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Chapter 15 - El demonio esclaviza mi cuerpo parte 1

Nicolás no había podido encontrar al amigo de mi abuelo, quien era la única persona que me podría confirmar si todo lo que ese criminal dijo sobre mi abuelo era cierto. Algo que me preocupaba era que Melisa no había venido a clase desde el miércoles. Temía que, por mi culpa, su hermana le hubiera hecho algo. Todos los días hablaba con mi padre para saber cómo estaban las cosas en la casa del campo. En una vigilancia discreta, a un hombre que trabajaba para Nicolás para que mantuviera a mi madrastra bajo observación. Sospechaba que mi padre no se había caído por las escaleras debido a un microsueño, como nos dijo el doctor. Posiblemente, ella lo había empujado. Ya que si mi padre falleciera, ella podría manipular el testamento a su favor y quedarse con todo. Y, como siempre, Diana no tardó en interrumpir mis pensamientos. Era tan molesta como los mosquitos en las noches.

—¿Interrumpo algo, Ana? —preguntó Diana, con su tono habitual.

—No, nada. ¿En qué te puedo ayudar, Diana? —respondí, tratando de sonar amable.

—He estado hablando con todos los que formamos el grupo de estudio para alquilar una casa finca por un día y divertirnos. Queremos hacer un asado entre nosotros, y quiero que nos acompañes. ¿Qué dices, Ana? —preguntó, con entusiasmo.

—Eso parece una pérdida de tiempo. Además, mañana sábado tengo muchas cosas que hacer, y me sentiría incómoda estar rodeada de personas tan jóvenes que me hacen sentir vieja —dije, con un tono de duda.

—¿Qué cosas dices? No eres tan vieja. La edad solo es un número. Además, si no vas, no sería lo mismo. Vamos, Ana, te lo prometo, mañana te la pasarás súper bien —insistió Diana.

—Está bien, iré —acepté, finalmente.

—Eso sí, no le digas a nadie, ni siquiera a Alex. Esto será una sorpresa —dijo Diana, con una sonrisa pícara.

Al día siguiente, Diana me envió un mensaje con la dirección del lugar donde nos íbamos a reunir. Vi que estaba a las afueras de la ciudad. Antes de bajar a desayunar, me fui a arreglar. Me puse una ropa decente, ya que no creía que fuera a pasar algo fuera de lo normal. Luis y Alex estarían allí, y ninguno de los dos intentaría algo raro. Al llegar al comedor, donde estaban desayunando mis dos hijos, mi esposo y mi suegra, el que más se sorprendió al verme tan arreglada fue Marcos. Con su mirada, recorrió todo mi cuerpo y le hable en un tono juguetón:

—¿Estoy mal vestida, cariño? —pregunté, coqueteando un poco.

—Todo lo contrario, cariño. Estás bellísima. Y por qué estás tan arreglada tan temprano —dijo Marcos, con una sonrisa.

—Es que voy a verme con unas amigas que hace un año que no veo. Quedamos en que hoy nos veríamos —mentí, tratando de sonar convincente.

En ese momento, mi hijo menor, Liam, interrumpió la conversación que teníamos su padre y yo.

—¿Cómo que no vas a vernos jugar? Prometiste que ibas a ir —dijo Liam, con cara de decepción.

—Lo siento, cariño. Prometo que el próximo partido iré —dije, tratando de calmarlo.

Eso, mi hijo intervino Mateo, dándole un leve golpe a su hermano

—. Además, no es la final todavía. Falta mucho para llegar a eso — dijo Mateo 

—Pero si no llegamos, ya que hoy podemos ser eliminados —protestó Liam.

—Nuestra madre se la pasa todo el día estudiando en la universidad. Después de sus clases, hace todo lo posible para pasar tiempo con nosotros. Es justo que ella se tome un tiempo para ella sola y se aleje de todo el estrés. ¿No es verdad, padre? —dijo Mateo, defendiéndome.

—Lo que dice tu hermano es verdad, Liam. Tu madre también merece un tiempo para ella sola —dijo Marcos, apoyándome.

Desayuné con ellos y luego salí a hacer unas cosas antes de ir al lugar donde me reuniría con el grupo. Terminé de hacer esas cosas y me dirigí a la dirección que me dio Diana. Al salir de la ciudad, el GPS me llevó por una calle rural. Ya llevaba media hora fuera de la ciudad y no encontraba la dirección. Empecé a pensar que todo esto era una trampa que Diana me había tendido. Pregunté a un señor que pasaba con dos vacas por esa carretera, y me indicó que tenía que devolverme hasta llegar a una "Y", donde debía tomar el camino de la izquierda. Seguí las indicaciones del señor y, finalmente, llegué a la propiedad. Al ingresar, vi una casa demasiado hermosa. Lo que más me llamó la atención fue que no veía a nadie por la propiedad. Empecé a llamar a Diana, pero no contestaba. Fue en ese instante que vi a alguien salir de la casa. Era Luis, con una camisa sin mangas que dejaba ver todo su atlético cuerpo. Tuve que tragar saliva para poder saludarlo y preguntar por los demás.

—Hola, Luis. ¿Y dónde están los demás? No veo a Diana ni a Alex —dije, tratando de sonar casual.

Él dudó un momento antes de responder.

—¿Cómo te digo esto? Lo que pasa es que nadie más va a venir. Todo esto lo organicé para los dos, mi querida Ana —dijo Luis, con una sonrisa tímida.

—Perdón, pero si Diana fue la que me invitó, diciendo que íbamos a estar todos en grupo. Y ahora vienes tú y me dices que tú planeaste todo esto. No lo puedo creer, Luis —dije, sintiéndome engañada.

—Si te lo hubiera dicho yo mismo, no habrías venido. Por eso le pedí a Diana que me ayudará a convencerte con una simple mentira —explicó Luis, con un tono sincero.

—Me perdí el juego de mis hijos por venir aquí, me perdí en la carretera, terminé en otro lado, y ahora me salen con esta sorpresa —dije, frustrada.

—Sé que puedes estar enojada por haberte engañado. Si quieres, tienes todo el derecho de irte —dijo Luis, con un tono comprensivo.

—Ya que estoy aquí, disfrutemos de la compañía del otro. No quiero manejar otra media hora para llegar a la ciudad —dije, resignada.

Decidí quedarme, ya que le debía algo a Luis por haberlo dejado plantado aquella vez. Sería incómodo estar los dos solos, ya que somos dos personas que sentimos atracción por el otro. No sabía cómo iba a pasar esta tarde entre los dos. Me puse más nerviosa cuando él me dijo que me iba a tapar los ojos con un trapo que llevaba en sus manos. Cuando me lo puso. Luis me tomó de la mano y me llevó por toda la casa. Después me dijo que me quedara quieta y me quitara la venda de los ojos. Me sorprendió ver una mesa con deliciosa comida, acompañada de un vino de mis favoritos. No tenía idea de cómo lo supo.

—Como la otra vez no pudimos cenar, preparé un almuerzo hecho con mis propias manos —dijo Luis, con orgullo.

—¿En serio? ¿Tú lo hiciste solo, sin la ayuda de nadie? ¿O solo lo dices para sorprenderme? —pregunté, incrédula.

—Yo mismo lo hice. Tengo un don para la cocina —dijo, sonriendo.

Me puso la silla para que me sentara, comportándose como todo un caballero. Me estaba tratando de lo más bien, algo que alguien no me hacía desde hacía mucho tiempo. Cuando le di un bocado a la carne, sentí cómo ese jugoso trozo se derretía en mi boca. La sopa estaba riquísima. Seguía dudando de que él hubiera cocinado todo esto solo. Tendría que haber tenido ayuda para preparar todo esto. Después de terminar de almorzar, Luis me dijo que lo acompañara afuera, que quería mostrarme algo. Lo seguí hasta llegar a otra salida de la casa, que llevaba a la piscina. Me tomó de la mano nuevamente y me ayudó a subir unas escaleras. Llegamos a una terraza de madera con una vista hermosa del lugar. Podía ver las montañas y sentir cómo el viento acariciaba mi pelo.

Luis se colocó detrás de mí, poniendo sus manos en mi cintura y haciéndome apoyar contra la baranda. Me estremecí por completo cuando sentí su respiración en mi cuello. Un leve gemido escapó de mis labios. Sentía cómo él pegaba más su entrepierna contra mi trasero, haciendo que toda mi piel se eriza. Apreté con fuerza la baranda de la terraza cuando sentí su beso en mi cuello, haciéndome gemir un poco más. Entre gemidos, murmuré: "Diosito, perdóname por lo que voy a hacer". 

En eso, él llevó una de sus manos hasta el botón de mi bluyín y comenzó a desabotonar. Mientras él seguía recorriendo mi cuello con sus labios, haciéndome excitar más de lo que ya estaba, me giré hacia él y lo miré a los ojos. Mis manos rodearon su cuello sin ninguna timidez, y nuestros labios se unieron en un beso lleno de lujuria. Nuestras lenguas se entrelazaron, mientras sus manos se posaban dentro de mi bluyín, sintiendo el roce de sus dedos en mis nalgas, lo que me hizo gemir más fuerte. Le ayudé a quitar su camisa, y pasé mis manos por su abdomen musculoso. Él me ayudó a quitarme el bluyín, dejándolo en el suelo, y luego se dedicó a quitarme la blusa, dejándome solo en ropa interior. Se volvió a acercar, me tomó de la cintura y me atrajo hacia él, donde nos besamos de nuevo. De la nada, me cargó como si fuera una muñeca de trapo. ¿De dónde sacaba tanta fuerza este chico de 23 años? Me llevó hasta una de esas sillas para tomar el sol.

Después de ponerme sobre esa silla, pasó su mano por una de mis piernas, sintiendo su contacto con mi piel, lo que me hizo retorcerme en la silla como si estuviera poseída por un demonio. Luego, sentí cómo besaba mis muslos, haciéndome temblar. Después, continuó besando mi pierna con una destreza que me sorprendió. Este chico no necesitaba que le enseñaran cómo tratar a una mujer; parecía saber más que muchos. Cuando llegó a mi entrepierna, me miró con esos ojos llenos de deseo y, con su boca, me quitó el calzón hasta dejarlo en las rodillas. Con un movimiento rápido, lo retiró por completo. Finalmente, Luis tenía a la vista mi vagina, que ya estaba bien mojada por lo excitada que estaba. No podía creer que estuviera a punto de ser infiel a mi esposo por segunda vez con alguien más joven que yo. Mientras mis hijos disfrutaban de su partido, yo estaba a punto de entregarme a los brazos de otro hombre.

Cuando sentí su aliento en mi intimidad, me aferré a los lados de la silla. Luego, sentí su lengua jugando con mi clítoris, haciéndome gemir más fuerte. Él sabía exactamente cómo mover la lengua, y estaba a punto de llevarme al clímax, cuando sentí que su lengua entraba en mí, haciéndome perder el control. Con mis manos, lo agarré de la cabeza, queriendo sentir su lengua lo más adentro posible de mi ser . Lo que más me sorprendió fue cuando sentí uno de sus dedos jugando con mi ano. Entre gemidos, le murmuré: "Ni se te ocurra meter tu dedo por ahí". De inmediato, lo retiró. Era imposible aguantar más. Mi cuerpo se estremeció por completo en orgasmo, y me vine en su boca. Él se tomó una gran parte de mis fluidos. Era el mejor sexo oral que había experimentado en mi vida.