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Chapter 3 - LAS SEMILLAS DE UN NUEVO PODER

Las semanas transcurrieron en un incesante bullicio de martillazos, golpes y gritos que resonaban en las galerías subterráneas. Dante, con sus sentidos agudizados y la coraza endurecida, continuó cazando escarabajos en cada oportunidad que se presentaba. Al principio, los esclavos más jóvenes lo miraban con recelo, preguntándose por qué arriesgaba tanto la vida para enfrentarse a esos bichos. Pero la lógica de Dante era inquebrantable: necesitaba más orbes para hacerse más fuerte.

Durante ese tiempo, aprendió a moverse con sigilo, a escoger el momento exacto para asestar un golpe mortal y a absorber la esencia de los escarabajos sin que los guardias ni los capataces se percataran de sus acciones. El Sistema Kronos le mostraba cómo cada orbe, cada rasgo adquirido y mejorado, le abría nuevas posibilidades.

Una noche, recostado en su rincón de la mina, pasó revista a las habilidades que había ido obteniendo y maximizando:

Quitina Reforzada: Empezó como un ligero endurecimiento de la piel, pero tras repetidas absorciones, la resistencia había alcanzado el Nivel 5. Ahora, su cuerpo podía frenar golpes leves e incluso mitigaba parte del dolor de los latigazos que antes lo habrían dejado al borde del desmayo.

Radar Subterráneo: Aquel zumbido casi imperceptible que sentía en la roca se intensificó con cada absorción hasta convertirse en una percepción casi sobrenatural. Al llegar al Nivel 5, podía detectar criaturas u obstáculos a metros de distancia, previendo el movimiento de los escarabajos y también la llegada de los guardias.

Garras Perforantes: Como sustituto de la habilidad "Mandíbulas de Trituración", el Sistema había reinterpretado la esencia de los escarabajos, otorgándole la facultad de endurecer y afilar sus uñas de las manos como si fueran pequeñas cuchillas. Comenzó en Nivel 1, permitiéndole hacer cortes ligeros, hasta alcanzar Nivel 5, pudiendo perforar con facilidad el caparazón de un insecto sin depender de herramientas. Aunque en reposo sus uñas no parecían fuera de lo común, con un leve impulso de energía podía transformarlas momentáneamente para atacar o defenderse.

Había, además, un cuarto rasgo tentador:

Afinidad Mineral

—Lo mejor es dejarlo para más adelante —se repetía Dante—. Primero debo sobrevivir con lo que tengo; luego podré preocuparme por los cristales.

En su fuero interno, sabía que esa habilidad podía ser clave para comprender y aprovechar el entorno subterráneo, e incluso podría ayudarlo a planear su escape. Pero no quería arriesgarse a debilitar su poder de combate inmediato; necesitaba seguir vivo en un lugar donde un simple error significaba un castigo mortal.

Las continuas matanzas de escarabajos no pasaron desapercibidas para Brolf, el guardia jefe, ni para los otros capataces. Al principio, se limitaban a burlarse de aquel chiquillo que, lejos de huir de los insectos, parecía cazarlos con dedicación. Pero al ver que la producción de cristales aumentaba —pues los bichos los devoraban con menos frecuencia— comenzaron a mostrar cierto aprecio por la habilidad de Dante.

Una tarde, Brolf lo llamó con un gesto seco de la mano:

—Muchacho —gruñó—, veo que mantienes a raya a esos malditos escarabajos. Además, cumples tu cuota diaria de recolección y hasta la superas. Te ganarás un lugar más arriba.

Dante lo siguió hasta la galería principal, donde el aire resultaba menos viciado y la iluminación de las antorchas era más constante. Allí había rieles para carritos y mesas donde se clasificaban los cristales.

—A partir de hoy —prosiguió Brolf—, serás jefe de escuadrón de los críos que trabajan aquí. Tendrás acceso a dos comidas al día en lugar de una y podrás descansar una hora extra. Pero ni se te ocurra bajar la producción o permitir que los escarabajos vuelvan a incordiar. ¿Entendido?

Dante asintió en silencio. No podía permitirse rechazar aquello: era una mejora considerable en su rutina de esclavo y podría permitirle fortalecer aún más sus habilidades sin morirse de hambre. A su mando, quedó un grupo de niños entre seis y doce años, todos con el mismo miedo reflejado en el rostro. Dante trató de enseñarles trucos básicos para detectar a los insectos y protegerse; al mejorar la eficiencia del grupo, consiguió mantener contentos a los capataces.

Las jornadas seguían siendo duras. Aun así, ahora Dante disfrutaba de un pedazo más de pan y de un breve descanso para lavarse en un barril de agua turbia. Ese leve cambio marcaba la diferencia en su día a día. Además, su posición le permitía moverse con cierta libertad para abatir más escarabajos cuando los detectaba con el Radar Subterráneo. De esa forma, se hacía de más orbes y continuaba puliendo sus rasgos.

La culminación de semanas de cacerías llegó una noche en que mató cuatro insectos de corrido, absorbiendo su esencia bajo la tenue luz de las antorchas. De golpe, el Sistema Kronos lanzó varias ventanas informativas:

Has acumulado suficiente energía.

Tus rasgos "Quitina Reforzada", "Radar Subterráneo" y "Garras Perforantes" alcanzan su máximo (Nivel 5) y evolucionan al siguiente grado.

Una oleada de fuego le recorrió las venas. Sintió que la coraza de su piel se volvía más sólida, que su percepción del entorno se expandía a rincones que antes no captaba y que sus uñas, al activarlas, adquirían un matiz traslúcido, similar a un cristal pulido.

Nuevos rasgos (Rango Superior, Nivel 1):

Coraza Cristalina (sustituye a Quitina Reforzada): Aumenta notablemente la defensa física y mejora la resistencia a la abrasión subterránea.

Pulso del Laberinto (sustituye a Radar Subterráneo): Detecta con mayor claridad vibraciones, variaciones de temperatura y densidad en un radio aún mayor.

Garras Translúcidas (sustituye a Garras Perforantes): Al activarse, las uñas se endurecen como cristal puro, incrementando el poder de corte y la durabilidad.

Dante casi se desmayó del dolor cuando la evolución hizo que su cuerpo se adaptara a esos cambios. Entretanto, el grupo de niños lo observaba a la distancia, sin atreverse a intervenir. Cuando por fin pudo controlar la respiración, leyó las notificaciones finales con la vista nublada.

—Todavía no… —murmuró con la voz temblorosa—. Todavía no tomaré la "Afinidad Mineral".

Era su promesa para más adelante, cuando realmente pudiera concentrarse en esos cristales. De momento, lo más importante era sobrevivir un día más en aquella prisión subterránea. A la mañana siguiente, con las fuerzas renovadas y sus nuevas habilidades palpitando en cada célula de su cuerpo, Dante apenas podía reprimir la determinación que encendía su mirada:

Si continuo así, llegará el día en que estas cadenas no sean más que un obstáculo trivial.

Por ahora, seguiría cumpliendo con su rol de "jefe de escuadrón" para que Brolf y los capataces no sospecharan de sus verdaderos planes. Mientras tanto, en su interior, el anhelo de libertad crecía con cada golpe de pico contra la roca, con cada escarabajo caído y con cada orbe que incrementaba su poder.