Chapter 8 - 7

Pasaron varios meses para poder viajar. Quería ahorrar un poco más para poder irme a California, pero al llegar, las cosas no salieron como esperaba. Las rentas eran muy caras y los biles también. Alquilé un apartamento de un cuarto y es muy cómodo. Hace 3 semanas fui a visitar el Hotel para verlo, pero no me dejaron entrar ni a entregar mi currículum. Según ellos, no necesitan empleadas y que para trabajar ahí, mínimo debo tener 2 años de experiencia en otro Hotel, así que he tenido que estar llevando mi currículum a Hoteles de cerca.

Llevaba dos semanas buscando un empleo, y cuando me llamaron, fue de mesera en la barra de un Hotel. No era lo que estaba buscando, pero supongo que algo es. Lo importante es tener un trabajo ahora mismo, porque el dinero no crece en los árboles, y si no quiero quedarme en la calle, debo trabajar en lo que aparezca. Me dieron la entrevista hoy y ya mañana comienzo.

—¿A qué hora debes levantarte?— me preguntó Susi.

—Tengo que estar a las 6 AM en el Hotel. Serían horarios rotativos, Susi.

Susi es la vecina del lado, hicimos amistad desde que llegué. Fue muy amable conmigo y a sido quien me ha acompañado a todas las entrevistas.

—Es un buen avance.

—Así es. No pensé que sería tan difícil empezar de nuevo. Ahora con mi madre viviendo en Colorado, las cosas son más difíciles. Tengo la presión de ella para venir, pero no es el momento. Hasta que no me estabilice no puedo traerla.

—Habla con ella.

—No me escucha, siempre habla ella por encima de todo. Ya sabes cómo son las madres. Cuando se les mete algo en la cabeza, no hay nadie que se lo quite.

—¿Y tú padre qué dice?

—Mi papá nunca está en la casa. Ese lo único que sabe hacer es dar problemas. Se la pasa alcoholizado, nada bueno se puede esperar de él.

—Debe ser difícil.

—Lo es.

—¿Qué tal si mañana luego del trabajo salimos a disfrutar un poco? Aún estás joven y necesitas disfrutar de la vida, no todo puede ser trabajo.

—No quiero gastar mis ahorros, Susi.

—Yo invito.

—No sé.

—Anda, di que sí. Desde que llegaste solo has estado aquí encerrada. Solo sales para trabajo y no puedes olvidar que eres joven. Luego cuando vieja, te vas arrepentir de no disfrutar.

—Ya me convenciste, mujer.

Susi sonrió.

—Vendré a buscarte mañana a las 7.

—De acuerdo.

Nos despedimos y se fue a su apartamento. Me quedé un rato viendo mis redes sociales y luego me fui a dormir.

A la mañana siguiente:

Desperté temprano para arreglarme e ir al trabajo. El uniforme me lo darían allá, así que podía ponerme cualquier cosa por hoy. El Hotel queda a unos 6 minutos en bicicleta. Claro, me encantan las bicicletas; además de que es económico. Aún no he podido comprar un auto y la licencia aún no la he cambiado.

Al llegar al Hotel, fui directamente a recepción. Me dirigieron a donde sería mi área de trabajo, y vi a un hombre muy guapo. Era trigueño, alto, ojos azabache, se veía muy joven y por encima parecía ser una persona amable. Estaba atendiendo a unos clientes y no dejaba de sonreír. Las maravillas que uno se encuentra. Me acerqué a las empleadas y las saludé, estaban en espera de que él las atendiera, así que me quedé esperando.

Al rato él se acercó a nosotras y se veía serio.

—¿Están todas?— preguntó cortante.

—Sí, señor.

—Vengan conmigo.

Caminamos detrás de él hasta una habitación. Estaban los uniformes encima de la mesa.

—Mi nombre es Adrien, seré su supervisor de hoy en adelante. Iré directo al grano. Es su primer día y puedo comprender que aún no estén familiarizadas con el trabajo, pero busco personas que sean capaces de aprender rápido, no cometer errores y que tomen en serio su trabajo. Si no se consideran adecuadas para el puesto, pueden evitarme perder el tiempo e irse — ahora se veía muy serio, o más bien, problemático.

Demasiado lindo, para ser verdad. Ya no lo veo tan lindo que digamos.

—Tengo muy poca paciencia y soy muy perfeccionista. Puedo perdonar pequeños errores, y sí es empezando, pero no me gusta repetir las cosas; es por eso que lo digo una sola vez. Un error grave o constante, quedará despedida automáticamente y olvídense de que se le dé carta de recomendación. Un despido por incompetentes, es lo mismo que un fracaso total en la vida. ¿Me dejo a entender?

Es un demonio. Es como si viera las garras, los cuernos y hasta los colmillos.

—Sí, señor.

—Este será su uniforme, cada uno tiene el nombre y las estaré llamando para que lo recojan. Se los pondrán inmediatamente en el baño que está detrás — señaló una puerta en el mismo cuarto.

Fue llamando una a una y logró terminar, pero no llamó nunca mi nombre. Me acerqué a donde él y me miró serio.

—Discúlpeme, pero no mencionó mi nombre—dije, a lo que me miró de arriba abajo.

—Supongo que aún no lo han terminado.

Sonreí por su comentario y buen humor.

—Entendí su amable comentario, pero supongo que esto fue un pequeño error suyo o del Hotel. ¿Qué pasaría si el error lo cometen ustedes? ¿Qué castigo tendrían?— pregunté sarcástica, y él me miró aún peor.

—Es algo que se va arreglar. Quizá les tomó más tiempo, es comprensible. Hoy mismo me encargaré personalmente de que se lo entreguen, mientras tanto, le tocará trabajar con esa ropa que tiene.

—Me parece justo.

—Ya habiendo aclarado esto, espero sea la primera y última vez, que trate de ponerme en ridículo frente a los empleados— su mirada me provocó una corriente en mi espina dorsal algo así como navajas atravesándome.

El muy idiota se cree que puede intimidarme. Si no necesitara el trabajo, ahora mismo me hubiera largado.

Dylan

—Ahora sólo falta quitar las vendas y comprobar si funcionó, hijo— me dijo mi padre.

—Quiero saber si esa operación funcionó ya, doctor. No me haga esperar más, por favor.

—No desesperes, Dylan. Buscaré mis guantes y lo comprobaremos— dijo el doctor.

El doctor buscó los guantes y se los puso.

—Cierra los ojos mientras remuevo las vendas.

Cerré mis ojos y el doctor removió el vendaje.

—Lentamente abre los ojos y dime qué ves.

Abrí los ojos lentamente y giré la cabeza de lado a lado, pero no podía ver nada. Le daba golpes a la camilla furioso. Otro fracaso más.

—Relájate, Dylan. Necesito que me digas si ves alguna luz o algo.

—¡No puedo ver nada! Todo se ve absolutamente oscuro como siempre— estallé en llanto de la frustración.

—Hijo, tranquilo vas a poder salir de esta. Seguirémos buscando a los mejores médicos. Te prometo que vas a poder recuperar la vista, Dylan.

—No puedo más, papá.

Recuerdos:

—Tú sí puedes. Confía en ti y no pierdas la fé.

—¿Me prometes que nos volveremos a encontrar, Rachel?

—Sí, te lo prometo.

Las palabras de Rachel pasaron por mi mente, ella es la única que puede calmarme en momentos así.

—Rachel...