Fueron pasando los días y el rumor siguió creciendo más en la universidad, haciendo mi vida un infierno. No podía confiar en ninguno, ni siquiera en Alex, ya que es el único que sabe lo que pasó entre los dos. En mi lista de sospechosos estaban dos personas: Luis y Diana. Ella tenía algo que no me hacía confiar del todo en ella, y del que menos desconfiaba era de Luis. ya que desde que empecé a hablar con él, los rumores comenzaron, así que podría ser su plan para ganar más popularidad en la universidad, aunque no tenía pruebas.
Al terminar las clases, los siete que conformamos el grupo de estudio nos reunimos en la biblioteca para terminar el trabajo que teníamos que entregar la próxima semana. Yo iba a usar estas reuniones para acercarme más a ellos dos para saber si en verdad estaban detrás de todo esto.
Cuando me dirigí a la biblioteca para reunirme con los demás, alguien me cogió de la mano, haciendo que me detuviera. Para mi suerte, era Luis. Cuando lo tenía frente a mí, di unos pasos hacia atrás, chocando contra la pared detrás de mí. Este joven de 24 años tenía el don de intimidarme con su mirada. Mi cuerpo se estremeció por completo cuando él puso sus manos a cada lado de mí, impidiendo que yo saliera corriendo. Cuando me habló, un suave suspiro se escapó de mis labios y mi rostro se sonrojó.
—Mi querida Ana, sé que desconfiando de nosotros, porque cree que uno de aquí pudo ser quien inventó aquel rumor, pero te seguro estás que ninguno de ellos haría eso. Puedes confiar en nosotros —dijo Luis.
— ¿Cómo voy a estar seguro de que no me estás mintiendo? porque desde que me junté con ustedes, empezaron los rumores —respondí.
—Sé por qué te lo digo, solo tienes que confiar en ellos —insistió Luis.
—Muy bien, confió en ellos, pero ¿cómo hago para confiar en ti? Porque tus actitudes son las que me hacen desconfiar mucho de ti, Luis —le dije.
Él se acercó a mí y me habló al oído, haciendo que una electricidad recorriera todo mi cuerpo.
— Yo haré que confies en mí —respondió Luis.
En eso, fuimos interrumpidos por la secretaría del director de la universidad. Yo, de inmediato, me separé del lado de él, y ella me indicó que el director quería verme para hablar de un asunto conmigo. Ella se fue y, cuando estaba a punto de irme a la oficina del director, le habló con una voz firme.
—Y ¿cómo harás para que yo confie en ti? Estas cosas que haces son las que me hacen desconfiar más de ti —dije.
—Ya verás, mi querida Ana, haré de todo para que confies en mí —respondió Luis.
Me dispuse a seguir a la secretaría, que me guiaba hasta la oficina del director. En ese punto, estaba demasiado nerviosa, ya que no sabía de qué otro asunto podría querer hablar conmigo si no era de esos malditos rumores que me estaban volviendo loca. Cuando entré a la oficina, vi en su rostro una mirada de pocos amigos. Me indicó que tomara asiento, y
Él empezó a caminar alrededor de mí, me puso aún más nervioso. Cuando escuché su voz grave, di un brinco del susto al escuchar su voz detrás de mí.
—Sabes por qué te mandé llamar? —preguntó el director.
—Sí, señor director, sé por qué me mandó llamar —respondí.
—Como tú sabes, esta es una universidad muy distinguida en todo el país, y mi deber, como director, es proteger la reputación de esta. No sabes cuánto daño hacen rumores esos a esta universidad, señora Ana —dijo el director.
—Entiendo eso, señor director, pero como director, su deber es proteger la dignidad de sus estudiantes, ¿o me equivoco? —réplica.
—Es mi deber, pero en este momento lo que está en juego es la reputación de esta universidad. En cada pasillo de la universidad solo se habla de tus amoríos con alguien menor que tú. ¿Sabes qué pasaría si esto llegara a oídos de las otras universidades? ¿Crees que esto es un juego? Alguien de tu edad debería entender lo que está en juego aquí —dijo el director.
En eso, le respondí al director en un tono más fuerte.
—En algo se equivoca, señor director. Yo no vine a divertirme; Yo estoy sacrificando el amor de mi familia por estar aquí todos los días, ya que está en juego muchas cosas que usted no entendería —dije con firmeza.
Él me respondió con una sonrisa en su rostro.
—A mí no me importa tu sacrificio. Aquí hay reglas que hay respetar ¿entiende, señora Ana? Además, le daré un tiempo para que busque una solución a este gran problema que ha metido a esta universidad, o tendré que tomar una decisión drástica.
—¿Y cuál sería esa decisión drástica? —pregunté,
—Sería expulsada de la universidad y vetada de por vida —me respondió con frialdad.
En ese momento, entendí que la persona que había inventado todo esto del rumor no buscaba hacerme la vida imposible en la universidad; su verdadero objetivo es que yo sea expulsada de la universidad ¿pero quién puede ser? Ya no estaba en juego solo mi reputación, sino algo más importante en juego.
Me levanté del asiento y me dirigí hacia la puerta de la oficina, pero el director me amenazó de nuevo.
—Si sales por esa puerta, señora Ana, me veré obligado a expulsarte de inmediato de la universidad ya que tenemos que buscar una solución —dijo.
—Hazlo y verás las consecuencias que eso traerá. Si soy expulsada, señor director, no sabes con quién te estás metiendo —respondí, con determinación.
—¿Me estás amenazando en mi propia oficina? Yo soy el director, soy el que manda en esta universidad. Aquí nadie viene a amenazarme. Te expulsaré ya mismo para que veas que conmigo no se juega —dijo, levantando el teléfono para llamar a su secretaria.
Ya tenía la puerta medio abierta y, dándole la espalda, me giré hacia él con una mirada desafiante.
—Está jugando con fuego, señor director. Si me expulsas, desatará una tormenta que no podrás controlar. No me subestimes —advertí.
—No voy a permitir que alguien venga aquí a amenazarme. Sal de mi oficina, no me hagas que te eche a patadas de esta universidad. Tú tampoco sabes con quién te estás metiendo, señora Ana —replicó, enfurecido.
—Crees, señor director, ¿que me da miedo tus amenazas? No me hagas reír. Con mover un dedo, sería el fin de esta universidad —le respondí con seguridad.
—Vete de mi oficina. No le temo a tus amenazas —dijo, intentando mantener su autoridad.
—Sé que esta universidad recibe muchos fondos económicos, como los que ofrece el grupo del Castillo, y sé muy bien que si ellos dejan de dar ese apoyo, la universidad caería en una situación financiera complicada. ¿Me equivoco, señor director? —pregunté, observando su reacción.
—No me hagas reír. ¿Qué tiene que ver usted con el grupo del Castillo, señora Ana? —replicó, visiblemente confundido.
Sabía que estaba haciendo un mal uso del apellido de mi familia, pero era la única forma de evitar que me expulsaran. Si no utilizaba esta carta secreta que tenía, sería el fin de todo.
—Veo que no leíste mi informe. pero aunque lo leyeras, tampoco lo entenderías, ya que usé solo el apellido de mi difunta madre. Te diré cuál es la unión que tengo con el grupo del Castillo, así entenderás quién de los dos perderá más en esto. Esa no seré yo, sino tú, señor director. Soy Ana del Castillo, para servirte —dije, con una sonrisa desafiante.
—No puede ser verdad. Aquí dice que eres Ana Gómez —dijo, sorprendida.
—El Gómez es por mi madre y el Castillo por mi padre —respondí, sintiendo que la balanza se inclinaba a mi favor
Él se sentó de golpe en su silla y comenzó a buscar algo en su computadora. Cuando dio con lo que buscaba, su expresión pasó de confianza a frustración, dándose cuenta de que lo que le decía era verdad. Observe el miedo en su mirada; Me necesitaba ver el miedo en sus ojos, y en ese momento, pasé de estar en sus manos a tenerlo en las mías. Con este golpe de autoridad que acababa de dar, le hacía las cosas más difíciles a la persona que busca expulsarme para lograr su cometido.
Sin apartar la mirada, el director habló en un tono de preocupación:
— ¿Qué es lo que quiere que haga, señora del Castillo?
—Ves que hablando nos podemos entender, señor director. Quiero que impida que rumores esos salgan de la universidad. Haz lo que considere necesario, incluso amenazarlos, ya —le respondí.
Al terminar de hablar con él, me retiré de su oficina y me dirigí a la biblioteca, pero al llegar noté que ya no estaban allí. Miré mi celular y vi un mensaje de Alex, diciéndome que había terminado el trabajo y que me estaba esperando junto a mi carro. Mientras caminaba por los pasillos hacia la salida, tenía que actuar rápido. Ya tenía una pista: esa persona sabía que era realmente. Luis, quien había sido mi sospechoso número uno, dejaba de serlo, ya que no podría conocer mi origen. Alex se convirtió en mi nuevo sospechoso principal, ya que él era el único que conocía mis lazos familiares.
Vi que Alex me esperaba. Me dirigí hacia donde él estaba, pero fui detenida por Luis, que se me paró enfrente.
—¿Qué quieres, Luis? ¿Qué te choque como tú lo hiciste conmigo, o qué quieres decirme? —pregunté, intentando mantener la calma.
—Quiero invitarte a cenar —respondió Luis.
Me quedé en silencio por un momento, sorprendida.
—¿En serio? ¿Me estás invitando a salir a comer? ¿Te volviste loco? —réplica.
Al decir esto, le mostré mi anillo de matrimonio, enfatizando que soy una mujer casada y que podría ser incluso su madre. En ese momento, no tenía interés en salir con nadie hasta solucionar el problema de los rumores.
—Solo sería una cita entre amigos. Te prometo que no haré nada más. es para demostrarte que puedes confiar en mí —insistió Luis,
Lo pensé por unos segundos.
—Está bien. ¿Y cuándo sería esa salida? —pregunté.
—Mañana por la tarde-noche. Te llevaré a un lugar que te va a encantar.