Mis compañeras me hablaron, pero las ignoré y seguí caminando, no quería hablar con nadie. Me sentía tan molesta que explotaría con cualquiera que se me acercara.
Adrien
—¿Dónde está la Sra. Rachel?— le pregunté a las empleadas.
—Se acaba de ir, señor.
—Sigan trabajando.
—Sí, señor.
Rachel
Llegué a mi casa a bañarme y tirarme a la cama. Estaba estresada así que puse algo de música y me coloqué los auriculares porque necesitaba calmar mi rabia.
No todos son como tú, Dylan. Eres el único que siempre me trató bien y no me juzgó ni por mi forma de ser, ni por la apariencia. Siempre apareces en mi mente. Hace mucho no te veo y es como si te mantuvieras aquí conmigo.
No sé en qué momento me quedé dormida escuchando música, fue como viajar a otra dimensión. Estaba pensando tanto en Dylan, que soñé con él y no fue un sueño común; soñé con sus dulces besos y sus tiernas caricias. Me levanté ardiendo, pero ya no era de rabia, más bien era un calor interno. Creo que nadie me va a tocar y besar como él lo hacía. Sin darme cuenta, estaba tocándome. Hace mucho no lo hacía. No había tenido tiempo, y tampoco pensaba en ello, pero al sentir mi cuerpo así, no pude evitarlo. Su recuerdo es fuego que me quema por dentro. Me sentía como una depravada al hacer esto por él, pero es su culpa, él encendió esto en mí desde ese día.
A la mañana siguiente:
Desperté bien temprano, olvidaba que ya no estaba trabajando. Salí a llevar mi currículum a otros Hoteles, a ver si esta vez tenía algo suerte. Todos requerían experiencias, pero ¿cómo demonios se adquiere experiencia, si no te dan oportunidad en ninguna parte? Es ilógico.
Regresé a la casa sin haber conseguido nada, y aún faltaban dos días para el fin de semana. Tendré que quedarme sin hacer nada en la casa. Al subir las escaleras para llegar a mi apartamento, me encontré con Adrien en mi puerta.
—¿Y tú qué haces aquí?— le pregunté con actitud.
—Un buenos días no estaría mal.
—¿Qué hace en mi casa, y cómo supo donde vivo?
—Tengo sus documentos, ¿Lo olvida?
—¿Qué es lo que quiere?
—¿Podemos hablar tranquilamente, sin que despertemos a los vecinos?
Suspiré y abrí la puerta.
—Entre y sea breve.
—De acuerdo— entró al apartamento y miré a todas partes.
Esta mal dejar entrar a un hombre a mi casa, deja mucho de qué hablar si lo ven.
—Ahora dígame, ¿Qué quiere?
—No tiene que ser tan grosera. Regrese al Hotel.
—Aquí usted solamente es alguien no deseado, no es mi jefe y lo puedo tratar como se me dé la gana.
—Si las cosas son así, entonces puedo también hacer lo mismo.
—Debería golpearlo como se merece. Creo que aquella bofetada debía dársela a usted.
—Ya el Hotel se encargó de echar a ese huésped por lo que le hizo. ¿Está feliz?
—¿Y eso que tiene que ver conmigo? Ya yo no soy empleada de ahí, ¿Por qué me tiene que importar?
—Lo que quiero decir es que regrese al Hotel.
—¿Regresar? ¿Para tener que verle la cara amargada toda la semana y lidiar con sus malos tratos? Definitivamente está loco. Le recuerdo que no solamente fue esa la razón por la que renuncié. Es un mediocre, no le importa sus empleadas y se cree que debemos dejarnos gritar o que nos trate mal solo por tener un puesto más alto que el nuestro. Las que trabajan ahí lo soportan sólo porque necesitan el trabajo, porque de lo contrario, no creo que puedan soportar lidiar con un supervisor como usted. Así como usted exige respeto, nosotras también lo merecemos, y lo de ayer fue una falta respeto de parte suya y de ese cliente imbécil.
—Vuelva al Hotel.
—Si eso era todo, puede largarse.
Adrien suspiró y llevó su mano al cuello.
—Siento mucho lo que ocurrió ayer. Si regresa no va a volver a pasar, se lo garantizo.
—¿Usted pidiendo disculpas? Creo que se va acabar el mundo y es ya.
—¿Va a regresar?
—Dígalo una vez más, pero alto y claro.
—¿Qué cosa?
—Esa disculpa que dijo. Quiero saber si lo dijo realmente o solo lo hace para salir del paso. ¿Qué mejor manera de comprobarlo que escuchándolo otra vez?
Adrien rechinó los dientes y permaneció con su mano en el cuello.
Justo en tu orgullo, pendejo. Tenía ganas de sacarle el dedo del medio, pero supe controlar el impulso y las ganas.
—Siento mucho lo que ocurrió, pero le garantizo que no volverá a ocurrir— se escuchó forzado en esa segunda vez, pero no importa, pude sonreír como quería.
—Si va a continuar haciéndome la vida imposible, me voy a ir sin pensarlo dos veces.
—¿Está aceptando regresar?
No puedo dejar que se dé cuenta de que necesito ese trabajo.
—Sí, si tanto insiste.
—La espero mañana— antes de terminar de decirlo, tocaron la puerta.
Debe ser Susi.
—Permiso— caminé a la puerta y era ella.
—¿A qué no adivinas qué te traje? — ella se quedó petrificada al ver que había alguien, pues normalmente estoy sola —. Lo siento, no sabía que estabas acompañada— iba a irse y le agarré la mano.
—Él ya se iba, ¿Verdad?— reí nerviosa.
—Sí, la espero mañana a la misma hora de siempre. Permiso—Adrien pasó por nuestro lado y suspiré. Al fin se fue.
—¿Y ese papasote?— preguntó Susi al entrar.
—Es el supervisor que querías castrar.
—Que desperdicio de cuerpo, por Dios. Está muy guapo el condenado.
—Un asco de persona, pero pude darle justo en el orgullo. No pensé que podría vengarme tan pronto. Ven, y te cuento— nos sentamos las dos en el sofá.