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Chapter 11 - Capitulo 11. Atrapa al zorro.

White bajó al comedor acompañada de Sara para desayunar. Como de costumbre, Rhydian ya estaba allí. Sin embargo, esta vez no tenía montones de documentos frente a él; en su lugar, sostenía un periódico abierto, sus ojos tranquilos recorriendo las páginas con atención.

White se sentó a su lado y lo observó con curiosidad.

—No sabía que te gustaba leer el periódico.

Rhydian sonrió ligeramente, sin apartar la vista del papel.

—Necesito estar enterado de muchas cosas. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que leyendo el periódico? —Luego bajó un poco la página y señaló una sección cerca del final—. Además… soy muy bueno en los crucigramas.

White siguió la dirección de su dedo, viendo las filas de palabras y casillas vacías que aguardaban ser llenadas.

El periódico era una innovación relativamente reciente, creado con el propósito de comunicar información entre los distintos continentes. Su sede estaba en el Patriarcado de Corvina, territorio de la familia de los Crow, reconocidos por su ingenio y dominio del conocimiento arcano. Durante una de las reuniones de las grandes casas, se había decretado que el mundo no debía vivir sumido en la ignorancia. Una fuente de información común era necesaria para mantener a todos al tanto de los eventos globales.

Claro que la iniciativa no solo buscaba iluminar mentes: el control de la publicación también generaba enormes beneficios para Corvus, consolidando aún más su poder e influencia.

White, intrigada, inclinó la cabeza.

—¿Así que los Crow manejan la información del mundo?

—Así es —afirmó Rhydian, doblando con cuidado una esquina del periódico antes de volver a leer—. Información es poder… cuando sabes cómo usarla. Y el viejo si que sabe como usarla.

Después de leer un poco más, Rhydian dejó el periódico a un lado e indicó a los sirvientes que podían servir el desayuno.

 

Una vez terminado, se limpió la boca con la servilleta antes de hablar.

—Hoy jugaremos un juego.

White levantó la mirada, su curiosidad encendida.

—¿Un juego? —preguntó con entusiasmo.

Rhydian asintió, una sonrisa juguetona dibujándose en sus labios.

—Así es, y no te preocupes, no es ajedrez.

La expresión de White cambió inmediatamente. Hizo un puchero fingido, cruzando los brazos.

—¿Y de qué trata el juego?

—Se llama "Atrapa al Zorro". Lo sé, el nombre es bastante literal, pero cumple su función —explicó Rhydian—. El juego consiste en que una persona es el cazador y las demás son los zorros. El cazador debe atrapar a los zorros, y cada zorro atrapado se convierte en su aliado, ayudando a cazar a los demás. Si los cazadores logran atrapar a todos los zorros, ganan. Pero si los zorros evitan ser capturados durante diez minutos, ellos ganan. ¿De acuerdo?

White escuchó con atención. Sonaba divertido. Aún así, frunció el ceño, pensando en las reglas.

—Pero… solo somos tú y yo. ¿O también los sirvientes van a jugar?

Rhydian soltó una ligera risa.

—La gente está muy ocupada para jugar con nosotros, así que no los molestemos. Además, sí, solo seremos tú y yo.

Se puso de pie y miró a White con una expresión despreocupada.

—El viejo Klein casi ha terminado todos los atuendos. Los vestidos y las pijamas ya están en tu ropero. El uniforme aún falta, pero el de entrenamiento ya está listo. Póntelo y baja a la sala de entrenamiento.

Después de eso, Rhydian se dirigió a la sala de entrenamiento.

White subió a su habitación y encontró el atuendo de ejercicio sobre su cama. Era similar al que había usado anteriormente, pero este era diferente: de color blanco con su nombre, "White", elegantemente bordado. Una sonrisa de emoción iluminó su rostro mientras lo examinaba. Se lo puso, sintiendo cómo el traje se ajustaba automáticamente a su cuerpo, un detalle que nunca dejaba de impresionarla.

Lista para la acción, bajó las escaleras y entró en la sala de entrenamiento. Rhydian ya estaba allí, luciendo su propio atuendo de entrenamiento, pero de color negro.

Se veía genial.

White trató de mantener la compostura mientras él hablaba.

—Bien, te queda perfecto. Eso es bueno. ¿Lista para jugar?

Ella asintió con firmeza, su entusiasmo contenida solo por la emoción de la competencia.

—De acuerdo. Los cazadores vestirán de blanco y los zorros de negro. Las runas de tu traje harán que cambie de color, igual que el mío. Si un cazador toca a un zorro, el traje cambiará de color para reflejar el cambio de rol. ¿Entendido? —Mientras hablaba, ajustó las muñequeras de su traje con precisión y sin apuro.

White asintió de nuevo, su corazón latiendo con anticipación.

—Entonces… empecemos.

Un reloj de arena apareció mágicamente en el centro de la habitación. Se inclinó y comenzó a fluir, marcando el inicio del juego.

White miró su traje blanco. Eso la convertía en la cazadora. Su maestro, con su traje negro, era el zorro.

—Todo el castillo y los alrededores, hasta cincuenta metros, son territorio de juego —explicó Rhydian—. Si sales de esa zona, pierdes.

White respiró profundamente, su mente ya trazando rutas posibles. Sin perder un segundo, corrió hacia él.

Rhydian la esquivó con la facilidad de un bailarín esquivando una ráfaga de viento, luego salió corriendo de la sala.

La cacería había comenzado.

White sabía que no podía vencerlo en velocidad. No todavía. Pero tenía otras herramientas a su disposición. Con las reservas de maná completamente cargadas, invocó el Salto Aurora. En un parpadeo, desapareció de su lugar y reapareció en la recepción, lista para interceptar a su presa.

Rhydian no corría a toda velocidad; después de todo, quería que el juego fuera divertido, no aburrido. Sin embargo, cuando vio a White aparecer unos cuantos metros frente a él, soltó una ligera risa.

—Bien, eso es.

Entonces aceleró, acercándose con pasos ligeros pero más rápidos.

White, lista para interceptarlo, se lanzó con decisión. Calculó su dirección y se preparó para atraparlo…

Pero en el último segundo, Rhydian saltó por encima de ella, como si fuera un simple obstáculo en su camino.

—Qué lástima —dijo con una sonrisa burlona mientras aterrizaba detrás de ella—. Bueno, chao.

Y con eso, se dirigió hacia las escaleras que llevaban a los pisos superiores.

White frunció el ceño y cruzó los brazos en un puchero lleno de frustración. Sin perder tiempo, invocó el Salto Aurora de nuevo, apareciendo en el pasillo de las habitaciones. Allí estaba su maestro, aún corriendo.

—¡Esta vez no te escaparás! —murmuró con determinación.

Estudió sus movimientos, los pasos rápidos y la velocidad constante. Quería usar el salto para bloquear su camino, pero sabía que si lo hacía demasiado pronto, fallaría de nuevo. No, necesitaba precisión. Su mente calculó la distancia y la velocidad de su presa. Justo en el instante adecuado, canalizó maná y se transportó directamente frente a Rhydian.

¡Ahora sí lo atraparía!

Sin embargo, Rhydian se detuvo en seco con una gracia impecable, girando hacia atrás. Su figura elegante y rápida se movía como una sombra esquiva.

—¡No! —exclamó White, viendo cómo se escapaba de nuevo.

Necesitaba cerrar su paso. Quiso invocar una pared para bloquearlo, pero el hechizo requería una secuencia larga, y debía colocar las palmas sobre el suelo para canalizar la magia. No tendría tiempo…

A menos que no fuera necesario recitar la fórmula completa.

Concentró el maná en sus pies, sintiendo la energía vibrar por todo su cuerpo. La tierra ya estaba bajo sus pies. La conexión ya estaba hecha.

White alzó una mano y dejó que su voluntad tomara forma.

Una pared de roca se alzó delante de Rhydian.

—¡Esta vez no! —gritó, lanzándose hacia él sin dudar.

Sin detenerse a pensar, usó magia de rayo en sus pies, multiplicando su velocidad con una chispa de electricidad. Sentía el poder impulsarla hacia adelante.

Sus dedos estaban a punto de tocarlo.

La imagen de Rhydian… se desvaneció.

—¿Qué…?

White parpadeó, su mente girando con confusión. Entonces lo comprendió.

Una ilusión.

El enojo le subió a la cabeza como una ola ardiente.

No una vez… sino dos veces la había engañado.

Resopló de frustración y deshizo la pared con un gesto brusco. Al otro lado del pasillo, Rhydian la observaba con una sonrisa divertida, los ojos llenos de calma y satisfacción.

White apretó los puños.

—Esto. No. Ha. Terminado.

Rhydian se encogió de hombros, con una expresión despreocupada, y, pegado al barandal de la escalera, se dejó caer hacia atrás.

White, sin perder tiempo, volvió a usar el Salto Aurora, apareciendo en la recepción justo a tiempo para verlo dirigirse a la sala comunitaria.

Pero esta vez, no caería en su trampa.

Sus ojos brillaron con un destello dorado cuando canalizó magia de luz, activando la visión que penetraba las ilusiones. Observó al supuesto Rhydian corriendo delante de ella… y sonrió.

La figura se desvaneció como humo cuando apartó la vista.

Detrás de ella, un lento y rítmico aplauso resonó.

—Bien, ahora sí usaste la visión —comentó Rhydian, con ese tono tranquilo y un poco divertido que siempre la desafiaba.

White giró sobre sus talones, frunciendo el ceño, pero esta vez no se dejó llevar por la frustración. Sabía que el enojo no la haría más rápida, ni más astuta. Inhaló profundamente, dejando que la calma afilara su mente.

Frente a ella estaba el verdadero Rhydian, de eso no tenía dudas.

Canalizó maná en sus piernas, sintiendo el familiar zumbido de la magia de rayo recorrerla. En un parpadeo, salió disparada hacia él como un relámpago viviente.

Rhydian la vio venir y, con una sonrisa de anticipación, se preparó para saltar sobre ella una vez más.

—No esta vez —murmuró White con firmeza.

Cuando él dio el salto, ella levantó un brazo. Un escudo de aire apareció delante de su cuerpo. Lo utilizó como plataforma, impulsándose hacia arriba con toda la fuerza de su velocidad mágica.

El impulso la catapultó a una velocidad vertiginosa. Ahora estaba por encima de Rhydian. No habría tiempo para que reaccionara.

White casi sintió el tacto de su mano rozando la tela del traje negro de su maestro cuando, de repente…

Desapareció.

La sorpresa la golpeó con fuerza. ¿Dónde estaba?

Pero no tuvo tiempo para pensar. El impulso era demasiado fuerte. Estaba a punto de estrellarse contra la pared.

—¡Ah…! —gritó, cerrando los ojos.

El impacto nunca llegó.

Sintió un tirón repentino en la parte trasera de su camisa, y cuando abrió los ojos, la pared estaba a solo un par de centímetros. Todo lo que chocó contra ella fue el aire desplazado por su propia velocidad.

Giró lentamente la cabeza.

Rhydian la sostenía con una mano firme, sujetándola por el cuello del traje con la misma calma con la que habría sostenido una flor.

Estaban flotando, suspendidos en el aire.

White abrió la boca para decir algo, pero las palabras se le quedaron atoradas en la garganta.

—Fue un buen intento —comentó Rhydian, sin rastro de burla, mientras descendía con ella suavemente hasta el suelo—. Mejoraste mucho en muy poco tiempo, pero el control es tan importante como la velocidad.

La soltó con cuidado y descendió también el.

—¿Estás bien?

White lo miró fijamente, con los ojos aún encendidos de emoción, pero luego asintió, dejando escapar un suspiro profundo.

—Sí… Pero la próxima vez, ¡te atraparé!

Rhydian dejó escapar una risa tranquila.

—Eso espero.

White miró a Rhydian con una mezcla de curiosidad y frustración aún burbujeando en su pecho.

—¿Cómo hiciste para desaparecer tan rápido… además de, ya sabes, estar flotando? —preguntó, con los ojos brillando de interés genuino.

Rhydian dejó escapar una ligera risa.

—Soy muy rápido —respondió con una sonrisa cómplice—. Y lo de flotar… solo es magia de viento. Incluso tú podrías hacerlo con práctica.

White entrecerró los ojos.

—¿Es todo? —preguntó White.

Él inclinó la cabeza, como si estuviera considerando qué tanto debía revelar.

—Bueno —dijo finalmente—, tengo una técnica secreta. No pensé que tendría que usarla contigo tan pronto, pero… debo admitir que tu último movimiento me impresionó.

El corazón de White dio un brinco ante el cumplido, pero no se dejó llevar por el entusiasmo. Aún había mucho que aprender.

—Además —continuó Rhydian—, ¿te diste cuenta de algo?

 

Ella frunció el ceño y negó con la cabeza, intrigada.

—Usaste magia sin encantamiento —afirmó, con una chispa de orgullo en sus ojos.

La expresión de White cambió. Su mente recorrió rápidamente los últimos momentos de la cacería: la pared de tierra, la velocidad eléctrica, el escudo de viento, incluso el salto aurora… Todas esas acciones habían sido demasiado rápidas como para recitar un hechizo completo.

—Lo hice —susurró, con los ojos muy abiertos.

—Felicidades por eso —dijo Rhydian, dándole un leve asentimiento de aprobación.

El sonido de un timbre resonó en la sala, marcando el final del tiempo límite.

—Pero… —agregó con una sonrisa juguetona—, perdiste el juego.

White dejó escapar un suspiro de resignación mientras él se inclinaba para acariciar su cabeza, dejando que sus dedos recorrieran su cabello con una calidez inesperada.

—Lo hiciste bien. Bastante bien para ser tu primera vez.

La sonrisa que acompañó esas palabras fue distinta: no burlona ni condescendiente, sino genuina, suave, llena de afecto y reconocimiento.

White cerró los ojos por un momento, saboreando la sensación de su mano sobre su cabeza. Ese simple gesto de aprobación significaba más de lo que podía explicar. Su corazón se llenó de una mezcla de sentimientos que aún no entendía del todo, pero había algo de lo que estaba segura:

Le gustaba mucho.

Demasiado.

Y esa revelación… era peligrosa.