Shin respiró hondo mientras sostenía el arco improvisado en sus manos. La madera era simple, pero resistente, y la cuerda tensada daba la sensación de que podría aguantar varios disparos antes de desgastarse. Con una leve sonrisa, se lo extendió a Ren, quien lo tomó con una expresión de curiosidad y determinación.
—Te vendrá bien a distancia —comentó Shin—. Si encontramos mejores materiales, podremos hacer algo más duradero.
Ren asintió, probando la tensión de la cuerda.
—Esto me dará una ventaja. No siempre podremos estar cerca en combate.
Mientras Ren practicaba con el arco, Shin se centró en otro asunto: fabricar flechas. Sabía que necesitaban plumas, y por suerte, el bosque estaba repleto de nidos de pájaros. Caminó entre los árboles, recogiendo plumas caídas con paciencia. Encontró una cantidad decente en el suelo, suficiente para armar varias flechas.
De vuelta en su improvisada zona de trabajo, usó los palos que había acumulado en su inventario y con su cuchillo afiló las puntas. Unió las plumas con un poco de cuerda y resina natural, asegurándose de que cada flecha quedara lo suficientemente recta para volar sin desviarse. En total, creó veinte flechas. Al hacerlo, una notificación apareció en su menú:
[+25 Puntos de Supervivencia]
Ahora tenía 75 puntos nuevamente. Aquello confirmó su teoría: fabricar herramientas y armas también otorgaba experiencia y puntos. Aquella información sería crucial para el futuro.
Con los materiales reunidos, los tres comenzaron la construcción de la cabaña del leñador. La estructura base era sencilla: usaron la madera que Shin había recolectado para formar las paredes y el techo. Clavaron las piezas con estacas de madera más finas y usaron lianas y enredaderas como amarre. Ren y Akari ayudaban a sostener y ajustar cada tronco, asegurándose de que quedaran bien fijados.
Para reforzar la estructura, mezclaron tierra con el agua que Ren había recolectado y aplicaron la mezcla en las paredes, sellando los espacios entre los troncos. Aquello daría estabilidad y algo de protección contra el viento y la humedad.
Al final del día, la cabaña estaba terminada. No era un hogar de lujo, pero era resistente y podría resguardarles del clima y los peligros del exterior.
Shin se recargó en una de las paredes, observando su trabajo con satisfacción.
—Un buen comienzo —murmuró.
Ren y Akari asintieron. Ahora que tenían un refugio, el siguiente paso sería asegurar una fuente estable de alimento y mejorar sus armas y equipo.
Shin observó su menú de supervivencia tras recibir los 50 puntos por la construcción de la cabaña. Ahora tenía 125 puntos acumulados. Sabía que debía usarlos sabiamente, pero con el refugio asegurado, su siguiente prioridad era fortalecer a su grupo.
Lo primero que hizo fue comprar un cuchillo básico similar al que tenía al principio, gastando 20 puntos. Caminó hacia Akari, sosteniendo la hoja en su mano.
—Toma, esto es para ti —dijo con voz firme, extendiéndole el arma.
Akari dudó al principio. No le gustaba la idea de pelear, pero en este mundo peligroso, sabía que no tenía otra opción. Con un poco de miedo en sus ojos, tomó el cuchillo y lo sostuvo con ambas manos.
—Gracias, Shin… No quiero usarlo, pero… lo haré si es necesario —dijo en voz baja.
Shin asintió. No podía obligarla a cambiar de mentalidad de la noche a la mañana, pero al menos ahora tenía algo para defenderse.
Mientras tanto, Ren estaba practicando con su nuevo arco. Había encontrado una zona despejada cerca de la cabaña donde clavaba las flechas en un tronco seco. Recogía la misma flecha una y otra vez, repitiendo el disparo con cada intento.
Tras varios intentos, una notificación apareció en su interfaz.
[Has adquirido la habilidad: "Tiro con arco (Nv.1)"]
Ren sonrió con satisfacción. Ahora tenía una habilidad exclusiva del arco, lo que significaba que podría mejorar aún más con el tiempo. Observó las estadísticas de la habilidad y vio que aumentaba ligeramente su precisión y velocidad de disparo.
—Parece que el entrenamiento realmente funciona —comentó, más para sí mismo que para los demás.
Shin lo observó desde la distancia. Ren tenía una gran capacidad para adaptarse rápidamente a las situaciones. Se preguntó si debería entrenar con alguna otra arma para diversificarse, pero por ahora, estaba más enfocado en la recolección y el desarrollo del refugio.
El día estaba terminando, y con la cabaña terminada, podían decir que habían dado un gran paso en su supervivencia. Pero aún quedaba mucho por hacer: debían buscar más comida, establecer un suministro de agua potable y estar preparados para cualquier amenaza.
Por ahora, sin embargo, podían descansar… al menos por una noche.
De vuelta a la familia de 3.
El padre, su esposa y su hija continuaban avanzando a paso firme por el bosque. La noche se cernía sobre ellos, y aunque habían descansado en los árboles la noche anterior, sabían que no podían seguir haciéndolo indefinidamente. Necesitaban un refugio más seguro y un plan a largo plazo.
Durante el día, habían reunido suficientes recursos: setas comestibles, raíces, frutos silvestres y algo de agua de un arroyo cercano. También habían visto rastros de animales pequeños, lo que les indicaba que la caza era una opción viable. Sin embargo, lo que más les preocupaba era la posibilidad de encontrarse con otros humanos.
El padre, con su experiencia militar, recordaba bien el caos en el lugar donde aparecieron. Miles de personas fueron transportadas a este mundo de repente, y la violencia estalló de inmediato. Algunos entraron en pánico, otros aprovecharon el desconcierto para atacar y robar, y un grupo más pequeño simplemente intentó huir.
—Si en aquel momento la gente fue capaz de atacarse sin motivo, no me quiero imaginar cómo estarán ahora —murmuró el padre mientras afilaba un palo con una piedra afilada.
La madre asintió con una expresión sombría.
—Hemos tenido suerte de no encontrar a nadie aún, pero eso no durará para siempre. Si hay más personas cerca, algunas de ellas podrían ser hostiles.
La hija tragó saliva, sintiendo la ansiedad apoderarse de ella. Sabía que su padre tenía razón. No todos los que habían llegado a este mundo serían aliados, y aunque prefería creer que encontrarían más gente con buenas intenciones, la realidad era incierta.
—¿Y si encontramos a alguien como nosotros? —preguntó en voz baja—. Personas que solo intentan sobrevivir…
El padre suspiró.
—Si encontramos a alguien, evaluaremos la situación. No podemos fiarnos de nadie hasta que estemos seguros de sus intenciones.
Siguieron caminando en dirección al monte, donde esperaban encontrar una zona elevada para establecerse. En la distancia, podían ver la silueta oscura de las montañas bajo la luz de la luna. Aquel sería su destino, y quizá, el lugar donde encontrarían respuestas sobre este mundo... o nuevos peligros.
Despues de caminar por un rato, la familia de tres pudo llegar a la cima del monte y por sorpresa suyas encontraron algo que no pensaban que estaría ahi.
La familia se mantuvo en silencio, observando cada movimiento de los tres jóvenes dentro de la cabaña. Desde su escondite entre los arbustos, analizaban sus expresiones y acciones. No parecían hostiles, pero en este mundo nuevo y desconocido, las apariencias podían ser engañosas.
—Si están aquí, significa que han logrado sobrevivir —susurró la madre, observando con atención.
—No sabemos cómo lo han hecho —añadió la hija, con cierto recelo en su voz—. Pueden ser como aquellos que vimos al inicio…
El padre exmilitar mantuvo la mirada fija en ellos. Su instinto le decía que no eran como los grupos violentos que atacaban sin razón. Eran jóvenes, posiblemente tan perdidos como ellos. Y si habían logrado construir una cabaña, significaba que tenían conocimientos útiles para la supervivencia.
—Podemos seguir observando —sugirió la madre—. Pero si nos ven es posible que reaccionen mal.
El padre suspiró y tomó una decisión.
—Voy a salir primero. No quiero que parezcamos una amenaza. Si algo pasa, manténganse ocultas y actúen según la situación.
La esposa y la hija asintieron con nerviosismo.
Lentamente, el hombre salió de los arbustos con las manos en alto, caminando con paso firme pero sin mostrar agresión.
Desde dentro de la cabaña, Ren fue el primero en notar movimiento. Su percepción aguda captó la silueta del hombre acercándose.
—Tenemos compañía —dijo con seriedad, tomando su arco y preparando una flecha, pero sin apuntar todavía.
Shin y Akari se giraron de inmediato, tensos.
El hombre se detuvo a unos metros de la cabaña y levantó más las manos en señal de paz.
—No quiero problemas. Solo queremos hablar.
Shin miró a Ren, quien seguía en guardia, mientras Akari observaba con una mezcla de incertidumbre y curiosidad.
—¿Queremos escuchar lo que tiene que decir? —preguntó Shin en voz baja.
Ren entrecerró los ojos. No confiaba en nadie tan fácilmente.
—Eso depende… de qué tan sincero parezca.
Los tres jóvenes se prepararon para cualquier cosa mientras el padre de familia esperaba su respuesta.
Ren mantuvo la vista fija en el hombre mientras hablaba. Sus palabras parecían sinceras, pero su instinto le decía que no estaban solos. A pesar de eso, decidió no reaccionar todavía. Lo mejor era escuchar lo que tenía que decir antes de sacar conclusiones precipitadas.
Shin, más receptivo que Ren, observó al hombre con interés. Su complexión fuerte y su porte seguro le daban la impresión de alguien con experiencia.
—Has dicho "queremos", supongo que estás con alguien más. —intervino Shin—. ¿Dónde están?
El hombre, entendiendo la desconfianza en la pregunta, señaló hacia los arbustos.
—Están ahí. No quise traerlas de inmediato para evitar asustarlos.
Ren soltó un leve suspiro. Sabía que había alguien más, pero ahora al menos el hombre lo admitía.
—Puedes decirles que salgan —dijo con tono neutro, sin bajar la guardia.
El hombre asintió y, con una señal, llamó a su esposa e hija. Ambas salieron con pasos cautelosos, mostrando que no llevaban armas a la vista. La madre, de expresión seria pero serena, observaba atentamente a los tres jóvenes. La hija, de unos veinte años, tenía una mirada nerviosa, claramente tensa ante la situación.
—Ahora que estamos todos aquí —continuó el hombre—, quiero reiterar mi propuesta. No queremos problemas, solo sobrevivir. Si decidimos asentarnos en el mismo lugar, lo mejor sería unir fuerzas.
Shin cruzó los brazos, pensativo. La lógica del hombre era acertada. Cuantas más personas tuvieran, mejor podrían defenderse y recolectar recursos.
—Si trabajamos juntos, podemos mejorar la defensa del lugar y recolectar más recursos —añadió la madre con calma—. Además, mi esposo tiene entrenamiento militar. Podría ser útil si nos enfrentamos a amenazas.
Ren y Akari intercambiaron miradas. Shin, por su parte, pensaba en los pros y las contras.
—Suena bien —dijo al fin—, pero quiero dejar algo claro. Si van a quedarse aquí, debemos confiar los unos en los otros. No quiero conflictos internos ni traiciones.
El hombre asintió de inmediato.
—Eso va en ambas direcciones.
Ren, aún desconfiado, guardó su arco, pero mantuvo su expresión seria.
—Si se quedan, todos debemos trabajar. Aquí no hay lugar para los que solo quieren aprovecharse de los demás.
—Lo entendemos —respondió la madre.
Akari, que había estado en silencio, miró a la joven hija de la familia. Parecía menos acostumbrada a este tipo de situaciones. Quizás ella también necesitaba adaptarse a este mundo nuevo.
—Bien —dijo Shin—, entonces empecemos. Si vamos a sobrevivir juntos, necesitamos organizarnos.
La familia de tres asintió. Ahora, un nuevo grupo se había formado en la cima del monte, y su lucha por la supervivencia apenas comenzaba.
Shin se cruzó de brazos mientras procesaba la información. La habilidad del padre era bastante esperada; con su experiencia militar, tenía algo relacionado con el combate. La madre poseía una habilidad de soporte, útil para mantener a todos en condiciones óptimas. Pero lo que más captó su interés fue la habilidad de la hija.
—Domadora, ¿eh? —murmuró Shin, mirando a la joven con curiosidad—. ¿Has intentado usarla con algún animal?
La chica, que se presentó como Hana, negó con la cabeza.
—No he tenido oportunidad. Apenas hemos estado sobreviviendo día a día.
Shin asintió.
—Si realmente puedes domar criaturas, eso nos daría una ventaja enorme. Un lobo domesticado nos ayudaría a rastrear y proteger la zona.
Ren, con los brazos cruzados y su expresión seria de siempre, intervino:
—Eso es si realmente funciona como esperamos. No sabemos si domar una criatura hostil es tan simple como en los juegos.
—Solo hay una forma de averiguarlo —respondió Shin con una sonrisa.
El padre, Hiroshi, asintió.
—Si la habilidad de Hana es tan valiosa como creemos, lo mejor será ponerla a prueba cuanto antes. Pero debemos tener cuidado.
Shin miró a Hana.
—¿Te atreves a intentarlo?
Hana tragó saliva, visiblemente nerviosa, pero asintió.
—Lo intentaré.
—Bien —dijo Shin—. Entonces, después de asegurarnos de que todos tienen un rol en el grupo, podríamos salir a buscar alguna criatura.
La madre, Naomi, intervino con calma:
—Antes de lanzarnos a lo desconocido, debemos asegurarnos de que nuestra base esté en condiciones. No queremos arriesgarnos a volver y encontrarla destruida.
Shin asintió.
—Tienes razón. Lo primero es reforzar la cabaña y establecer guardias. Luego, podremos salir a probar la habilidad de Hana.
Ren, aún con su semblante serio, dio un paso adelante.
—Entonces organicemos todo cuanto antes. No sabemos qué peligros pueden acecharnos.
Así, con un nuevo plan en marcha, el grupo se preparó para fortalecer su base y explorar las posibilidades que ofrecía la habilidad de Hana. La supervivencia en este mundo era un reto constante, pero ahora tenían más manos y más estrategias para afrontarlo.