El aroma del mar penetraba la nariz hasta llegar a los pulmones, ya llevaban tres días en alta mar, el sol los secaba a cada rato, lo bueno era que llevaban reservas de agua, a los demás no les afectaba el movimiento del barco ni la brisa marina, pero a Ikki le revolvía el estómago y la cabeza, la primera vez te toma por sorpresa, Raúl le daba consejos para aguantar mientras Mirra lo cuidaba.
—Ya casi llegamos Ikki —dijo Raúl mientras soltaba las velas—. El viento está a nuestro favor, agárrate bien que se pondrá movido, estaremos llegando a medio día, trata de no marearte. —Soltó una carcajada.
—No se preocupe por mí. —La cara de Ikki parecía hinchada de tanto aguantarse el vómito.
Mirra miraba fijamente los gestos de Ikki, sus ojos se entrecerraban mientras guardaba dentro de sí secretos que tal vez jamás salgan a la luz, suspiros entre vientos susurraban melancólicas palabras, mientras más pasaba el tiempo más cerca estaban de llegar, para ella era posible que fuera una amarga despedida.
A lo lejos se vislumbraba la ciudad de Harald, la isla era muy grande sin embargo solo existía una sola ciudad, alrededor se extendía el gran bosque de los suspiros, el puerto decorado con mármol y piedra labrada relucía entre luces y rayos, barcos de todo tipo embarcaban o partían, era una ciudad militarizada, grandes barcos de guerra protegían la bahía, eran muy similares a los drakkar, embarcaciones con casco trincado.
En el muelle Raúl y sus hermanos fueron a registrar su embarcación al guild de navegantes, ya tenían su membresía, pero siempre llevan un registro de que entra y que sale, Mirra se quedó en el barco junto a Ikki.
—Supongo que este es el adiós Ikki. —Los ojos de Mirra se humedecieron mientras sus labios vibraban.
—Nos volveremos a encontrar Mirra, tu camino y el mío están destinados a cruzarse de nuevo, hasta entonces no sejes de sonreír. —Dio unos pasos y con sus largos brazos abrazó a la chica de mirada destellante.
No dijeron nada, solo se dejaron llevar por su corazón, gotas fluyeron inadvertidamente de su tierno rostro, su abrazo ganó fuerza mientras se acercaba el final, después de un largo momento en el que el tiempo era lento separaron sus cuerpos, se miraron fijamente a los ojos y ambos dieron la vuelta, las palabras eran insignificantes si ya todo había sido expresado.
Ikki caminó por las calles, aun conservaban su ánimo, su sombra se perdió entre la multitud mientras una mirada perdía su fuerza, pasó por la calle de su casa, ahí se detuvo mientras suspiraba, entró solo para ver que todo estaba exactamente igual que cuando partió, solo que con más telarañas y polvo. Siguió su travesía montaña arriba hasta llegar a un taller a las afueras de la ciudad, la forja por primera vez no se encontraba encendida, la puerta se encontraba fuertemente trabada. Ikki tocó una, dos, tres veces, ni una voz provino de aquel lugar, como si se hubiera convertido en una casa fantasma.
—¡Juan! —Repitió las mismas palabras por tres veces, pero ni un sonido.
Creo que había una entrada trasera, pensó Ikki, buscaré la llave, si no mal recuerdo la dejaba en la maceta de la manzanilla.
Dio la vuelta al edificio hasta toparse con la maceta, las flores conservaban toda su energía, tomó la llave de color bronce y abrió la puerta trasera del taller, el lugar yacía desordenado como si un huracán se hubiera metido, en la mesa de trabajo a la derecha de la puerta se encontraba un diario, tomó una silla del otro extremo y se sentó ahí, abrió las cartas en busca de una respuesta, el mensaje contenía lo siguiente.
Día 21 del mes de Virgo
Ya han pasado los cinco días y no hay noticia de Ikki, Quijote me comentó que la misión no le debería tomar más de cuatro días, me estoy poniendo un poco tenso debería de descansar.
Día 23 del mes de Virgo
Quijote ha salido en busca de Ikki, le habrá pasado algo o será que se habrá perdido, no puedo dejar de pensar que tal vez fue una mala idea mandarlo tan joven a esa misión, si algo le pasara no me lo perdonaría, espero que regresen a salvo.
Día 27 del mes de Virgo
Esos dos ya debían haber regresado, no puedo esperar más tiempo, que tal si están en problemas, escribir me ayuda a tranquilizarme, pero no puedo serenarme, tengo un mal presentimiento, iré a pedir ayuda a la casa de Yanta para que realicen una búsqueda.
Día 30 del mes de Virgo
Mi corazón está sangrando, no debía haberlo mandado. ¿Por qué cometí semejante estupidez?, ni siquiera un cadáver que enterrar quedó de él. Iré a enterrar a mi viejo amigo en la colina cerca del bosque, ni siquiera su cadáver completo pudieron traer, me duele mi corazón, ¡no puedo perdonarme!, lo único que puedo dejarle es un altar a lado de su maestro, mañana partiré, no puedo expiar mis pecados, haré todo lo que pueda para redimir mi conciencia, espero que me perdones Ikki, te fallé.
—¿Mañana?, hoy se va. —Sus piernas corrieron como nunca lo habían hecho antes—. No puedo dejarte ir padre, ¡todavía sigo vivo!
La multitud inundaba las calles y los callejones, no había paso la única alternativa era por arriba, Ikki con sus habilidades escalo una casa y corrió sobre los tejados brincando cada separación entres casa y casa, pasó sobre estructuras de madera que conectaban los techos, como las casas se encontraban en una colina tenía que bajar de un piso a otro para alcanzar el puerto, los barcos de transporte todavía estaban amarrados lo cual significaba que él seguía en la ciudad.
La mirada triste del antes famoso armero miraba el mar, a bordo del Cinatit, un barco de trasporte que se dirigía al lejano continente de SInganapur, contemplaba su antiguo hogar, desamarraron los nudos y el barco empezó a moverse, la lentitud del barco los pondría hacía su destino en tres horas.
Desde un techo Ikki vio como partía el barco, ya no podría alcanzarlo, quizás llegó muy tarde.
—¡No!, no te vayas. —Ikki se arrodillo mientras su mirada caía al suelo—. Si tan solo hubiera una forma…
En ese momento de un brinco se levantó y corrió en dirección al taller, la única solución se encontraba ahí, continuó escalando los techos, en menos de una hora ya estaba en el taller de nuevo, la forja se mantenía fría dado el escaso uso reciente, juntó carbón y leña que estaba acumulada en el almacén, no tenía el tiempo para encenderla de manera convencional, con su mente concentro su energía en su mano, la llama negra se encendió una vez más, metió la mano dentro de la forja para encender el carbón y la leña, después de media hora la chimenea del taller empezó a expulsar un humo negro pero vivaz.
La potencia era tan grande que toda la ciudad podía verla, en el barco Juan se encontraba recargado en un asiento mirando el suelo, cuando de repente la gente empezó a susurrar y a levantarse, todos se preguntaban qué era lo que estaba ocurriendo, por qué esa gran nube negra se formaba en la montaña. A Juan no le interesó lo más mínimo la acción de los demás, hasta que un señor pronunció las palabras indicadas, ¿no está saliendo del taller, en ese instante Juan reaccionó, se levantó y miró a la colina, sus ojos parecían torrentes de agua, se levantó la capucha permitiendo ver su barba blanca.
—Sigues vivo ¡Ikki! —Su sonrisa regreso a su demacrado rostro sin luz, por fin encontró esperanza—. Mi destino está muy lejos, ya no tengo vuelta atrás, pero sé que me encontraras y esperaré el día en que me cuentes tus aventuras.
Juan corrió a la proa y encendió la gran llama que ilumina la oscuridad. Todos los barcos tienen una para poder ser detectados en la oscuridad. Aunque todavía brillaba el sol, la luz del barco se podía observar desde la lejanía. Ikki soltó un suspiro de alivio.
—Lo logré padre, sigo aquí en el mundo terrenal. —Ikki cayó sobre su trasero y terminó recostado en el pasto afuera del taller—. En algún punto de mi aventura te encontraré padre.
El día pasó hasta que solo los faroles iluminaban la calle, dentro del taller Ikki preparaba una mochila con dinero y comida, de las espadas que ya estaban forjadas tomó la más adecuada para su físico, se cubrió el cuerpo con una cota de malla hecha de vermenio, más resistente que el acero, se colocó muñequeras de acero y un peto del mismo material que las muñequeras, tomó un arco que antes no lo usó para casi nada, ahora si estaba listo para usar cualquier arma a la mano. Su carcaj se lo colgó en la espalda junto con su arco y la espada en su cinturón de cuero, tomó unas botas negras del almacén, un sombrero de mosquetero y ropa de explorador hecha de cuero.
Su pantalón de cuero color marrón resaltaba en conjunto con su gabardina de color negro con esquinas carmesí, en la noche salió directo a la colina, una placa de madera decoraba la yumba de su maestro, el viento aullaba golpeando la otra placa de madera con su nombre, fue a cortar algunas flores para depositarlas como ofrenda, quitó la tumba que era de él y solo quedó una.
—Maestro, gracias por salvar mi vida, siempre estaré en deuda con usted. —cerró sus ojos mientras lanzaba una plegaria—. Le prometo que acabaré con ella, no permitiré que vidas inocentes sigan siendo sacrificadas.
El amanecer estaba a la vuelta, las gotas de rocío recorrían la forma de las hojas, las flores en la tumba conservaban su vitalidad, la puerta dio un golpe y entonces el salió, con su equipo puesto y su mochila hecha salió del taller, cerró la puerta y volvió a dejar la llave en la maceta, fijó su mirada en el puerto y puso rumbo hacia allá, ya estaba listo para embarcarse en un viaje.
—Ya es tiempo… —Un aliento de alivio salió de su boca—. Me volveré más fuerte maestro y regresaré.
Su viaje apenas comenzaba, en un mundo cruel, peligroso, despiadado, pero también humilde, amable y feliz, lleno de criaturas mágicas, dioses, demonios, héroes, reyes, guerras, mestizos y seres humanoides. Es la historia de cómo un descendiente de los dioses, se convirtió en el emperador de las tinieblas.