El sonido de la arena que viajaba a través del mar blanco resonaba en la cabeza de Ikki, el aleteo de aquellas aves de carroña esperanzadas por un bocado de aquel joven, sobrevolaban el desértico lugar, en medio de la nada sus ojos meditaban en la oscuridad, sostenido sobre una pierna tratando de no perder el equilibrio esperaba una sutil vibración en la tierra, en el desierto de las mil cavernas donde la muerte viene desde las profundidades, Ikki se encontraba entrenando sus sentidos.
Imi le enseño las bases del arte de combate Krav maga, Ikki practicó la postura de contraataque una y otra vez, día y noche, entrenó sus puños, su golpe, sus movimientos sin descanso, fortaleció su voluntad y su cuerpo, no salió de la casa, todo el día se la pasaba entrenando, comía con Imi y regresaba a practicar, perfeccionó lo más que pudo la técnica, cuando pasó un mes, Imi lo mandó a que completara la primera fase del entrenamiento.
El primer paso para dominar el arte del Krav magá es afinar tus sentidos al límite, qué mejor lugar para entrenar mientras pones al filo de la espada tu vida, en ese lugar animales de la familia de los arácnidos dominaban la zona, los escorpiones de arena tenían garras envés de pinzas, estas pueden pulverizar hasta granito, sus seis patas con capacidad de girar ciento ochenta grados les dan una gran movilidad entre los túneles, su cola contaba con un aguijón al estilo de una avispa, tan letal por su veneno como por ser tan filosa y resistente, ellos eran los cazadores por excelencia en esa zona tan extrema y eran nombrados Kashnab.
Dos días ya habían transcurrido desde que entró en meditación, sin algo que beber o comer, ahí se encontraba erguido, quieto, esperaba una oportunidad, un signo de vida, la única manera de completar su entrenamiento era beber la sangre de un escorpión de arena y comer su carne, nadie conocía el arte del Krav maga pues era tan brutal su entrenamiento que aquellos pocos que lo intentaban perdían la cordura o la vida, son raros los que sobrevivieron la última etapa.
Una gota de sudor bajó desde un mechón, recorrió la silueta de su ojo derecho, bajo por el filo de su mejilla esquivando los cortos vellos que crecían en su piel, en la punta de su barbilla se juntaron las pequeñas partículas dispersas hasta formar el contorno de una gota que cayó hacia un abismo, la capa exterior se vaporizó, la siguiente capa sufrió el mismo destino, y así hasta que no quedó nada, a medio camino de llegar al fondo se desvaneció entre polvo y calor.
El sol ya se andaba escondiendo de la luna, un temblor imperceptible para los seres vivos sacudió los alrededores de Ikki, en ese momento sus ojos se abrieron, de un rápido salto se alejó de la arena, un par de garras se asomaron desde la arena y en fugaz movimiento destrozó todo entre ellas.
—Por fin estás aquí.
Ikki aterrizó a dos metros a la distancia, las garras volvieron a introducirse dentro de la arena, desapareciendo de la vista como si nada hubiera pasado ahí, otro pequeño movimiento de los gránulos de la superficie delató la posición de aquella bestia, Ikki volvió a saltar dando una vuelta sobre su eje hacia atrás. Un gran escorpión salió disparado hacia fuera de la arena tratando de atrapar a su presa, Ikki de vuelta en su posición de combate armado con solo sus puños tenía que enfrentar a esa letal criatura, al caer en la arena, el escorpión tomó rápido control de la zona con sus alargadas y peludas patas, sus movimientos eran demasiado veloces, mantuvo su precaución antes de lanzar cualquier ataque.
Ikki respiró profundamente mientras llevaba sus manos hacia el frente, una más adelantada que la otra, con sus pies descalzos mantenía toda la presión de su peso en las puntas de los dedos, la tensión del momento no dejaba que ninguno apartara la vista de su oponente, una leve distracción podría significar un golpe mortal, con sus cuatro ojos rojos, el escorpión miró a su alrededor buscando más señales de vida.
En un movimiento preventivo levantó su cola, con el aguijón apuntando al corazón del objetivo, con sus patas se movió con una rapidez imperceptible alrededor de Ikki, lanzó una estocada dirigida al pecho con su aguijón, Ikki con un rápido juego de pies logró esquivar la estocada y con su palma golpeó la cola, el Kashnab perdió un poco el equilibrio, pero lo compensó con un cambio de postura. En el siguiente instante lanzó una tajada con sus garras, tenía la intención de rebanar en dos a Ikki, en respuesta del asalto, alzó su pie con un movimiento circular, con el otro dio un brinco para alejarse y caer con el pie que había alzado, ese movimiento le permitió guardar la distancia entre su objetivo y él.
El Kashnab continuo con un asalto feroz, lanzó una estocada tras otra continuamente, apuntó a la cabeza, el pecho, las piernas, pero ninguna logró acertar, Ikki ya había mejorado su agilidad corporal, con una vista tan perfeccionista veía el cambio en la dirección del ataque lo que le permitía adelantarse al movimiento. El escorpión al darse cuenta que era inútil, cambió su patrón, dejó caer su cola en la arena, con sus patas traseras se impulsó hacia delante tratando de asestar un corte con sus garras, el movimiento era rápido, pero no imperceptible, Ikki dio una voltereta de lado derecho esquivando su embestida, el escorpión no se detuvo en seco y aprovechó la maleabilidad de la arena para girar su cuerpo y repetir el mismo patrón, Ikki al percatarse, realizó la misma voltereta, sin embargo, una garra le había alcanzado el brazo, una marca de color rojo intenso surgió de lado a lado en su brazo izquierdo.
¡Cómo pude ser tan lento!, pensó Ikki, esto duele y mucho.
La herida no fue superficial pero tampoco tan profunda, mientras esquivaba los ataques del escorpión, cortó un poco de tela de su pantalón y la amarró en su brazo, todo esto sin quitar la mirada del Kashnab, con la hemorragia detenida, regresó su concentración sobre el contrincante, en su mente ideó un contraataque para la situación, el escorpión repitió el mismo ataque ya que pensó que funcionaba al lograr asestar un rasguño, Ikki al esquivar esperó a que se volviera a lanzar, en ese momento en vez de dar una voltereta, se deslizó por debajo del escorpión, ya que se encontraba abajo, con su puño izquierdo asestó un puñetazo en la zona blanda de este.
El Kashnab aterrizó en la arena, pero sin fuerza en sus patas y en sus brazos, de su boca salió un líquido verde y lanzó un chirrido, Ikki se levantó para tomar su posición de nuevo, no esperó a que el escorpión se recuperara y lanzó la ofensiva esta vez, con un impulso del pie atrasado avanzó gran distancia, lanzó un golpe de puño con su mano adelantada hacia la cabeza del escorpión, el caparazón crujió y en un intento desesperado por escapar, el Kashnab atacó con su cola, el movimiento era más lento, se notaba el daño recibido, Ikki lo esquivó fácilmente y golpeó de nuevo, continúo esquivando los ataques y golpeando, pero se dio cuenta que no podría romper el caparazón, en ese momento el escorpión atacó con sus garras, ya había recuperado su movilidad en su cuerpo inferior.
Dio media vuelta intentando escapar, Ikki corrió, lo alcanzó a agarrar de su cola y con una fuerza tremenda lo mandó a volar sobre su cabeza, el Kashnab aterrizó de golpe en la arena boca arriba quedando aturdido por breves instantes, Ikki se acercó como un rayo, con sus dos manos tomó la base del aguijón y con un poderoso movimiento penetró el punto vulnerable del escorpión. El chirrido del Kashnab hizo eco por toda la zona, sangre verde brotaba de su punto débil, la arena se tiñó de color esmeralda, los buitres seguían acechando desde lo alto, sus patas se contrajeron y los movimientos anormales cesaron, la escena parecía como si los últimos rayos de luz, se hubieran robado el alma del Kashnab.
La arena se levantó, Ikki se dejó caer de espalda, después de tan extenuante combate se sentía muerto, la herida le comenzó a punzar, su cabeza daba vueltas, miró a los buitres dando vueltas en el cielo, sus ojos cerraron el telón lentamente. Un fétido olor lo despertó rápidamente, el pico de un buitre lo inspeccionaba para saber si podía comérselo, al ver que el sujeto se despertó los buitres que andaban cenando al escorpión alzaron vuelo, Ikki se levantó rápidamente y movió sus brazos para ahuyentarlos.
—¡Váyanse de aquí aves de carroña!, esa comida es mía. —gritó Ikki
El cielo resplandecía a causa de las estrellas, estas iluminaban el desierto, a lo lejos se alzaban unas montañas, era mejor buscar terreno alto a encontrarse otro Kashnab rondando, cogió lo que quedó del cadáver del escorpión y lo llevó arrastrando hacia un lugar seguro. Caminó por tres horas, todo su cuerpo estaba adolorido, pero no le impidió avanzar, al llegar a las montañas escaló por un camino de rocas hasta situarse a diez metros de altura, a esa altura se encontraba una cueva, en la entrada tenía tallados unos dibujos antiguos.
Usando las garras del escorpión hizo un hueco circular en la piedra del piso, tomó algunas piedras duras de la cueva y las aventó dentro del hoyo, con su habilidad de sangre, lanzó una llama negra dentro del agujero, continúo encendida hasta que las rocas duras tomaron una tonalidad ardiente, el calor se concentraba dentro de esas rocas. Cortó la carne del escorpión usando sus garras, también arrancó un pedazo de caparazón, colocó la carne sobre el caparazón y lo puso sobre las rocas ardientes, el método era similar al que usaban para cocinar barbacoa.
La carne soltaba un olor agradable, jugos grasosos se filtraban del centro, la tonalidad se teñía de color marrón, tomó la carne caliente y de un bocado la devoró toda, el estómago le rugía desde hace rato, no tenía tiempo para degustar el platillo sin embargo notó un leve sabor terroso y algo picosito. Al terminar el bocado sus ojos se abrieron de golpe, el tic tac de su corazón avanzó cada vez más lento y más pronunciado, parecía como si su corazón fuera a salir de su pecho, sus ojos empezaron a sangrar mientras su boca no dejaba escapar ni un sonido, el sonido de sus huesos quebrantándose lentamente penetró sus oídos, su sangre se tornó negra y la sensación de miles de agujas siendo clavadas invadió su interior, no podía pensar adecuadamente, su vista se volvió borrosa, sus extremidades no respondían, su vida divagaba entre la muerte y la vida.
—¡Qué está pasando…! —Ikki solo podía pensar las palabras pues no salían de su boca—. Mi boca no responde, me siento atrapado, el dolor… todo cruje, da vueltas. Yo… tengo… — Ikki dejó de mirar, de sentir, de olfatear y de moverse.
Los primeros rayos del amanecer se asomaban desde el poniente, pequeños insectos dejaban su letargo para alimentarse, los cactus se erguían esperando alguna señal de lluvia, el tono rojizo de las montañas destacaba del color blanco del desierto, matorrales y nopales lo decoraban, la flora no es muy vasta en ese lugar, en ese silencio irrumpió el sonido de un gran bocado de aire.
Lentamente despertó, sus ojos fijaron el vasto cielo preguntándose que había más allá, dio una rápida mirada alrededor, todo estaba como antes, se levantó lentamente mientras una sensación de dolor penetraba su pecho, su cuerpo lucía renovado, sin embargo, su mente sensorial era un desastre. Miró el hueco que había cavado, las piedras ya estaban frías, tomó la carne cruda del Kashnab y la mordió salvajemente, el cuerpo de un Kashnab tiene la altura de un hombre adulto, aproximadamente un metro ochenta centímetros, toda la carne que contenía el escorpio muerto fue devorada por Ikki en un instante, al terminar, volvió al mismo estado miserable de ayer, el dolor había disminuido una miseria, con todo el coraje que reunió, se arrastró hasta el caparazón del Kashnab, tomó su corazón y exprimió toda la sangre dentro de su boca.
El contacto de la sangre con la piel le quemaba como si le pusieran fierro ardiente, la sangre le quemó la garganta, el estómago y las vísceras, todo su cuerpo se paralizó mientras renacía, esta vez no quedó inconsciente, soportó el dolor durante horas, al finalizar el día la sensación fue disminuyendo hasta que desapareció, al término del proceso Ikki durmió, a la mañana siguiente se levantó suavemente.
—El dolor ha desaparecido, mi cuerpo se siente más ligero… —Ikki lanzó un puñetazo hacia la pared, el golpe sumió la estructura creando una gran grieta—. Cómo es esto posible, ¿por qué tengo esta fuerza?
Ikki miró hacia el desierto y de un salto llegó al suelo, había brincado desde diez metros de altura, no solo su fuerza había aumentado, también su resistencia, caminó en dirección al oeste donde se encontraba la ciudad de Juten, una leve tormenta de arena se acercaba en donde estaba Ikki. A la distancia percibió temblores en la tierra, otro Kashnab emergió de la arena, con su aguijón lanzó un ataque hacia la cabeza de Ikki, este con un rápido movimiento apartó su cabeza y con sus manos tomó la base de la cola, jaló el Kashnab hacia él y con el impulso le clavó su propio aguijón en su cabeza, ni siquiera le dio tiempo al escorpio de usar sus garras.
Al matarlo no le soltó la cola y lo llevó arrastrando hasta la ciudad, en las puertas de Juten los guardias miraban con incredulidad la escena frente a ellos, un joven de no más de diecinueve años traía cargando el cadáver de una de las criaturas más letales del desierto. Las personas despejaban el camino para que transitara Ikki, elfos, humanos, enanos, miaulers, lubos y demás razas miraban con dignidad la espalda de aquel joven, el rumbo que Ikki tomó fue en dirección a la casa de Imi, ya era hora de la segunda fase.