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Chapter 16 - El demonio esclaviza mi cuerpo parte 2

Después de que Luis me hubiera dado el mejor sexo oral de mi vida, me acomodé en la silla, quedando mi rostro cerca del suyo. Él tenía una mirada de satisfacción, y no sabía si era la primera vez que estaba con una mujer madura como yo. Sin dudarlo, pasé mi dedo por su barbilla, recogiendo con la yema de mis dedos los restos de mi néctar. Llevé mis dedos a mi boca para probar mi propio elixir de la vida, mientras lo miraba con deseo. Quería saber qué más podía hacer este jovencito de 23 años. Quería saber hasta qué punto él podría satisfacerme, pero primero tenía que recompensarlo por haberme satisfecho de esa manera. Decidí pagarle de la misma forma.

Ayudé a quitarle su pantalón, dejándolo solo en boxers. Pasé mi mano para tocarlo, y me sorprendí de lo duro que ya lo tenía. Empecé a babear como una loca desesperada por ver lo que escondía su ropa interior. Con un solo movimiento, le quité los boxers, y casi me muero de un infarto al ver su miembro. Era más grande que el de Marcos y más grueso que el de Alex. Jamás me imaginé que Luis tuviera algo así.

Sin pensarlo dos veces, lo sostenía con mi mano, sintiendo las venas que recorrían su miembro. Con mis dedos, recorrí su longitud, haciendo que mi rostro se acercara a su herramienta de carne. Nuestras miradas se encontraron, y sin apartar la vista de él, pasé mi lengua por su grande. Fui descendiendo por su tronco, haciéndole soltar unos leves gemidos, hasta llegar a sus testículos. Me los metí varias veces en la boca, haciendo que mi lengua jugara con ellos. Esto hizo que Luis gimiera más fuerte. Él ya estaba disfrutando del placer que le estaba dando.

Dejé de jugar con sus testículos y subí por todo su tronco, rozándolo con mis labios hasta llegar a su gran miembro. Lo introduje en mi boca, sintiendo la sensación de tenerlo dentro. Lo sacaba y lo volvía a meter un poco más, repitiendo ese movimiento varias veces hasta que casi todo entraba en mi garganta. Hice un esfuerzo para que cupiera más en mi boca, y de mis labios salía una gran cantidad de saliva. Fui subiendo el ritmo de la succión, haciendo que los gemidos de Luis fueran más sonoros. Me costaba respirar, pero con mi mano comencé a acariciar sus testículos, haciendo que su miembro empezaba a palpitar más. En eso, él pegó un leve gruñido, y sentí cómo su esperma caliente salía. Tragué todo lo que pude, pero fue tanta la cantidad que una parte salió de mi boca. Cuando saqué su miembro de mi boca, me tragué todo su néctar y con mis dedos recogí los restos de su esperma, sin desperdiciar ni la última gota.

Él cayó sentado en el suelo, con su respiración agitada. Como una loba en celo. Me arrastré hacia él, y con mis manos cogí de nuevo su miembro, pasando mi lengua por su cabeza para recoger las últimas gotas de su elixir de vida. Mientras tanto, él me acercó las espaldas y me desabrochó el sostén, dejando a la vista mis pechos, que ya estaban duros como rocas.

—Sí que sabes cómo satisfacer a un hombre, mi querida Ana —dijo Luis, con una sonrisa satisfecha

—Cosas que se aprenden con los años —respondí, con un tono juguetón.

—Todo esto parece un sueño del cual no quiero despertar nunca —dijo Luis, con los ojos cerrados.

—Yo tampoco quiero despertar de este sueño. Por el momento, disfrutemos del placer que los dos nos podemos ofrecer —dije, mientras me acercaba más a él.

Mientras él seguía sentado en el suelo, yo me puse de cuclillas y coloqué mis manos sobre sus hombros, haciéndolo acostar en el suelo de la terraza de madera. Yo quedé encima de él, y nuestras miradas se encontraron de nuevo. Dejé caer mi cuerpo encima del suyo, haciendo que mis pechos se presionaron contra su pecho musculoso. Nuestros labios se unieron en un beso lleno de pasión, mientras sus manos recorrían mi espalda hasta llegar a mis nalgas, donde con las yemas de sus dedos jugueteaba con ellas. Empecé a moverme de forma que mi vagina rozara todo su miembro. Pegué un leve gemido cuando él me dio una nalgada que dejó su mano marcada en mi piel.

Me senté en su entrepierna, continuando con el movimiento de mi intimidad rozando todo el tronco de su miembro, impregnando mi néctar . Me levanté un poco, mientras él sostenía su miembro con su mano, guiándolo hacia mi húmeda vagina que lo esperaba , y él comenzó a mover su miembro con la mano, restregando la cabeza con mis labios inferiores, haciéndome estremecer más. Fui introduciendo lentamente, mientras me sentaba sobre él. Cuando su miembro ya estaba dentro de mí, hice unos leves movimientos para que entrara por completo. Mordí mi labio cuando finalmente logré que todo su miembro entrara en mí. De nuevo, puse mis manos en sus hombros y me incliné un poco hacia adelante, comenzando a mover mi trasero con movimientos lentos hacia arriba y hacia abajo, sacándolo por completo. Mientras tanto, Luis jugaba con mis pechos con sus manos.

Fui subiendo el ritmo, haciendo que mi trasero chocara con sus piernas, produciendo un sonido que se mezclaba con nuestros gemidos. Después, él me abrazó, haciendo que mi cuerpo se pegara más al suyo, obligándome a parar con mi ritmo. Él levantó un poco su parte inferior, y fue en ese instante que él subió el ritmo de la penetración. Empezó a empujar con un ritmo salvaje, haciendo que sus testículos chocaran con mi vagina. Introducía su miembro de golpe, haciéndome gemir como una loca. Cuanto más subía el ritmo, más fuerte me abrazaba. Levantó sus piernas, y mi trasero chocaba de nuevo con sus muslos. Mientras tanto, él ponía sus manos en mi cintura y me movía de adelante hacia atrás, haciéndome llegar varias veces al orgasmo.

En eso, sentí cómo Luis se venía dentro de mí, llenando todo mi ser. Los dos quedamos tendidos en el suelo de la terraza, sin fuerzas. Sentía cómo mi cuerpo empezaba a relajarse después de haber llegado varias veces al clímax. Mientras Luis se quedaba mirándome, en su rostro se notaba la satisfacción. Me puse de pie y me senté en la silla, mientras sentía cómo su esencia, mezclada con la mía, recorría mis piernas. En ese momento, ya se me había olvidado por completo el asunto de mi familia con la mafia.

Cuando ya tenía más fuerza, me metí a una de las duchas que estaba en el patio de esa casa para quitarme el sudor de mi cuerpo. Después de darme una refrescante ducha, volví a la terraza, donde Luis ya tenía una bata para mí y otra en sus manos. Me la entregó, y luego fuimos a la cocina, donde trajo una copa de vino de mis favoritos. Nos tomamos unas cuantas copas de ese vino tan rico mientras mirábamos el paisaje que rodeaba la propiedad. En un momento, Luis me tomó de la mano y me llevó a través de unos pasillos de la casa hasta llegar a un cuarto que me sorprendió por completo. Estaba lleno de todo tipo de juguetes sexuales.

Luis me dio la vuelta hacia él, haciéndome abrazarlo mientras yo ponía mis manos alrededor de su cuello y las de él en mi cintura. Me murmuró al oído: "Bienvenida a mi cuarto, donde los sueños más íntimos se hacen realidad". Al terminar de decirlo, me besó de nuevo, y nos dejamos caer en la cama mientras nos besábamos apasionadamente. Terminé debajo de Luis, y pegué un leve gemido cuando sentí cómo su lengua jugaba con mis pezones, chupándoles como si fuera un bebé mamando, mientras sus dedos acariciaban mi intimidad.

Cuando terminó de jugar con su boca en mis pechos, me indicó que me pusiera en posición de cuatro en la cama. Obedecí sin dudar, y una vez en esa posición, sentí cómo su miembro, ya en su tamaño máximo, se acercaba a mí. Me dio unas ricas nalgadas con su verga bien dura, haciéndome desear tenerla dentro de mí como nunca antes. Después de darme esas nalgadas, sin previo aviso, la metió, haciéndome pegar un gemido por la mezcla de excitación y dolor que sentí al. Lo sacó y lo volvió a meter, repitiendo ese movimiento varias veces hasta que la cama empezó a moverse. Mis gemidos llenaban el cuarto, mezclados con el sonido que producía el choque de nuestros cuerpos. Me encantaba cómo me hacía el amor, con ese ritmo que me volvía loca.

En un momento, Luis me agarró del pelo y dejó de moverse como antes. Empezó a mover sus manos, que sujetaban mi pelo, de adelante hacia atrás, haciéndome mover mi cuerpo al ritmo de sus empujes. Ya estaba a punto de llegar de nuevo al clímax cuando Luis soltó mi pelo con una mano y sentí cómo tocaba mi ano con sus dedos. Introdujo uno de ellos, haciéndome gemir más fuerte. Esa sensación recorrió todo mi cuerpo, llevándome al punto más alto de excitación. Los dos nos vinimos al mismo tiempo, quedándonos exhaustos en la cama.

Después de descansar un rato y de nuestro segundo encuentro de la tarde, que me hizo llegar al clímax varias veces, me di cuenta de que había sido una de las mejores experiencias sexuales de mi vida. Lo volvimos a hacer varias veces, en diferentes posiciones y lugares distintos. Era como volver a mi juventud, cuando tenía 18 años y me escapaba por las noches mientras mis padres dormían. Regresaba antes del amanecer para no ser vista, y me iba a ver con un noviecito que tenía por ahí, quien fue el primero que me hizo conocer los placeres de la vida. Miré la hora y me sorprendí al ver que ya eran las 9 de la noche. De repente, me levanté del sofá y miré a Luis con un rostro de preocupación. Me di cuenta de que era muy tarde y que tenía que irme. No quería que nadie en mi casa sospechara de lo que había estado haciendo.

Terminé de recoger mis cosas y me puse la ropa. Le murmuré a Luis que me tenía que ir, ya que era muy tarde. Me despedí de él con un beso y salí de la casa, dejándolo atrás. Me subí a mi coche y salí lo más rápido que pude hacia la vía principal. Al entrar a la ciudad, me encontré con un gran tráfico de autos, ya que algunas vías estaban cerradas por mantenimiento. Esto hizo que llegara a mi casa a las 11:59 de la noche. Cuando estaba bajando del auto, me preparé para quitarme los zapatos, pero en ese instante, otro auto llegó. Para mi sorpresa, era Marcos. ¿Qué hacía llegando a estas horas? Pensé que estaba durmiendo, ya que iba a pasar todo el tiempo con nuestros hijos.

—¿Y tú qué haces llegando a estas horas, cariño? —pregunté, tratando de sonar casual.

— Te pregunto yo. ¿Qué haces llegando a estas horas? Apenas te soltaron tus amigas. Te fuiste a las 10 de la mañana, ¿y esta es la hora de llegar? —respondió Marcos, con un tono de sospecha.

—¿Y tú con quién estabas? Pensé que estabas durmiendo —dije, intentando desviar la atención.

—Salí a verme con unos amigos —dijo Marcos, evasivo.

—Desde aquí siento el olor a licor —señalé, con una mirada inquisitiva.

—Pero tú igual. Veo que la pasaste bien con tus amigas —respondió él, con un tono que no dejaba claro si estaba bromeando o no.