El sol, que siempre me despertaba con su luz entrando por la ventana, me había traicionado. Era un día nublado, y yo seguía con la cara hundida en la almohada. Miré el reloj: 30 minutos para que empezara la clase más importante del semestre.
Salté de la cama como un resorte, me puse lo primero que encontré y salí corriendo de mi habitación.
-Cariño, ¿no tenías clase hoy? ¿No vas a desayunar? -preguntó mi madre desde el sofá, viendo su serie favorita.
-Lo siento, mamá, voy tarde. Te quiero -respondí mientras esquivaba muebles como si fueran obstáculos en una carrera
El tráfico en Londres no ayudaba. El autobús avanzaba como una tortuga con problemas de movilidad, y cuando finalmente llegué al campus, ya era tarde. Muy tarde.
La clase había terminado, y mis compañeros de exposición me miraban como si quisieran apuñalarme con la mirada.
-Oh, señor Reynolds, pensé que hoy no lo veríamos -dijo el profesor Valley, su tono goteando sarcasmo.
edwar valley era el profesor de fotografía documental, podrías considerarlo un tirano que gozaba con el dolor ajeno que no tenía ni una pizca de piedad con sus estudiantes y nunca se le había escuchado dar oportunidades de recuperar sus materias, parecía atrapado en el siglo pasado,
- Profesor le pido sinceras disculpas por llegar tarde puedo explicárselo
- A mi no es a quien me debe explicación señor reynolds, si no a sus compañeros, que falta de compromiso, es una nueva faceta suya ?
Ahhh tan sarcastico como siempre me daban ganas de estrangularlo con mis propias manos, eso pensaba mientras el tonto se subía en sus laureles y tenía que humillarme para al menos intentar obtener una oportunidad, lo cual evidentemente era casi una pérdida de tiempo teniendo en cuenta su historial.
-Profesor usted sabe que soy un buen estudiante, es la primera vez que me pasa esto, es que me quede estudiando hasta tarde y
-Señor reynolds ( interrumpía)
-No cree que es injusto con sus demás compañeros si le doy una oportunidad ? ellos también se esforzaron estudiando y fueron puntuales.
Sabía que tenia razón y actuaba conforme a un profesional pero la mirada en su cara reflejaba que gozaba con esta situación,
que clase de sociopata es ?
-Más le vale no llegar tarde a su siguiente clase y preocure esforzarse si no quiere verme de nuevo en el próximo semestre
Decía mientras se alejaba, y por supuesto que no tenía ganas de verlo en lo que me restaba de vida pero no tenía otra opción que aguantarmelo,
El día había sido un desastre desde que abrí los ojos, pero nada se comparaba con el recibimiento que me esperaba tras el sermón del profesor Valley.
-Vamos, bro, te dije que no fue mi culpa. Perdóname esta vez, ¿sí? -dije con tono conciliador mientras me acercaba a Jeremy.
Jeremy era mi amigo de toda la vida desde que eramos niños, era un chico alto con el cabello largo como una estrella de rock y con un estilo espertacular por la moda hemos tenido toda clase de gustos y facsinaciones nos entendíamos muy bien e incluso estudiábamos lo mismo podría llamarlo como mi hermano de otra madre
Él cruzó los brazos, mirándome como si quisiera tirarme su mochila encima.
-¿Perdonarte? ¡George, nos bajaron la nota por tu impuntualidad! Esto no va a salirte barato -respondió con el ceño fruncido.
-Sabes que Jeremy tiene razón, ¿verdad? -intervino Alice desde atrás, con su tono firme pero siempre algo burlón.
Me giré hacia ella. Alice Margaret era una contradicción andante: la chica más divertida y fiestera del grupo, pero también la más organizada y responsable. ¿Cómo hacía para equilibrar ambas cosas? Nunca lo entendí.
-Esta falta te costará caro, George. Estamos muy enojados contigo -dijo, aunque su sonrisa delataba que ya tenía algo planeado.
-Está bien, ¿qué quieren? Sé que no va a ser gratis.
Alice sonrió de oreja a oreja.
-¿Qué dices, Jeremy? ¿Te apetece ir por unas hamburguesas? -preguntó en tono inocente, aunque ambos sabíamos que su intención era otra.
-Siempre he querido probar esas malteadas del nuevo restaurante. ¡Es el momento perfecto! -respondió Jeremy, claramente disfrutando mi sufrimiento.
-Está bien, par de glotones. Supongo que puedo invitarlos... pero me costará quedarme sin cena por una semana.
-Eso espero -dijo Alice, guiñándome un ojo mientras me daba un golpecito en el hombro.
Cuando por fin regresé a casa, el agotamiento me golpeó como un ladrillo. Todo el día había sido una cadena de humillaciones y tropiezos. Subí las escaleras hacia mi cuarto, pero antes de llegar, la voz de mi madre me detuvo.
-George, siéntate. Tenemos que hablar.
Su tono era serio, y eso no era algo común. Mi madre solía ser dulce, tranquila, casi imposible de enfadar. Pero cuando usaba mi nombre en lugar de cariño o cielo, sabía que algo importante estaba por venir.
-¿Qué pasa, mamá? ¿Todo bien?
-Me han elegido para participar en unos negocios importantes de la empresa.
Sonreí al instante.
-¡Eso es increíble, mamá! Sabía que tu esfuerzo valdría la pena.
-Gracias, cielo, pero hay algo más... Tendré que estar fuera de la ciudad por tres meses.
-Oh...
Me tomó por sorpresa, pero no podía estar más orgulloso de ella.
-¿Y cómo piensas manejar las cosas aquí? -pregunté con curiosidad.
-Bueno, le pedí a Charlotte que se quede contigo mientras estoy fuera.
El golpe fue directo al estómago.
-¿Charlotte? ¿La Charlotte? Mamá, no necesito niñera. ¡Tengo 20 años!
-Lo sé, cariño, pero me sentiré más tranquila si alguien está aquí contigo.
- pero, porque tiene que ser ella ? Sabes lo inmadura que es, y lo mal que la pasaba de niño con todas las cosas macabras que me hacía pasar
Charlotte era la amiga de mi madre desde que era pequeño, debo admitir que nunca me agrado, siempre se comportaba cruel conmigo sin motivo alguno, y me hacía pasar por un sufrimiento eterno cada que visitaba a mi madre, de todas sus amigas, porque tenía que ser ella, enserió.
- Vamos cielo no exageres, ella solo es un poco... expresiva y bromista, además es la única que accedió a cuidarte.
-Pero mamá es que...
Intenté discutir, pero era inútil. La mirada de mi madre era inquebrantable.
- esta bien mamá tu ganas
-Gracias, cielo. Además, invité a Charlotte a cenar esta noche.
Antes de que pudiera protestar, el timbre sonó.
Charlotte entró como un huracán. Su energía llenaba la habitación, y su sonrisa parecía una mezcla de arrogancia y diversión.
-Margaret, amiga, ¡qué alegría verte! -dijo abrazando a mi madre. Luego se giró hacia mí.
-Vaya, George, has crecido. Aunque... sigues teniendo esa carita de niño que recuerdo.
-Gracias, supongo... -respondí, forzando una sonrisa.
Durante la cena, Charlotte no paró de contar anécdotas de cuando yo era niño, incluyendo sus "bromas" que consistían en dejarme atrapado en los armarios o hacerme creer que había fantasmas en mi cuarto.
-¿Recuerdas cuando llorabas porque jurabas que había un monstruo en tu cama? -dijo, riendo a carcajadas.
-No, no lo recuerdo -respondí seco.
-Bueno, eras muy pequeño. Supongo que es fácil olvidar.
Mi madre la observaba con ternura, completamente ajena a mi incomodidad.
-Charlotte, gracias de nuevo por esto. Saber que George estará en buenas manos me da mucha tranquilidad.
Charlotte sonrió de lado, pero en su mirada había algo... diferente.
-No te preocupes, Margaret. George y yo nos llevaremos de maravilla. ¿Verdad, querido?
Asentí sin ganas, pero por dentro ya estaba contando los días para que estos tres meses pasaran rápido.