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Chapter 6 - Capítulo 1: ¡Reencarné! - Parte 5

Sus piernas comenzaron a temblar de manera incontrolable, y por más que intentara sujetarlas con los brazos, no lograba detenerlas. Su propio cuerpo le estaba jugando en contra.

"¡Basta! No tengas miedo", susurró, pero incluso su propia voz sonó débil, aterrada.

Sabía perfectamente que mostrar miedo frente a un animal salvaje era lo peor que podía hacer. Lo había visto miles de veces en documentales. No corras. No te muevas bruscamente. Mantén la calma. Todo eso lo sabía.

Pero saberlo no servía de nada cuando el miedo te atenazaba la garganta y te robaba el aire. Sobre todo cuando lo que tienes enfrente no es precisamente un animal.

El simple hecho de mantener contacto visual con aquella criatura hacía que su estómago se revolviera, como si la bilis trepara lentamente por su garganta. Su instinto gritaba que corriera, que se alejara lo más rápido posible de ese monstruo. Pero su cuerpo estaba atrapado en un punto medio entre la huida y el colapso.

Daiki, por su lado, intentó moverse levemente hacia atrás, con la esperanza de no ser notado. Un paso. Otro. Pero cada mínimo movimiento se sentía como si estuviera caminando sobre vidrios rotos. El más leve crujido, era notado inmediatamente.

No fue un cambio brusco ni una reacción agresiva. Simplemente, su mirada se enfocó en él. Pesada. Aplastante. Como si un par de garras invisibles lo mantuvieran sujeto en su lugar.

Me está viendo. Cada vez que intento moverme, lo siente. No podemos huir. Ninguno de los dos puede dar un paso en falso.

Tal vez, si solo nos quedamos quietos... se irá. ¡Sí! Eso podría funcionar.

Tragó saliva. Su garganta estaba seca, como si hubiera tragado arena. Respiró hondo, tratando de calmar los temblores involuntarios de su cuerpo. Se quedó inmóvil, esforzándose por ignorar el sudor frío que corría por su espalda. Desesperado, buscó con la mirada a Arata, pero no pudo decir nada. Intentaba hablar, pero su voz no salía.

Arata, por su parte, estaba rígido, completamente tenso. Su cuerpo entero parecía una cuerda estirada al límite. No podía mirar al frente. Sus claros ojos celestes estaban ahora fijos en el suelo, vacíos, desenfocados.

¡No tiembles! ¡No tiembles! ¡No tiembles! ¡Ya basta!

Tengo que mirarlo. Sí lo pierdo de vista-

Cuando levantó la mirada, ya era demasiado tarde.

Con una velocidad aterradora, la bestia se lanzó sobre Arata.

Su miedo desapareció en un instante. El tiempo pareció fragmentarse, avanzando en lentas imágenes congeladas. Su mente, antes inundada de pensamientos caóticos, quedó en blanco, reducida a una sola certeza: Estaba a punto de ser devorado.

En ese instante, la sensación de estar vivo se desvaneció.

Esto es... diferente a la última vez.

Tal vez aceptó su destino o simplemente perdió la noción de lo sucedido. La conciencia de Arata no estaba donde debería.

"¡Muévete!"

Fue la palabra que lo regresó a donde debería. Por un momento sintió como la tierra desaparecía bajos sus pies, mientras un fuerte tirón hizo que su columna se estremeciera, y cuando se dio cuenta de lo sucedido, ya se encontraba jadeando sobre la hierba.

"¡Arri-a-p!"

Qué estás diciendo, Daiki. No te entiendo... habla más fuerte...

El sonido de un trueno había retumbado en lo más profundo de sus oídos, los colmillos de la criatura se habían cerrado con tal poder que sintió que sus tímpanos reventarían en cualquier momento.

"¡Ya levántate, maldita sea!"

Daiki comenzó a sacudir violentamente a Arata, hasta que finalmente recuperó el sentido. Sin perder un segundo lo tomó fuertemente del brazo y comenzó a huir.

Arata parpadeo varias veces tratando de enfocar su vista mientras recorría el entorno lentamente hasta que sus ojos llegaron a la zona de impacto. El árbol que se encontraba detrás de él con anterioridad había caído. Ni siquiera había marcas de mordidas o cortes. Así como los árboles detrás de este, quedaron destrozados.

La hierba en esa zona había sido borrada por completo, casi como si un meteorito hubiera aterrizado.

"¿Ya estás consciente, no? ¡Empieza a correr o vamos a volver al vacío si esa cosa nos toca siquiera!"

Procesando aún lo sucedido, hizo caso a su amigo y comenzó a correr con todas sus fuerzas. Sintió que no tenía energía para hacerlo, pero el peso de su propia vida lo obligaba a hacerlo.

No entiendo, ¿en qué momento me atacó? Esto es estúpido, esa velocidad ni siquiera debería ser posible, ni tampoco esa fuerza. Es tan delgado y aun así... destruyó todo el entorno. No hubo sonido alguno.

Los pensamientos lo agobiaban, incapaz de comprender la abrumadora presencia de aquella bestia.

"¿Algún plan Arata? ¡Justo ahora necesitamos una de esas buenas ideas tuyas!"

"¡¿Eh?! ¡No... no tengo ideas! ¡no lo sé! Estar aquí es claramente absurdo, ¡solo hay que salir de este lugar!"

"¡Eso ya lo sé! ¡Pero!"

Un escalofrío recorrió la espalda de ambos, algo ciertamente estaba mal, muy mal.

Un chillido explotó detrás de ellos, arrancándoles un quejido involuntario. Era como si mil almas estuvieran siendo despedazadas al mismo tiempo. El dolor aumentó tanto que fueron obligados a cubrirse.

Aquella silueta humanoide y deformada se acercaba a pasos acelerados, cada paso tambaleaba incluso a los árboles.

Con sus largas garras como cuchillas aniquilaba cualquier que se encontrara delante.

Las rocas, reducidas a polvo.

Los árboles, desgarrados como si fueran de papel.

Y su velocidad...

Correr en línea recta era un claro suicidio.

Esa clara superioridad solo les dejaba como opción huir, pero tampoco tenían la capacidad de alargarlo por demasiado tiempo.

Las ramas arañaban su piel y destrozaban sus prendas, el suelo irregular amenazaba con hacerlos caer en cualquier momento. Y su resistencia sobre todo se agotaba con cada segundo que la persecución continuaba.

"¡Por la izquierda!", grito Daiki, saltando por encima de un tronco caído torpemente.

Arata apenas tuvo tiempo de reaccionar, girando bruscamente. Un fuerte latigazo recorrió su tobillo, pero no se detuvo. El sonido del entorno siendo arrasado estaba cada vez más cerca, no necesitaban girar para notar lo cerca que estaba el peligro de ellos.

"¡Esa cosa nos va a alcanzar!" jadeo Daiki.

"¡Tratemos de retrasarlo con los troncos caídos!"

El accidentado terreno del bosque era su única ventaja, cada roca, tronco y arroyo. Todo podía ser usado a su favor.

Lamentablemente, la condición física tan deplorable de los dos hacía imposible mantenerse por mucho tiempo.

Daiki giró moviéndose por un manto de raíces gruesas, Arata lo imitó sintiendo como su pie resbalaba sobre la humedad de la tierra.

No te caigas, No te caigas, No te caigas...

Un fuerte temblor causó que Arata perdiera el equilibrio, cayendo en un charco de lodo.

"¡Ngh...!"

"¡Espérame Daiki!", gritó Arata con su voz entre cortada, mientras se esforzaba por ponerse de pie, pero era incapaz.

Tenía torcido el tobillo debido a la caída.

Daiki volteo al escuchar el grito de su amigo. Quedó petrificado. Era incapaz de pensar siquiera en avanzar.

Hilos de saliva colgaban de su hocico, y una brusca manera de moverse hacia ellos destrozaba la ya horrible idea que tenía la criatura.

"¡Daiki! ¡Por favor! ¡No puedo correr!", lo llamó usando el poco aire que le quedaba en sus pulmones.

Miró a su amigo, miró a la criatura acercarse.

"..."

Tengo que ayudarlo... Pero si regreso esa cosa me va a matar. ¿Qué se supone que haga? Tal vez si lo distraigo, o... ¿No sería mejor si sobrevivo yo, a que los dos estemos muertos?

¿No...?

...

De cualquier manera, he estado solo casi toda mi vida, si me voy será como siempre, me las puedo arreglar solo.

¿No...?

...

Su cuerpo comenzó a temblar fuertemente, y el frío del entorno se volvió más notorio, como si una ventisca lo envolviera.

Daiki se abrazó a sí mismo, mientras su mirada antes enfocada en su amigo se perdía. Solo una silueta borrosa

Entonces, vio su expresión.

La desesperación en sus ojos.

El miedo absoluto en su rostro.

"Yo..."

No quiero. No puedo dejar que esto pase otra vez.

Pero tampoco quiero morir...

¿Qué hago?

Sus pulmones estaban ardiendo, su respiración no paraba de acelerarse. Aun así, apretó fuertemente sus dientes tratando de detener el temblor que sentía en sus labios. Inhaló hondo, aun con todo su miedo, dejo que la adrenalina explotara en su garganta.

"¡¡AAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH!!"

No era un grito de valentía. Tampoco de desafío. Era puro instinto, un rugido desesperado que anunciaba su salto al oscuro abismo de la muerte.

Se lanzó desbocado hacia la donde estaba su amigo, interponiéndose entre la bestia y Arata.

"Vete de aquí, ¡Rápido!"

"Pero no pue-"

"-¡No me importa como lo hagas, pero huye! ¡Por favor Arata!, grito mientras lo miraba con una mirada casi furiosa."

Arata no estaba en posición de negarse o siquiera ponerse a discutir con él en ese momento, así que obedeció.

Se levantó como pudo para después alejarse lentamente. Daiki por su parte, tomo las rocas más grandes que fuera capaz de sostener con sus manos.

Con su objetivo a metros de distancia comenzó a arrojarlas con todas sus energías.

Todas rebotaron en su cráneo, apenas pareció sentirlo, pero fue suficiente para que sus ojos se apartaran de su amigo.

"¡Hey! ¡Aquí estoy demonio!"

Sus pupilas se enfocaron en él, con una intensidad casi curiosa. Se dirigió hacia el chico con un paso tranquilo, casi como si intentara adivinar que estaba haciendo el pequeño ser frente a él.

Daiki continuaba arrojando rocas, pero no había lugar alguno en donde daño fuera presente.

Hasta que con uno de sus lanzamientos impacto directamente en el vacío cuenco de su cráneo, apagando la brillante luz escarlata de su interior.

La criatura dejó salir un fuerte lamento mientras cubría la zona impactada con sus enormes manos.

"Eso es... "

Sus ojos se habían clavado en el rastro de sangre que se encontraba debajo de su órbita.

Está sangrando, ¡puedo ganarle! Si logro colar otra roca, podre dejarlo ciego y escapar.

Tomó una roca tras otra y siguió lanzándolas, cada vez con más intensidad, acortando distancia con la intención de mejorar su precisión.

Grave error.

Con un simple movimiento de mano, la bestia arrojó a Daiki contra el tronco de un árbol, levantando una nube de polvo mientras este se desplomaba.