"Gah… Khh…", Tosió sangre, mientras un sabor metálico quemaba su garganta.
El polvo se disipó lentamente, revelando su cuerpo encorvado sobre las raíces del árbol. Era incapaz de hacer algún movimiento.
¿Qué sucedió? No puedo ver nada, todo es demasiado borroso.
Me duele la cabeza, me duele el cuerpo. No puedo pensar en nada. Todo es demasiado… difuso.
Luces blancas parpadean a mi alrededor… ¿Son ángeles?
…
Una sombra oscurece mi visión… ¿El infierno?
…
¿Qué es esa enorme silueta…? ¿Me va a ayudar…? ¿Me va a matar?
La criatura se encontraba a centímetros de distancia del joven. Acerco su hocico mientras exhalaba frente a su rostro y habría sus fauces, mostrando miles de cuchillas rojizas. Vestigios de viejas presas.
Daiki no era capaz de oler el pútrido olor proveniente de sus fauces, pero instintivamente su rostro sé aparto.
"¿Que eres…?", preguntó.
Nuevamente, un chorro rojizo se escapó de sus labios, ahogando su aliento.
Su cuerpo ya no respondía. Trato de oponer su mano entre su rostro y el hocico de la bestia, pero estaba demasiado herida, era incapaz de mantenerla en alto.
La saliva escurría por su mandíbula, mojando el vello seco bajo su quijada. Lo tomo en sus garras y comenzó a olfatearlo.
Su mirada se encontraba concentrada en su presa, tanto que ni siquiera se dio cuenta de que otro ser estaba bajo sus patas.
"¡¡AAHHHH!!"
Una afilada roca fue clavada fuertemente en uno de sus dedos.
Un ruido sordo resonó, viajando por todo el lugar acompañado de un agudo alarido de sufrimiento que hizo retroceder a la criatura.
Arata interceptó el cuerpo de su amigo, quien descendía a gran velocidad, cayendo junto con el debido al peso.
"¡Daiki! ¡¿Qué te paso?! ¡¿Te encuentras bien?!", preguntó alarmado.
No obtuvo respuesta. Daiki lo estaba mirando, pero parecía no estar del todo ahí.
"Mierda. No debí dejarlo solo…"
Arata se levantó al instante, colocando su atención en la criatura, la cual lo observaba furiosa.
Buscando alguna manera de salir del problema observo a sus alrededores, árboles, rocas, enredaderas. Ningún objeto en este bosque parecía ser de especial ayuda en un momento como este. Y huir ya no era una opción.
Un momento.
Un tronco a punto de caer llamo la atención de Arata, estaba únicamente en pie gracias a las enredaderas que sostenían sus ramas. Cualquier leve impacto sería suficiente para derribarlo.
En un segundo se apresuró hacia el lugar, con la criatura pisando sus talones.
Salto una enorme roca que fue destruida en segundos a causa de una embestida de la criatura.
Arata dejó salir un leve quejido al aterrizar, pero siguió avanzado tan rápido como su cuerpo fuera capaz de moverse.
Con un paso acelerado, uso su hombro para impactar el tronco, tambaleándolo levemente, y rebotando al suelo debido al golpe.
"Esto será suficiente"
Un zarpazo hacia su posición lo obligo a reponerse en segundos.
Gracias a ese impacto, las enredaderas comenzaban a crujir y tensarse rápidamente. Y cuando menos se lo espero, el árbol comenzó a descender.
La criatura se abalanzó a Arata, pero antes de siquiera poder tocarlo, el árbol aplasto su torso, dejando salir un gruñido.
Con chillidos constantes, la criatura pataleaba y se movía frenéticamente tratando de escapar.
Sus manos y patas se clavaban en la tierra, empujando hacia arriba continuamente, tambaleando en tronco sobre él.
Arata lo observaba impaciente, esperando que su resistencia se redujera y muriera a falta de oxígeno.
Decidió dejar de prestarle atención y auxiliar a Daiki quien estaba en peores condiciones.
Se quitó su sudadera y la presiono contra la cabeza de su amigo, intentando detener el flujo de sangre.
El tejido, empapado al instante, ofrecía poca resistencia, pero al menos funcionaba.
"Lo lamento, es lo único que puedo hacer por tu justo ahora"
El sonido constante de la bestia llamo su atención nuevamente, el tronco parecía moverse mucho más que antes, ahora se encontraba sobre sus patas.
Se había deslizado por su cuerpo debido al movimiento constante. Con un movimiento inesperado, el tronco finalmente toco al suelo.
La criatura ya liberada y ansiosa se movió a todas direcciones adoptando una postura cuadrupedal.
Las costillas de su torso, ya antes expuestas, se encontraban rotas. Cubiertas de un líquido carmesí que goteaba constantemente.
Sin previo aviso se abalanzó hacia la posición de Arata, pero esta vez paso de largo.
Se alejó dejando salir chillidos constantes, además de una estela de polvo y sangre detrás.
El joven dejo escapar un profundo suspiro.
"¿Eso… fue todo? Quiero decir, ¿Se terminó?"
Arata recostó a su amigo en la hierba, mientras miraba la tenue niebla de tierra disiparse.
"Sobrevivimos… lo logramos…"
Se dejó caer hacia atrás, incrédulo de lo sucedido.
Una extraña presión en su pecho se acumuló lentamente, acompañada de un nudo en su garganta. Decir algo en este momento era difícil para él, ni siquiera quería hacerlo.
"Esto no tiene sentido, nada de esto lo tiene. Todo es simplemente increíble.", Murmuró, levantándose dispuesto a continuar.
Los rayos anaranjados se filtraron por las hojas de los árboles, indicándole que no pasaría demasiado tiempo antes del ocaso.
"Daiki, ¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras?"
"..."
Sus ojos estaban abiertos en su totalidad, mientras sus labios se abrían intentando articular alguna palabra.
"Asimilando" es la palabra que mejor describe su estado actual.
"Dime. ¿Qué fue lo que paso? ¿Cómo es que seguimos vivos?", preguntó manteniendo su inmóvil postura.
Arata acarició su propia frente, como si intentara olvidar lo sucedido antes de responder. Dejando salir un hondo suspiro.
"Me gustaría responderte, pero fue suerte. De alguna manera me las arreglé para que este lugar le jugara en contra."
"¿Eh? ¿Entonces lo venciste?", Pregunto, levantándose de un salto. Un punzante dolor recorrió sus músculos maltrechos, cobrándole el esfuerzo.
"Ugh", exclamó Daiki, perdiendo el equilibrio.
"No deberías forzar movimientos tan bruscos en tu estado actual"
"Ya lo sé, pero…"
"En fin, supongo que no podemos perder tiempo, sé que no puedes moverte demasiado, pero estamos obligados a hacerlo", dijo, acercándose a Daiki.
"¡Hey!", se quejó.
Arata lo atrapo pasando su brazo debajo del suyo.
"¡Estoy bien! ¡De verdad! No necesitar hacer esto, puedo avanzar por mí mismo", replicó Daiki.
"Sí, claro…", resopló Arata sosteniéndolo con firmeza.
Cada paso era un suplicio. Daiki apretó los dientes para contener un quejido, pero aun así un débil "ngh..." se le escapaba.
Con cada minuto que caminaban, la distancia entre los árboles era más notoria.
El peso de su amigo se hacía cada vez mayor, pero Arata no se detuvo. Apretó el agarre y siguió avanzando, aun sin ser capaz de caminar por su cuenta.
Sabía que si se detenía no habría nadie para rescatarlos. Quería creer que su propia determinación bastaría para llevarlos a ambos.
"Oye, creo que debo agradecerte por salvarme", Mencionó Daiki sin mirarlo, pues la situación se volvería bastante incómoda para él.
"Habría muerto ahí si no hubieras vuelto, aunque te dije que te fueras."
"..."
Arata lo miro un tanto sorprendido, pero a la vez aliviado.
"Parece no has cambiado demasiado aún con el pasar de los años."
"De cualquier manera no tienes que preocuparte, estamos aquí los dos, te lo dije antes. Además, tú hiciste lo mismo por mí antes."
La mirada de Daiki decayó de pronto al escuchar esas palabras. Si bien lo había hecho, no se encontraba del todo satisfecho con la manera en la que se forzó a hacerlo.
"Supongo que si…"
¿Cómo fui capaz de dudar en ayudarlo?
De verdad, soy un asco de persona…
Los árboles en este momento parecían perder presencia, al igual que los matorrales que, con anterioridad, se encontraban en donde fuera que miraran.
"Daiki, mira allá"
Frente a ellos se presentó una pradera teñida por los tonos dorados del crepúsculo.
El lugar se extendía, sin fin, una vasta alfombra de hierba baja que ondulaba suavemente con la brisa. A lo lejos, una cadena de picos irregulares rasgaba el cielo, con sus cimas cubiertas por un velo grisáceo
El bosque infernal que tanto sufrimiento les causo quedo atrás. Aun multitudes de troncos se notaban la distancia, pero llegar a estos probablemente requeriría horas.
"Finalmente, algo de tranquilidad", exclamó Daiki.
Inhalo fuertemente, y exhalo. Limpiando sus pulmones con la pura brisa del lugar.
Arata cerro sus ojos, dejando que el suave viento despeinara su cabello y acariciara su piel, como un suave susurro. Uno, que les hacía creer que peor ya había pasado.
Se encontraban maravillados con la escena que los rodeaba, sus ojos se mantenían fijos en la brillante luz que parecía ser devorada por la densa silueta de las montañas a lo lejos, como si la tierra misma intentara apagar el último destello del día.
"Arata, gracias, pero ya es suficiente. Puedo hacerlo yo solo.", dijo Daiki, mientras se apartaba de su amigo.
"¿Estás seguro de esto? Aún estás en peores condiciones que yo. A mí realmente no me importa ayudarte. Lo sabes."
"Sí, lo sé"
Una sonrisa se dibujó en sus labios, y sin previo aviso lanzo un suave golpe en su hombro.
"¡Hey!", se quejó.
"Estoy mejor que tú, ¡pero no por eso tienes que golpearme animal! Me diste justo donde más me duele"
Una risa burlona escapo de la sonrisa de Daiki.
"Lo siento, ja, ja… Yo solo tenía ganas de hacerlo"
"A veces eres un tanto diabólico" murmuró, con una mirada que mezclaba incomodidad y diversión.
El joven chico castaño estiró sus brazos, llevándolos detrás de su cabeza en un gesto relajado.
"Justo ahora debería estar quejándome, pero me siento bien. Aun con todas estas heridas y el dolor."
Si bien el inicio no fue lo que esperaba, encontrarse en esta situación de alguna manera lo hacía sentir "vivo" de una manera que llevaba años sin experimentar.
"Es bueno escucharte hablar así de nuevo, después de todo esto creí que estarías aún más deprimido que antes", mencionó Arata.
Daiki miro el cielo por un segundo. Como si su respuesta estuviera escrita en las estrellas ya visibles.
"Nah, digo, normalmente si lo estaría. Pero ya no quiero seguir con ello. Siento que desperdicie toda mi vida, y… me gustaría cambiar eso. Esto es un nuevo lugar, siento que aquí me puedo dar el respiro que tanto necesitaba."
Su rostro se endureció en un segundo, y su mirada cayó.
"Un mundo sin mi padre…"
Arata lo miro en silencio, buscando las palabras indicadas para eliminar la tensión del ambiente. Sabía lo difícil que era ese tema para Daiki, así que adentrarse en él no era algo que quisiera hacer justo ahora.
"No creo que tu vida haya sido un desperdicio, creo que ninguna vida lo es Daiki"
Una sonrisa volvió a dibujarse en su rostro mientras una risa suave brotaba.
"Supongo que si"
La oscuridad finalmente cayó. Guiados por la luz de las estrellas, caminaron sin rumbo aparente.
"¿Tienes alguna idea Arata?"
"Lo siento, no se me ocurre nada", respondió sin prestar atención.
Su interés se encontraba totalmente frente a él. Entrecerraba sus ojos tratando de visualizar alguna fuente de luz a la distancia.
"Mph…", Daiki resopló con desdén.
Sé que le había dicho que me sentía bien, pero ya me está dando hambre, y sed, tal vez incluso sueño. Hoy hice demasiado…
"¿Logras ver algo?", preguntó.
"Bueno, si me ayudaras tal vez lo haría. No te veo buscando", dijo Arata mientras inclinaba su cuerpo hacia delante.
Daiki aparto la mirada, casi ignorando lo que su amigo le había pedido. Y a la distancia un tenue brillo llamo su atención.
Entrecerró sus ojos, notando un solitario sendero con una pequeña antorcha a su lado.
"¡Arata, mira allá!", dijo, apuntando hacia la dirección.
Un suspiro escapó de los labios de su amigo, mientras el alivio recorría su cuerpo como una ola calmante.
Los dos jóvenes se apresuraron al lugar.
La condición de Arata parecía haber empeorado, pues Daiki noto como le era más difícil caminar. Aun si no se quejaba.
Sin dejar pasar un segundo comenzaron a recorrerlo, intentando incluso correr.
Sus labios ya estaban secos. Sus piernas se fatigaban más con cada paso, y la calma de la noche los comenzaba alterar a este punto.
Solo un pensamiento recorría la mente de ambos.
¡Ya no puedo más!
Aun si sus energías estaban desapareciendo, ya no se podían detener. Pues frente a ellos se encontraba lo que parecía ser su salvación.
Desde la distancia, la muralla se extendía como una serpiente de roca, grisácea y desgastada por los años.
El arco de piedra que enmarcaba la vacía entrada era iluminada fuertemente por dos antorchas, cada una a su costado.
"¡Finalmente… un pueblo!", balbuceo Arata con dificultad.
Con un trote ligero entró con dificultad. A este punto, Arata se tambaleaba con cada paso que su débil cuerpo daba, mientras que Daiki, quien se encontraba detrás, sé movía con torpeza.
Sus pies se arrastraban por la tierra húmeda, mientras balbuceaba constantemente.
"Espérame… Arata…"
Inesperadamente, su cuerpo se inclinó hacia delante.
El sentimiento de estar en el aire lo envolvió por unos segundos, siendo despedazado al estrellarse contra el suelo.
"Daiki…", murmulló.
Intento acercarse para auxiliarlo, pero sus parpados comenzaban a pesar, mantenerlos abiertos se volvía cada vez más difícil.
No… aún… no…
Busco con su cansada mirada hacia todas direcciones en busca de alguien, pero ya le costaba distinguir formas.
Su cuerpo cayó fatigado.
Con su rostro aplastado contra el barro, una silueta se hizo presente frente a él, acercándose con calma.
No lograba distinguir la figura, pero una suave voz fue captada por sus oídos, una voz que parecía preguntar algo.
"¿...?"
No hubo respuesta.
Su conciencia se desvaneció.