Chereads / Re:Soul: Una Segunda Oportunidad para Vivir / Chapter 3 - Capítulo 1: ¡Reencarné! - Parte 2

Chapter 3 - Capítulo 1: ¡Reencarné! - Parte 2

Tanaka Daiki, ese era él. No era alguien particularmente brillante, ni mucho menos alguien que se detuviera a analizar cada detalle antes de actuar. Su vida siempre había sido de decisiones rápidas y consecuencias que enfrentaba sin demasiado pensamiento previo o a veces, ni siquiera lo hacía.

Todo en su apariencia reflejaba ese descuido: ojos de un tranquilo color oliva que rara vez brillaban con ambición, un cabello castaño que parecía resistirse al más mínimo intento de orden, y una complexión que no destacaba en lo absoluto.

No era ni delgado, ni atlético, ni fuerte, ni frágil; simplemente... promedio.

La clase de persona que uno olvida después de cruzarla en la calle. Si algo en él era remotamente especial, era su habilidad para tocar la guitarra, pero incluso eso era algo que había aprendido sin pretensiones, como un pasatiempo más que una pasión.

-Un chico común de Japón-

Pensaría cualquiera al verlo, y no estaría equivocado.

El simple hecho de que se detuviera tanto a pensar en salir del claro es algo de admirar tomando en cuenta lo poco habitual que esto era en él.

Caminaba con cierto temor a través del bosque, sobresaltándose con cada sonido que hacían los pequeños animales al moverse entre los matorrales.

"Me va a terminar dando un paro cardíaco aquí..."

Murmuró, intentando mantener la calma.

"¿Por qué tenía que ser un bosque? Todo es más aterrador con estos ruidos..."

Cada crujido y movimiento de hojas era un recordatorio constante de su vulnerabilidad.

"Lo peor no son esos sonidos... ¡Ni siquiera tengo una daga para defenderme!", continuó quejándose, susurrando como si algo pudiera escucharlo.

"¿Qué se supone que haga si me ataca algo... o alguien?"

A medida que se adentraba más, un crujido seco resonó frente a él. Daiki se detuvo de golpe ocultándose detrás del tronco de un árbol.

El terror le congeló los músculos mientras su mente dibujaba la silueta de un goblin acechando entre los árboles.

Un goblin... Una parte de él quiso creer que podría enfrentarlo. Podría vencer a uno, ¿no? Es solo... pequeño. Pero esa esperanza se desvaneció rápidamente.

¿Y si no puedo? ¿Y si me mata aquí mismo?

Su corazón latía frenéticamente mientras el sonido de pasos acercándose lo empujaba al borde del pánico. Cerró el puño, intentando reunir coraje.

"Si no puedo vencerlo... al menos le daré un buen golpe. Eso debería darme tiempo para huir..."

¡Crack!

Un crujido nuevamente sonó justo frente a él.

En un acto reflejo, Daiki se lanzó hacia adelante, cerrando los ojos y descargando un golpe con todas sus fuerzas.

-¡Muéreteeeeee!

¡PAM!

El impacto resonó, y algo suave cayó al suelo. Un dolor agudo recorrió su mano, poniéndola roja al instante.

"¡Aaaah! ¡Mierda! ¿Qué demonios fue eso?"

Daiki abrió los ojos lentamente, con el corazón desbocado. Pero antes de que pudiera averiguar qué había golpeado, una voz conocida llegó a sus oídos.

"¿Eh? ¿... Eeh? ¿... EHHHH?"

El grito de sorpresa de Daiki fue tan fuerte que las aves de los alrededores revolotearan asustadas.

"¿¡Arata!? ¿De verdad eres tú? ¿Qué estás haciendo aquí?"

La sorpresa de ver a su amigo casi le hizo olvidar lo ocurrido. Casi.

"Eso debería preguntártelo yo, idiota. Además... ¿¡por qué demonios me golpeaste!? -se quejó el otro chico, sobándose la nariz mientras inclinaba la cabeza para detener el sangrado."

Era, sin duda, Arata. Ese cabello negro, despeinado con una precisión casi irónica, reflejaba su naturaleza perfeccionista y despreocupada al mismo tiempo.

Sus ojos celestes, que normalmente brillaban con una mezcla de curiosidad y escepticismo, esta vez se clavaban en Daiki con una clara irritación. Su piel clara, ahora enrojecida, contrastaba con su expresión pensativa, la misma que solía poner cuando su mente se perdía en preguntas innecesarias.

Daiki arrugo la frente al notar su desconcierto. Arata siempre se jactaba de ser un poco más listo y atractivo que él, pero en ese momento no parecía ni lo uno ni lo otro.

Miyazaki Arata. Su mejor amigo. Y el mismo chico que, al igual que él, había muerto aquella noche.

"¡Ah! Pensé que eras un goblin..."

Río Daiki nerviosamente, apartando la mirada.

"¡Claro! Como siempre, actúas primero y piensas después, ¡imbécil!"

Arata bufó, limpiándose la sangre con la manga. ¿Un goblin? ¿De verdad pensó que yo era un goblin? Este tipo es increíble...

Daiki se rascó la cabeza, nervioso. Aunque no podía evitar sentir un inmenso alivio al saber que no estaba solo en ese bosque aterrador.

"Escucha, cuando vas a soltar un golpe, no se lo lanzas a la primera cosa que tienes frente a ti. ¡Y menos cerrando los ojos! ¡No puedes andar tirando a la suerte como si estuvieras en un videojuego de gacha y esperar las cosas te salgan bien!"

Daiki frunció el ceño, ya previendo el sermón que se venía trato de replicar, pero Arata ni siquiera le dio tiempo de responder.

"Si yo hubiera sido un goblin, ni siquiera me habrías tocado. ¿Quién demonios cierra los ojos para lanzar un golpe?"

Arata agitó los brazos como si estuviera explicando lo más obvio del mundo.

"Te lanzaste sin mirar. Ni siquiera analizaste si había algo enfrente. ¿Qué esperabas, que el goblin mágicamente se parara en el lugar perfecto para que lo golpearas? ¿Crees que los goblins tienen un hitbox tan grande como en un RPG? ¡Claro que no! Se mueven, esquivan, contraatacan."

Daiki resopló, cruzándose de brazos, pero Arata no se detuvo.

"¿Y qué crees que hubiera pasado si realmente era un goblin?", preguntó.

"Te lo voy a decir, esquiva tu golpe torpe, te mira con esos ojos maliciosos, y antes de que te des cuenta, ¡zas! Te da un golpe bajo, o peor, ¡te clava algo en el costado! Porque, sorpresa, los goblins no juegan limpio. Y ahí estarías tú, en el suelo, ¡retorciéndote!"

Daiki lo miró con una mezcla de irritación y vergüenza.

"Vale, ya, lo entiendo. No fue mi mejor movimiento."

"¡No fue mi mejor movimiento!", repitió Arata, imitando su tono con un dejo teatral.

"No, Daiki, esto no es un momento para minimizar las cosas. Estamos en un lugar desconocido, rodeados de quién sabe qué criaturas, y tú decides actuar como un NPC con cero puntos en inteligencia."

"Oye, tampoco exageres", protestó Daiki, aunque ya sabía que no tenía escapatoria.

Arata suspiró profundamente, llevándose una mano a la frente como si estuviera lidiando con un problema matemático especialmente complicado.

"Mira, lo que trato de decir es que necesitas pensar antes de actuar. La fuerza bruta no lo resuelve todo"

"No puedes ir golpeando sin pensar, aunque esto sea falso, al parecer. Y si seguimos así, nos van a despachar antes de que podamos siquiera averiguar dónde estamos."

"¿Falso?", pregunto Daiki.

"En fin.", concluyo Arata ignorando la pregunta de su amigo.

Daiki desvió la mirada, incómodo ante la situación.

Bueno, ahí está. Su discurso diario sobre cómo cualquier cosa que hago está mal. Llevaba años sin escucharla. Pero además, fue en defensa propia, ¿qué esperaba que hiciera? ¡Debería ponerse en mis zapatos!

Arata, al verlo bajar un poco la cabeza, decidió tranquilizarse.

"Bueno, creo que empezamos con el pie izquierdo. Para salir de aquí, tenemos que usar la cabeza, no solo los puños. Desde que te conozco siempre actuas y después piensas, y eso nos puede costar caro aquí, desconocemos totalmente lo que sea que exista en este lugar."

"Este lugar luce interesante, debe ser uno de esos sueños", murmuro Arata"

Daiki lo miraba con intriga, pero no le tomo demasiada importancia, era más común de lo que parecía en él.

Arata se levantó con algo de dificultad, todavía sobándose la nariz. Un leve murmullo de dolor escapó de su boca antes de que empezara a caminar de nuevo, solo para detenerse unos pasos más adelante.

"¡Ey!, ¿piensas quedarte ahí? La luz no durará mucho."

"No, ya voy."

Daiki se apresuró hacia Arata, intentando mostrarle una sonrisa. Pero era evidente que estaba forzada, casi como si la máscara se le fuera a caer en cualquier momento.

Genial. ¿Estoy quedando como un tonto? ¡Qué gran reencuentro...!

Tragó saliva y siguió caminando, intentando no quedarse atrás