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Chapter 7 - EL UMBRAL DE LA LIBERTAD

Apenas despuntaba el alba cuando Dante sintió una extraña vibración recorrer su cuerpo. Abrió los ojos y se irguió sobre el jergón de paja, maldiciendo en silencio el dolor que le punzaba en los músculos por la interminable carga de trabajo. Sin embargo, esa misma punzada le revelaba algo que llevaba tiempo aguardando: su cuerpo al fin había asimilado por completo las energías que venía acumulando.

Las habilidades al máximo

Miró sus manos con detenimiento. Durante esas últimas semanas, había cazado escarabajos, absorbido cristales y fortalecido cada uno de sus rasgos hasta el límite:

Coraza Cristalina – Rango Superior, Nivel 5.

Ahora Dante podía soportar impactos brutales sin quebrarse, y su resistencia a la abrasión subterránea era tan alta que incluso los latigazos y las rocas desprendidas apenas lo lastimaban.

Soberanía Subterránea (parcial) – Nivel 3.

Aunque la habilidad no se había desarrollado a su forma "completa", ya le bastaba para trazar en su mente mapas tridimensionales de los corredores y anticipar derrumbes menores.

Garras Translúcidas – Rango Superior, Nivel 5.

Con solo un pensamiento, sus uñas se convertían en cuchillas tan firmes como el acero, capaces de cortar rocas blandas, carapachos y, llegado el caso, carne humana.

Forja Mineral Perfecta – Rango Superior, Nivel 5.

Había alcanzado el pináculo de la habilidad tras absorber cristales con frecuencia. Podía manipular y absorber minerales con mucha mayor precisión y en mayor cantidad.

El Sistema Kronos le indicó de pronto que su Forja Mineral Perfecta había sufrido una Mutación: podía moldear cristales al doble de velocidad y expandir el radio de alteración al doble de tamaño. Al leerlo, Dante sintió un escalofrío de alivio y euforia. Era la última pieza que necesitaba para su plan de huida.

—Justo a tiempo —susurró, incorporándose.

La decisión de escapar

Según los informes de Brolf, ese mediodía se llevaría a cabo una redada de control en los pisos inferiores de la mina, donde los guardias supervisarían la cuota y castigarían a quienes no rindieran lo esperado. Sería un caos: látigos y gritos resonando por los pasillos, todos los capataces y guardias enfocados en mantener el orden. Dante, quien en apariencia tendría que participar, planeaba usar ese caos para su ventaja.

—Si me escabullo durante la redada, nadie notará mi ausencia hasta que sea demasiado tarde —reflexionó.

Pasó la mañana coordinando a los esclavos, con una expresión tan seria como siempre. Nadie notó su creciente nerviosismo, salvo una mirada fugaz de Rina, la joven que le había suplicado ayuda para su hermano enfermo. Dante la tranquilizó con un leve ademán, indicándole que tuviera paciencia. Aunque todavía no podía llevarse a todos, sí planeaba dejar un rastro para que otros siguieran su camino una vez que la vigilancia se relajara.

El inicio del plan

Cuando llegó el mediodía, tal como estaba previsto, Brolf y sus hombres se reunieron en la galería principal, arrastrando con ellos a varios jefes de escuadrón para asegurar las cuotas. Dante se presentó con semblante impasible, pero su Soberanía Subterránea ya lo guiaba mentalmente hacia el corredor sur, donde se conectaba con la ruta secreta que había descubierto.

—Dante, colabora en la revisión de los sacos de cristal —ordenó Brolf—. Y asegúrate de que no haya escarabajos merodeando.

—Sí, señor —respondió, inclinando la cabeza.

Apenas tuvo oportunidad, se perdió entre los pasillos menores, fingiendo buscar rezagados. Se movió con la soltura de un gato acostumbrado a la penumbra. Casi sin respirar, sorteó un recodo y encendió su Forja Mineral Perfecta para abrir un hueco en la pared de roca. La mutación reciente le permitió "ablandar" una sección amplia con mucha más rapidez de la habitual. En solo un par de minutos, había creado un túnel estrecho, pero suficiente para arrastrarse por él.

—Con esto, podré llegar hasta la gruta olvidada —masculló, mordiéndose el labio.

La adrenalina le latía con fuerza en las sienes. Sabía que, si alguien lo descubría ahora, todo su esfuerzo se iría por la borda.

El perseguidor inesperado

Logró avanzar unos cuantos metros por el corredor secreto, guiándose con la tenue luz que se filtraba por alguna grieta superior. Sin embargo, cuando estaba a punto de llegar a la cámara circular, escuchó un estrépito y unos pasos retumbantes tras él. Reconoció al instante aquella respiración pesada: Rander.

—¡Así que aquí te escondías, maldito! —vociferó el guardia con furia, su voz rebotando en las paredes.

Dante se dio la vuelta a toda prisa. Rander, farol en mano, se aproximaba con los ojos llenos de rabia y avidez, como si contemplara un trofeo. Probablemente lo había seguido a distancia para confirmar su traición.

—Tú… ¿¡pensabas huir sin saldar tus cuentas, eh!? —exclamó, a punto de echar espuma por la boca.

El corazón de Dante se aceleró. Tenía que salir de allí, pero también entendía que dejar a Rander con vida sería firmar su sentencia de muerte. Lo delataría ante Brolf y el resto. No había más opción que enfrentarlo.

Rander embistió, blandiendo un tolete de metal. Dante activó su Coraza Cristalina y sintió el impacto vibrar en sus huesos, pero logró resistir. Con un movimiento rápido, convocó sus Garras Translúcidas y embistió de vuelta. El guardia gruñó al ver aquellas uñas cristalinas que brillaban con un fulgor amenazante en la penumbra.

La pelea fue breve y brutal. Rander poseía la fuerza de un adulto curtido en la violencia, pero Dante se había forjado a base de luchas diarias y evoluciones constantes. Tras intercambiar una serie de golpes, la agilidad y la defensa de Dante se impusieron. Logró esquivar un garrotazo al agacharse y, con un movimiento circular, atravesó la garganta de Rander con sus garras. El hombre se desplomó en un gorgoteo, bañando el suelo de la gruta con sangre espesa.

—Ha acabado —susurró Dante, apartándose con repulsión.

Un orbe nuevo… de un humano

Su cuerpo aún temblaba por la adrenalina cuando el Sistema Kronos se activó de manera inesperada:

Has derrotado a un humano: Rander, guardia esclavo.

Orbe de Esencia detectada. ¿Deseas absorberla?

Dante se quedó helado, sin comprender. ¡Un orbe de esencia surgía del cadáver de una persona! Hasta ahora, creía que su habilidad funcionaba solo con bestias y monstruos. Ver aquel destello rojizo flotando sobre el cuerpo inerte de Rander lo aterraba. ¿Significaba acaso que podía tomar rasgos o habilidades humanas?

El tiempo apremiaba. Podía escuchar rumores de movimiento en la distancia. Si no se daba prisa, otros guardias podrían hallarlo. Con el corazón en un puño, Dante tendió la mano hacia el orbe. De inmediato, le invadió un mar de sensaciones contradictorias: culpa, sorpresa y un espeluznante atisbo de poder.

—Lo siento, Rander —murmuró, tragando saliva—. No hay vuelta atrás.

Con un simple impulso mental, confirmó la absorción. Sintió como un calor gris le recorría el pecho, distinto a lo que experimentaba con los monstruos. Y un mensaje parpadeó en su visión:

Nuevos rasgos disponibles (Humano - Clase Guardia):

Técnica Marcial Básica (manejo de toletes y combate cuerpo a cuerpo).

Furia Disciplinada (aumenta temporalmente la fuerza física al recibir daños).

Adaptación al Dolor (reduce penalizaciones por heridas graves).

Dante no tuvo tiempo de leer más. Ruidos de pasos se acercaban. Con un nudo en la garganta, escogió raudamente Técnica Marcial Básica, pensando que podría serle útil para defenderse. Sintió un leve zumbido en los brazos, como si aprendiera de golpe ciertos movimientos y guardias de ataque.

—¡Debo huir! —se dijo, con la sangre de Rander aún salpicando sus pies.

El salto al abismo

Sin volverse, Dante se internó en el pasadizo que había moldeado. El corredor resonaba con sus pisadas, y cada instante temía escuchar las voces de algún otro guardia. Por suerte, su Soberanía Subterránea le permitía encontrar el camino correcto en esa maraña de roca. Usó Forja Mineral Perfecta para abrir paso con rapidez, rompiendo trozos de piedra con la doble velocidad de su mutación reciente. Con el corazón latiéndole en la garganta, siguió avanzando hasta que, al final, vio un débil rayo de luz colarse entre las grietas.

—¡Allí… está la salida! —exclamó, casi sin aliento.

Un último esfuerzo le bastó para desgarrar la roca y, tras arrastrarse por un túnel polvoriento, emergió a la superficie. La claridad del sol lo cegó un instante. El aire puro golpeó sus pulmones como un bálsamo que jamás creyó volver a sentir. Se incorporó, tambaleándose, y comprobó que había aparecido a los pies de una colina rocosa, lejos de la entrada principal de la mina.

Había escapado.

No había tiempo para celebraciones. Aún debía alejarse antes de que los guardias notaran su fuga y organizaran una cacería. Con el pulso retumbándole en los oídos, echó a correr, recordando las últimas palabras de Rina, los niños y los esclavos que dejaba atrás. ¿Volvería por ellos algún día? ¿O los capataces castigarían a todos sin piedad?

Por ahora, no podía permitirse mirar atrás. Con sus habilidades al máximo y la revelación de que su poder funcionaba también en humanos, Dante emprendió la carrera hacia un futuro incierto, con una culpa nueva en su conciencia pero con el ansia de vivir libre al fin.