Chereads / Entre Tensiones y Deseos / Chapter 7 - #7 Dejando caer las barreras

Chapter 7 - #7 Dejando caer las barreras

El día había sido largo. Entre clases, reuniones y tareas acumuladas, mi mente estaba agotada. Solo quería llegar a casa, tomar una ducha y desconectarme un rato. Pero en cuanto giré la esquina y vi la puerta entreabierta, supe que algo estaba pasando.

Me detuve en la entrada, escuchando voces desde la sala. Una de ellas era la de Charlotte, tensa pero contenida. La otra... no la reconocía, pero su tono tenía un peso que no me gustó.

-No es el momento para esto -dijo Charlotte, su voz firme, aunque se notaba la incomodidad en ella.

-Charlotte, solo quiero hablar -respondió el hombre, su tono más bajo, casi suplicante.

No me gustó Algo en la postura de Charlotte, en la forma en que mantenía los brazos cruzados y su mandíbula apretada, me dejó claro que no quería esta conversación.

Entré sin dudarlo.

-Cariño, llegué -solté con la voz más natural posible, cerrando la puerta tras de mí.

Charlotte se giró de inmediato, con los ojos ligeramente abiertos por la sorpresa. Su ex también se volteó, mirándome con el ceño fruncido.

-¿Quién eres tú? -preguntó él, analizándome de arriba abajo.

Solté una pequeña sonrisa mientras caminaba hacia Charlotte y, sin darle tiempo a reaccionar, puse una mano en su cintura, acercándola sutilmente.

-Soy George, su novio -dije con una confianza que ni yo sabía de dónde había sacado.

Charlotte se tensó por un segundo, pero luego captó la intención. No lo negó.

El tipo me miró con incredulidad y luego volvió su atención a Charlotte. -¿Tienes novio?

-¿No lo habías dicho ya? -respondí por ella, con un tono relajado, pero lo suficientemente firme para que entendiera que no iba a retroceder.

Charlotte, a mi lado, suspiró. -Mira, no sé qué esperabas con esta visita, pero ya no hay nada que hablar. Te pedí que no vinieras.

Él apretó la mandíbula, como si quisiera discutirlo, pero la forma en que Charlotte se mantenía firme y la presencia de alguien más (yo, en este caso) pareció hacerle reconsiderar.

-Está bien... -murmuró al final. Se quedó un momento más, mirando a Charlotte, como si buscara algo en su expresión, pero ella no le dio más motivos para quedarse.

Con un resoplido frustrado, se giró y salió sin decir nada más.

Cuando la puerta se cerró, bajé la mano de su cintura, alejándome un poco.

-¿Estás bien? -pregunté, mirándola de reojo.

Charlotte soltó un suspiro largo y pasó una mano por su cabello, visiblemente cansada.

-¿Sabes que no tenías que hacer eso, verdad?

Me encogí de hombros. -Lo sé. Pero parecía que lo necesitabas.

Ella me miró por unos segundos, y por primera vez en días, no había frialdad en su expresión. Solo algo más suave, más humano.

-Gracias, George -murmuró, con una pequeña sonrisa.

-Cuando quieras, cariño -respondí con una sonrisa burlona.

Charlotte rodó los ojos y se alejó hacia la cocina, pero pude notar el ligero rubor en sus mejillas antes de que se diera la vuelta.

Algo en nuestra dinámica había cambiado otra vez. Y esta vez, no estaba seguro de cómo volver atrás.

El silencio en la casa era denso, como si cada rincón estuviera conteniendo una emoción que ninguno de los dos se atrevía a nombrar. Me había quedado en mi habitación después de la visita inesperada de su ex, dándole espacio a Charlotte. Pensé que, como siempre, se repondría con su habitual indiferencia y seguiría adelante como si nada hubiera pasado.

Pero cuando salí a la sala por un vaso de agua, la vi.

Charlotte estaba sentada en el sofá, con la cabeza baja y los brazos cruzados sobre su estómago, como si intentara abrazarse a sí misma. Sus hombros temblaban levemente, y al acercarme un poco más, lo confirmé: estaba llorando.

No era un llanto silencioso ni contenido, como la vez anterior, como esperaba de alguien tan orgullosa como ella. Era un llanto desgarrador, uno que no intentaba ocultar.

Me quedé de pie, indeciso. No sabía si debía decir algo o simplemente darle su espacio, pero verla así... No podía ignorarlo.

-Charlotte -llamé en voz baja.

Ella levantó la cabeza de golpe, sus ojos rojos y húmedos. Se apresuró a limpiar sus lágrimas con el dorso de la mano y se enderezó en el sofá, como si quisiera recuperar la compostura de inmediato.

-Pensé que estabas dormido -murmuró con la voz quebrada.

Me acerqué y, sin pedir permiso, me senté a su lado. No demasiado cerca, pero lo suficiente como para que supiera que no estaba sola.

-Me levanté por agua y te escuché -dije simplemente.

Charlotte soltó una risa corta, sarcástica.

-Genial. Justo lo que me faltaba, que me vieras así.

-¿Por qué? -pregunté, recargando los codos sobre mis rodillas.

Ella suspiró, bajando la mirada a sus manos, que jugueteaban con la tela de su pantalón.

-Porque no soy así, George. No soy alguien que se pone a llorar por un idiota que claramente no vale la pena. Pero aquí estoy... llorando por él como una tonta.

-No es de tontos llorar por alguien que fue importante para ti -respondí con sinceridad.

Charlotte se quedó en silencio por un momento antes de volver a hablar.

-¿Sabes qué es lo peor? Que ni siquiera sé si lo extraño a él o la idea de lo que teníamos. Es ridículo, ¿no? Me dejó hace meses, me humilló de mil maneras y aún así... aquí estoy, dándole más de mi tiempo del que merece.

Negué con la cabeza.

-No es ridículo. Es humano.

Ella me miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

-¿Tú crees?

Asentí.

-Así es la vida. Todos pasamos por momentos difíciles.

Charlotte me observó detenidamente, como si evaluara si mis palabras venían de alguien que realmente entendía lo que decía o si solo intentaba consolarla.

-¿Tú has pasado por alguno? -preguntó, con una voz más suave.

Solté un suspiro largo y pasé una mano por mi cabello. No era algo de lo que solía hablar, pero después de todo lo que acababa de compartir ella... quizás era justo.

-Nunca conocí a mi padre -confesé, sin rodeos.

Charlotte frunció el ceño.

-¿Nunca?

-No. Se fue antes de que yo naciera. En cuanto se enteró de que mi madre estaba embarazada, simplemente desapareció. Ni un adiós, ni una explicación, nada.

Charlotte se quedó en silencio, procesando mis palabras.

-¿Y tu madre?

-Ella hizo lo mejor que pudo. Trabajó como loca para sacarme adelante, pero... no fue fácil.

Tomé aire antes de continuar.

-Mis abuelos no nos apoyaron. Para ellos, mi madre había arruinado su vida al tener un hijo fuera del matrimonio. Les importaba más su orgullo que su propia hija.

Charlotte no apartaba la mirada de mí, pero esta vez no tenía esa expresión calculadora o burlona de siempre. Se veía... genuinamente interesada.

-¿Sigues en contacto con ellos?

Me encogí de hombros.

-No mucho. Alguna que otra llamada en Navidad o Año Nuevo, pero nunca fuimos cercanos. Siempre me hicieron sentir como si fuera un recordatorio de la decepción de su hija.

Ella frunció los labios y miró hacia el suelo, como si estuviera tratando de encontrar las palabras adecuadas.

-Lo siento.

-No tienes por qué disculparte -respondí con una sonrisa cansada.

Charlotte se inclinó ligeramente hacia mí, con los codos apoyados en sus rodillas y las manos entrelazadas.

-Debe haber sido difícil.

-Lo fue. Pero aprendí a no esperar nada de nadie.

Ella me miró fijamente, y por un momento, el silencio entre nosotros no fue incómodo. Fue... íntimo. Como si, por primera vez, nos estuviéramos viendo realmente el uno al otro.

-Tienes razón -murmuró al final. -Todos pasamos por momentos difíciles.

Sonreí levemente.

-Y a veces, solo necesitamos a alguien que escuche.

Charlotte desvió la mirada, como si estuviera avergonzada de lo que estaba a punto de decir.

-No suelo hablar de estas cosas con nadie.

-Yo tampoco.

Se hizo otro silencio, pero esta vez no sentí la necesidad de llenarlo. Charlotte tampoco.

Entonces, sin pensarlo demasiado, extendí la mano y cubrí la suya con la mía. No era un gesto romántico ni invasivo, solo... una muestra de apoyo.

Ella no se apartó.

-Gracias, George -susurró, con un tono que no había usado nunca antes conmigo.

Asentí, sin soltar su mano.

-Cuando quieras.

Nos quedamos así por unos minutos, en la soledad de la sala, compartiendo un momento que, de alguna manera, cambió algo entre nosotros.

Las barreras que habíamos construido poco a poco se estaban desmoronando. Y con ellas, los sentimientos que habíamos intentado ignorar comenzaron a hacerse más evidentes