Mi arma estaba en el asiento del pasajero, si hago un movimiento a cogerla, no dudará en dispararme.
Abrí lentamente la puerta y él la abrió de un halón.
—Que dolor en el culo me has dado— me haló del brazo sacándome del auto.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?— pregunté molesta.
—¿Crees que es la primera vez que busco a una perrita queriendo escapar? Aléjate del auto — me apuntó con el arma a una distancia módica.
—Yo no te hice nada, ¿Qué demonios quieres conmigo?
—Te entregarás a la policía y serás obediente, ¿Te parece?
—No, prefiero que me dispares. No voy a cargar con culpas ajenas.
—Eso no lo decides tú. Le diste mucho dolor de cabeza a mis hombres, y no solo eso, mataste a uno de ellos. ¿Sabes lo que eso significa? Que eres una asesina. ¿Y a dónde crees que van las asesinas?— rio.
—Eres un maldito asqueroso— se acercó con el arma, y la rozó en mis labios. Esa frialdad del cañón, me tensó.
—Te dije que deberías cuidar tu lenguaje. ¿Quieres que ponga el arma en tu boca o algo mejor? — arqueó una ceja, y presioné mis labios.
—No te vas a salir con la tuya. Voy a vengarme por esto.
—No puedo esperar para eso— lo intenté golpear con las esposas, pero él detuvo mis manos —. Muy lenta. Eres tan salvaje que siento tantas ganas de volarte los sesos en este momento, pero me servirás más viva que muerta, así que me contengo— lo miré llena de odio y fruncí el entrecejo —. Esa mirada me gusta.
—Eres de lo peor. Algún día sabrán de tus cochinadas. Es muy fácil atacar a una persona desarmada y que está amarrada, si no lo estuviera, las cosas serían muy diferentes.
—Esto debe molestar, ¿Cierto?— bajó el arma a las esposas—. ¿Por qué no te cortamos las manos para que te sientas libre de ellas?— colocó el arma en el centro y disparó.
—¡¿Estás loco?! —mi corazón se aceleró al escuchar el disparo.
Vi que las esposas cayeron al suelo y la respiración se me cortó. ¿Por qué hizo eso? Mis muñecas dolían del rato que estuvieron amarradas.
—¿Cuán diferente serán las cosas ahora? ¿Cómo llegarás al arma sin que te dispare primero?— esbozó una sonrisa maliciosa.
—Está claro que es imposible.
—Entonces no son muchas las ganas que tienes de huir.
Si intento moverme para alcanzar el arma va a disparar. La única opción sería intentar quitar su arma, pero es un riesgo muy alto si no lo consigo. De todas formas, o voy a morir, o me llevarán a la cárcel por algo que no hice, ¿Qué más da?
Me giré lentamente haciendo de cuenta que iba a dirigirme al arma del auto. Pude escuchar sus pasos detrás de mí y sentí el arma en la cabeza.
—Eres muy fácil de interpretar — soltó sarcásticamente.
—¿Eso crees, idiota?— le di un codazo a su brazo y puse el mío entre el de él para inmovilizarlo y dejara caer el arma. Di una patada en su rodilla y logré mi objetivo, soltó el arma al suelo y le di otra más para soltarme de él y recogerla, pero no contaba con que él sacaría otra.
—Has perdido, salvaje— escuché el sonido de otro disparo y creí que me había disparado a mi —. Fue suficiente de este juego tan aburrido— suspiró, y rechiné los dientes.
Miré todo mi cuerpo y no podía creer que haya fallado el disparo. ¿Por qué no me disparó a mi?
—No quiero ir a la cárcel.
—Te di la oportunidad de defenderte y huir, pero no la aprovechaste. Ahora no te quejes.
—Eres una persona muy cruel y detestable.
—Si sigues con tus insultos, no dudaré en pegarte un tiro entre ceja y ceja. ¿Eso quieres?
—Prefiero eso, que ir a la cárcel por algo que no hice.
—Oh, ¿si?— caminó hacia mí y me empujó contra la puerta del auto—. ¿Por qué no intentas convencerme de otra manera, pequeña salvaje?— recorrió con el cañón del arma mi vientre, hasta ascender a mi pecho—. ¿Por qué no ruegas un poco?
—Jamás le rogaría a alguien como tú— gruñí molesta.
—Eso no fue lo que hiciste cuando me corrí dentro de ti.
—¡Eres un maldito desgraciado!
—Y tu una salvaje que me tiene cansado de su insolencia. Espero que tengas una buena estadía en la cárcel— se despegó de mí y me haló el pelo para meterme al auto. No puedo permitir que lo haga.
Mientras dio la vuelta para intentar subirse al auto, abrí la puerta y salí corriendo para la ciudad. Escuché un disparo a mis espaldas, pero no me detuve. ¡Ese hombre está loco!
—¡Maldita seas, perra salvaje! ¡Que puto dolor de cabeza me saliste! — lo escuché gritar, pero por nada del mundo iba a detenerme.