Cuando White abrió la puerta de la biblioteca, el aroma a pergamino antiguo y cuero la envolvió. Como la primera vez, quedó impresionada por la magnitud del lugar: miles de estanterías se elevaban hacia el techo, repletas de volúmenes que narraban siglos de historia y conocimiento. Algunos libros lucían cubiertas desgastadas por el tiempo, mientras que otros brillaban con encuadernados impecables.
Tras caminar entre los pasillos por unos instantes, divisó a Rhydian. Estaba sentado junto a una chimenea crepitante, con una pila de libros a su lado y uno abierto entre sus manos. Sin apartar la mirada de su lectura, habló:
—El atuendo te queda bien. ¿Qué te pareció el baño? —preguntó, finalmente cerrando el libro y posándolo sobre la pila antes de dirigirle una mirada amable.
White sonrió y asintió.
—Fue grandioso, gracias. Y el atuendo me gusta bastante —dijo mientras daba una ligera vuelta sobre sí misma—, pero lo que más me gustó fueron estos zapatos tan cómodos. ¿Cómo y dónde los consiguió, maestro?
Rhydian soltó una breve risa.
—Sí, son bastante cómodos. Los diseña el señor Klein; es una de sus invenciones. Dice que algún día les pondrá un nombre, pero no le creo. Yo los llamo "zapatos de casa". —Señaló la silla frente a él—. Toma asiento, por favor.
White obedeció y se acomodó en la silla de respaldo alto, admirando la pila de libros que descansaba sobre la mesa. Su curiosidad se avivó.
—¿Qué son todos estos libros?
Una sonrisa se formó en los labios de Rhydian.
—Esto —dijo señalando la colección con un gesto amplio— es exactamente lo que debes estudiar. Aquí tienes los fundamentos de cada tipo de magia, con especial énfasis en la magia de luz. Fue complicado reunir material sobre eso; es una disciplina poco documentada. A medida que avancemos, aprenderás por experiencia, pero estos principios te serán esenciales. —Colocó una mano sobre otro conjunto de volúmenes—. También encontrarás libros sobre la historia de las familias nobles más importantes, así como textos sobre lenguas rúnicas. Aprenderás a leer runas y a escribir encantamientos con ellas.
Los ojos de White brillaron de emoción, pues estudiar siempre fue su compañía en su época de soledad, pero ahora no lo hacía por soledad, lo hacia porque una persona contaba con ella, así que su expresión mostró determinación al contemplar la enorme pila.
—¿Alguna pregunta? —preguntó Rhydian.
Ella negó con la cabeza, lista para aceptar el desafío.
—Perfecto. —Rhydian tomó asiento junto a ella—. Estaré aquí mientras estudias, por si necesitas algo. Además, ordené que te trajeran té y galletas. Adelante, puedes comenzar.
Durante toda la noche, White devoró los libros con un ritmo sorprendente, pasando las páginas con la precisión y rapidez de alguien con una sed insaciable de conocimiento. Rhydian la observaba desde una distancia corta, asombrado. De vez en cuando, él mismo tomaba un libro de uno de los estantes, pero su atención siempre regresaba a la joven, cuya concentración parecía impenetrable.
El tiempo avanzó sin pausa. Las horas se deslizaron con la misma fluidez que las hojas de los textos bajo los dedos de White. Finalmente, después de casi siete horas, ella cerró el último volumen con un sonido firme que resonó en la tranquilidad de la biblioteca.
—Terminé —anunció con voz segura y decidida.
Rhydian levantó la mirada y una sonrisa se extendió lentamente por su rostro. Había calculado que le tomaría al menos dos o tres días completar aquella montaña de lecturas. Pero no. Ella había absorbido cada fragmento de información como una esponja que no conoce límite.
—Definitivamente eres increíble, ¿no es cierto? —comentó con genuina admiración. Con el mismo gesto gentil de la tarde, su mano se posó sobre la cabeza de White, acariciándola con suavidad.
White cerró los ojos por un breve momento, disfrutando del toque cálido. Le gustaba ese gesto; había algo profundamente reconfortante en él, una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Se permitió admitir, aunque solo en sus pensamientos, que era secretamente adictivo.
—Bueno —añadió Rhydian, dejando caer la mano—, ya es muy tarde. Será mejor que vayas a descansar. Te veré mañana.
White asintió, sintiendo el peso del cansancio sobre sus hombros, pero satisfecha y llena de un nuevo entendimiento. Se levantó con una sonrisa ligera, su corazón latiendo más tranquilo, y abandonó la biblioteca mientras la luz de las velas aún parpadeaba, acompañando la sombra de una noche que se desvanecía. Regreso a su cuarto y como si el cansancio la noqueara se quedo dormida en un santiamén.
A la mañana siguiente, White seguía profundamente dormida hasta que un torrente de luz entró por la ventana abierta, haciendo que entrecerrara los ojos con un quejido. Una voz suave y femenina la saludó desde la ventana mientras recogía las cortinas.
—Señorita White, buenos días. El desayuno estará listo en un momento.
White, aún somnolienta, asintió en respuesta sin abrir completamente los ojos. Justo cuando la figura de la sirvienta se disponía a salir, White habló, su voz todavía cargada de sueño.
—Oye... —dijo mientras se frotaba los ojos—. ¿Eres la misma sirvienta que ayer cierto? Y si también vas a venir mañana, me gustaría saber tu nombre.
La sirvienta se detuvo y sonrió con calidez.
—Es usted muy amable, señorita. Y tiene razón, mañana también estaré aquí. Soy su sirvienta personal, asignada por el amo. Mi nombre es Sara. Es un honor servirle, ama White.
La joven hizo una reverencia elegante antes de levantar la vista.
—Si necesita algo, no dude en llamarme. Si me permite estaré afuera de la habitación para escoltarla.
Con otra ligera inclinación de cabeza, Sara salió en silencio.
White se quedó un momento contemplando la puerta cerrada antes de dejar escapar un suspiro. Se estiró perezosamente y giró hacia la mesita junto a su cama, donde notó otro cambio de ropa preparado cuidadosamente. Este conjunto también era informal, pero con un diseño distinto: detalles finos y delicados adornaban el atuendo, y en el pecho, un zorro blanco bordado destacaba, símbolo elegante que llamaba su atención.
Sonrió levemente al verlo, sintiendo una extraña conexión con la imagen, antes de levantarse para vestirse y prepararse para un nuevo día.
White salió de la habitación, y Sara, quien la esperaba pacientemente al otro lado de la puerta, asintió y comenzó a caminar delante de ella con paso firme y elegante. Mientras avanzaban por los pasillos del castillo, White, todavía adaptándose a la rutina, rompió el silencio.
—Sabes... no necesitas escoltarme cada vez.
Sara sacudió la cabeza con una leve sonrisa.
—Son órdenes del amo —respondió con serenidad—. Pero no se preocupe, no es una molestia para mí. A menos, claro, que mi presencia le incomode, señorita. —Su tono se tornó juguetón y ligeramente humorístico.
White negó rápidamente con las manos, casi avergonzada.
—¡No es eso! —replicó con vehemencia.
Sara dejó escapar una risa suave, el sonido ligero y agradable como una brisa cálida.
—Es un alivio. Es agradable estar a su lado. —Sus palabras venían acompañadas de una sonrisa auténtica, cálida y reconfortante.
White sintió un calor agradable en el pecho, una sensación de pertenencia que había anhelado por mucho tiempo. Por primera vez en años, se hallaba en un entorno donde sentía que su presencia era valorada, y ese pensamiento la hizo sonreír.
Con el ánimo en alto, llegó a la gran mesa del desayuno. Como la vez anterior, Rhydian estaba sumido en la lectura de algunos documentos. Sin embargo, al notar la llegada de White, dejó de lado los papeles con un movimiento fluido y preciso. Los colocó sobre una bandeja que una sirvienta retiró de inmediato.
—Gracias, Sara. —Le dedicó un breve asentimiento antes de volverse hacia White con una sonrisa que irradiaba energía. —Buenos días, White. ¿Qué tal dormiste?
Mientras hablaba, hizo un gesto casi idéntico al de la mañana anterior, señalando a los sirvientes para que comenzaran a traer los platos con el desayuno. Una serie de bandejas cubiertas llegaron al instante, cada una emanando aromas exquisitos.
Sara se colocó detrás de White mientras el primer plato era colocado frente a ella. La comida era sencilla pero deliciosa: pan recién horneado, aún tibio, acompañado de mermeladas de frutos silvestres, una jarra de leche fresca, y una fuente de frutas cortadas con precisión impecable. Además, una bandeja con huevos revueltos suaves y un poco de tocino crujiente completaba el banquete matutino.
White contempló la comida con asombro. La calidez del ambiente, el aroma tentador de la comida, y la compañía que comenzaba a disfrutar hicieron que su día empezara con un sentimiento de gratitud que no había experimentado en mucho tiempo.
…
Después del desayuno, Rhydian dejó los cubiertos a un lado y se puso de pie.
—Bueno, ahora que hemos terminado de desayunar, vamos a la sala de entrenamiento. Veremos si realmente leíste esos libros o si solo los hojeaste. —Una ligera sonrisa bailaba en sus labios mientras hablaba.
White asintió con determinación. Se levantó rápidamente y siguió a Rhydian por los amplios pasillos del castillo hasta llegar a la sala de entrenamiento.
Dentro, el aire tenía un aroma sutil a madera pulida. La luz del sol que entraba por las ventanas altas bañaba las paredes, proyectando sombras largas sobre los numerosos muñecos de prueba que esperaban en formación. Rhydian le entregó un traje de entrenamiento sin decir una palabra.
Sin necesidad de más indicaciones, White se dirigió al vestidor y se cambió. Al examinar el traje, notó que ahora podía leer con claridad las runas bordadas en él. "Ajuste y movimiento", decían, lo que hizo que una sonrisa orgullosa se dibujara en su rostro. La comprensión de los glifos mágicos era prueba tangible de que el conocimiento de los libros no solo había quedado en papel, sino que ahora era parte de ella.
Cuando regresó, Rhydian la esperaba junto a una fila de muñecos reforzados con magia.
—Bien, empezaremos con lo básico —dijo, señalando una posición frente a uno de los objetivos—. Veamos el fuego primero. Colócate aquí.
White obedeció, sus pasos ligeros y llenos de propósito.
—Dispara una bola de fuego simple —ordenó él, dando varios pasos hacia atrás y cruzando los brazos para observarla.
White cerró los ojos por un momento, sintiendo la corriente de magia fluir dentro de ella como un río latente. Una chispa se encendió en su interior. Con un movimiento firme, reunió su energía y conjuró una bola de fuego que salió disparada hacia el muñeco. El impacto fue directo. El fuego envolvió al muñeco, consumiéndolo en llamas antes de que las runas de "Restauración" lo devolvieran a su estado original.
Rhydian asintió con aprobación.
—Bien hecho. Ahora vamos con algo más avanzado. Forma una lanza de fuego.
White respiró hondo. La lanza de fuego era un hechizo mucho más concentrado, un proyectil de precisión y poder superior. La magia danzaba en sus manos mientras la moldeaba en una forma más definida y letal. Al soltarla, la lanza ardiente voló con un silbido agudo, perforando el muñeco y dejándolo en llamas antes de desvanecerse. De nuevo, las runas restauraron el muñeco como si nada hubiera ocurrido.
Rhydian sonrió, un destello de orgullo cruzando sus ojos.
—Ahora, probemos algo realmente desafiante. Quiero que conjures una columna de fuego.
El desafío era claro: la columna de fuego era un hechizo de nivel intermedio, una manifestación de poder mucho más allá de lo que cualquier principiante podría aspirar. Sin embargo, White solo asintió, sus manos tensándose ligeramente mientras canalizaba su energía.
Se agachó, sus palmas tocando el suelo. La magia resonó en su interior, una vibración que creció hasta convertirse en un rugido. En un instante, una columna de fuego se alzó desde el suelo bajo el muñeco, devorándolo con una ferocidad abrasadora. Las llamas se elevaron, quemando con tal intensidad que casi dejaron el muñeco reducido a cenizas. Y luego, como si el tiempo se hubiera revertido, el muñeco se reconstruyó por completo.
Rhydian rompió el silencio con un aplauso lento y deliberado.
—Eso es suficiente por hoy —dijo con una sonrisa genuina—. No cabe duda de que realmente aprendiste bien los hechizos. Al menos en lo que respecta al fuego. Y estoy muy seguro de que los otros elemento no serán problema, pero el que más me interesa es el de luz. Haremos algunas pruebas con ese elemento y terminaremos por hoy.
White asintió con determinación, sus ojos brillando con expectación. Rhydian cruzó los brazos mientras hablaba, su tono adquiriendo un matiz más serio.
—La magia de luz, al igual que la de caos, es extraordinariamente rara. Incluso entre las magias poco comunes, ambas se consideran excepcionales —explicó mientras comenzaba a caminar lentamente frente a ella—. Debido a su escasez, tenemos muy poca información sobre cómo aprovecharla al máximo. Gran parte del conocimiento se ha perdido, lo que significa que, en tu caso, deberás crear y desarrollar muchos de tus propios hechizos.
White ladeó la cabeza, procesando sus palabras.
—Lo que sabemos —continuó Rhydian— es que la magia de luz tiene varias aplicaciones únicas. Puede curar heridas y enfermedades, revelar lo oculto —se detuvo un momento, clavando sus ojos en los de ella—. Me refiero a secretos, mentiras, ilusiones… también es altamente efectiva para disipar maldiciones.
—¿Y para el combate? —preguntó White, una chispa de curiosidad y ambición en su voz.
—Ah, sí. —Rhydian sonrió de medio lado—. Se puede usar como ataque, aunque esa información es aún más vaga. Tengo una corazonada de que su potencial ofensivo es mucho mayor de lo que se ha documentado.
El aire en la sala se volvió un poco más cargado cuando su tono bajó.
—Después de largas búsquedas en documentos muy, muy antiguos —continuó, con una nota de triunfo—, descubrí un hechizo llamado Puerta Aurora. Este encantamiento permite al mago transportarse de un lugar a otro siempre que haya visto antes el destino. Cuanto mayor sea la distancia, mayor será el costo de maná. Es un hechizo avanzado, algo que dejaremos para mucho después.
Volvió su atención completamente a White, con una sonrisa suave pero firme.
—Hoy nos enfocaremos en lo básico.
Diciendo eso, Rhydian tomó una navaja pequeña y, sin titubear, hizo un corte limpio en la palma de su mano.
—Primero, la magia sanadora —anunció, extendiendo la mano con la herida abierta—. Adelante, trata de curarla.
White abrió los ojos con sorpresa, conmocionada por la acción tan repentina. Su mirada se fijó en la delgada línea de sangre que comenzaba a correr por la piel.
—¡¿Por qué hizo eso?! —preguntó con una mezcla de incredulidad y preocupación.
—Porque no puedes aprender sin practicar. —Rhydian sonrió con calma, su expresión segura como si fuera algo trivial—. Confío en ti.
Las palabras resonaron en White, dándole confianza. Respiró hondo y cerró los ojos para concentrarse. Siente la magia. Cambia su naturaleza. Hazla fluir.
Visualizó la herida, el tejido roto, y dejó que su maná recorriera su cuerpo como un torrente cálido. Extendió las manos sobre la palma de Rhydian y, como un faro encendiendo su luz, una suave luminiscencia dorada se manifestó en sus dedos. La magia envolvió la herida, y en un instante, la piel se cerró, dejando solo una fina línea blanca que desapareció por completo al momento siguiente.
Rhydian miró su mano curada y asintió con satisfacción.
—Excelente. La curación fue rápida y precisa. Muy buen trabajo.
El orgullo llenó a White, pero no tuvo tiempo para saborearlo cuando él chasqueó los dedos. Una corriente de energía oscura revoloteó a su alrededor, y, de repente, un segundo Rhydian apareció a su lado.
Ambos clones se movieron al unísono, intercambiando sus posiciones con tanta rapidez que se volvieron casi un borrón de movimiento. Sus voces resonaron al mismo tiempo, creando un eco perturbador.
—Ahora usa tu magia de luz en los ojos para distinguir la ilusión. Mira más allá de la superficie. Encuentra la verdad oculta.
White tragó saliva, su mente corriendo a través de lo que había aprendido la noche anterior. Cerró los ojos por un breve momento y concentró su energía. Sintió la magia cambiar en su interior nuevamente, una chispa de luz que ahora se dirigía a su visión.
Abrió los ojos.
El mundo a su alrededor pareció brillar con un resplandor tenue. Miró a ambos Rhydians, y uno de ellos comenzó a distorsionarse, como una sombra sin forma definida. La ilusión se desvaneció poco a poco en su visión, revelando una silueta hueca.
—Ese. —White extendió la mano y señaló con confianza.
El verdadero Rhydian sonrió, y la ilusión desapareció como polvo arrastrado por el viento.
—Impecable. Lo hiciste muy bien —dijo, bajando las manos—. La magia que usaste hoy fue mucha, y aunque tienes un talento natural impresionante, hasta los mejores necesitan descansar. Tomemos el resto del día libre.
White respiró profundamente, agotada pero radiante.