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Chapter 14 - El pasado de la familia castillo

Ya solo quedaba esperar a que Nicolás pudiera comunicarse con el tío de ellas dos. Mientras tanto, yo seguía actuando como si nada hubiera pasado. Había ocurrido tanto en pocos días que casi me había olvidado de lo que pasó entre Luis y yo hace tres días. ¿Cómo iba a mirarlo a los ojos y hacer como si nada hubiera pasado entre nosotros? En ese instante, Diana me habló, diciendo que seríamos los primeros en presentar el trabajo a los demás de la clase. Me tocó hacerme al lado de Luis, y con solo rozar mi codo con su brazo, todo mi cuerpo se estremeció por completo. Me alejé un poco para poder concentrarme y exponer el trabajo bien, pero al hacer eso, choqué con Alex, que estaba a mi otro lado. ¿Por qué el destino me ponía entre los dos chicos que me desconcertaba tanto?

La sorpresa llegó cuando el señor director de la universidad entró al aula de clases, invitado por la maestra. Lo que más me llamó la atención fue ver a Luisa, mi escolta personal, convertida en la nueva secretaria del director. ¿Cómo había conseguido ese puesto en tan poco tiempo? ¿Habría sido todo planeado por Nicolás?

Cuando terminamos la presentación del trabajo, recibí un mensaje de Nicolás diciéndome que Luisa estaría en ese lugar para cuidarme y vigilar de cerca a Melisa, ya que ella era el eslabón más débil de esa organización. Después de que los demás terminaron de presentar, nos dieron la orden de salir a receso. Decidí pasar un tiempo con Diana y sus amigas, pero luego regresé al salón para buscar algo que había dejado en mi bolso. Mientras me acercaba, escuché voces provenientes del salón. Me pegué a la puerta para no ser vista y observé lo que estaba pasando. Alex y Luis estaban teniendo una conversación con un tono elevado.

—¿Cuáles son tus intenciones con Ana? Dime —preguntó Alex, con voz firme.

—¿Y por qué tengo que decirle a alguien de mis intenciones con mi querida Ana? —respondió Luis, con una sonrisa burlona.

—No voy a permitir que juegues con ella como lo haces con las demás. Solo las usas —dijo Alex, con los puños apretados.

—No me digas que te gusta Ana. ¿No ves que es mucha mujer para ti? Tú no llegas a su nivel. Y yo no voy a jugar con Ana —replicó Luis, con un tono desafiante.

—¿Y qué tiene que ver ? Yo la respeto como mujer, y la defenderé de ti, que solo piensas en sexo —respondió Alex, con rabia.

Tuve que intervenir antes de que los dos se mataran a golpes por mí. Hice como si acabara de llegar, obligándolos a separarse y actuar como si nada hubiera pasado.

—¿Pasa algo entre ustedes, chicos? —pregunté, con una sonrisa inocente.

—No, no pasa nada. Solo hablamos de cosas entre chicos, ¿verdad, Alex? —dijo Luis, tratando de sonar casual.

—Sí, solo hablamos de cosas de chicos, Ana. Nada importante —respondió Alex, evitando mi mirada.

—Los voy a estar vigilando a los dos. No creo que de un día para otro se hayan convertido en mejores amigos —dije, con un tono juguetón.

Después de calmarlos sin que se dieran cuenta de que yo sabía lo que estaban discutiendo, me hice la tonta. Sabía que sería más vergonzoso para ellos si se enteraban de que yo estaba al tanto de su pelea. Era patético que dos hombres jóvenes se pelearan por mí, siendo una mujer mayor. Aunque, por un lado, me divertía que dos hombres se disputaran mi atención, el resto de las clases se sintió incómodo debido a la tensión en el aire.

Después de clases, dejé a Alex cerca de su barrio y recibí un mensaje de Nicolás. Me avisó que había logrado contactar al abogado del líder de esa mafia y que quería hablar conmigo de inmediato. Decidí ir hacia la dirección que me indicó. Al llegar al sitio, había una camioneta negra estacionada. Salí de mi coche y entré en la camioneta, donde en la parte de atrás me esperaban Nicolás y Luisa. Ella me pasó una tablet para que me comunicara con esa persona. Me dio un escalofrío cuando la videollamada comenzó, y al verlo, su voz hizo estragos en mi mente.

—Por fin tengo el gusto de conocer a la nieta de mi maestro —dijo el señor Gabriel, con una sonrisa fría.

—¿Qué tiene que ver mi abuelo contigo? —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Todo lo que sé, lo aprendí de tu abuelo. Él me enseñó todo esto —respondió, con un tono que me heló la sangre.

—No me cambies el tema y no ensucies el nombre de mi abuelo. Te llamé para que me digas qué quieres contra mi familia —dije, con firmeza.

—Por lo que me dices, mi sobrina no me hizo caso. ¿Por qué será que no aprende que ese plan que lleva años planeando está condenado al fracaso? —dijo, con un tono casi burlón.

—¿Por qué lo dices? Dime —pregunté, intrigada.

—El que intente algo contra la familia del Castillo será condenado por toda la eternidad. No tienen la fuerza para derrotar a un castillo. Ustedes tienen un don que hace doblegar a las masas a su voluntad. ¿Cómo crees que llegaron a ser parte de las 8 familias más ricas del país? —dijo, con un tono que me hizo temblar.

—¿Cómo es que sabes cosas de mi familia que yo no sé? ¿Cuánto tiempo lleva tu maldita organización estudiando a mi familia? —pregunté, con voz temblorosa.

—¿Crees que los negocios de tu familia siempre fueron legales? No siempre fue así. Los pilares que hoy sostienen el imperio de la familia del Castillo tienen un lado oscuro —respondió, con una sonrisa siniestra.

—No te voy a permitir que insultes el legado que mi abuelo construyó con esfuerzo para que mi familia estuviera en este nivel. Si tu querida sobrina intenta algo para destruir ese legado, juro que la destruiré con mis propias manos —dije, con rabia.

—Ya veo por qué eras su nieta favorita. Tienes el mismo brillo que mi maestro tenía en sus ojos. Por mi parte, no tengo intención de hacer una guerra con una antigua mafia. Le debo todo a tu abuelo por hacerme la persona que soy hoy en dia. Haré que alguien convenza a mi sobrina de que pare con esta guerra que quiere comenzar, ya que está condenada a perder. El único que puede derrotar a un castillo es otro castillo —dijo, antes de terminar la llamada.

No quise seguir con la videollamada. Dejé la tablet tirada en la silla y salí de la camioneta. Entré en mi coche y lo encendí, dirigiéndome al cementerio donde descansaba mi abuelo. Al llegar, me acerqué a su tumba y golpeé el suelo varias veces, llorando mientras murmuraba:

—¿Cómo desearía que estuvieras vivo y me dijeras que lo que dijo ese hombre era falso? ¿Que tú no fuiste un líder de una antigua mafia?.

En ese momento, recordé que cuando tenía 12 años y estaba visitando a mis abuelos, un hombre llegó y le gritó a mi abuelo: "¡Tú le quitaste las tierras a mi familia! ¡Lo vas a pagar un día de estos!" Eso confirmaba los rumores que muchas personas decían sobre nosotros, pero en ese entonces era demasiado joven para entender. Antes de que la mafia que hoy aterroriza a casi la mitad de la ciudad existiera, hubo otra más poderosa que atormentó a todo el país. Su líder era un misterio, y cuando esa antigua mafia desapareció, los que la conformaron fundaron las 5 familias de la mafia actual. Al desaparecer esa antigua mafia, apareció una familia que, con su negocio, creció más que las demás, entrando en poco tiempo a las 8 familias más poderosas del país: la familia Castillo.

 Nadie entendía cómo mi familia había llegado a ese puesto. No quería creer que mi abuelo hubiera sido un mafioso, ni cuánta gente debió sufrir para que él construyera el imperio de nuestra familia a costa de los demás. No sé cuánto tiempo estuve sentada en la tumba de mi abuelo. Le envié un mensaje a Nicolás para que buscara al que fue el amigo de mi abuelo. Él era el único que podía decirme la verdad sobre todo esto, ya que podía ser una trampa de ese señor para que yo confiara en que no harían nada contra mi familia. Era hora de mover mi primera ficha: infiltrar a alguien en esa mafia o intentar convencer a alguien de que se uniera a mi causa. Ya sabía quién podría ser: tenía que convencer a Melisa de que traicionara a su hermana mayor.

Al día siguiente, esperé a que todos salieran al receso y vi que Melisa se quedó sola en el salón. Aproveché la oportunidad para hablar con ella. Ella intentó irse, pero la tomé de la mano y la senté, obligándola a escucharme. Melisa intentó levantarse, pero le dije:

—No te voy a dejar ir hasta que hablemos de algo muy importante. ¿Entiendes, Melisa? —dije, con firmeza.

—Yo no tengo que hablar nada contigo. Ahora, déjame ir —respondió, con voz temblorosa.

—Ya te lo dije. Sé que fuiste la causante de esos rumores sobre mí y que eres la hermana menor de mi madrastra. Todo lo que pone tu popularidad que tienes en esta universidad riesgo —dije, mirándola fijamente.

—No tienes pruebas que demuestren que fui yo —replicó, tratando de sonar segura.

—¿No crees? Tengo más de lo que imaginas. Sé que tu tío está preso en los Estados Unidos, que cuando tenías 2 años tus padres murieron en un accidente, y que por eso tu tío las crió como si fueran sus hijas. También sé que hace dos años tu hermana te echó de su casa y que hace poco te volvió a llamar. ¿Me equivoco en algo? —pregunté, con una sonrisa fría.

—¡Cállate! ¡Cállate, por favor! —gritó, con los ojos llenos de miedo.

—¿O prefieres que tus amigas se enteren de a qué te dedicas después de clases? Eso arruinaría tu vida para siempre. Tu hermana te usa como su herramienta, y cuando ya no eres importante para ella, se deshace de ti como si fueras basura —dije, con un tono implacable.

—¡Déjame en paz! ¿Qué quieres de mí, maldita? —preguntó, con lágrimas en los ojos.

—Que me informes de lo que está planeando tu hermana en mi contra —respondí, sin apartar la mirada de ella.

—No puedo. Si ella se entera de que la traicioné, me matará —dijo, con voz quebrada.

—Yo te protegeré —aseguré, con firmeza.

—Las dos tienen algo en común: son unas locas manipuladoras —dijo, con un tono de resignación.

No sé por qué, pero me estaba encantando ver el miedo en sus ojos. Ella sabía que no podía decirle nada a su hermana, ya que de mí dependía su popularidad en la universidad. Pronto vendría a pedirme ayuda para que la defendiera de su hermana mayor, quien solo la estaba usando para su beneficio. Tenía que hacer todo lo posible para que ella la traicionara sin poner la vida de nadie en peligro. Si era verdad lo que dijo el tío de ellas, y una parte de esa organización estaba de acuerdo con él de no hacer nada contra la familia del Castillo, podría formar una guerra interna dentro de la mafia. Tenía que buscar la manera de que ese conflicto estallara entre ellos, ya que eso me beneficiaría.