Ren apretó con fuerza los mangos de sus cuchillos, sin bajar la guardia ni un segundo. De los arbustos salió una chica frente a él que mantenía las manos en alto, sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y desesperación. Su ropa estaba desgarrada en algunos puntos, sucia de barro y con manchas que podrían ser sangre seca.
—Detente ahí —ordenó Ren con voz firme, sin apartar la vista de ella. Observó con atención cada uno de sus movimientos, buscando cualquier indicio de engaño.
La chica asintió lentamente y se quedó quieta.
—No quiero problemas —dijo con voz suave, aunque algo temblorosa—. Estoy… sola.
Ren frunció el ceño. El olor a sangre y metal aún flotaba en el aire, y su instinto le decía que algo no encajaba.
—¿Por qué hueles a sangre? —preguntó sin rodeos.
La chica dudó por un momento antes de responder. Bajó la mirada y tragó saliva.
—Me atacaron… unas personas. Escapé, pero… —hizo una pausa, como si dudara en seguir hablando—. Tuve que…
Ren no relajó su postura. Su experiencia le decía que muchas personas harían cualquier cosa por sobrevivir, incluso mentir o actuar como víctimas. Miró a su alrededor, atento a cualquier movimiento sospechoso entre los arbustos o detrás de los árboles cercanos.
—¿Tienes armas? —preguntó.
La chica negó con la cabeza.
—Me las quitaron… pero… —lentamente, levantó un brazo y mostró su antebrazo, donde había un corte ensangrentado—. Logré apuñalar a uno con su propio cuchillo antes de huir.
Ren analizó la herida. Era reciente y parecía superficial, pero suficiente para justificar el olor a sangre que había detectado. Aun así, no bajó la guardia.
—Voy a registrar tus bolsillos —advirtió—. No hagas movimientos bruscos.
Ella asintió de nuevo, sin oponerse. Ren se acercó con cautela, sin dejar de revisar el entorno. Revisó sus bolsillos y su cintura, asegurándose de que no escondiera ninguna arma. Solo encontró una pequeña bolsa con unas pocas bayas y un pedazo de tela rasgada, probablemente usada para vendarse la herida.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, retrocediendo un par de pasos después de terminar la revisión.
—Akari —respondió ella, aún con las manos en alto—. No quiero morir… Solo necesito un lugar donde descansar…
Ren observó su expresión. No parecía estar mintiendo, pero aún no podía confiar en ella.
—Voy a hablar con mi compañero. No te muevas —dijo con dureza.
Se giró por un instante y vio a Shin, quien se había despertado y los observaba desde la entrada de la cueva con el machete en mano, listo para intervenir si era necesario.
Ren caminó hacia él y, en voz baja, le explicó la situación.
—¿Qué opinas? —preguntó Ren, cruzándose de brazos.
Shin suspiró, mirando a Akari con el ceño fruncido. Sabía que confiar en la gente en este mundo era un riesgo, pero también entendía que no podían rechazar a alguien solo por desconfianza.
—Podemos darle una oportunidad, pero la vigilaremos de cerca —dijo finalmente.
Ren asintió. Miró una vez más a Akari, quien seguía quieta, esperando su respuesta.
—Está bien —dijo Ren, con un tono serio—. Puedes quedarte con nosotros… pero si intentas algo sospechoso, no dudaremos en defendernos.
Akari asintió rápidamente.
—Lo entiendo… gracias.
Sin bajar del todo la guardia, Ren y Shin la guiaron hacia la cueva. La noche seguía siendo peligrosa, y aunque habían decidido dejarla entrar, ambos sabían que la verdadera prueba sería ver si Akari demostraba ser una aliada… o una amenaza oculta.
La noche transcurrió en un tenso equilibrio entre la desconfianza y la necesidad de descanso. Ren y Shin habían decidido turnarse la vigilancia, sin confiar completamente en Akari. Aunque parecía inofensiva y desarmada, la posibilidad de que intentara algo mientras dormían no podía ser ignorada.
Después de conversar un poco con la chica y asegurarse de que no tenía intenciones hostiles inmediatas, ambos se prepararon para descansar. Shin y Akari se recostaron mientras Ren mantenía su guardia, sus cuchillos al alcance de la mano y sus sentidos alerta.
El bosque estaba en calma, apenas interrumpido por el sonido de los grillos y el lejano ulular de un búho. Ren repasaba en su mente todo lo que había sucedido hasta ahora. El asesinato de los bandidos, la pelea con el lobo, la aparición de Akari… Todo estaba avanzando demasiado rápido. No podía permitirse bajar la guardia ni un segundo. Su mirada recorría los alrededores con precisión, buscando cualquier señal de peligro.
Las horas pasaron lentamente hasta que, finalmente, era su turno de dormir. Confiaba en Shin para mantener la vigilancia, pero aun así le costó cerrar los ojos. La imagen de su mejor amigo retorciéndose en sueños, probablemente atormentado por lo que habían hecho, lo preocupaba más de lo que quería admitir. Pero necesitaban descansar si querían sobrevivir otro día en este mundo despiadado.
Shin despertó con un sobresalto cuando sintió que Ren le tocaba el hombro suavemente. Con un asentimiento de cabeza, tomó su lugar en la guardia mientras su amigo finalmente cerraba los ojos y caía en un sueño ligero. Akari, en un rincón de la cueva, dormía tranquila, pero Shin aún no estaba completamente seguro de qué pensar de ella.
Se puso de pie, tomando su machete con una mano y con la otra asegurando su posición cerca de la entrada. El aire nocturno era fresco, y la luz de la luna filtrándose por la cueva le daba un brillo plateado a todo. Observaba cada sombra, escuchaba cada sonido del bosque. Sabía que lo inesperado podía suceder en cualquier momento.
Con cada minuto que pasaba, Shin reflexionaba sobre su situación. Necesitaban más información sobre este mundo, encontrar un asentamiento, reunir más recursos. Pero lo que más necesitaban era aprender a confiar en otros sin ser ingenuos. Akari era la prueba de ello. ¿Sería una aliada o una amenaza en el futuro?
El viento sopló suavemente, haciendo crujir las ramas cercanas. Shin apretó su machete con fuerza y se preparó para cualquier cosa.
El amanecer trajo consigo un respiro de alivio para el grupo. Los rayos de sol se filtraban por la entrada de la cueva, iluminando el interior con una calidez tenue. Ren y Akari despertaron poco a poco, parpadeando mientras sus cuerpos se acostumbraban a la luz. Shin, quien había estado de guardia durante las últimas horas, les dedicó una leve sonrisa.
—Buenos días. No hubo problemas en la noche —anunció con tranquilidad.
Ren se desperezó, girando los hombros para aliviar la tensión. Akari, por su parte, parecía más reservada, pero no mostraba signos de querer huir. Con la seguridad de que la noche había transcurrido sin incidentes, el grupo pudo centrarse en su siguiente paso: encontrar un lugar adecuado para asentarse.
—Necesitamos un sitio elevado —explicó Shin—. Desde ahí podremos vigilar mejor los alrededores y nos dará una ventaja defensiva. Lo ideal sería una colina o, mejor aún, un monte.
Ren, quien tenía mejor movilidad y percepción, se ofreció a escalar un árbol alto para obtener una vista más amplia del terreno. Gracias a sus estadísticas mejoradas, trepó con facilidad, usando sus manos y piernas para impulsarse entre las ramas hasta llegar a la copa. Desde su posición, el bosque se extendía en todas direcciones como un mar verde, con la brisa agitando suavemente las hojas.
Al analizar el paisaje, distinguió una elevación prominente hacia el este. Un monte se alzaba sobre el bosque, con su base cubierta de árboles y su cima más despejada. Parecía lo suficientemente grande como para ofrecer refugio y, al mismo tiempo, defensas naturales. También notó un río cercano serpenteando por el bosque, una fuente de agua vital para su supervivencia.
Con la información clara en su mente, descendió con agilidad y se reunió con los demás.
—Tenemos un monte al este, no está demasiado lejos. Podría ser el lugar que buscamos —informó Ren con confianza.
Shin asintió, evaluando la opción.
—Entonces nos dirigiremos hacia allí. Si el terreno lo permite, podremos construir algo seguro.
Akari los observó en silencio antes de hablar.
—¿Y si hay algo viviendo ahí? No sabemos si ese lugar ya tiene dueño.
Ren cruzó los brazos, considerando sus palabras.
—Si es así, lo sabremos cuando lleguemos. Pero si queremos sobrevivir, tenemos que tomar riesgos.
Sin más demora, reunieron sus pertenencias y se pusieron en marcha. Shin abrió el camino con su conocimiento sobre exploración, Ren vigilaba los alrededores con su aguda percepción y Akari se mantenía cerca, aunque aún con cierta distancia. El viaje apenas comenzaba, pero la promesa de un asentamiento seguro les daba un objetivo claro en este mundo desconocido.
El sol ascendía lentamente sobre el bosque, filtrando su luz entre las copas de los árboles mientras el grupo avanzaba. Shin caminaba a la cabeza, con Ren a su lado y Akari siguiéndolos de cerca. Aunque el ambiente parecía tranquilo, la tensión aún se sentía en el aire.
Para aliviar la tensión, comenzaron a conversar. Hablaron de lo que podrían encontrar en el monte, de los posibles peligros y de los materiales que necesitarían para construir un refugio adecuado. Sin embargo, Ren, con su mirada seria y calculadora, lanzó una pregunta directa a Akari:
—¿Cuál es tu habilidad?
La pregunta tomó por sorpresa a la chica, quien se detuvo por un momento antes de responder. Parecía dudar, pero finalmente suspiró y habló, aunque con cierto titubeo:
—Puedo analizar cosas… identificar sus propiedades y características. También puedo detectar la presencia de otros seres si me concentro lo suficiente.
Shin arqueó una ceja con interés. Aquella habilidad podría serles útil, especialmente en la búsqueda de recursos y en la detección de amenazas. Ren, en cambio, se limitó a observarla fijamente. No podía confiar completamente en ella solo por sus palabras.
—Entiendo… —murmuró Ren, sin mostrar ninguna emoción en su rostro.
Shin, en cambio, sonrió levemente.
—Eso nos puede ayudar bastante. Saber qué materiales son más útiles y detectar enemigos antes de que nos embosquen nos dará ventaja.
Ren cruzó los brazos y agregó con voz firme:
—No me malinterpretes. No es que desconfíe de ti solo por ser nueva, pero estamos en una situación donde cualquiera podría ser un enemigo. Si en algún momento haces algo sospechoso, lo sabremos.
Akari asintió lentamente, comprendiendo la postura de Ren. No podía culparlo. Estaban en un mundo donde la confianza era un lujo peligroso.
Mientras continuaban su camino, Shin no pudo evitar notar la diferencia entre él y Ren. Shin siempre había sido más abierto a conocer a los demás, más empático, mientras que Ren, debido a su difícil infancia, se había vuelto alguien desconfiado y reservado.
A pesar de sus diferencias, ambos entendían que debían trabajar juntos para sobrevivir. Su meta estaba clara: llegar al monte y comenzar a construir un refugio. Lo que les esperaba en el camino aún era un misterio, pero estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.
El sol comenzaba a elevarse en el horizonte, iluminando el bosque con sus tonos dorados. Mientras avanzaban hacia el monte que Ren había divisado, Akari caminaba en silencio, perdida en sus pensamientos. Recordaba aquella noche en la que fue atacada. El miedo aún permanecía en su pecho, la sensación de haber estado a punto de morir era algo que no podía borrar con facilidad.
Había logrado escapar, pero no sin consecuencias. Tuvo que matar a uno de sus atacantes. Aún sentía la calidez de la sangre ajena en sus manos, y aunque en su momento su instinto de supervivencia se impuso, ahora la culpa la carcomía. Pero lo que más la preocupaba era que esas personas no la habían atacado sin razón. La habían visto y la querían capturar. Y si habían sobrevivido… podrían estar buscándola.
Miró de reojo a Shin y a Ren. Desde que los conoció, no había sentido que estuviera sola. Shin era amable y tenía una calidez que hacía que bajara la guardia sin darse cuenta. Por otro lado, Ren era más frío y directo, pero nunca la trató con desprecio o desconfianza abierta. Siempre le hablaba con sinceridad, y aunque a veces esa honestidad era dura, también le daba seguridad. Sabía que él no fingía. Si estaba con ellos, tal vez tendría una oportunidad de defenderse si su pasado volvía a alcanzarla.
Shin se percató de su silencio y decidió hablar para aliviar el ambiente.
—Akari, si vamos a viajar juntos, deberíamos saber más de ti. No solo sobre habilidades… ¿Cómo terminaste sola en el bosque?
Akari tardó unos segundos en responder.
—Escapé. —Su voz fue baja, casi temblorosa—. Un grupo de personas me encontró. No parecían amigables… Me querían capturar, no sé para qué. Logré escapar… pero tuve que matar a uno de ellos. Creo que me están buscando.
Shin y Ren intercambiaron miradas. No era una situación ideal. Si esos hombres realmente estaban buscándola, significaba que ellos también estarían en peligro.
Ren suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Entonces hay una posibilidad de que nos sigan. Perfecto. —Su tono era seco, pero no despectivo.
Akari bajó la mirada. —Si es un problema, puedo irme…
—No seas tonta —dijo Shin rápidamente—. No vamos a dejarte sola. Ya decidimos viajar juntos.
Ren se cruzó de brazos. —Pero si nos siguen, tendremos que estar preparados. No podemos permitirnos otro enfrentamiento sin plan.
Shin asintió. —Por eso necesitamos un asentamiento cuanto antes. En la montaña podríamos tener una mejor defensa si llegara a ser necesario.
Akari levantó la mirada hacia ellos, sintiendo una pequeña chispa de alivio. No la estaban rechazando.
Ren suspiró de nuevo. —Sigamos avanzando. Cuanto antes encontremos un refugio seguro, mejor.
Con ese pensamiento en mente, el grupo aceleró el paso, dejando el pasado atrás mientras el peligro acechaba en las sombras, quizá más cerca de lo que pensaban.