Estuve en el lugar equivocado, en el momento menos oportuno. Jamás pensé que esta noche iría a cambiar por completo mi vida y convertirla en un completo caos. Era una persona normal, hasta ese momento que fui testigo de algo que no debí haber visto.
No pensé que caminar por la ciudad a esta hora podría haberse convertido en una pesadilla; y aquí estoy, corriendo por mi vida.
No alcancé a ver el rostro de los culpables, solo vi a un hombre ensangrentado en el suelo. Los culpables están detrás de mí buscándome, mi vida corre peligro y no sabía a dónde ir.
El traje corto y los tacones no me permitían correr adecuadamente, por lo que me detuve y entré a la primera tienda que encontré para pedir ayuda.
—¡Llame a la policía, por favor! ¡Hay unas personas que me están siguiendo para matarme!—le dije al cajero, quien me ayudó a esconderme.
Estaba aterrada y mi cuerpo era un manojo de nervios. Me llevó al almacén de la tienda, mientras que llamaba a la policía desde su teléfono. No veía la hora de que llegaran, no podía contener mis lágrimas y el miedo que me invadía.
—Le traeré algo de tomar para que se calme, ya la policía viene en camino.
—No, no me deje sola, por favor —le pedí al hombre, que muy amablemente se mantuvo conmigo en todo momento.
Al llegar la policía, me llevaron a la Comandancia. Me trajeron a un cuarto para interrogarme, pero no era mucho lo que podía decir; la realidad es que no vi el rostro de las personas.
—Mandaremos una patrulla al lugar de los hechos.
Me mantuvieron encerrada en ese cuarto por un largo tiempo; sentía mucho frío y estaba muy nerviosa. Jamás había estado en un lugar como este.
Al cabo del rato, entró el mismo oficial y se sentó en la silla.
—Me indican que no encontraron nada. ¿Está segura de lo que vio?
—Claro que estoy segura, yo misma lo vi. Eran dos hombres y me estaban siguiendo luego de que salí de ahí corriendo.
—Señorita, si no tiene evidencia y no se encontró nada en ese lugar, no podemos proceder e abrir un caso, ¿Lo comprende?
—Yo misma lo vi. ¡No estoy loca!
—Le pido que vaya a su casa y descanse, señorita. Si se acuerda de algo más, puede comunicarse conmigo. Le daré el número de mi extensión o puede venir personalmente a mi oficina— me dio una tarjeta con su información, y lo miré molesta.
—¿Eso nada más? Me estaban siguiendo para matarme, ¿Y ustedes no harán nada? ¿Qué tipo de policía es usted?— alcé la voz, y me levanté de la silla de mala forma.
—Sin evidencias no podemos hacer nada, señorita. No puedo levantar una investigación solo con su palabra. Espero comprenda la situación — el oficial se retiró, y le di una patada a la silla dejándola caer al suelo.
¿Cómo es posible que esto esté pasando? Yo sé lo que vi. ¡Son unos buenos para nada!
Salí de la Comandancia y pedí un taxi. Tenía miedo de caminar a la casa, sentía que podrían estarme siguiendo todavía. Estaba muy paranoica, miraba a través de la ventana a todos los vehículos que pasaban por el lado, o a quienes venían detrás nuestro. Tenía miedo de llegar a la casa, no quería estar sola. Si tuviera familia aquí en este estado, hubiera ido directamente allá, pero no tengo a nadie.
Al llegar a la casa, me bajé rápidamente y le pagué al taxista. Al entrar, fui cerrando todas las cerraduras de la casa; las puertas, ventanas, todo. Eso de cierta forma me hacía sentir segura. Encendí las luces de toda la casa y revisé en ella, con miedo de que alguien estuviera escondido aquí. Era algo imposible, pero me hacía sentir tranquila.
Me fui al baño, necesitaba relajarme. Mi cuerpo estaba temblando demasiado y no podía dejar de pensar en eso. Solamente tenía imágenes de ese hombre en el suelo, y de esos dos hombres que lo asesinaron. No estoy loca, sé muy bien lo que vi; y aunque la policía no me crea, algo pasó allí.
Al salir del baño, me tomé unos tranquilizantes, fui a la cocina y traje un cuchillo dispuesta a dormir con el. Me acosté en la cama buscando la forma de relajarme para poder descansar. Mañana trabajo y no sé ni siquiera si pueda dormir.
Estuve despierta hasta que las pastillas me hicieron efecto. Sentía mi cuerpo cansado y mi vista se iba nublando poco a poco.
En la madrugada, sentí una sensación de asfixia, pensé que era una pesadilla, pero al abrir los ojos, me topé con un hombre de gafas oscuras; estaba tapando mi boca con un paño. No podía respirar, estaba forcejeando con él. Metí mi mano debajo de la almohada y alcancé a coger el cuchillo, para luego clavarlo en su costado. Lo empujé tratando de buscar aire y de salir de cuarto, pero no esperaba que al llegar a la puerta, otro hombre se cruzara en medio y me golpeara tan fuerte, que lo último que vi, fue mi visión irse a negro.
Pude escuchar las voces de unos hombres, y al intentar abrir los ojos, había tanta claridad que no podía mantenerlos abiertos. Estaba en los brazos de un desconocido, que al instante, me tiró bruscamente encima de una cama.
—Esta es la chica, señor.
—No sabía que era tan joven.
Cubrí la mitad de mi cara para poder abrir bien los ojos, ya que la luz me lo impedía. Al darme cuenta de que no estaba en mi casa, intenté levantarme de la cama, pero me sentía muy mareada y me dolía mucho la cabeza. Me fui a la esquina y retomé la postura, para así enfrentar a quien fuera. Alcancé a ver tres hombres armados al otro lado de la cama y se quedaron mirándome fijamente. Los tres eran realmente aterradores. Uno de ellos era uno de los que me atacó, estaban en gabán y unas gafas oscuras; el otro estaba vestido casual, no se parecía en nada a esos otros dos. Mi corazón estaba latiendo muy fuerte y mi cuerpo estaba temblando.
—¿Qué quieren de mí?—pregunté nerviosa.
—¿Así que has tenido contacto con la policía? —dijo en un tono despreocupado, el hombre que parecía ser el jefe de ellos.
El hombre era alto: tenía tez blanca, unos ojos de color azabache y una mirada penetrante e intimidante. Me quedé en silencio ante su pregunta, ya que el miedo me impedía pronunciar una palabra.
—¿Cuánto le contaste a la policía?— ese hombre comenzó a caminar hacia mi, y mis piernas flaquearon.
—No se acerque o no respondo—lo tres rieron ante mi advertencia.
—¿Y qué vas hacer? Muéstrame —respondió en un tono sarcástico, mientras se acercaba más.
Miré a todos lados a ver si encontraba algo para defenderme, pero no había nada, solo un cuadro colgado en la pared. Estaba dispuesta a todo por defenderme, así que lo cogí rápidamente y lo lancé al hombre. Quise correr en ese momento aprovechando la situación, pero los otros dos se cruzaron en mi camino y me apuntaron con un arma.
—¿Sabes lo que acabas de hacer, perra? Has firmado tu sentencia de muerte —dijo uno de los hombres que me apuntaba.
—No sabía que eras una perra difícil. Creo que debo enseñarte quién manda aquí —el hombre a mi espalda me agarró el pelo fuertemente y me tiró contra la cama—. Luego tendrán su turno, ahora me toca a mí. Salgan del cuarto — se abalanzó sobre mí, y le tiré varias patadas.
—¡Suéltame!— grité, mientras intentaba golpearlo y patearlo, pero me sujetó muy fuerte las muñecas y las llevó por arriba de mi cabeza, ejerciendo presión contra la cama.
Era muy fuerte, tenía más fuerza que yo, pero no me iba a rendir. Seguí forcejeando y pude golpearlo con mi rodilla en los huevos, aunque no funcionó de nada; no mostró ningún tipo de dolor, solo reía y ejercía más fuerza en mis manos.
—Que perrita mas salvaje. Muéstrame lo que tienes — rio con ganas, y rechiné los dientes —. Tienes fuerza, niña salvaje; aunque no lo suficiente para soltarte.
—¡¿Qué es lo quiere de mí?! — grité aterrorizada.
—Viste demasiado y eso es peligroso.
—¿Así que fuiste tú? Sabía que no estaba loca.
—Oh, otra en tu lugar estaría negándose.
—Si me va a matar, hágalo ya.
—Eso lo decido yo, cuándo y cómo lo haré. Primero disfrutaré contigo, ya luego te corto la garganta.
Es un ser repugnante, pero que no crea que va a poder poner sus sucias manos en mi cuerpo.
—¡Me das asco!— forcejeaba con todas mis fuerzas para poder liberarme.
—Hablas demasiado —soltó una de sus manos para bajarse el cierre del pantalón, y aproveché su descuido para golpearlo en la cara. Lo empujé con la mano que tenía libre y me levanté corriendo de la cama.
Al salir de la habitación, había un pasillo bastante amplió, y varias puertas. Busqué a ver si encontraba alguna escalera y la encontré. Al bajar a la entrada y correr a esa dirección, me encontré con varios hombres armados, que me apuntaron sin pensarlo dos veces. Si intentaba correr me iban a matar.
Miré de reojo a ver si veía algún lugar a donde pudiera correr para esconderme, pero al dar la vuelta, sentí unos brazos que me sujetaron fuertemente. Forcejeaba y tiraba patadas en el aire, pero no me soltaban.
—Eres una perra salvaje, esto te va a salir caro— dijo ese desgraciado, mientras que otro de sus hombres me apretaba con fuerza—. Llévala a mi habitación.
Me llevó a la habitación y me esposó a las barandas de la cama.
—¡¿Tienes que recurrir a esto, animal?! ¡Eres un cobarde!—grité molesta.
—Aquí la única animal y a quien le enseñaré a respetar, es a ti— esbozó una sonrisa maliciosa. Que ser tan despreciable.
Se desnudó frente a mi y se metió a la cama. Intenté defenderme con las piernas, pero las sujetó y se metió entre ellas.
—Ahora no puedes darme, ¿Cierto? ¿Qué vas a hacer ahora?