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Chapter 3 - Lagrimas de agua salada

—¿Qué este lugar? —Ikki se encontraba en un espacio surrealista, su percepción había sido alterada. De alguna manera se había desconectado del presente.

Su cuerpo yacía boca arriba mientras enredaderas se enrocaban alrededor de su cuerpo, la tierra a su alrededor empezaba a florecer, flores crecían poco a poco mientras se ponían más bellas, su cuerpo se tenía que convertir en abono para la ninfa, ese era el trágico destino que le esperaba a los aventureros que se encontraran con ella.

En su mente la conciencia de Ikki continuaba luchando por no desaparecer, su noción de que estaba en peligro lo mantenía despierto, sin embargo, su cuerpo no reaccionaba, en ese espacio personal trataba desesperadamente de escapar de aquel estado, en ese instante una llama carmesí y negra iluminó su mundo, la misma voz que escucho antes de llegar ahí resonó en su mente.

—Te dejo mi bendición y tu maldición. —La voz se volvía tenue, pero impregnaba su fuerza en el alma de Ikki—. Tu sangre es especial pero no te diré aún por qué, no intentes buscarme pues no me encontraras, cuando decida que es el momento te encontraré, mi llama ígnea de la oscuridad te ayudará en tu destino. Las cartas ya fueron repartidas y tú eres el comodín, cuídate de sus esbirros o llegará tú muerte.

La ninfa continuaba succionando la vitalidad de Ikki, en un poco más de tiempo quedaría en el limbo alimentando a su jardín, ni vivo ni muerto estará, pero en ese momento su cuerpo se prendió en llamas quemando todo a su alrededor, la ninfa no tuvo tiempo de percatarse y fue incinerada en un instante, qué peor enemigo para una planta que el fuego.

Su conciencia regresó al presente, abrió sus ojos y recuperó su movilidad, al levantarse vio como las cenizas caían del cielo, a lo lejos en el bosque un chillido inundó el prado, desde el bosque raíces se levantaban del suelo cuarteando la tierra, varias ninfas y la que parecía ser la reina salieron en dirección a Ikki, sabían de la repentina muerte de la chica de flores y venían a cobrar la deuda de sangre.

Las manos de Ikki se rodearon de un aura negra con trazas de fuego, las memorias de un dios recorrían su mente, habilidades que una vez doblegaron los cielos se fusionaban en su psique.

—Este poder, si no mal recuerdo dijo que era una maldición y un regalo. —Con sus manos formó la pose de combate al estilo del tigre—. Veamos de que va el supuesto regalo, hora de la diversión.

—¡Mátenlo y tráiganme su cadáver hijas mías! —dijo la reina ninfa.

Cinco ninfas rodearon a Ikki por la derecha y otras cinco por la izquierda, dos por enfrente lo atacaron con habilidades de tipo planta y tierra, las raíces salían por el suelo en forma de púa, Ikki apenas podía esquivarlas al sentir la vibración en la tierra, las otras diez aprovecharon para atacarlo con sus garras cuando tenían la oportunidad.

Ikki envuelto en una situación desalentadora trataba de no perder la calma, cortes superficiales llenaban el cuerpo de Ikki, sangre recorría su mentón, sus brazos goteaban desde las heridas que recorrían su hombro, su aura de fuego negro todavía conservaba su esplendor.

En una abertura que tuvo una de las dos ninfas del frente, las manos de Ikki lograron asestar una habilidad de media distancia "esfera negra", al acertar en el blanco la ninfa comenzó a incendiarse, al poco tiempo quedó carbonizada, tres ninfas que se encontraban del lado izquierdo quedaron aturdidas por lo que acababan de ver. Ikki no desaprovechó la oportunidad, desenvainó su arma y en un rápido movimiento les realizó un corte con su espada imbuida en llamas negras, los cuerpos de las tres se partieron a la mitad y el fuego se extendió por sus cuerpos convirtiéndolas en cenizas.

La reina al ver esto ordenó que las demás se retiraran a la retaguardia, tomó la lanza que llevaba en su espalda y bajó de las raíces que la llevaban.

—Me encargaré personalmente de este, ¡cubran sus rutas de escape!, no saldrá vivo de aquí. —gritó la reina.

Los movimientos de la reina eran ágiles, su manejo de la lanza era de primera categoría, ciertamente Ikki se encontraba en desventaja, desenvainó su espada y se puso en guardia, el silencio se convirtió en el preludio de la muerte, Ikki tenía en cuenta que la única manera de sobrevivir era a través de ella o escapando a la tierra de las arañas fantasma por donde estuvo hace tiempo.

La reina comenzó su ataque, la velocidad era increíble, Ikki con mucho esfuerzo logró desviar el ataque, pero inmediatamente seguía el siguiente y el siguiente…. su lanza era más veloz que una ballesta, poco a poco estaba siendo superado, era cuestión para que la defensa de Ikki quedara destruida.

Sin más remedio brincó hacia atrás, con una mano que liberó del agarre de la espada lanzó una esfera negra, la reina con solo el movimiento de su lanza cortó la esfera en dos y continuó con su asalto, cortes semi profundos alcanzaban la piel de Ikki, cada vez aparecía una nueva incisión.

A este paso terminaré alimentando gusanos, pensó Ikki, si no logró separarla será mi fin.

Ikki volvió a brincar hacia atrás, la reina ya contaba con ese movimiento y se adelantó posicionándose atrás de su espalda, con un tajo en horizontal de su lanza seccionó la espalda de Ikki mandándolo a volar varios metros.

—¡Ah! —Gritó Ikki.

La cortadura era profunda, Ikki quedó tirado en el piso incapacitado para continuar, la reina se acercó paso a paso relamiendo sus labios, su presa estaba servida para ser degustada, con sus manos alzó las raíces del suelo aprisionando el cuerpo de Ikki, con sus afiladas garras tocó su legua empapándolas con toxinas de color verde.

—Con un solo rasguño de estas toxinas te convertirás en mi esclavo, ya que mataste a muchas de mis hijas debo procrear más. —Prosiguió caminando mientras una malévola sonrisa mostraba su rostro—. Siéntete afortunado de ser el elegido patético humano.

Estando a punto de alcanzar a Ikki una gran espada cayó entre el muchacho y la reina.

—¡Sucia criatura!, como te atreves a intentar por tus manos en mi discípulo. —Una poderosa voz retumbo en sus oídos.

Aturdida la reina dio varios pasos hacia atrás y se mantuvo en guardia mientras agarraba su lanza, miró en todas direcciones, pero ni una sombra se asomaba, las ninfas que se había retirado regresaron a lado de su reina, con un fuerte viento proveniente del este cortó las ataduras de Ikki, una sombra cayó en frente de él, su amplia espalda eclipsaba los rayos del sol, su grisáceo cabello flotaba en el aire.

—Ten muchacho. —Le arrojó un pequeño frasco rojo—. Bebe, detendrá la hemorragia. Después escapa de aquí. No pensé que te encontrarías con Liendra la reina de las ninfas.

La postura del viejo cambió, tomó su espadón con las dos manos y la puso derecha inclinada hacia el frente, listo para dar el corte vertical, Ikki bebió el líquido rojo en cuanto lo agarró.

—Escapa de aquí Ikki, corre lo más rápido que puedas, la intentaré detener.

—No maestro, peleemos juntos. —respondió Ikki con una voz vigorosa.

—No estás en condiciones de pelear.

—Pero tampoco estoy en condiciones de huir.

—¡No! —Gritó su maestro con furia—. Esta no es una pelea que podamos ganar, todo el tiempo estuvo jugando contigo. Mi habilidad me permitió dejarla temerosa pero ya debe haberse recuperado.

—Quien diría que un vejestorio me pondría las hojas de punta. —la voz de la reina les llegaba a los oídos y empezó a reír—. Crees que pueden escapar.

—¿Podría dejarnos ir su majestad? —dijo el instructor

—Eso no será posible, ese mocoso mató a tres de mis hijas y quieres que lo pase por alto. —Su risa se volvió más sarcástica—. Debes estar loco.

No queda de otra, pensó Quijote, solo hay una manera.

Mientras Quijote conseguía tiempo, Ikki recitaba un conjuro que les daría ventaja, cuando terminaron de hablar la voz de Ikki resonó en el viento "Barrera de fuego", sus manos lanzaron dos esferas rojas que impactaron con el suelo creando una línea que dividía los dos bandos.

—Corra maestro, es nuestra oportunidad.

Los dos dieron media vuelta escapando hacia el bosque.

—Ni de broma escaparan. —Gritó la reina.

Con su arma lanzó un ventarrón, todas empezaron a perseguirlos, entre árboles y arbustos corrieron en dirección al este, tenían que encontrar otro camino de vuelta a la ciudad, las ninfas los seguían de cerca, iban acortando la distancia cada minuto, Quijote cortaba los troncos con su espada para bloquearles el camino mientras Ikki les disparaba unas flechas, pero ellas solo los esquivaban sin dificultad.

Corrieron durante horas hasta llegar a un barranco que daba al mar, metros de altura lo distanciaban del agua, rocas afiladas salían del fondo, las ninfas ya los había rodeado.

—Ya no hay a donde escapar, me han dado un mal momento, pero pronto me sentiré mejor. —Liendra lo dijo mientras su rostro enfurecido se relajaba—. Los mataré a ambos y conseguiré otra herramienta para mis deseos.

—Ikki. —dijo Quijote en voz baja—. Fue un honor ser tu instructor, vive tu vida al máximo y se más fuerte, no te estanques en el pasado.

—¿Maestro…?

El sonido del acero al chocar con la tierra hizo eco en el precipicio, las olas golpeaban el muro de tierra y su sonido retumbaba en los oídos de los dos, el cuerpo de Ikki salió despedido del acantilado directo al mar, Quijote con un rápido movimiento logró apartar a Ikki de ese fatídico final, con una sonrisa en su rostro se despidió, la reina enfurecida corrió a tomar represalias contra Quijote.

Lo último de que logró observar Ikki fue un objeto redondo que caía desde el borde hacia el desfiladero, Ikki cayó en el mar mientras se hundía estiró su mano, trataba de alcanzar aquel objeto que cayó, la impotencia lo consumió al solo poder observar como iba hundiéndose lentamente y perdiéndose en el abismo, Ikki se encontraba devastado, a su alrededor solo sentía frío, soledad, en esa oscuridad sus lágrimas se perdían en la corriente.