A la mañana siguiente:
—¿Cómo te sientes, hermosa?
—Bien, ¿Y tú?
—Siento mucho no haberte dejado dormir casi nada.
—Me siento bien.
—¿No te sientes adolorida? Aquí deben vender pastillas o algo para el dolor.
—No, no te preocupes. Me siento bien, Dylan.
—¿Segura? — insistió.
—Sí, de verdad.
—Te llevaré a tu apartamento para que puedas arreglarte para el trabajo. Me gustaría que esto se volviera a repetir más a menudo. Digo, que te quedes a dormir conmigo y eso. No hablo solo de sexo... — Dylan se puso nervioso, y reí.
—No tienes que ponerte tan nervioso. A mí también me gustaría que eso pasara.
—Estuvimos mucho tiempo lejos y ahora te quiero tener cerca. No quiero que luego de esto, vayamos a distanciarnos o algo.
—¿Distanciarnos? Somos novios, ¿No?
—Sí, pero supongo que es normal sentir ese temor. Quiero darte tu espacio porque sé que, tienes muchas cosas que hacer y no quiero ser una piedra en tu zapato, pero me gustaría que… — hizo una pausa.
—¿Qué cosa?
—Esto sonará muy precipitado, pero me gustaría que vinieras a vivir conmigo. Quiero decir, sé que trabajas mucho y el tiempo que tendremos para estar juntos será muy poco. No es que me moleste, pero quiero, al menos verte. No tienes que responder ahora, puedes tomar tu tiempo y pensarlo bien. Sé que somos como dos extraños ahora mismo. No nos conocemos del todo, pero me gustaría que me dieras la oportunidad de conocer más de ti, y de mostrarte una parte de mi. Te juro que no voy a interferir en tus planes. Al contrario, quiero apoyarte para que salgas adelante y puedas realizar ese sueño que tanto anhelas. No quiero que te sientas presionada.
—No me siento presionada. Es cierto que debo pensarlo, pero la idea no la encuentro mal del todo. Hay algo que debo preguntarte, ¿Tú no tendrías que volver?
—Bueno, se supone que lo haga, pero yo no voy a volver.
—Pero eso te va afectar a ti y al Sr. Homer.
—No, lo que me va afectar es volverme a alejar de ti. Rachel, quiero que entiendas que te quiero. No quiero volver a experimentar una vida sin ti. Ahora que te tengo, yo no voy a abandonarte. Me gustas mucho, ¿Lo entiendes? Perdóname si digo algo que te haga sentir incómoda o te preocupe. Es la primera relación que tengo seriamente con alguien y no quiero cometer un error.
—Todo está bien. No estés tan nervioso. Comprendo todo lo que dices. Te prometo que voy a pensarlo. Verás, ahora mismo mi madre viene en el fin de semana y ella será un problema, estoy segura. Tiene planes de venir a vivir conmigo, y de carácter es tremenda. Si me ve viviendo con un hombre, va a formar un escándalo y no quiero que vaya a dañar lo nuestro.
—Comprendo perfectamente. Puedo esperar. Lo importante para mí es que no me alejes de ti, Rachel.
—No haré eso, Dylan.
—Tenerte así de cerca es un tormento. Tenemos que irnos, princesa. No quiero que vayas a llegar tarde por mi culpa. Hablaremos de esto en otro momento.
—De acuerdo.
Dylan me trajo a mi apartamento y me bañé. Se quedó esperándome hasta que salí.
—Guardé mi número en tu teléfono. Puedes llamarme o escribirme a cualquier hora. Ten por seguro que voy a correr a responderte.
—¿Guardaste el mío?
—Claro. Debo sonar como algún tipo de acosador o algo parecido.
—En realidad, me gusta que seas así.
Mirando la hora de mi teléfono, me acordé que mi turno lo habían cambiado. Estoy mal de la cabeza. Lo olvidé por completo.
—Estoy mal de la cabeza.
—¿Qué sucede, hermosa?
—Me cambiaron el turno y empiezo en la tarde. Lo olvidé por completo. Me acostumbré tanto al turno de ahora que, automáticamente hago las cosas.
—Mejor. Así te llevo algún sitio a desayunar. No comiste nada por la hora en que nos levantamos.
—¿Por qué no hacemos algo juntos? Así como hacíamos antes.
Dylan me agarró por la cintura y me acercó a él.
—Eso suena bien. Me encantaría volver a comer tu comida, pero más me encantaría comerte a ti.
Me dio un tierno beso y me estremecí. Luego de lo que pasó anoche, mi cuerpo se sentía más sensible. No podía evitar esos suaves gemidos involuntarios. Esa forma tan delicada y tierna de besarme, me dejaba deseando más. Descendió sus labios hasta mi cuello y lo besó suavemente; sus besos me producían escalofríos, pero su barba cosquillas. Reí, y Dylan sonrió.
—Creo entender tus temblores y esa risa— dio una suave mordida en mi cuello y me estremecí aún más—. Debemos preparar el desayuno, linda. ¿O ya se te olvidó? — se detuvo y sonrió malicioso.
—No, no lo olvidé.
Me fui a la cocina y él me siguió. No habíamos empezado a preparar el desayuno, cuando tocaron la puerta.
—Debe ser Susi.
Recordé que había quedado con ella ayer y olvidé llamarla. Debe estar molesta conmigo.
—Yo atiendo. Quédate aquí.
Caminé a la puerta y respiré hondo antes de abrirla; ella entró y se giró hacia mí.
—Te estuve esperando y nunca llegaste, ¿Qué sucedió? — no se veía molesta y eso es extraño.
—Perdóname, Susi.
¿Cómo se supone que se lo explique?
Susi miró para la cocina, y al darse cuenta que estaba acompañada, me miró.
—Lo siento. ¿Interrumpí algo por aquí? Hablamos luego. Que disfruten— Susi sonrió pícara y se fue a su apartamento.
Ha malinterpretado las cosas. Bueno, ayer si disfrutamos, pero ese no es el punto.