Chereads / La verdad que se oculta detrás de la piel / Chapter 13 - Ahora entiendo todo

Chapter 13 - Ahora entiendo todo

A la mañana siguiente, me desperté alrededor de las 7 de la mañana y me di cuenta de que Marcos ya no estaba acostado. Seguía molesto conmigo por la hora a la que llegué anoche. Me puse una bata y salí de mi cuarto hacia la cocina, donde mis dos hijos estaban desayunando. Me acerqué a cada uno y les di un beso en la frente. Por ningún lado se veía a Marcos, así que le pregunté a Isabel:

—Isabel, ¿sabes dónde está Marcos? No lo veo por ninguna parte —dije, tratando de sonar casual.

—El señor Marcos salió temprano porque tenía que hacer unas cosas urgentes en la constructora , señora Ana —respondió Isabel, mientras servía el desayuno.

Mientras desayunaba, me vinieron recuerdos de lo que pasó anoche con Luis en la discoteca. Solo imaginar el momento del beso hacía que una sensación eléctrica recorriera mi cuerpo. Al cerrar los ojos, podía sentir cómo sus manos acariciaban todo mi cuerpo, haciéndome excitar y desear que me besara de nuevo. Quería sentir sus labios otra vez, acariciar su cuerpo musculoso, sentir cómo se apoderaba de mi frágil cuerpo. Estaba tan perdida en mis pensamientos que me había olvidado de que estaba desayunando con mis hijos. Volví a la realidad cuando mi hijo menor, Liam, golpeó la mesa y me habló en tono de broma:

—Oye, mamá, ¿quién será la persona que te tiene así de enamorada? No me digas que tienes un amante —dijo Liam, con una sonrisa traviesa.

Casi me atraganté con lo que me dijo mi hijo menor.

—Oye, jovencito, así no se le habla a su madre. ¿Cómo voy a tener un amante? No ves que soy una dama y solo tengo ojos para tu padre —respondí, tratando de sonar convincente.

Mientras tanto, sentía la mirada de mi hijo mayor, Mateo, lo que me puso aún más nerviosa. Cuando Mateo habló, su tono fue más serio:

—Respeta a nuestra madre, Liam. ¿No ves que ese comentario puede ser malinterpretado por los demás? Además, nuestra madre ya no está para andar de aventuras —dijo Mateo, con firmeza.

—Yo solo estaba bromeando. Nuestra madre no está para esos juegos —respondió Liam, riendo.

Los tres reímos por las cosas que decían, pero no podía evitar preguntarme cómo serían sus reacciones si se dieran cuenta de que ya le fui infiel a su padre con alguien más joven que yo, y que hay otro que me desnuda con la mirada. Sabía que esa forma de pensar me hacía sentir como la peor mujer del mundo, pero había pasado mucho tiempo encerrada en estas paredes sin disfrutar la vida. El destino me estaba dando la oportunidad de disfrutar mi nueva etapa, ya que la vida es muy corta.

Al terminar de desayunar, mis hijos salieron rumbo a sus partidos, mientras yo me preparaba en mi cuarto. Tenía que verme con Nicolás para que me diera la información que le pedí sobre mi madrastra y mi compañera. Al salir de mi casa, le ordené a Isabel que, si mi esposo llegaba, le dijera que salí a comprar unas cosas.

Al llegar al lugar, me sorprendió ver que Nicolás ya estaba allí. Conociéndolo, siempre llegaba tarde a todo, así que me sorprendió que esta vez fuera puntual. Lo que más me llamó la atención fue que estaba acompañado por dos hombres que jamás había visto en mi vida. En ese momento, sentí miedo de que me fueran a hacer algo en mi contra. Nicolás me indicó que me sentara, y yo obedecí, preguntándole si en verdad tenía la información que le pedí.

—Sí, mi querida Ana. Aquí en este sobre está todo lo que me pediste. Te vas a sorprender por lo que contiene —dijo Nicolás, con una sonrisa intrigante.

Recibí el sobre, que contenía varios documentos y unas fotos.

—¿Y todo esto qué es? Veo que te tomaste en serio este encargo. Esto me llevará tiempo leerlo —dije, mientras comenzaba a revisar la información.

Mientras seguía leyendo, me llevé una gran sorpresa al descubrir que la verdadera razón por la que las dos estaban trabajando juntas era porque eran hermanas. No podía creerlo, pero ahí estaba la prueba. ¿Cómo fue que mi madrastra supo que yo estaría en esa universidad y en ese grupo? ¿Y por qué conspiró contra mí? Mientras seguía leyendo, me di cuenta de que ambas habían perdido a sus padres en un accidente cuando mi madrastra tenía 15 años y Melisa apenas 2. El que se hizo cargo de ellas fue su tío, quien les dio estudios y las crió como si fueran sus hijas.

—En ningún momento pasó por mi mente que las dos fueran hermanas —dije, incrédula.

—Y no te imaginas quién es su tío. Es un hombre de temer. En la página siguiente habla de él —dijo Nicolás, señalando el documento.

Pasé a la siguiente hoja de información que Nicolás me había preparado, y ahí me llevé la sorpresa de mi vida. El tío de ellas era el jefe de una de las mafias más poderosas del país. Hace dos años, fue extraditado a los Estados Unidos, donde está cumpliendo una condena de 80 años de prisión. En ese momento, me sentí nerviosa. Mi familia podría estar en peligro, ya que una mafia estaba detrás de las riquezas de mi familia. Tenía que encontrar la forma de salir de ese asunto, porque estaba en riesgo la vida de mis seres queridos. Esta mafia era muy conocida por sus crímenes y por cómo torturaban a sus víctimas. Muchos pensaban que, con la captura de su jefe, la mafia desaparecería, pero sucedió lo contrario: tomaron más poder que antes.

—No puedo creer que sean sobrinas de esa escoria de persona. ¿Y sabes quién está a cargo de esta mafia en estos momentos? Quiero saber contra quién me estoy enfrentando —dije, con voz temblorosa.

—La que está a cargo de esta mafia se hace llamar La Viuda Negra. Mis sospechas son que esa mujer sea tu madrastra —respondió Nicolás, con seriedad.

—Ya sé lo que quieren: quedarse con las empresas del Grupo Castillo para lavar su dinero sucio. Quiero que busques la forma de cómo puedo comunicarme con el tío de ellas —dije, decidida.

—¿Estás loca? ¿No ves que son de la mafia? Además, a él lo tienen en la prisión más segura de los Estados Unidos —respondió Nicolás, incrédulo.

—La familia del Castillo no le teme a nada, y yo no le voy a temer a una mafia. Voy a defender a mi familia, sea como sea. Por eso quiero que trabajes para mí y que te encargues de la seguridad de mi familia, nose como lo aras pero debo que hablar con él —dije, con firmeza

Al saber contra quién me estaba enfrentando, entendí que tendría que ser muy discreta. No quería que mi familia se enterara de todo esto para no preocuparlos. Pero, ¿por qué la mafia había puesto sus ojos en mi familia? ¿Desde cuándo estaban planeando todo esto? Ahora todo tenía sentido: por eso los datos de mi madrastra y Melisa arrojaban errores.

 Tenía que ser más astuta que ellos, actuar como si no los hubiera descubierto para poder mover mis fichas sin que se dieran cuenta. Por eso, le ordené a Nicolás que investigara cuál era el eslabón más débil de esa organización, para poder diseñar un plan. No podía llamar a la policía, ya que no tenía pruebas de que mi madrastra fuera La Viuda Negra. Tenía que buscar las pruebas que demostraran que esa misma mujer que ellos buscaban era ella.

Al terminar de hablar con Nicolás, aceptó trabajar bajo mis condiciones.

—Que te quede claro: la única relación que vamos a tener es de trabajo, de jefa y empleado. Y no me vuelvas a decir "querida Ana". Solo "Ana". Entendido, Nicolás. Así no será incómodo para los dos —dije, con firmeza.

—Como ordene, jefa —respondió Nicolás, con un tono profesional.

Después de hablar con Nicolás y, decidí llamar a la persona de confianza que tengo en la empresa de mi padre. Le pedí que vigilara al socio de mi padre y que me informara de todo lo que hacía, con quién hablaba y con quién se reunía. Él podría ser uno de ellos, y necesitaba saber cuántos más estaban infiltrados en la empresa. Mientras seguía meditando en mi estudio, entró mi hijo mayor, Mateo, y me vio preocupada.

—¿Está todo bien, madre? Te veo un poco preocupada —dijo Mateo, con una mirada de preocupación.

—Sí, cariño, solo fue un día muy agotador —respondí, tratando de sonar tranquila.

Él se acercó y me dio un abrazo que me hizo sentir mejor.

—Esto es lo que necesitaba: un abrazo de mi hijo mayor para sentirme bien —dije, sonriendo.

Me despedí de mi hijo y me fui a mi cuarto. A la mañana siguiente, reuní a mi familia en la sala de estar para informarles que, a partir de ese día, cada uno tendría un equipo de seguridad de cuatro hombres que los protegerían en todo momento. Los primeros en protestar fueron mi esposo y mi hijo menor, Liam. Tenía que encontrar la forma de convencerlos sin decirles la verdad de lo que estaba pasando. Por eso, recordé una noticia que había salido en los últimos días sobre un aumento en los secuestros en la ciudad. Les comenté que, con esta medida, podrían estar más tranquila. Aunque al principio se resistieron, finalmente aceptaron. Tarde o temprano, se darían cuenta de la gravedad de la situación.

Cuando estaba a punto de salir de mi casa para trotar, como hago todos los domingos por la mañana, me encontré con una sorpresa en la entrada de la propiedad. Nicolás estaba allí, acompañado de una joven que calculé tendría unos 20 años. Ella estaba vestida con un traje negro, lo que me hizo sentir incómoda de inmediato. Sin pensarlo dos veces, le reclamé a Nicolás:

—¿Qué haces aquí, Nicolás? ¿Estás loco? Marcos podría verte —dije, tratando de mantener la voz baja pero firme.

—Solo vine a presentarte a ella. Ya que todos en tu familia tienen escoltas, pero tú también debes tener uno. Y no vengas a decirme que puedes defenderte sola —respondió Nicolás, con un tono serio.

—Pero ella es muy joven para ser parte de mi seguridad —protesté, mirando a la joven con escepticismo.

—No te dejes sorprender por su edad. Ella es muy fuerte. Fue entrenada desde niña en diferentes tipos de combate —explicó Nicolás, con confianza.

En ese momento, la joven se presentó. Parecía un poco nerviosa, lo que me hizo dudar aún más de lo que Nicolás decía. ¿De verdad esta joven podría defenderme?

—Mucho gusto, me llamo Luisa. Prometo defenderte con mi vida si es necesario —dijo la joven, con una voz suave pero decidida.

No estaba del todo convencida, pero al final acepté. Era cierto que la gente con la que me estaba enfrentando era extremadamente peligrosa, y estaría más segura teniendo a alguien como Luisa como mi escolta personal. Mientras trotaba, ella me seguía por todos lados. Tenía que acostumbrarme a esto. Cuando terminé de trotar, me senté en la banca del parque y decidí hablar un rato con Luisa para conocerla mejor, ya que iba a trabajar para mí. Me contó que nunca había conocido a su madre, ya que ella murió al dar a luz. Su padre la llevó a vivir a España, donde estuvo por 20 años, y decidió regresar al país del cual su madre era originaria.