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Chapter 12 - Capitulo 12. Flujo.

La mano de Rhydian bajó suavemente, y su expresión se volvió pensativa.

—Veo que tus reservas de maná aún no son muy grandes —comentó, con la mirada evaluando cuidadosamente la postura de White—. Tendremos que hacer algo para que no sea un problema en el futuro.

White ladeó la cabeza, sus ojos llenos de curiosidad.

—¿Cómo? —preguntó, con un destello de emoción en su voz.

Rhydian dejó que una pequeña sonrisa se formara en sus labios mientras reflexionaba por un momento.

—Creo que ya sé algo que puede funcionar —respondió, volviéndose hacia la puerta de la sala de entrenamiento—. Ven, volvamos a la sala de entrenamiento.

Sin dudarlo, White siguió a su maestro. El eco de sus pasos llenaba los pasillos, resonando con la misma intensidad que su expectación. La sala estaba en silencio como de costumbre.

Rhydian caminó hasta el centro del espacio y se sentó con calma, cruzando las piernas. Su voz fue firme pero serena cuando habló.

—Para expandir tus reservas de maná, necesitarás meditar. La clave es la paciencia y la conexión con la energía dentro de ti. El maná no es solo poder, es parte de ti. Debes sentirlo, entenderlo… y permitirle crecer.

White lo observó con atención, cada palabra grabándose en su mente.

—¿Qué hago? —preguntó, con una mezcla de ansiedad y determinación.

—Siéntate frente a mí. Relájate. Cierra los ojos. Respira… —Rhydian hizo una pausa, dándole tiempo para seguir sus indicaciones—. Ahora, concéntrate en tu interior. Busca el flujo de energía que corre por tus venas. No lo fuerces. Solo siente.

White cerró los ojos, su respiración se volvió lenta y profunda. La habitación parecía desvanecerse a su alrededor mientras se sumergía en su interior. Visualizó el mana como una corriente cálida fluyendo a través de su cuerpo, sin embargo había algo bloqueando el paso, cuando intentaba empujar hacia la barrera imaginaria, sentía resistencia, como si intentara moldear el viento con las manos desnudas.

 

—Concéntrate —dijo Rhydian con voz suave pero firme—. No fuerces el flujo; el mana es parte de ti, no un enemigo al que debes vencer.

Las palabras de su maestro resonaron dentro de ella. La barrera frente a su mana ya no era un muro frío e impenetrable; era un cristal transparente, delicado, una superficie que podía ser tocada y transformada. White se enfocó en sus deseos, en lo que realmente quería. Ser útil. Ser digna. Ser una Fox. Sintió el calor de su mana crecer con cada pensamiento.

Poco a poco, dejó de luchar contra la resistencia y, en cambio, dejó que el mana fluyera, suavemente al principio, luego más libre, más fuerte. La barrera empezó a brillar, a disolverse como el hielo bajo el sol, fragmentándose en destellos de luz. Era hermoso, casi hipnótico, y por un momento, sintió que podía tocar los fragmentos, moldear su poder a voluntad.

Rhydian observó en silencio, con una leve sonrisa de satisfacción al ver el progreso de su pupila.

—Eso es, White —dijo con calma, la calidez de su voz como una caricia—. Lo estás logrando. Sigue así.

Sin embargo, justo cuando sentía que la barrera se desvanecía por completo, un leve temblor recorrió su cuerpo. La imagen se rompió. White jadeó, abriendo los ojos de golpe, con una mezcla de sorpresa y frustración. Su respiración era agitada, su rostro empapado de sudor.

—No lo conseguí... —murmuró, bajando la mirada.

Rhydian se inclinó hacia ella y dijo.

—No. Lo hiciste. Rompiste la resistencia, incluso si fue por un instante. Ese es el primer paso. —La sonrisa en sus labios era tranquila, segura—. ¿Sabes qué significa eso?

White lo miró, confundida pero esperanzada.

—Que ya no estás luchando sola. El mana está empezando a reconocer tus deseos. Sigue así, deberías hacerlo mas seguido.

White asintió con determinación. Ahora tenía una nueva meta: expandir sus reservas de mana. Rhydian sonrió ligeramente y se puso de pie.

 

—Necesito escribir una carta para pedir algunas cosas que hacen falta. Puedes quedarte aquí si quieres. La comida estará lista dentro de un rato, así que tómate tu tiempo. Vendré por ti cuando sea hora de comer, ¿de acuerdo?

White respondió con un asentimiento firme, sus ojos llenos de resolución.

Rhydian dejó la sala de entrenamiento, su figura desvaneciéndose tras la puerta, y el silencio llenó el lugar. La calma que quedó a su alrededor fue casi tangible, un manto de serenidad que invitaba a la introspección.

Durante casi tres horas, White permaneció inmóvil, sumida en profunda meditación. El proceso era mucho más difícil de lo que había anticipado. Cada vez que lograba vislumbrar el flujo de mana dentro de sí misma, la imagen se desmoronaba en fragmentos, escurridiza como arena entre los dedos.

Sin embargo, no se rindió.

Su respiración se volvió constante, sus pensamientos más claros con cada intento fallido. La frustración inicial dio paso a una determinación inquebrantable. La magia era como un río, y ella estaba aprendiendo a nadar en sus corrientes. Era solo cuestión de tiempo.

Después de un rato, White sintió el peso del cansancio sobre sus hombros, pero también una chispa de logro. Había progresado. Su respiración era lenta y controlada, su mente un poco más afinada con el flujo de mana que recorría su cuerpo.

Fue entonces cuando una voz conocida resonó desde el arco de la puerta.

—Veo que realmente lo estás logrando. Eres increíble. La comida está lista. Date un baño y baja al comedor. —La voz de Rhydian era tranquila, pero había en ella un tinte de satisfacción.

White abrió los ojos de golpe, sobresaltada. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí su maestro? La pregunta revoloteó en su mente mientras lo veía darse la vuelta y marcharse con pasos seguros.

Se puso de pie, estirando los músculos entumecidos, y se dirigió a su habitación. Un baño relajante la esperaba, y lo necesitaba más de lo que había imaginado. Al entrar, su mirada fue directamente a la cama, donde un nuevo conjunto casual descansaba cuidadosamente doblado. Esta vez, el diseño incluía un bordado de una luna.

A White le encantaba que cada conjunto fuera diferente, una pequeña sonrisa cruzó su rostro mientras se vestía, sintiendo la suavidad del tejido adaptarse a su figura.

Lista y renovada, inhaló profundamente, dispuesta a disfrutar de una comida bien merecida.

White se dirigió al comedor como de costumbre, pero una idea cruzó por su mente. Su mana estaba en buen estado, así que decidió probar algo diferente. Con una sonrisa traviesa, concentró su energía y usó el Salto Aurora para transportarse directamente al comedor. Esta vez, el hechizo le tomó apenas un instante; simplemente desapareció y apareció frente a la mesa.

Rhydian estaba tranquilamente absorto en su crucigrama. Sin apartar los ojos del periódico, comentó con una sonrisa ligera:

—Parece que te estás acostumbrando a ese salto tuyo. Eso es bueno. Con el tiempo, lo harás casi al instante y no te costará tanto mana… O al menos eso creo. No soy un experto en ese hechizo.

Apartó el periódico y levantó una mano, haciendo un gesto para que trajeran la comida.

La cena fue tan deliciosa como siempre, y cuando terminó, Rhydian chasqueó los dedos para que sirvieran el postre. Esta vez, apareció una generosa porción de helado, cubierta con una capa de chocolate crujiente que aún goteaba suavemente por los lados.

—Hoy hiciste dos cosas impresionantes —dijo, sirviéndose un poco más de té—. Así que… premio doble.

White miró el postre con ojos brillantes y una sonrisa que no podía ocultar. Era más que la comida; eran las pequeñas cosas, los gestos que le hacían sentir que pertenecía allí. Con la determinación de mejorar siempre presente, se prometió a sí misma que seguiría sorprendiendo a su maestro, después de todo, era lo menos que podía hacer pensaba ella.

Cuando White terminó su postre, Rhydian dejó su taza de té en la mesa con un leve "clic" y la miró con una sonrisa calmada.

—Bueno, ya que tenemos las bases cubiertas —dijo, cruzando los brazos con aire reflexivo—, de aquí en adelante todo se tratará de repetición y descubrimiento propio. Ya sabes cómo meditar para expandir tu mana, y también comprendes los fundamentos de las runas. Así que lo que sigue es convertir todo esto en una rutina.

White inclinó la cabeza, prestando atención a cada palabra.

 

—Repetiremos estos ejercicios hasta que se vuelvan tan naturales como respirar. Además, seguiremos jugando de vez en cuando. No solo porque es divertido, sino para ver cuánto has progresado. —Rhydian hizo una pausa y sonrió con un toque de complicidad—. Por supuesto, no todo será entrenamiento. También habrá momentos para hacer otras cosas. Saldremos a conocer las grandes ciudades… Habrá reuniones con personas importantes, eventos, y cosas así.

White abrió los ojos con entusiasmo al imaginarse visitando lugares nuevos y emocionantes junto a su maestro. La perspectiva de aventuras más allá de las paredes de la mansión llenó su corazón de emoción.

—¿De verdad visitaremos ciudades? —preguntó con una chispa de ilusión.

—Claro que sí —respondió Rhydian—. Aunque no serán solo paseos. Siempre hay cosas por hacer, acuerdos que cerrar, alianzas que mantener… Pero habrá tiempo para divertirse también.- decía con una sonrisa.

Cuando la comida terminó y Rhydian se preparaba para despedirse de White y dirigirse a su oficina para sumergirse en su rutina habitual, ella lo miró con determinación.

—Hoy también veremos documentos, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa entusiasta.

Rhydian soltó una pequeña risa, sorprendido por su interés.

—¿Veremos? Suena a que somos dos. Pensaba hacerlo solo yo, pero ya que te veo tan entusiasmada… Está bien. Además, te ayudará a familiarizarte más con cómo funcionan las cosas. Vamos. —Giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la puerta, haciendo un gesto para que lo siguiera.

Pero White tenía otras ideas.

—¿Qué te parece una carrera? —sugirió, con un destello de desafío en los ojos—. Claro, yo usaré mi salto, pero… ¿quién será más rápido? ¿Mi salto o tú? —Sus labios se curvaron en una media sonrisa. Había perdido cada reto contra Rhydian hasta ahora, pero esta vez, con un hechizo que le tomaba apenas un instante, tenía la esperanza de ganar… aunque sabía que competir con él siempre tenía sus sorpresas.

Rhydian levantó una ceja y sonrió divertido.

—¿Una carrera? —repitió, inclinando ligeramente la cabeza—. Adelante, no tengo problemas con eso. A la cuenta de tres, ¿te parece?

—¡Sí! —exclamó White, ya vibrando de emoción.

—Uno… —dijo él lentamente.

White flexionó las piernas y concentró el mana en su cuerpo, lista para su salto.

—Dos…

La tensión crecía.

—¡Tres!

Tan pronto como la palabra dejó los labios de Rhydian, White desató su hechizo. El mundo se distorsionó por un instante y reapareció frente a la puerta de la oficina. Su victoria parecía segura, pero cuando levantó la vista… se quedó sin palabras.

Rhydian ya estaba allí, cómodamente sentado detrás de su escritorio, con una pila de papeles organizada y una pluma en la mano. La miró con una sonrisa tranquila, como si siempre hubiera estado allí.

—Llegas tarde —dijo con una expresión burlona.

White abrió la boca, atónita.

—¿Cómo…?

—Soy rápido —respondió él con un guiño—. Muy rápido.

White apretó los puños, reprimiendo una mezcla de frustración y asombro. Había perdido de nuevo, pero no pudo evitar sonreír. Su maestro no dejaba de impresionarla. Y algún día, se prometió a sí misma, encontraría una forma de superarlo. Aunque fuera solo una vez.

White se sentó frente al escritorio, y Rhydian le pasó una pila de documentos junto con una pluma y un tintero.

—Adelante, ya sabes qué hacer —le dijo mientras él mismo revisaba los papeles en sus manos.

White asintió con determinación y se concentró en su tarea. El sonido rítmico de las plumas raspando el papel llenó la oficina mientras las horas pasaban en silencio. Finalmente, ambos terminaron. Rhydian se reclinó en su silla y dejó escapar un suspiro relajado.

—Bueno, parece que oficialmente también haces trabajo de oficina ahora —dijo con una sonrisa ligera—. Me sirve a mí, y a ti te ayuda a aprender. Todos ganamos.

Luego se incorporó, dándole una mirada firme pero amable.

—Ve a descansar. Mañana será otro día.

White se puso de pie, inclinando la cabeza en una despedida respetuosa antes de dar un salto hacia su habitación. La magia del salto ya le resultaba mucho más natural. Sentía cómo el gasto de mana disminuía con cada uso, y su control sobre el hechizo era más preciso.

Se dejó caer sobre su cama, el suave colchón acogiendo su cansado cuerpo. Cerrando los ojos, susurró para sí misma:

—Seré una Fox impresionante como el maestro. Entrenaré todos los días, meditaré, y aprenderé todo lo que pueda de él…

Sus palabras se desvanecieron junto con el peso del día mientras sus párpados se cerraban lentamente. Una suave sonrisa curvó sus labios. Desde ese momento, su verdadero camino hacia convertirse en White Fox había comenzado.