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Chapter 5 - Capítulo 1: ¡Reencarné! - Parte 4

"¡Ah, sí! Casi lo olvido", dijo Daiki se dirigió hacia Arata.

"Quería hablar contigo sobre algunas cosas que me tienen intrigado."

"Bueno, ahora que sé que esto no es un sueño, yo también tengo muchas preguntas. Sobre todo, ¿qué es este lugar? ¿No deberíamos estar en un pueblo?"

"¡Exacto! ¡Justo eso pensaba yo!", respondió, apuntando a Arata.

"Pero esa no es mi pregunta, quería saber, ¿Recuerdas algo sobre cómo morimos? ¿O quién nos mató?"

Arata bajó la cabeza y entrecerró los ojos, buscando en su memoria algún fragmento, por más leve que fuera.

¿Cómo fue que morimos? No tengo ningún recuerdo, ni siquiera de quién fue. Tampoco recuerdo cómo llegué aquí.

Todo era un oscuro vacío, un silencio. No tenía cuerpo y la oscuridad simplemente se convirtió en luz, luego en un cielo azul. Y desperté sobre el tronco de un árbol.

Ni siquiera sé si pasó algo antes o si ese fue mi punto de aparición.

Aunque ahora que lo recuerdo... en ese vacío vi algo a lo lejos. ¿O solo fue mi imaginación?

Sí, probablemente eso fue... No tendría sentido que hubiera alguien más ahí.

"¡Hey!"

"¿Arata, otra vez te perdiste?"

Daiki movió su mano frente a los ojos de Arata.

"Ah, no... lo siento. Estaba pensando en lo que me preguntaste, pero no recuerdo nada. Solo estuve en un lugar oscuro, luego se iluminó y aparecí en este lugar..."

Decepcionado, Daiki dejó caer sus párpados, pero tras analizar la respuesta, esa decepción se transformó en sorpresa.

"Espera, ¿no escuchaste al dios?"

Arata frunció el ceño y lo miró, preguntándose si él había visto algo así, pero fue un claro y rotundo no.

"¿Un dios? ¿Acaso viste a un dios?"

"No... pero lo escuché. Su voz venía de todas partes. Sé que era un dios por la presencia tan abrumadora que tenía. Además, ¿si no fuera un dios, qué más podría ser?"

Arata se llevó la mano a la barbilla, tratando de darle sentido a lo que Daiki mencionaba. Pero lo único que obtuvo fue una pregunta.

¿Por qué yo no lo escuché?

"Daiki, ¿qué te dijo ese dios exactamente? ¿Algo importante?"

"No ", aseguró Daiki.

"Solo me echó en cara todo lo malo que había hecho en mi vida, y luego me dijo algo sobre un castigo. Se burló de mí todo el tiempo que estuve allí."

"¿Eso... era un dios? ¿Estás seguro? No suena como un uno."

"Claro, ¿qué más podría ser?", replico Daiki.

"No tengo idea, pero suena extraño."

Un dios no haría eso. Solo te enviaría a otro mundo, te daría un poder fuerte para derrotar a las fuerzas del rey demonio y salvar el mundo.

Tal vez me estoy yendo al extremo del cliché, pero jamás imaginé a un Dios Haciendo eso.

"Honestamente, quisiera olvidar esa situación, no fue precisamente agradable."

"Claro, lo entiendo. Pero aun así, no me queda claro por qué tú fuiste el único que escuchó a ese dios. Se supone que yo también reencarné junto contigo. Es algo injusto."

Daiki dejó salir un suspiro. La curiosa insistencia de Arata en este punto ya le estaba molestando.

"Créeme, tuviste suerte al no tener que lidiar con él. Probablemente, hubieras llegado aquí peor de como te pusiste hace un momento."

Arata frunció el ceño y le lanzó una fuerte mirada a Daiki, quien la ignoró completamente.

Rodó los ojos, dejó caer los hombros y, cruzándose de brazos, centrándose únicamente en caminar.

Tiene razón, tal vez no haberlo visto fue lo mejor. Aunque hablar sobre cómo me sentía hace rato no venía al caso.

Antes de que pudieran dar otro paso, un fuerte retumbar hizo tambalear los árboles y derribó las hojas secas sobre ellos.

Los pequeños roedores, similares a ardillas, salieron corriendo hacia atrás mientras chillaban fuertemente, y las aves cercanas huyeron despavoridas lo más lejos posible.

"¿Escuchaste eso?", preguntó temeroso Arata.

"¿Cómo no lo haría? Ese ruido se escuchó probablemente en todo el bosque."

Arata se quedó quieto, intentando buscar la fuente del sonido. Aunque todo su cuerpo estaba rígido y se había puesto en alerta.

Daiki se quedó totalmente paralizado, evitando hacer algún ruido. Para él, cualquier movimiento provocaría que aquello que estaba cerca se abalanzara sobre ellos.

"Nada. No hay nada", exclamó Arata después de revisar cada rincón visible a su alrededor

"Probablemente, se cayó algún tronco viejo. Los árboles aquí son enormes, no me extrañaría que ese ruido se deba a eso."

"No es nada Daiki. Parece que podemos estar tranqui—"

Antes de que Arata pudiera terminar su mensaje, una violenta ola helada lo atacó, haciéndolo caer de rodillas.

El ambiente fresco y tranquilo del bosque se volvió pesado, mientras un extraño miasma oscuro comenzaba a rodearlos.

"¡¿Qué es esto?!", gritó, mientras una violenta tos lo atacaba, probablemente por inhalar aquel miasma.

¿Qué está pasando? ¡Siento que me estoy ahogando! ¿De dónde viene todo esto?

Trató de buscar la fuente de aquella extraña niebla, pero cada segundo que pasaba, su resuello se incrementaba.

Sus ojos se enrojecieron, volviéndose difícil mantenerlos abiertos.

Sintió na fuerte picazón en su garganta, solo se calmaba con la tos seca que lo asediaba. Las dificultades para respirar eran mayores con cada bocanada que aspiraba.

"¡¿Dónde estás Daiki?! ", logró gritar entre toses.

Con esfuerzos por buscar a su amigo, Arata se puso de pie. Cubriendo su nariz y boca con la manga, avanzó a través de la densa oscuridad mientras el retumbar del suelo lo hacía tambalearse con cada paso.

¡Me cuesta mantener los ojos abiertos! ¡¿Qué pasa?!

Arata usaba su mano para tratar de alejar la oscuridad, pero era inútil. La visibilidad era casi nula, solo se movía por instinto.

En su caminata a ciegas, chocó contra una figura.

Retrocedió un poco y, entrecerrando los ojos, distinguió a Daiki, que estaba en el suelo, ahogándose en una violenta tos. No podía abrir los ojos, solo entre lágrimas rodaba por el pasto mientras se tallaba los ojos.

"¡Oye, usa tu manga, idiota! ¡No tienes que respirar eso!"

Arata corrió hacia él, tomó su brazo y lo colocó sobre la nariz y boca de Daiki, intentando protegerlo del miasma, al menos un poco.

"¿Puedes caminar? "

"Sí, sí puedo. ¡Pero no puedo ver nada, Arata! ¡No veo! ¿Dónde estás?", gritó Daiki entre lágrimas.

"Tranquilo. Aquí estoy. Toma mi brazo y no lo sueltes. Intentaré sacarnos de aquí."

Daiki obedeció, aferrándose al brazo de su amigo entre temblores.

Comenzaron a moverse por el lugar, que ya no parecía un bosque. No lograban ver los árboles, por más cerca que estuvieran; lo único que les recordaba dónde estaban era la maleza bajo sus pies.

El extraño efecto comenzaba a dañar también a Arata. Cada paso que daba incrementaba el ardor en sus ojos, que lloraban sin parar.

Ya era difícil mantenerlos abiertos, pero seguía con la esperanza de salir de allí antes de que sus fuerzas se agotaran por completo.

No puedo más. Me arden mucho los ojos, pero no puedo rendirme. Este ataque está dirigido a nosotros, eso está claro. Debe haber una forma de salir.

"¡Mierda!", gritó, frustrado.

A pesar de chocar múltiples veces contra árboles, Arata se levantaba y seguía adelante con Daiki.

Era el único que podía sacarlos de ese problema. Rendirse significaría morir ahogados en el negro miasma que los envolvía.

Ya había perdido la visión.

Sus ojos finalmente se cerraron mientras su brazo comenzaba a ceder, incapaz de mantenerse en alto para protegerlo de la toxina. La violenta tos lo dominaba, impidiéndole emitir siquiera un sonido.

Usando las últimas fuerzas que le quedaban, Arata corrió hacia adelante, completamente a ciegas y desesperado por escapar de aquel infierno en el que estaban atrapados.

Sus energías se agotaron.

Ambos cayeron al frío pasto del bosque, mientras la picazón en sus gargantas empezó a desvanecerse, y, poco a poco, recobraron la visión nuevamente.

El aire, ahora menos denso, les permitió respirar con algo más de facilidad. Los pulmones de Arata se expandieron con avidez, tratando de llenar su cuerpo con oxígeno fresco después de la tortura del miasma.

Aunque su visión seguía borrosa, los contornos comenzaron a hacerse más nítidos.

La pesadez que sentían en el pecho parecía haberse aliviado poco a poco, como si la niebla venenosa los estuviera dejando atrás, aunque todavía quedaba una sensación de fatiga profunda en sus cuerpos.

Arata tardó unos segundos en procesar lo que ocurría. Se pasó la mano por el rostro, limpiando las lágrimas que aún caían de sus ojos irritados.

Intentó levantarse, pero sus piernas temblaron, y una sensación de mareo lo asaltó de inmediato. Sin embargo, lo logró, con dificultad, tomando aire con fuerza para despejar su mente.

"Daiki...", llamó, mirando a su amigo que aún yacía en el suelo, luchando por recuperar el aliento.

Daiki, que había permanecido tendido unos momentos más, finalmente movió los brazos, levantándose poco a poco.

Su rostro estaba pálido y su respiración, aunque más estable, aún se sentía irregular. Aun cuando sus ojos se sentían pesados, podía abrirlos por fin. La tos había disminuido, pero no completamente.

"¿Estás bien?", preguntó Arata, acercándose con cautela.

"Sí... creo que sí ", respondió Daiki, aunque su voz sonaba ronca.

Ambos se quedaron allí, sentados en el suelo durante unos minutos, descansando.

La fria hierba los hizo sentir algo de alivio, pero también los mantenía en alerta. No sabían qué había causado esa niebla, ni si el peligro ya había pasado por completo.

El retumbar se había detenido.

"No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Esto... esto definitivamente no fue un accidente."

Arata asintió, levantándose primero. Su cuerpo aún estaba adolorido, pero sabía que no podían seguir descansando.

Lo que sea que los hubiera atacado, todavía podía estar cerca.

Ambos se movieron con algunas dificultades, pero aún se encontraban en condiciones para continuar.

Arata miró a Daiki, con la intención de preguntar su opinión sobre lo sucedido. Sin embargo, él estaba completamente inmovilizado.

Su rostro reflejaba horror puro, y su cuerpo temblaba como nunca antes.

Solo con mirarlo, Arata sintió cómo la temperatura de su propio cuerpo descendía abruptamente, como si un escalofrío lo atravesara.

Se quedó observando a Daiki unos segundos, temeroso de enfrentarse a lo que pudiera estar causando ese estado en él.

Solo pudo escuchar balbuceos incomprensibles. De todo lo que dijo, solo pudo entender una cosa.

"Esa... esa... cosa..."

Señalando frente a él con una mano temblorosa.

Arata giró rápidamente la cabeza en la dirección en la que Daiki apuntaba.

Su corazón se detuvo por un momento y olvidó respirar. O tal vez solo fue su instinto de supervivencia el que lo mantuvo inmóvil.

Su cuerpo estaba paralizado. No podía reaccionar. Ni siquiera su rostro mostraba una expresión, pues estaba completamente tenso, como si fuera incapaz de procesar lo que veía.

Frente a él, detrás del enorme tronco de un árbol, una criatura tan alta como el tronco de aquel árbol los observaba. No parecía tener ningún tipo de masa muscular en sus brazos, que eran tan delgados, parecía que lo único que se encontraba debajo de aquel irregular pelaje azabache eran sus huesos.

Su cráneo, era algo que nunca habían visto antes. Se asemejaba al de un ciervo. Hueso amarillento, completamente expuesto.

Era difícil saber si era parte de su propia anatomía o si lo usaba como una especie de máscara para ocultar su verdadera apariencia.

Dentro de las cuencas de ese cráneo, un brillo escarlata los observaban fijamente. Esperando pacientemente a que los jóvenes realizaran algún movimiento.

Un siniestro recordatorio de la ley natural que ha perdurado por la eternidad: comer o ser comido, en su máxima representación.