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Chapter 2 - Cambios necesarios

Después de la intensa batalla contra su primer monstruo, Shin y Ren se apartaron un momento para revisar su menú de estado. La interfaz flotaba frente a ellos como una proyección holográfica, mostrando información detallada sobre sus estadísticas y habilidades.

—Entonces… ¿así es como funciona? —murmuró Shin, desplazándose por el menú con el dedo.

—Parece que sí —respondió Ren, aún sin aliento. Su percepción elevada le permitía notar detalles que Shin pasaba por alto—. Aquí dice que hemos subido de nivel y que hemos ganado puntos de mejora.

Shin frunció el ceño, concentrándose en su propia pantalla.

—Nos dieron tres puntos por nivel. ¿Cómo deberíamos repartirlos?

Ren se quedó pensativo. Con su alta percepción, ya podía detectar movimientos y presencias con facilidad, pero su velocidad y resistencia aún eran deficientes. Decidió distribuir sus puntos en Agilidad (+2) y Vitalidad (+1).

Shin, por otro lado, quería aprovechar su ventaja en destreza, pero también notó que en combate cuerpo a cuerpo necesitaba más resistencia. Distribuyó sus puntos en Destreza (+2) y Resistencia (+1).

Una vez que confirmaron sus mejoras, algo nuevo apareció en el menú de Ren: Habilidades desbloqueadas.

—¡Tengo una! —exclamó Ren con entusiasmo.

Ren miró su habilidad:

"Ojo de Halcón" (Pasiva) - Mejora la percepción de detalles a distancia, permite ver a través de la oscuridad y aumenta la precisión con armas de largo alcance.

—Esto encaja conmigo… —dijo en voz baja.

Mientras Ren experimentaba con su nueva habilidad, Shin le apreció una notificación en su pantalla:

"Has ganado la opción de escoger una habilidad en la Tienda".

—¿Oh? —Shin arqueó una ceja—. ¿Por qué esto?

Ren se cruzó de brazos, pensativo.

— Tal vez porque diste el golpe final tu…?

Abria el apartado de habilidades y habia una en concreto que le ayudaria mucho a sobrevivir, tenia una descripción asi:

"Bendición de la Tierra" (Pasiva) - Los cultivos crecen más rápido y producen cosechas abundantes. Las edificaciones que construyes son más resistentes y duraderas. Las armas y herramientas artesanales tienen mayor durabilidad."

Shin sonrió.

—Parece que este mundo nos da ventajas según lo que hacemos.

Ren asintió, pero aún quedaba una pregunta en el aire.

— ¿En que estaba pensando la entidad suprema? Habilidades…

El sonido de ramas crujiendo a la distancia interrumpió sus pensamientos. Algo los estaba observando desde la oscuridad del bosque.

El crujido de las ramas se hizo más fuerte. Ren, con su percepción mejorada, sintió cinco presencias aproximándose, moviéndose con sigilo. No eran monstruos.

—Shin… —susurró sin apartar la vista del bosque—. No estamos solos.

Shin captó la tensión en la voz de Ren y se puso en guardia, su mano deslizándose instintivamente hacia la pequeña daga que había conseguido del monstruo anterior.

Un susurro entre los árboles.

—Miren esto… parece que ya nos descubrieron.

De la espesura emergieron cinco figuras. Sus ropas estaban raídas y sucias, sus rostros marcados con sonrisas crueles. Llevaban armas improvisadas: cuchillos oxidados, palos reforzados con clavos, incluso un machete mellado.

El líder, un hombre alto y delgado con una cicatriz en la mejilla, los observó con una mueca burlona.

—¿Qué tenemos aquí? Dos novatos explorando solos… —Se pasó la lengua por los labios—. Esto será divertido.

Los otros rieron con una mezcla de burla y sadismo.

Ren se tensó. Con su percepción alta, notó algo más allá de sus palabras: no estaban midiendo si atacar o no, ya habían decidido matarlos.

—¿Qué quieren? —preguntó Shin, aunque ya conocía la respuesta.

—Oh, nada complicado —respondió el líder, fingiendo amabilidad—. Solo su equipo, su comida… y tal vez, su vida.

Ren apretó los dientes. Estos no eran simples bandidos. Disfrutaban cazando personas.

—Déjennos en paz —dijo con firmeza.

El líder fingió sorpresa antes de soltar una carcajada.

—¿Nos lo están pidiendo en serio? Oh, qué adorables.

Uno de los hombres, un tipo fornido con un bate cubierto de clavos, sonrió mostrando dientes podridos.

—Vamos, jefe, no los hagas sufrir mucho.

El líder inclinó la cabeza.

—Sí… mejor terminemos esto rápido.

Los cinco atacaron al mismo tiempo.

Shin y Ren no tuvieron más opción que luchar por sus vidas.

En un instante, Shin abrió la tienda y compró una bomba de humo por 5 puntos de Supervivencia.

—¡Cúbrete! —gritó, arrojándola al suelo.

El cilindro de metal explotó en una densa nube gris. La oscuridad artificial cubrió todo el claro. Los bandidos se detuvieron, tosiendo y maldiciendo, incapaces de ver.

—¡Mierda! ¡¿Dónde están?! —bramó uno de ellos.

Shin y Ren aprovecharon la oportunidad para deslizarse entre los arbustos. Sus corazones latían con fuerza, pero no podían huir. Si les daban la espalda, los matarían.

Ren sintió el peso del cuchillo que Shin le entregó. Con su percepción elevada y su habilidad "Ojo de Halcón", veía claramente a través del humo. Cada bandido era una silueta bien definida. Pero más importante aún… sus puntos débiles brillaban levemente ante sus ojos.

—Voy primero —susurró.

Sin hacer ruido, se movió detrás del tipo con el bate. Su cuello estaba expuesto.

Un corte limpio.

El bandido se desplomó sin hacer ruido, con la garganta abierta.

Uno menos.

Los demás aún no se daban cuenta.

Shin, atento a Ren, vio su precisión y tomó una decisión. No iba a quedarse atrás.

Aprovechando entre el caos agarró una piedra y la lanzó con fuerza. Golpeó a otro en la cabeza, aturdiéndolo por un segundo.

Suficiente para que Ren aprovechara la situación.

Ren se deslizó entre la niebla y hundió el cuchillo en la espalda del aturdido.

Dos menos.

El líder y los otros dos comenzaron a retroceder, nerviosos.

—¡Malditos…! —el de la cicatriz intentó calmarse—. ¡Salgan y peleen como hombres!

Ren no respondió. Se movió silenciosamente detrás de otro. Un tajo en el tendón de Aquiles lo hizo caer, y el siguiente golpe terminó con él.

Tres menos.

El último bandido, un tipo con machete, estaba temblando.

—¡E-esto no es normal! ¡No deberían poder…!

Antes de que terminara, Shin apareció frente a él y, con un rápido movimiento, le cortó la garganta con una piedra afilada que habia agarrado en el suelo.

Cuatro menos.

Solo quedaba el líder.

El humo comenzaba a disiparse. Ren y Shin emergieron de las sombras, mirándolo fijamente.

El hombre de la cicatriz tragó saliva.

—E-esperen… podemos hablar…

Shin no le dio tiempo. Corrió hacia él y, con un golpe certero, lo apuñaló en el estómago.

El bandido cayó de rodillas, boqueando por aire.

Ren se agachó a su lado.

—Esto es por querer matarnos.

Con un último tajo, acabó con él.

Cinco menos.

El bosque quedó en silencio.

Shin y Ren se quedaron de pie, respirando agitadamente. Lo habían logrado.

Pero mientras miraban los cuerpos a su alrededor, una pregunta quedó en el aire.

¿Cuántas veces más tendrían que matar para sobrevivir?

El bosque quedó en silencio, roto solo por el sonido de su respiración entrecortada. La adrenalina seguía recorriendo sus cuerpos, pero el peso de lo que acababan de hacer comenzó a asentarse.

Shin miró sus manos manchadas de sangre, sintiendo cómo su estómago se revolvía.

—Nosotros… —tragó saliva, su voz temblorosa—. Los matamos…

Ren, aún con el cuchillo en mano, lo miró fijamente. Sabía que este momento llegaría. El momento en que Shin se cuestionaría su humanidad.

—Si no lo hubiéramos hecho, nosotros estaríamos en el suelo ahora mismo.

Shin apretó los puños.

—Pero… no eran monstruos. Eran personas.

—Personas que querían matarnos. Que no habrían dudado en cortarnos el cuello solo por diversión.

Shin cerró los ojos, tratando de procesarlo. Nunca había matado a alguien antes. Siempre pensó que, en una situación así, tal vez encontraría otra salida. Pero este mundo no les daba opciones.

Ren suspiró y puso una mano en su hombro.

—No es fácil, lo sé. Pero si quieres sobrevivir, tienes que aceptarlo. Esto es lo que nos espera aquí.

Shin respiró hondo. ¿Era esto lo que significaba vivir en este mundo? ¿Convertirse en un asesino para no morir?

No tenía respuesta.

Pero una cosa era segura. No podía permitirse dudar cuando su vida estuviera en juego.

—Vámonos de aquí —dijo al final.

Ren asintió. Antes de irse, revisaron los cuerpos de los bandidos en busca de algo útil. No les gustaba la idea de saquear cadáveres, pero necesitaban suministros.

Encontraron una pequeña bolsa de cuero con algo de comida seca, una botella de agua casi llena.

Shin se equipó el machete mellado del último bandido. No era la mejor arma, pero era mejor que nada.

Ren tomó un segundo cuchillo, más corto que el de Shin, pero afilado.

—Esto nos servirá… por ahora —murmuró.

Tras asegurarse de que no había más amenazas, se internaron más en el bosque.

Pero a cada paso que daban, la misma pregunta rondaba en sus mentes.

¿Cuánto más tendrían que sacrificar para seguir con vida?