Llegaron a Fog Spell en dos horas y media, el sol brillaba en lo alto del cielo, pero la brisa fría daba un extraño ambiente de frescura, aminoraron el paso y bajaron de los caballos, mientras caminaban observaban atentamente a los aldeanos, se dieron cuenta que en esta zona del imperio habían más humanos, aunque no podían diferenciar a simple vista si había hombres lobo y brujas blancas.
- ¿Cómo vamos a saber dónde vive Zemira Frank? - preguntó Vanessa - Nunca la hemos visto.
- No debería ser muy díficil encontrarla, tan solo hay que preguntar a los aldeanos.
Mientras caminaban sin rumbo decidieron preguntar dónde vivía Zemira, la mujer a quien le preguntaron les indico brevemente el camino, dijo que era fácil llegar ahí y que era imposible perderse. Jessica y Vanessa siguieron las instrucciones de la mujer y se adentraron en el bosque, siguieron un camino escarpado que las guió por el denso bosque, iban lento y por eso tardaron dos horas en llegar a casa de Zemira, vieron una casa de dos pisos de color blanco, la casa era mediana y tenía un hermoso jardín delantero, la belleza exuberante de la casa dejo distraídas a ambas vampiresas, tanto que por un momento olvidaron la razón de la visita. Pero después volvieron a sus sentidos, Jessica se acercó a la puerta y dio tres golpes suavemente, la puerta tardo en abrirse y ambas hermanas empezaron a impacientarse.
- Jess, ¿segura que es aquí donde vive la Señora Zemira Frank?
- Pues eso dijo la aldeana, puede que no estén en casa...
La puerta se abrió de repente, y al ver al apuesto joven que estaba allí de pie Jessica no pudo evitar abrir un poco sus ojos de sorpresa, Vanessa no tuvo reacción alguna, no le impresionaba que el joven fuera bien parecido ya que había muchos de esos en la alta sociedad vampírica.
- ¿Vive aquí la Señora Frank? - preguntó Vanessa al ver que si hermana aún no había reaccionado.
- ¿Quién la busca? - preguntó Marc entrecerrando los ojos.
- ¡Eres Marc Frank! ¿Cierto? - preguntó de repente Jessica.
- ¿Te conozco?
- No, tu madre le envío una carta en la que hablaba sobre ti a nuestro padre. Tálves tú puedas ayudarnos, buscamos a nuestra prima, Adelaida Twain, a ella la enviaron aquí hace cuatro años, ¿podemos verla?
- Eso sería complicado... por varias razones...
- ¿Por qué? - preguntó Vanessa frunciendo un poco el ceño.
- Porque está... ella está inconsciente... pueden pasar si quieren...
Al escuchar el estado en el que se encontraba su prima, Jessica no hizo mayor ceremonia y cruzó la puerta casi empujando al joven, quién quedó estupefacto.
- ¡Jess! ¡Jessica! ¡Los caballos!... Brillante, esa niña tiene algo en la cabeza... ¡Ahhh! ¡Le daré su merecido cuando regrese a ayudarme!
La ira de Vanessa creció de repente, ella se desahogó hablando rabiosamente en voz alta, sin tener en cuenta la presencia de Marc, que seguía parado en la puerta.
- Enojo descontrolado... - murmuró Marc al ver que la respiración de la vampiresa se volvía profunda.
Él se acercó a Vanessa y se paró frente a ella, por supuesto que ella no se dio cuenta de ese movimiento y siguió desahogandose.
- Que espere a que le ponga la mano encima, se arrepentirá de tratarme como su sirvienta, ¡no vine aquí para que me tratará como si no existiera! ¡VINE AQUÍ POR MI PRIMA!
- ¡Oye! ¿Quieres ayuda con los caballos?
Vanessa reaccionó de repente, su mirada se posó en el joven parado frente a ella, sintió un terrible sentimiento de vergüenza, esto hizo que sus ojos perdieran profundidad por un momento, notando este cambio Marc se alejó un paso y la miró fijamente por un segundo antes de decir:
- Enojo descontrolado, tranquila, a veces se presenta en los vampiros adolescentes, no hay nada de que avergonzarse.
- Lo siento... A veces no puedo controlarlo...
- Lo entiendo, pero tiene remedio, si te dejas ayudar esos ataques de ira desaparecerán y no volverán.
- ¿Se puede... se puede curar?
- Claro que sí. Ven, te mostraré el establo para que dejes los caballos allí. Después puedes entrar a ver a Adelaida.
Vanessa siguió al joven y amarro a los dos caballos junto a los de la familia Frank. Vanessa miró por un momento al caballo negro como la noche, lo reconoció en seguida.
- ¡Phinian! Caballo travieso, aquí estás...
El caballo relincho alegremente ante la presencia de Vanessa, parecía reconocerla como si no hubiera cambiado.
- ¿Lo conoces?
- Es, mejor dicho era, uno de los caballos de mi casa pero... veo que no ha cambiado mucho, no sabía que los caballos podrían envejecer tan lento...
- Adela congeló su edad, por eso no ha envejecido.
- ¿Ella puede hacer eso?
- Jaja te sorprendería saber todo lo que puede hacer. Ven, entremos a la casa, parece que lloverá pronto.
Vanessa asintió y siguió al joven dentro de la casa, allí se encontró con Zemira, quién ya esperaba con una bandeja con te y galletas en las manos. Vanessa se sentó en la silla y recibió la delicada taza de porcelana.
- ¿Eres hija de Milo Hunt? - preguntó Zemira después de mirarla fijamente.
- Si, soy Vanessa Hunt, pero... puede llamarme Vania.
- La pequeña Vania ha crecido, la última vez que te vi aparentaba tener ocho años, el tiempo corre muy rápido.
- ¿Usted ya me había visto antes?
- Me llamaban Madame Jennifer en ese entonces.
- ¡Ah, Maestra Jennifer! Casi no la reconozco, ¿cómo pide olvidarla?
- Pues ha pasado mucho, ahora uso el nombre que me dio mi nodriza cuando era niña, ya no uso el nombre que me dio mi abuelo, por el dolor de su partida.
- Entiendo, creo que Zemira le sienta mejor, Maestra.