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Chapter 2 - Capítulo 1: ¡Reencarné! - Parte 1

Una risa resonó en el vacío, retumbando como si proviniera de todas partes y de ninguna a la vez. No había forma de identificar su origen. Era una risa, pero no la de una persona; era la risa de algo... diferente.

"Niño, ¿crees que tuviste una buena vida?"

La voz era profunda, burlona, y parecía llenar el espacio infinito que rodeaba a Daiki. No había cuerpo, no había sonido, solo oscuridad... Y él. ¿O era él? No podía verlo ni sentirlo después de todo.

Un frío extremo lo recorrió, aunque no tenía cuerpo. No tenía nada. Sólo su conciencia flotando en un vacío interminable.

¿Qué... qué está pasando? Pensó, angustiado. Las preguntas bombardeaban su mente, pero nada tenía sentido.

"Sí, lo hiciste. Claro, ¿quién no lo haría?"

La voz volvía a hablar, y Daiki pudo sentir cómo la irritación se apoderaba de él. ¿Qué demonios está pasando? ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando con mi cuerpo?

"¿No lo notas?"

La voz cambió de tono, un susurro venenoso que hizo eco en su mente.

"No tienes cuerpo, ni forma. Estás muerto, niño. Tan joven, y aun así piensas que tu vida fue buena. ¿Acaso no ves la ironía?"

Muerto.

La palabra golpeó su mente con la fuerza de un rayo. El aire, si es que eso existía en ese vacío, se le escapó de los pulmones, aunque ni siquiera podía respirar, pero aun así todo su ser se sintió aplastado, como si su conciencia misma fuera una burbuja a punto de estallar.

No... no puede ser...

"¿Sabes qué es lo peor de todo?", continuó la voz, pero esta vez tomó un tono más bromista, como si disfrutara ver a Daiki quebrarse poco a poco.

"Lo peor es que tú mismo elegiste este destino. Tú, con tus decisiones estúpidas, y con tu vida... sí. Tu absurdo recluimiento. Tus acciones te llevaron a terminar aquí. ¿Ya lo recuerdas? ¿Acaso ser un hikikomori te hizo feliz?

"¿Qué...?"

La voz resonó en su mente, pero sus labios no se movían. El peso de esas palabras le estaba destrozando.

¿Elegí esto?

"¡No! ¡No fue así!", intentó replicar, pero sus pensamientos salían atropellados, como si se ahogaran en su propia confusión.

"Claro que lo elegiste, Tu vida fue una huida constante. Te escondías tras excusas, detrás de lo que sea, solo para evitar afrontar las consecuencias de tus propias acciones. Ni siquiera intentaste resolver tus problemas ¿A qué pensabas que jugabas?"

"¡Tú no sabes lo que sufrí!"

"Sufriste... ¿De verdad? No me hagas reír", la risa rasposa de esa presencia retumbó en el espacio infinito.

Daiki sintió algo dentro de él quebrarse. Algo que intentaba ignorar, como si una parte de su propio ser finalmente estuviera siendo expuesta.

"No... tú no sabes nada de mí..."

"¿Ah no?", esa presencia dejó escapar una carcajada sibilante.

"¡¿Entonces qué?! ¿De verdad creías que podías vivir en un constante escape y que todo iba a estar bien?"

"¡¿De verdad pensaste que podías evitar afrontar tus problemas?!"

Daiki intentó gritar, pero su voz no salía. Estaba atrapado, impotente.

Recordó la cantidad de veces que simplemente había dado la espalda a todo, se había alejado de ellos en vez de enfrentarlos.

Cada vez que había preferido ocultarse en su habitación, o dejar que su miedo y su inseguridad lo controlaran.

Cada vez que, en lugar de pelear, había buscado una salida fácil, hasta que ya no hubo forma de escapar.

"Sé todo de ti, sé que eres alguien patético."

La voz de la presencia se suavizó por un momento, pero la crueldad nunca desapareció.

"¿Sabes? Pensé que al menos aprenderías algo, de los problemas que tanto trataste de evitar... Pero no. Y ahora aquí estás, atrapado en tu propia miseria. Esto no es más que lo que te ganaste."

Daiki sentía su inexistente pecho apretado.

La frágil burbuja que había construido a lo largo de su vida, esa que le permitía vivir en su propio pequeño mundo, se desinflaba lentamente.

Y en algún rincón de su mente, comenzó a preguntarse si alguna vez podría haberlo hecho diferente.

"¿Ya lo estás comenzando a entender cierto?", esa presencia continuó, su tono ahora más grave.

"Todo lo que hiciste fue evitar la realidad. Y cuando no pudiste más... Esperaste que alguien más viniera a resolverlo por ti, ¿verdad?"

No podía negarlo. Había esperado que las cosas se solucionarán solas, o que alguien más lo salvará.

"Incluso intentaron ayudarte, pero tú rechazaste la ayuda. Esperabas que los demás resolvieran tus problemas por ti."

"Tuviste tu oportunidad, niño."

"Pero no la merecías."

El joven se quedó en silencio, las palabras de esa presencia habían penetrado en su cabeza.

Había algo profundamente cierto en ellas, algo que no podía ignorar. Pero también había algo dentro de él que se negaba a ceder, algo que aún deseaba aferrarse a la posibilidad de cambiar. Incluso en estas circunstancias.

Pero esa presencia no iba a ser tan amable.

"Las cosas ya están hechas, lo único que te queda es aceptar que no tienes a quién culpar, más que a ti mismo."

El eco de la risa de esa presencia se desvaneció lentamente, dejando a Daiki en la oscuridad, rodeado de sus propios pensamientos y de las palabras que lo azotaban con la cruel realidad.

"Ya no puedes hacer nada al respecto."

"Daiki, ¿Es tu nombre cierto? Esto es tu castigo."

"¿Castigo? ¿De qué hablas?", preguntó Daiki confundido.

Cada segundo que pasaba, lo hacía sentir con más dudas sobre todo lo que pasaba. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, y cada vez que aquella presencia hablaba, estas incrementaban.

"¿Te gusta huir, no es así? No te preocupes, podrás seguir haciéndolo"

El vacío oscuro que lo rodeaba se transformó en una cegadora luz blanca, que pronto dio paso a un brillante azul celeste. Nubes esponjosas, como algodones suaves, se deslizaban tranquilamente por el cielo, completando el panorama irreal.

Despertó de golpe, como si emergiera de una pesadilla.

"¿Pero qué...? ¿Qué está pasando aquí?", murmuró, aturdido.

Se levantó apresuradamente, sus ojos recorriendo el lugar con incredulidad.

Estaba en un claro de bosque, rodeado de matorrales y flores extrañas. Algunas aves, cuyo canto nunca antes había escuchado, revoloteaban entre las ramas.

Todo parecía salido de un cuento de fantasía, salvo por los árboles, que aunque familiares, tenían algo diferente, algo extraño.

El aire fresco llenaba sus pulmones, puro, como no lo había sentido jamás. Cada inhalación era como un bálsamo para su cuerpo, aunque no para su mente.

"A ver... Esto es muy raro. ¡Demasiado raro!", exclamó, mirando a su alrededor.

Su cuerpo seguía entumecido. Sus piernas dolían como si hubiera corrido una maratón interminable, y sus brazos estaban rígidos, casi insensibles.

Se llevó una mano al pecho, buscando señales de la herida que debería estar ahí... pero no había nada. Solo la tela rasgada y la sangre seca que ensuciaba el blanco de su camisa.

"No puede ser... ¿Fue un sueño? No, no, imposible", se dijo en voz baja, tocando con insistencia su camisa rasgada.

"Esto es real. Todo lo que pasó fue real... pero, ¿por qué estoy aquí?"

Frustrado, Daiki se rascó la cabeza. La sensación de vacío en su mente era abrumadora. Las piezas del rompecabezas no encajaban.

Murió. Eso estaba claro.

Pero entonces, ¿esto era... el más allá? No, no tenía sentido. Ningún libro de texto describía algo así. A menos que...

"¡Es otro mundo!", exclamó de pronto, con una gran sonrisa iluminando su rostro.

"¡Esto es igual que esos mundos de fantasía! Ya sé cómo funciona esto: morir, despertar en un lugar extraño, una charla con un ser divino... ¡Lo he visto miles de veces!"

Sin embargo, su entusiasmo se desinfló rápidamente. Miró su cuerpo con una mezcla de resignación y desdén.

"Aunque... mi condición física sigue siendo igual de lamentable."

Suspiró, dejando caer los brazos a los costados.

"Ni siquiera me dieron un kit de inicio... Esto es un asco."

Se paseó por el claro, mirando a su alrededor en busca de algo útil. Nada. Solo árboles, matorrales y más árboles.

"Ni siquiera hay animales... Esto no es lo que esperaba. Normalmente, aparecería en una ciudad, donde una linda invocadora me estaría esperando con una sonrisa."

"Pero aquí no hay nada. ¡Ni una ciudad, ni una chica! ¡Esto es estúpido!", gritó, pateando una roca cercana.

"¡Maldito sea ese dios!"

Finalmente, dejó escapar un largo suspiro, tratando de calmarse. Primero lo primero, pensó. Necesito salir de aquí.

Se acercó al límite del claro, observando el denso laberinto natural que lo rodeaba.

Su corazón comenzó con fuerza, y una ligera capa de sudor frío comenzaba a formarse en su frente. Dio un paso hacia adelante, pero su cuerpo se tensó de inmediato.

Una ráfaga de imágenes horribles cruzó su mente: bestias ocultas entre los árboles, lobos hambrientos, algo acechándolo desde las sombras. Mil maneras en las que podía terminar despedazado.

"Es solo un bosque... ¿Por qué tengo tanto miedo?", se quejó en voz alta.

Apretó los dientes y dio otro paso, pero la sensación no desapareció. Al contrario, se hizo más intensa. Podía sentir su respiración volverse irregular, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras el pánico comenzaba a apoderarse de él.

"¡Maldición!", gritó, rascándose la cabeza con fuerza, intentando despejar las imágenes de su mente.

Dio un paso atrás, alejándose del bosque, y se dejó caer junto a una roca cercana.

Con la espalda apoyada en la rugosa superficie, se abrazó las piernas y escondió el rostro entre sus brazos. Sus ojos, apenas visibles, estaban fijos en el suelo.

"¿Qué se supone que haga ahora?"

El pensamiento lo golpeó como un eco distante.

No tengo nada. No sé a dónde ir. Ni siquiera sé si hay pueblos o ciudades aquí. Este bosque podría estar lleno de lobos... o algo peor. No puedo hacer nada.

"Cuando no pudiste más... ¿qué hiciste? Esperaste que alguien más viniera a resolverlo por ti, ¿verdad?"

Las palabras de aquel ser resonaron con brutalidad en su mente. Apretó los puños con fuerza, sus dientes rechinando por la frustración.

"Tsk..."

"No. No voy a esperar a nadie. Me las puedo arreglar solo", dijo en voz baja, casi como si quisiera convencerse.

"Vamos, Daiki. Esto no es diferente a cuando salías de tu cuarto para buscar algo de comer. Solo es un paso. Después otro. No es tan difícil."

Con su determinación renovada, se puso de pie. Caminó hacia el límite del claro una vez más, nuevamente su corazón se aceleraba.

Dio un paso adelante, luego otro, y cerró los ojos con fuerza, tratando de no pensar en el peligro.

"¿Lo hice?", preguntó, abriendo un ojo lentamente. Miró hacia atrás, el claro aún visible. Una tenue sonrisa se asomó en su rostro. "

"Sí, no fue tan difícil."