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Chapter 7 - Capitulo 7. El entrenamiento.

Rhydian caminaba con pasos tranquilos mientras guiaba a White por los pasillos del castillo hacia la sala de entrenamiento. Al llegar, abrió las puertas dobles, revelando un espacio amplio, iluminado por luz mágica que flotaba sobre el techo, creando sombras suaves sobre las paredes cubiertas de armas, artefactos, y equipo para el entrenamiento.

Se acercó a un estante cuidadosamente ordenado y tomó uno de los trajes de entrenamiento. El tejido parecía una mezcla de seda y cuero, liviano pero resistente, con runas apenas visibles que recorrían sus costuras. Rhydian extendió el traje hacia White.

—Toma esto y póntelo —dijo con voz tranquila, aunque su mirada transmitía una energía contenida—. Se ajustará automáticamente a tu talla una vez que lo lleves puesto. Los vestidores están justo allí. —Señaló una puerta a un lado, cerca de un área de duchas.

White asintió sin decir palabra, tomando el traje con curiosidad. La suavidad del material contrastaba con la firmeza de su estructura. Entró al vestidor.

Pasaron unos minutos antes de que regresara. El traje había cumplido su promesa: se ajustaba perfectamente a su cuerpo sin apretarla, lo bastante suelto para permitir libertad de movimiento, pero lo suficientemente ceñido para no estorbar en combate. White se movió ligeramente, probando la flexibilidad del material, y notó cómo las runas brillaban débilmente con cada paso que daba.

Rhydian la observó con una ligera inclinación de cabeza, sus ojos evaluadores.

—Perfecto. Ahora podemos empezar. —Se acercó a una vitrina de cristal y sacó un objeto de su interior. Era un cristal liso, transparente y tallado como un prisma, con un fulgor latente en su interior—. Quiero ver tus aptitudes mágicas primero. Este cristal reaccionará a la energía que le infundas, revelando la naturaleza de tu magia.

Se lo entregó con una sonrisa de aliento.

—Adelante, infunde un poco de tu magia en él.

White tomó el cristal con ambas manos, su corazón latiendo con fuerza. Cerró los ojos y canalizó su energía, dejándola fluir hacia el objeto. De inmediato, el cristal comenzó a brillar... pero lo que ocurrió después fue más de lo que cualquiera de los dos había anticipado.

 

Primero se iluminó en un profundo rojo, luego en un vibrante amarillo, seguido por un azul cristalino y un verde esmeralda. El negro apareció como una sombra intensa que se disipó para dar paso a un radiante morado. Finalmente, un blanco puro, brillante y cegador, eclipsó a todos los demás colores, emitiendo una luz que llenó la habitación con un resplandor casi divino.

Los ojos de Rhydian se entrecerraron ligeramente mientras contemplaba el espectáculo, su expresión manteniendo una calma estudiada, pero con un brillo de comprensión y asombro oculto.

—Interesante... —murmuró, casi para sí mismo.

White, perpleja, miró el cristal, que aún pulsaba con los vestigios de su luz.

Rhydian tomo el cristal de las manos de White y lo coloco de nuevo en el estante.

Rhydian observó el cristal aún resplandeciente antes de devolver su mirada a White. Una sonrisa, mezcla de admiración y determinación, se dibujó en su rostro.

—Bueno, el resultado es claro, tienes afinidad con todas las naturalezas mágicas conocidas. Pero, sobre todas, la luz es la que brilla con más intensidad en ti. Eso es... extremadamente raro. —Pausó, dejando que la importancia de sus palabras se asentara—. La magia de luz es una de las naturalezas más poderosas y escasas.

White lo miró con asombro mientras él continuaba:

—Por lo tanto, nuestro enfoque será desarrollar tu dominio sobre todos los elementos, pero especialmente la luz. —Sus ojos buscaron los de ella, evaluando su reacción—. ¿Tienes alguna pregunta?

White sacudió la cabeza con firmeza, una chispa de resolución encendiéndose en sus ojos.

—Ninguna, maestro.

Rhydian dejó escapar una sonrisa satisfecha antes de girarse hacia un rincón de la sala donde descansaban varias armas de práctica. Su mano se deslizó entre espadas, lanzas y dagas, hasta que se decidió por una espada de madera con un equilibrio impecable. Caminó de regreso hacia White y se la ofreció.

—Perfecto. Ahora probemos tus habilidades con las armas. —La observó mientras ella tomaba la espada—. Empezaremos con la espada.

White envolvió la empuñadura con sus dedos, sintiendo la ligereza y el peso equilibrado. Sin dudar, adoptó una postura de guardia, sus pies colocados con precisión, su cuerpo relajado pero listo.

—Interesante... —musitó mientras tomaba otra espada de práctica y se colocaba frente a ella, adoptando una postura de guardia similar.

Ambos permanecieron en silencio por un momento, una calma expectante llenando el aire, como el instante antes de la tormenta.

—Cuando quieras, White —dijo con una leve sonrisa desafiante, invitándola al primer movimiento.

En el instante en que Rhydian terminó de hablar, White se lanzó hacia él con una velocidad y una agresividad inesperadas. Su espada de madera cortó el aire con fuerza mientras intentaba conectar su primer ataque. Rhydian, con movimientos fluidos, bloqueó la ofensiva sin esfuerzo, desviando su espada con un giro hábil de la muñeca. El impacto resonó en la sala de entrenamiento, pero White no se detuvo.

Sin vacilar, siguió atacando con una energía que crecía a cada golpe. Sus movimientos, inicialmente impulsivos, comenzaron a afinarse con rapidez. Cada choque de espadas parecía revelar algo nuevo para ella, como si estuviera desentrañando los secretos de una danza oculta, descifrando un patrón que otros tardarían años en descubrir.

Rhydian mantenía la calma, admirado por lo que presenciaba. Su mirada analizaba cada uno de los avances de White, maravillado por la manera en que su instinto natural tomaba el control. Su estilo se volvía más refinado, sus ataques más precisos. Lo que antes era solo ímpetu ahora comenzaba a tomar la forma de una técnica peligrosa.

Cuando él decidió tomar la iniciativa, se movió con la velocidad y precisión de un guerrero experimentado, lanzando un ataque que debería haberla puesto en desventaja. Sin embargo, White reaccionó como un espejo, rechazando su golpe con una sincronización perfecta. Rhydian sintió la vibración de la espada recorrer su brazo mientras ella desviaba su ataque con una fuerza inesperada.

En ese mismo instante, White detectó una apertura. Su espada se impulsó hacia adelante con un movimiento rápido y decisivo, buscando aprovechar la oportunidad. Pero cuando la hoja de madera llegó a su destino, el aire vacío fue lo único que encontró.

Rhydian ya no estaba frente a ella.

Un escalofrío recorrió su espalda. Sintió la presencia detrás de ella y giró rápidamente, su espada levantada para defenderse. Pero ya era demasiado tarde.

La punta de la espada de madera de Rhydian estaba a un suspiro de su cuello, firme, pero sin la menor intención de hacer daño.

—Impresionante... —murmuró él, con una sonrisa genuina y los ojos llenos de un entusiasmo casi peligroso—.

White, con el corazón acelerado y el aliento agitado, bajó su espada, pero sus ojos seguían fijos en él, llenos de una determinación que parecía brillar como un fuego recién encendido.

Rhydian aplaudió, sus palmas resonando con genuina aprobación.

—La espada está dominada —dijo con una sonrisa—. Quizá te enseñe algunas técnicas avanzadas, pero no cabe duda: eres toda una maestra en el arte del esgrima.

Tomó la espada de White y la llevó de regreso al estante. Mientras elegía otra arma, lanzó una pregunta casual, aunque con cierta curiosidad.

—¿Habías practicado esgrima antes?

White asintió, su voz calmada pero cargada de un leve matiz melancólico.

—Sí. Lo estudié porque era lo que los varones practicaban. Pensé que, tal vez, si me volvía lo suficientemente buena, mi padre estaría menos decepcionado...

La nostalgia dejó una breve sombra en su rostro antes de desvanecerse. Rhydian la miró en silencio por un instante, su expresión suavizándose.

—Ya veo. —Hizo una pausa y luego, con una sonrisa cálida, añadió—: No soy tu padre, pero puedo decirte esto: tu esfuerzo es evidente. Eres impresionante, niña.

White esbozó una pequeña sonrisa, agradecida por la sinceridad en sus palabras.

—¿Qué otras armas manejas? —preguntó Rhydian mientras inspeccionaba el contenido del estante con renovado interés.

—Arquería, lanza, lanzamiento de cuchillos... incluso artes marciales —respondió ella, sus ojos siguiendo los movimientos de su maestro.

Rhydian levantó una ceja, intrigado.

—¿Arquería, eh? —dijo, tomando un arco y un carcaj lleno de flechas, y se lo entrego a White —. Perfecto. Vamos a probar tu puntería. Ponte en ese extremo de la sala. Colocaré una diana a unos cuantos metros. ¿De acuerdo?

White asintió con determinación y se movió rápidamente hacia la posición indicada. Rhydian colocó la diana a una distancia de unos diez metros, apenas una cuarta parte del salón.

—Bien. Primero dispara a este objetivo —indicó, cruzando los brazos mientras observaba con atención.

La chica, sin mostrar esfuerzo aparente, tensó la cuerda del arco con la flecha firmemente colocada. Un instante después, dejó ir la cuerda, y la flecha cruzó el aire con precisión impecable hasta incrustarse en el centro perfecto de la diana. Con una leve sonrisa, White bajó el arco.

Rhydian aplaudió, complacido.

—Bien hecho, eso estuvo excelente. Veamos el siguiente tiro. —Movió la diana otros diez metros hacia atrás—. Adelante, dispara nuevamente.

White tensó el arco una vez más, esta vez con una velocidad ligeramente mayor. La flecha salió disparada y, al siguiente segundo, impactó exactamente en el centro de la diana.

—Muy bien —dijo Rhydian, sus ojos chispeando con interés mientras volvía a aplaudir—. Pero veamos qué tan lejos puedes llegar con esto.

Tomó la diana y la colocó al otro extremo del salón, unos cuarenta metros. Se colocó a un lado, observando atentamente.

White, sin dudar, movió el arco con rapidez aún mayor, tensando la cuerda y lanzando la flecha en un solo movimiento fluido. La punta silbó en el aire y, una vez más, se clavó en el centro exacto del objetivo.

—Impresionante —murmuró Rhydian para sí mismo, aunque sabía que esa distancia, aunque decente, no representaba un verdadero reto. Motivado, añadió con una sonrisa que prometía algo más emocionante—: Muy bien. Esto es bueno, pero creo que puedes ir mucho más lejos. Hagamos una prueba más extrema. Sígueme.

Con un gesto, salió de la sala. White lo siguió rápidamente, su curiosidad despertada. Rhydian cruzó los pasillos del castillo hasta llegar al exterior. El aire fresco llenaba el ambiente, y una brisa ligera agitaba las hojas de los árboles cercanos.

Se detuvo y señaló un enorme roble solitario a lo lejos, fácilmente a más de cien metros de distancia.

—Allí. Apunta a ese árbol.

White levantó la vista, calibrando mentalmente la distancia. Sin mostrar dudas, colocó una flecha en el arco, tensó la cuerda y respiró hondo. Todo su cuerpo se mantuvo inmóvil un segundo más antes de soltar la flecha con una gracia precisa.

La flecha voló con rapidez mortal, surcando el aire hasta alcanzar el centro del árbol como si hubiera sido guiada por un hilo invisible.

Rhydian, con los ojos abiertos de par en par, quedó impresionado.

—Cien metros… —murmuró—. No es una distancia trivial, y tú lo hiciste parecer sencillo, incluso a arqueros mas experimentados les tomaría bastante hacer ese tiro.

Luego, Rhydian acarició suavemente la cabeza de White, un gesto inesperado y lleno de calidez.

—Eres todo un prodigio. Definitivamente, eres impresionante, señorita.

La sonrisa de White se ensanchó, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y alegría. Era la primera vez que alguien la tocaba con tal afecto, sin frialdad ni condescendencia. El gesto simple y genuino encendió algo dentro de ella: una sensación reconfortante, cálida… y peligrosamente adictiva.

—Bien, pronto comenzará a hacer frío. Será mejor que entremos —dijo Rhydian mientras miraba el cielo que se teñía de tonos más oscuros—. Eso fue todo por hoy. Puedes tomar una ducha si lo deseas. Mañana continuaremos. Te veré en la biblioteca cuando termines. Creo que uno de los conjuntos de ropa casual ya está listo. El señor Klein es muy eficiente —agregó con una ligera sonrisa—. Avisaré a una de las sirvientas para que te lo lleve.

Sin más, Rhydian se giró y volvió a entrar al castillo con pasos decididos, dejando a White con una pequeña sensación de satisfacción.

White entró en su habitación, lista para tomar un baño después de un largo día. El cuarto de baño era amplio y lujoso, con mármoles brillantes y una colección de fragancias que llenaban el aire con aromas suaves y relajantes. El agua caliente la envolvió, disipando cualquier resto de tensión en sus músculos mientras disfrutaba del lujo que la rodeaba.

Una vez lista, regresó al dormitorio y vio sobre la cama un conjunto de ropa blanca cuidadosamente doblado. La tela era suave, decorada con delicados patrones de estrellas que parecían brillar bajo la luz tenue. Al probárselo, descubrió que era tan ligero como cómodo, una combinación perfecta de simplicidad y elegancia.

Secándose bien el cabello y peinándolo con dedos hábiles, su mirada se detuvo en un par de zapatos al pie de la cama. No eran rígidos ni elegantes como los que solía usar, sino algo diferente: casuales, con una suela flexible que prometía comodidad en cada paso. Los deslizó en sus pies y, para su sorpresa, la sensación era única. Suaves, ligeros, y tan cómodos que le encantaron al instante.

Con una sonrisa satisfecha, White salió de su habitación, el suave eco de sus pasos resonando por los pasillos mientras se dirigía a la biblioteca.