirarme. Su mirada me inquietaba más de lo que pudiera describir.

Al terminar de vestirme, me pasó un arma corta. No sé de qué calibre, pero se sentía más liviana que las que había cargado antes.

Las ganas de matarlo eran inmensas, pero sabía que hacerlo ahora, iba a impedir que pudiera salir de aquí. Tiene que tener mucha confianza para dejarme un arma, o es porque sabe que no me conviene hacer nada en su contra ahora.

—Saldremos por la salida de emergencia. La otra entrada está repleta de guardias. Guarda el arma en tu abrigo y procura actuar normal.

—Esta bien.

—Y procura no morirte.

—¿Qué tipo de comentario es ese?

—Un simple consejo.

—Imbécil.

Salimos del cuarto y caminamos por el pasillo normal. Vimos dos guardias caminando por el pasillo en nuestra dirección y me agarró la mano sin avisar, pasando así por el lado de ellos.

—¿Por qué mierda me agarras la mano, idiota?— le reproché en un tono bajo.

—Eres tan estúpida que me dan ganas de matarte.

—Ustedes, los que van ahí—escuchamos la voz de alguien detrás nuestro.

—¡Mierda, corre! — ambos salimos corriendo en dirección a las escaleras.

Bajamos como dos almas que lleva el diablo, hasta llegar al primer piso. Cuando abrimos la puerta, nos encontramos con dos guardias, que no dudaron en apuntarnos a los dos. No me atrevía a mover ni un músculo, había quedado paralizada.

—¿Por qué no hacemos un trato?— propuso el imbécil, y lo miré de reojo.

—Levanten las manos. No hacemos trato con criminales —dijo el guardia.

—No le hablaba a ustedes —asumí que se trataba de mi.

Saqué el arma del abrigo y disparé, a lo que él hizo lo mismo. Sus cuerpos cayeron al suelo y me quedé viendo cómo el uniforme se iba manchando de sangre. No podía creer que acababa de matar a un oficial.

Corrí detrás de él, y llegamos a la entrada. Había varios guardias esperándonos y armados. La sala estaba repleta de gente. No podíamos salir por ahí, por lo que fuimos a escondernos a un cuarto antes de que nos vieran, y no tan lejos de la salida.

—Ya deben saber nuestra apariencia — cogió su teléfono e hizo una llamada —. Plan B. Limpien el área para salir —colgó la llamada, y guardó el arma en su pantalón.

—¿Eso qué significa?— pregunté curiosa.

—Que van a morir muchos — se escucharon varios disparos al pronunciar esas palabras.

Todo pasó muy rápido; desde el sonido de la balacera, hasta los gritos de mujeres, hombres e incluso niños. Esto era horrible. Imaginar lo que debía estar ocurriendo afuera, me provocó un escalofrío por todo el cuerpo.

Estuvo por un corto lapso de tiempo así, hasta que salimos del pequeño cuarto. Había mucha sangre, incluso las paredes estaban salpicadas de ella, cuerpos de muchas personas que no eran solamente de los policías. No podía moverme, aún no reaccionaba del impacto por lo que estaba viendo.

—Vámonos — me agarró el brazo fuertemente haciéndome caminar con él.

Al lograr salir a la entrada, vi varios hombres con armas largas colgando. Me asusté tanto que traté de apuntarles, pero ese imbécil me arrebató el arma de las manos.

—Son de los nuestros, pendeja. ¿Ya limpiaron todo?— le preguntó a sus hombres.

—Sí, señor.

—No quería que hubiera tanto problema, pero esta pendeja lo complicó todo.

—¡Yo no compliqué nada! ¡Fuiste tú quien me agarró la mano sin avisar si quiera! Yo no quería que esto pasara— todo mi cuerpo estaba temblando, hasta mi voz se escuchaba entrecortada.

—¿Y cuál es el maldito problema? Ya te he tocado anteriormente; además, ya salimos, ¿No es así?

—Señor, tenemos que irnos— le dijo uno de sus hombres.

—Parecen perros y gatos —dijo otro de ellos riendo, como si esto fuera un chiste. ¿Qué tipo de broma sin sentido es esa?