Chereads / Aunque no te pueda ver / Chapter 10 - 9

Chapter 10 - 9

—¿Cómo te fue en el trabajo? — me preguntó Susi, mientras estábamos en la barra.

—Más o menos. Mi supervisor me la tiene jurada, y apenas en el primer día. No sé si dure mucho en ese trabajo.

—¿Qué pasó?

Le conté todo lo que sucedió a Susi.

—Es un imbécil, deberíamos castrarlo.

—No es para tanto. No es la primera vez que por mi peso hago enemigos. Es como si ellos tuvieran que mantener mi grasa.

Susi soltó una carcajada.

—Quizá le gustaste y por eso te trata así.

—Dios reprenda a ese demonio.

—Dicen que las personas que se comportan así, es por esa razón. Del odio al amor, solo hay un paso.

—No seas tonta. Jamás me fijaría en alguien que me trata tan mal. Es lindo físicamente, pero por dentro es lo más detestable que existe.

—Ah, entonces ¿ya te lo ligaste, pícara?

—No es para tanto. Al principio, cuando lo vi me pareció atractivo, pero al abrir la boca, hasta eso se le quitó.

—¿Tienes novio?

—No, nada de eso.

—¿Alguien que te guste?

—Pues…— Dylan se me cruzó por la mente—, me gusta alguien.

—Cuéntame. ¿Cómo es? ¿Qué sucedió?

—Es complicado. Era muy atractivo. A pesar de tener una discapacidad visual, sus ojos eran realmente bellos. Podían transmitir muchas cosas con tan solo mirarlos. Una especie de hechizo sentía cada vez que lo miraba. Aunque no podía verme, me aceptó tal y como soy. Lo que me gustaba de él, no era su físico solamente, más bien me gustó su forma de ser. Me trataba tan bien, y solíamos hacer muchas cosas juntos; aunque eso sólo duró un mes. A veces me levanto en la madrugada y voy a la cocina, aún tengo ese sentimiento de soledad; como si una parte de mi faltara. Es como cuando te acostumbras a alguien y ya no está, y tienes que hacerte la idea de que no está, de que no volverá. Quizás es porque añoro volver a repetir esos pequeños momentos que tenía con él.

—¿Estaban saliendo?

—No, él era mi paciente. Sentí una conexión con él, que jamás había sentido con alguien. Él es muy especial.

—¿Por qué no lo buscas entonces?

—No es así de fácil. Solo tenía un contrato por un mes para cuidarlo, y ambos teníamos metas por alcanzar. No puedo negar que a veces quisiera poder escuchar su voz, o al menos verlo, pero es algo difícil. Si tuviera un teléfono a donde llamarlo, lo llamaría, pero no tengo nada de él y no puedo volver. Solo espero que donde quiera que esté, todo le esté saliendo bien y que pueda recuperar su vista y tener una vida normal. Solo me queda desearle lo mejor, así sea de lejos.

—Me siento deprimida. Debes quererlo mucho.

—No sé lo que siento por él, pero no hablemos más de eso.

—La vida continúa, amiga. Vas a encontrar a alguien en tu vida y podrás olvidar todo eso.

—No tengo tiempo para una relación ahora, solo quiero dedicarme a trabajar y progresar. Esa es mi única meta actualmente.

Pasaron varios meses y continuaba yendo al trabajo como de costumbre. Las cosas cada vez estaban peor con el supervisor. Teníamos diferencias, y su forma de decir las cosas la mayor parte del tiempo, me molestaba; aún así, no ha pasado nada a mayores. Me he mantenido lejos de las demás compañeras y concentrada en el trabajo.

Conseguí otro trabajo para la tarde durante el fin de semana. Necesitaba un ingreso extra y ya que no tenía responsabilidades, ni nada por el estilo, pues deseaba trabajar para mantenerme ocupada. Es en un restaurante y de mesera. Ya que estoy de mesera también en el Hotel, pues me aceptaron rápido al tener esa experiencia. En realidad me gusta el trabajo, es cómodo y la jefa es muy amable. También me he mantenido lejos de mis compañeras.

Hoy trabajaba en el Hotel y el día ha sido bastante ocupado. He tenido los ojos del supervisor encima, y es lo más incómodo que existe. Atendí varias mesas y me encargué personalmente de cada cliente. En eso me he vuelto muy rápida. Mientras estaba atendiendo a unos clientes, caminé por el lado de una mesa y alguien me dio una nalgada. Tenía la bandeja con los tragos para la mesa que quedaba al frente y la puse sobre ella para ir donde la persona que lo hizo. Jamás me había ocurrido algo así, y no pensé en avisarle al supervisor, simplemente me acerqué al hombre y le di una bofetada con todas las fuerzas y rabia que tenía.

—¡Viejo depravado!— le grité molesta.

—¿Qué está pasando aquí? — Adrien se acercó a la mesa y el viejo se levantó agarrando su cara.

—Esta puta me golpeó.

Adrien me miró molesto.

—Discúlpate— me ordenó.

—¿Eh? Este señor me dio una nalgada, ¿Por qué tengo que disculparme yo?

—Ve a mi oficina ahora— me ordenó en un tono molesto.

Me fui molesta y Adrien se quedó pidiendo disculpas por mi. Me quedé esperándolo en la oficina. Estaba segura de que me iba a despedir, pero no me importa. No me iba a dejar manosear por un enfermo.

—¿Me va a explicar en qué demonios pensabas?

—Es el puto colmo que tenga que pedirle disculpas a alguien que me tocó — le hablé molesta.

No podía con la rabia que tenía por dentro. Jamás he sido explosiva, pero esto era demasiado injusto.

—Una de las reglas es que el cliente siempre tiene la razón, aunque no la tenga; además el aclaró que fue sin querer, porque no creo que haya querido tocarte de verdad— me miró de arriba abajo—. Lo que hiciste estuvo mal, debías reportarme todo a mi, antes de actuar a tu manera — respondió alzándome la voz y eso me hirvió la sangre.

—Ah, ¿Me tengo que dejar tocar porque el cliente siempre tiene la razón? ¿Y qué hubieras hecho? Lo más probable la misma estupidez de pedirme que me disculpara con él. Yo no soy un puto bollo de pan para que me anden manoseando. A usted no le importa porque no fue a usted, y además no hubiera hecho nada porque me detesta. Lo sé desde el primer día que llegué a este lugar.

—Si me agradas o no, ese no és el asunto aquí. El problema es que acabas de golpear a un huésped muy importante en este Hotel, y tuve que ser yo quien bajara la cabeza y se disculpara, solo porque a ti te hirieron los pétalos.

—Es lo menos que podía hacer luego de lo sucedido y por tratarme tan mal. Estoy aquí para trabajar, no para que me manoseen. Sí así de mucho le importa sus empleadas, Sr. Supervisor, pues déjeme decirle que esto no lo tolero. Si tanto le cuesta interceder por sus empleadas, pues métase esas disculpas por el trasero. ¡Renuncio! — salí de la oficina como alma que lleva el diablo.

Me fui al baño para quitarme el uniforme. Estaba llorando, pero de la rabia. Sabía que esto no iba a funcionar, aún así, quise tratarlo y no darme por vencida tan fácilmente. Lo peor es que, ya llevaba varios meses aquí trabajando y ahora todo fue en vano.