La camioneta patrulla salió rugiendo en su persecución. Raiko, sentado en la parte de atrás, vio pasar la ciudad como un borrón de luces y sombras. Su mente trabajaba deprisa, analizando la situación con una frialdad impropia de su edad. (17 años... De hecho, puede que si)
"Ok, hubo dos heridos, uno de gravedad pero con altas posibilidades de sobrevivir. En total hubo tres disparos.... Así que lo que haré es simple: Dispararé el doble a cada uno. Si mueren, sería bueno; si no, bueno... tuvieron suerte".
La camioneta patrulla se acercaba a cada segundo, gracias a la constante información que llegaba por la radio. Raiko desvió la mirada un momento y se fijó en un pequeño espejo que había en la parte trasera de la camioneta. Al ver su reflejo se detuvo, nunca había sido alguien normal. Sus ojos, que deberían ser negros, marrones o incluso grises... eran rojos. Intensos, profundos, como brasas encendidas en la oscuridad. Su mente le transportó a un recuerdo enterrado en su pasado.
Un joven Raiko sostenía una pistola de airsoft. Frente a él, un montón de latas de las cuales, consigue derribar unas cuantas.
"¡Bien, Raiko! Lo estás haciendo excelente!", dijo Osme, con una sonrisa orgullosa.
Pero Raiko no compartía su entusiasmo. Su voz era un susurro entrecortado, lleno de incertidumbre:
"¿Por qué estoy haciendo esto, por qué mis ojos son diferentes a los de los demás, qué debo hacer realmente...?".
Osme guardó silencio un momento, sorprendido por la pregunta, aunque sabía que llegaría tarde o temprano. Su respuesta fue firme, pero cargada de empatía.
"Raiko, sin duda estás haciendo esto por tu único objetivo, que yo te estoy ayudando a conseguir. Ese objetivo está ligado a la razón por la que eres diferente".
"¿Cuál es mi objetivo?", preguntó Raiko, con un vacío evidente en sus palabras.
"Tienes que acabar con aquellos que traen el miedo y la oscuridad a las vidas de los demás. Tus diferencias, al ser únicas, te permitirán provocar ese cambio que muchos, incluyéndome a mí, anhelan. Por cierto, tu diferencia única no es sólo el color de tus ojos, también es..."
El recuerdo se desvaneció bruscamente cuando Raiko percibió el cambio de velocidad de la camioneta. Habían alcanzado al coche sospechoso.
El conductor de la camioneta patrulla, junto con los demás policías, discutían cómo detener el vehículo. Antes de que pudieran decidirse, Raiko entró en acción. Sin previo aviso, saltó sobre el capó y, con un impulso, aterrizó en el techo del coche en fuga.
"¡Qué demonios está haciendo!?", gritó uno de los policías, viendo cómo el coche y el joven que había subido al techo se iban hacia la derecha.
Esto tomó por sorpresa al conductor, que intentó dar la vuelta y seguir al coche, pero reaccionó demasiado tarde. La camioneta choca contra un semáforo en la esquina y acaba estrellándose contra un coche aparcado. Raiko se da la vuelta y se da cuenta de que el choque no ha sido tan grave y que los policías estarán bien.
Dentro del coche en fuga, los delincuentes sienten un fuerte golpe en el techo.
"Creo que hay alguien arriba", dice uno de ellos, con evidente preocupación.
"Eso es imposible. ¿Cómo puede haber alguien arriba a esta velocidad?", dijo el otro, justo antes de que un disparo atravesara el techo y le diera en la pierna.
"¡Ahhh!", gritó de dolor mientras su compañero sacaba una pistola y empezaba a disparar hacia arriba.
Raiko, esquivando los disparos, sintió que una bala le rozaba la mejilla izquierda. Un calor punzante recorrió su piel. Mirando hacia abajo, notó un reflejo rojizo de baja intensidad en el coche. Era su propia luz, el brillo de su pelo y sus ojos, lo que le hacía único.
Con un ágil salto, aterrizó sobre el capó del coche, justo delante del parabrisas. Los delincuentes le miraron, helados de asombro. No sólo había alguien sobre el capó, sino que ese alguien tenía el pelo negro, pero un mechón tenía un degradado rojo fosforescente, como una vívida luz de neón.
Antes de que pudieran reaccionar, Raiko se inclinó y disparó a uno de los neumáticos delanteros. El neumático explotó y el conductor perdió el control. El coche se desvió bruscamente a la derecha, subiendo por la acera y chocando contra postes, árboles y arbustos hasta que se detuvo contra un poste de hormigón, la persecución en las sombras había terminado.
Raiko saltó del vehículo segundos antes del impacto, aterrizando con gracia.
"Bueno, al final no tuve que hacer gran cosa", murmuró mientras caminaba hacia el coche destrozado.
Y cuando estaba a punto de marcharse, un ruido llamó su atención. Al darse la vuelta, vio a alguien salir del vehículo. Un tipo encapuchado igual que él, con una máscara cubriéndole la cara.
Lo que le dejó sin aliento no fue la pistola que le apuntaba, ni el hecho de que aquella persona pareciera ilesa. Fueron sus ojos.
Eran de color azul intenso, y una tenue luz azulada emanaba de su capucha.
Por un momento, Raiko sintió como si se estuviera mirando a través de un espejo distorsionado.
"¿Eres... como yo?", murmuró, con la voz cargada de incredulidad.